Al día siguiente, Blair y Oliver se encontraron en la cabaña de él, un refugio escondido en las afueras de Londres que guardaba ecos de su primer encuentro, aquel día en que él la rescató y la llevó a ese rincón mágico. El ambiente estaba impregnado de una gran intimidad y, cuando se desnudaron, el silencio se tornó en un susurro que rodeaba sus cuerpos. La pasión entre ellos se encendió como una llama ardiente, aguda e infinita, mientras se entregaban a un baile de caricias y susurros. Con cada roce de sus pieles encendía una chispa y, en ese momento, ambos comprendieron que su amor era un fuego indomable que desafiaba las tormentas y el paso del tiempo. Sus besos eran como suspiros compartidos y se dieron cuenta de que no podían vivir el uno sin el otro, de que su conexión era un lazo irrompible, una llama que, por más agua que le echaran, jamás podría apagarse. Ese encuentro era una muestra de que su deseo era eterno, un torrente de emociones que los unía de una forma que desbordab
La tenue luz de la noche envolvió el imponente Museo Nacional, donde el príncipe Arthur esperaba impaciente. La limusina había cumplido su misión de llevar a Blair hasta el centro de la elegante velada. Entre la distinguida multitud de amantes del arte que elogiaban las obras expuestas, Arthur se movía con discreción. Sin embargo, su corazón latía con fuerza ante la inminente reunión con ella. La joven, con su belleza y escepticismo intactos, se había reconciliado con Oliver, lo que complicaba aún más sus sentimientos.Un rincón apartado del museo, decorado con elegancia y romanticismo. Arthur, nervioso pero decidido, la esperaba. Ella llegó, acompañada por un asistente, y su expresión era fría y distante.—Blair, mi querida, es un placer tenerte aquí. Este lugar es solo para nosotros —le dice el príncipe con una enorme sonrisa.—Su alteza, agradezco la invitación —contesta ella fríamente.—Estás divina, eres realmente hermosa y sexy. Toda una diosa, cariño, vamos luego a un lugar más
El príncipe, con la farsa de la realeza pegada a su piel, cruzó las puertas de la casa de subastas. El mármol reluciente y los candelabros de cristal ocultaban una oscuridad que solo él conocía. Con voz fría, se dirigió al encargado, un hombre cuya sonrisa parecía tan falsa como la suya.—Quiero llevar a una chica, preferiblemente de cabello rojo —espetó.El hombre asintió mecánicamente, confirmando que sus deseos, por perversos que fueran, siempre se cumplirían. La rabia lo consumía por dentro. Blair, su último juguete, se había roto antes de tiempo. Sus planes, tan cuidadosamente diseñados, se habían hecho añicos. Ahora solo quedaba esta farsa, esta subasta de carne y hueso, para saciar su sed de control.Una habitación opaca y fría dentro de la casa de subastas. El príncipe, la chica de cabello rojo y el encargado me miraban.—Así que tú eres la nueva adquisición. A partir de ahora te llamarás Blair. ¿No es un nombre hermoso? —dijo el príncipe sonriendo siniestramente.—No... no qu
La escena tuvo lugar en la oficina de George Harrison. Oliver, con el rostro congestionado y los ojos inyectados en sangre, descargaba su ira contenida. Sus sospechas sobre el príncipe Arthur habían llegado a un punto crítico. Convencido de que el enigmático príncipe había seducido a Blair con intenciones poco puras, Oliver estaba decidido a descubrir la verdad. La idea de que Arthur conociera a Blair desde antes y de que pudiera estar obsesionado con ella lo consumía por dentro.—George, ¡esto va más allá de una simple preferencia! Estoy seguro de que el príncipe Arthur la conocía antes. Blair me contó que hay algo siniestro en su mirada y yo presiento que puede tratarse de una obsesión enfermiza. ¡Tiene que haber algo más!—Oliver, entiendo tu preocupación, pero necesitamos pruebas concretas. Acusar a un príncipe de seducción y obsesión sin pruebas podría tener graves consecuencias.—¡Pero es obvio! Blair no está mintiendo y la utilizó para que yo accediera al compromiso con la capr
