Reclusorio femenino, Londres.Aislada en la celda, Julia se aferraba a la débil luz que se filtraba por una pequeña ventana, como una tenue luz de esperanza en medio de la abrumadora oscuridad. El eco de sus sollozos se perdía en la inmensidad de la prisión, un lamento desgarrador que resonaba en las frías y húmedas paredes. Cada latido de su corazón era un martillo que golpeaba contra las rejas de su alma, recordándole la atrocidad que había cometido y el abismo en el que se había sumido. La soledad la consumía, el miedo la paralizaba y la culpa la ahogaba. En ese infierno de barrotes y sombras, ansiaba la muerte como una forma de escapar de la tortura de su conciencia. ¿Habría sido capaz de imaginar un destino tan cruel? Ahora, encerrada en su propio purgatorio, comprendía con horror que el dinero fácil tenía un precio demasiado alto, un precio que estaba dispuesta a pagar con su vida.—Maldita sea, Julia Connor sigue sin decir nada. Peter, ¿por qué se niega a hablar? —dijo George,
La mañana siguiente, en una elegante oficina con vistas a la ciudad. Oliver está de pie junto a la ventana, mirando hacia el horizonte, mientras John se sienta en un sillón, observando a su jefe con una mezcla de admiración y tristeza.—¡Señor! ¡Tengo noticias sobre la casa de subasta!—¿Qué has descubierto, John? —preguntó Oliver mirándolo con atención. —Según mi investigación, el príncipe Olsen estuvo allí durante su reciente visita a Londres. Pasó un tiempo con una chica que se parece físicamente a Blair, con cabello rojizo. Estuvo en una de las salas privadas.Oliver abriendo los ojos como platos, exclamó sorprendido.—¡No puede ser! Mis sospechas eran reales. Esto es más grave de lo que pensaba.—Sí, y creo que debemos actuar rápido. No podemos permitir que esto continúe —asintió John.—Tienes razón. Prepárate, John. Voy a visitar ese horrendo lugar de nuevo. Esta vez, no me detendré hasta llegar a las últimas instancias.—Usted y el FBI pueden hacer que esta mafia cese por comp
Julia se encontraba en una celda de castigo, aislada del resto de las reclusas, un movimiento calculado por los poderosos de la mafia que la controlaban. Sabían que su conexión con Astrid Andersen, la mujer a la que había vendido a Blair, era un hilo peligroso que podría destapar toda la red mafiosa. Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada: al negarse a comer, una rata se acercó a su plato y murió al instante al probar la comida. Aunque fortuito, este incidente la llenó de una mezcla de terror y alivio, pues sabía que su vida pendía de un hilo y que cada día en esa celda era una lucha por sobrevivir, mientras la sombra de la mafia acechaba cada vez más cerca.Julia, con la voz temblorosa pero firme, aseguró:—Ahora no diré nada. Mi vida no les importa a nadie. Estoy segura de que la mafia tiene más poder que la justicia.—Julia, no puedes pensar así. Si no colaboras, no solo pondrás en riesgo tu vida, sino también la de los demás —dijo el agente George frunciendo el ceño y mir
La Mansión de Beatrice está llena de luz y risas. Abel y Priscila están sentados en el sofá, mientras Blair los observa desde el sillón.—Me encanta verlos tan felices. ¿Cuándo es la boda? —pregunta Blair.—¡En primavera! Estamos viendo lugares y cosas para la boda —responde Priscila, muy contenta.—No puedo esperar a ser su esposo —comenta Abel, que está locamente enamorado de Priscila.—¿En serio? ¡Nunca lo hubiera adivinado! — exclama Blair bromeando al ver lo mucho que se quieren.—Muy graciosa, Blair —dijo Abel esbozando una carcajada.—¿Y tú, Blair? ¿Cómo van las cosas en el amor?—Complicado. Pero soy feliz por ustedes.Blair intenta no dar muchos detalles sobre su relación con Oliver debido al vínculo familiar entre Priscila y Elizabeth.—¿Y cómo va el trabajo? —cambia Abel el tema.—¡Genial! Tengo un proyecto nuevo y muy interesante.—¿Nos lo puedes contar? —pregunta Priscila, curiosa.—No sé si debo... —advierte Blair sonriendo.—¡Vamos, Blair! Somos tus amigos —insiste Abel
Copenhague (Dinamarca).La princesa Elizabeth entró en el despacho de su padre, que conversaba con su mujer. Aún tenía el cabello húmedo y el aroma de la pasión de Jacob flotaba en el aire.—Padre —comenzó Elizabeth con determinación, mientras su voz resonaba en el despacho—, tengo una propuesta que hacerte.El rey la instó a continuar y la princesa, sin dudarlo, expuso su idea. Un brillo travieso danzaba en sus ojos mientras explicaba su audaz plan.—Papá, quiero que Blair Connor me haga mi vestido —anunció Elizabeth con arrogancia, cruzando los brazos y alzando la barbilla.Su padre sonrió complacido por la decisión de su hija.—Eso suena maravilloso, Elizabeth. Blair es una diseñadora muy talentosa y está en la cima de su carrera. Estoy seguro de que hará un trabajo excepcional.La madre de Elizabeth, que había estado escuchando en silencio, lanzó una mirada de reojo a su esposo.—¿Estás seguro de que es una buena idea? No quiero que esto se convierta en un problema —dijo preocupad
Blair, emocionada y nerviosa a la vez, tomó su teléfono y marcó el número de Dagmar, el renombrado diseñador danés.—¡Hola, Dagmar! Soy Blair. ¿Tienes un momento?—¡Hola, Blair! Claro, siempre tengo tiempo para ti. ¿Qué necesitas?—Estoy muy emocionada porque me han encargado hacer el vestido de la princesa Elizabeth. Quería pedirte tu ayuda con el diseño.—¡Eso suena increíble! Por supuesto que estaré encantado de ayudarte. ¿Tienes alguna idea en mente?—Sí, tengo algunas ideas, pero me encantaría escuchar tus sugerencias.—Perfecto, ¿cuándo podemos reunirnos para hablarlo?—¿Qué te parece si nos reunimos mañana por la tarde? Esta noche parto hacia Copenhague.—¡Genial! Nos vemos entonces. Tengo muchas ganas de trabajar en esto contigo.—¡Gracias, Dagmar! Hablamos mañana.—¡Hasta luego, Blair!Al colgar, Oliver llegó a casa con el rostro enrojecido y la respiración entrecortada, con la mente llena de preocupaciones. No podía soportar la idea de que se fuera a Copenhague y su corazón
Blair se sentía atrapada entre el desconcierto y la ansiedad mientras se dirigía al palacio de Amalienborg. El lujoso espacio habilitado para atender a Elizabeth era un recordatorio constante de la magnitud de la oportunidad que se le presentaba, así como de la presión que esta suponía. A su lado, el asistente del príncipe y el diseñador que la había acompañado en la semana de la moda conversaban animadamente, pero su mente estaba en otro lugar, luchando contra la culpa que la invadía por haber aceptado tan absurdo compromiso. Cada paso que daba hacia el palacio era un eco de su decisión, y aunque su corazón latía con la promesa de un futuro brillante, una sombra de duda se cernía sobre ella: ¿valdría la pena sacrificar su amor por un capricho? La opulencia del lugar no podía ahogar el murmullo de su conciencia, que le recordaba que, a veces, las elecciones más difíciles son las que definen quiénes somos realmente.Al llegar al palacio, Elizabeth vio desde lo alto de la escalera a Bla
Frustrado por el rechazo de Blair, el príncipe Arthur intentó tomarla por la fuerza, aferrándose a sus brazos con determinación y amenaza. Sin embargo, Blair no se amedrentó; con una mezcla de rabia y valentía, luchó con todas sus fuerzas, retorciéndose y golpeando con lo que podía, negándose a ser una víctima de sus deseos egoístas. Su espíritu indomable se reflejaba en cada movimiento, desafiando la opresión que intentaba imponerle.Arthur la agarró con fuerza y gruñó:—No podrás escapar de mí, Blair. Eres mía y lo sabes.—¡Suélteme! No soy un objeto que pueda poseer.De repente, la puerta se abre de golpe y entra Oliver, furioso.—¡Basta! ¿Qué crees que estás haciendo, príncipe?Arthur, sorprendido, dijo, soltando a Blair:—Oliver, esto no es lo que parece.Blair, que respiraba con dificultad, lo desmintió:—No, Oliver, él...—No importa. Vete de aquí, Blair. Ve a esperarme en el coche —dijo Oliver con firmeza.Blair, agradecida pero confundida, le dio las gracias a Oliver mientras