La reunión tiene lugar en el salón principal de la mansión de Cambridge. La familia real danesa se reúne con los anfitriones. El gran ausente es el conde Patrick.En ese momento, el príncipe anunció en voz alta:—Antes de partir hacia Dinamarca, quiero anunciar una noticia que nos llena de alegría a todos. Hemos decidido fijar la fecha de la boda de Elizabeth y Oliver.—¡Papá! ¿En serio? ¡Qué emoción! — exclama Elizabeth visiblemente emocionada.—Sí, mi querida hija. Será el próximo verano.—¡Sí! ¡Lo sabía! ¡Será la boda más hermosa de todo el reino! Elizabeth lanzó un gritito de emoción.—¿El próximo verano? Creo que es un poco pronto, ¿no? —objeta Oliver sorprendido.—No, Oliver. Hemos considerado todos los factores y creemos que esta fecha es la más adecuada —explicó el príncipe con arrogancia.—Lo siento, pero no puedo aceptar casarme tan pronto. Necesitamos más tiempo para conocernos —dice Oliver mirando a su tía con recelo.—Oliver, entiendo tu punto de vista. Pero también debes
Blair se quedó paralizada en la entrada, sintiendo cómo el frío de la noche se colaba por su piel. Las lágrimas caían sin control y su voz temblaba al hablar.—No puedes hacerme esto, Julia. Lanzarme a la calle como a un perro, no tengo a dónde ir. Mi padre apenas acaba de morir, no tengo más parientes —suplicó, con la garganta apretada como si una daga la atravesara, robándole el aliento.Julia la miró con desprecio, se cruzó de brazos y soltó una risa burlona.—¿Y qué esperabas, Blair? ¿Qué te quedarías aquí para recordarme cada día lo que perdí? Eres solo una carga, y no tengo por qué soportarte. ¡Lárgate de mí vista! —gritó, y su voz resonó en la casa vacía, llena de un odio que no podía ocultar.Blair sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor, pero no podía rendirse.—Por favor, Julia, solo necesito un poco de tiempo... —su voz se quebró, pero la furia de su madrastra no conocía límites.—¡No me importa! —respondió Julia, empujándola hacia la puerta con una fuerza que la
Minutos más tarde, Blair llegó a la pensión donde vivía, abrumada por el intenso frío nocturno. Al entrar, corrió hacia su habitación y cerró la puerta tras de sí con un suspiro de alivio. Sin embargo, el silencio que la rodeaba la envolvió y, de repente, su mente se llenó de recuerdos del pasado. Recordó cómo, hacía más de un año, Julia la había echado de casa como si fuera un perro, una experiencia que la había dejado marcada y llena de dolor. Las lágrimas brotaron de sus ojos al rememorar aquel momento desgarrador, y la sensación de traición y desamparo que había sentido en ese instante la cubrió completamente.Pero, a pesar de la tristeza que la invadía, una sonrisa comenzó a asomarse en su rostro. Reflexionó sobre su vida actual y se dio cuenta de que, a pesar de las dificultades, había logrado reconstruir su vida. Contaba con un trabajo que le permitía mantenerse y un techo donde refugiarse. Esa pequeña victoria, aunque frágil, era un testimonio de su resiliencia y determinación
Desde lo alto de un imponente y majestuoso edificio en Londres, un aristócrata y multimillonario caballero contemplaba el paisaje urbano. Era Oliver Campbell, un duque de renombre y un magnate de los negocios, conocido por su elegancia y atractivo físico. Recordaba vívidamente que, hacía algunos días, había sufrido un terrible accidente que estuvo a punto de costarle la vida. Sin embargo, gracias a una joven que se le apareció en medio de su fragilidad, logró salir adelante. Esta le había ofrecido palabras de aliento y lo había acompañado al hospital, un gesto de amabilidad y generosidad poco común en la actualidad. Oliver se preguntaba cómo habría sido su destino si no hubiera sido por la bondad de aquella muchacha, cuya austera pero sincera compasión le había devuelto la esperanza en un momento tan crítico.Rápidamente, un joven rubio, asistente de Oliver, lo sacó de sus profundos pensamientos.—Señor, es hora de partir —anunció con firmeza.Oliver lo miró, con un destello de preocu