Frustrado por el rechazo de Blair, el príncipe Arthur intentó tomarla por la fuerza, aferrándose a sus brazos con determinación y amenaza. Sin embargo, Blair no se amedrentó; con una mezcla de rabia y valentía, luchó con todas sus fuerzas, retorciéndose y golpeando con lo que podía, negándose a ser una víctima de sus deseos egoístas. Su espíritu indomable se reflejaba en cada movimiento, desafiando la opresión que intentaba imponerle.Arthur la agarró con fuerza y gruñó:—No podrás escapar de mí, Blair. Eres mía y lo sabes.—¡Suélteme! No soy un objeto que pueda poseer.De repente, la puerta se abre de golpe y entra Oliver, furioso.—¡Basta! ¿Qué crees que estás haciendo, príncipe?Arthur, sorprendido, dijo, soltando a Blair:—Oliver, esto no es lo que parece.Blair, que respiraba con dificultad, lo desmintió:—No, Oliver, él...—No importa. Vete de aquí, Blair. Ve a esperarme en el coche —dijo Oliver con firmeza.Blair, agradecida pero confundida, le dio las gracias a Oliver mientras
Jacob se acercó a Elizabeth y notó la tristeza y confusión que se reflejaban en su rostro tras la partida de Oliver. Con una mezcla de preocupación y determinación, le dijo:—Elizabeth, sé que estás triste por el duque, pero déjame decirte que no te conviene. No te quiere tanto como yo. Yo daría mi vida por ti.Su voz temblaba con la sinceridad de sus sentimientos, esperando que ella pudiera ver más allá de su dolor.—¿Y qué hay con eso? ¿Acaso eso cambia algo? Lo que tú sientes es solo un capricho, Jacob. Lo nuestro es solo placer y no necesito tus palabras de amor ni tus ridículas promesas.—No son ridículas, Elizabeth. Lo que siento por ti es real. Mereces a alguien que te valore de verdad, no a un hombre que se va cuando las cosas se complican.—¿Y tú crees que eso es lo que quiero? ¡Por favor! Estoy harta de tus discursos románticos. No soy una mujer en cautiverio que necesite ser rescatada.—No se trata de rescatarte, sino de mostrarte que hay más en la vida que solo placeres ef
En la oficina de Oliver, George y John lo pusieron al tanto del operativo en el que John entró de incógnito como señuelo. Sin rodeos, le contaron todo.Oliver, serio y preocupado, preguntó:—John, George, ¿qué noticias hay?—Señor, las pruebas son irrefutables. El príncipe Arthur Olsen está involucrado en una red de tráfico de mujeres. No solo es un consumidor, sino uno de los líderes —asintió John con gravedad.—Y hay más, Oliver. Parece que, desde que conoció a Blair, la tiene en el punto de mira. La quiere para sí —enfatizó George.—¡Ese cerdo! —exclamó Oliver, conteniendo la furia.—Afortunadamente, usted estuvo allí para evitarlo. Quién sabe qué le habría hecho... —explicó John con cautela.—No permitiré que ese infeliz le haga daño. Blair es lo que más quiero en el mundo.—Lo sabemos, Oliver. Pero el príncipe es poderoso y está bien protegido. Necesitamos un plan sólido para exponerlo y llevarlo ante la justicia —aclaró George.—Lo haremos. No descansaré hasta ver a ese monstruo
Annelise, con el corazón oprimido y los ojos llenos de lágrimas, estaba sentada en un lujoso banco de los jardines del palacio, buscando consuelo en la compañía de su querida sobrina Priscila. El sol de la tarde iluminaba el paisaje, pero no lograba calentar el frío que sentía en su interior. A pesar de la belleza que la rodeaba, Annelise solo podía ver la infelicidad que se había adueñado de su vida. Su matrimonio parecía perfecto para el mundo exterior, pero en realidad era un infierno de humillación y desprecio. Su esposo, un hombre déspota y cruel, la menospreciaba constantemente, recordándole su «lugar» y el poder que él ejercía sobre ella. Y su hija, Elizabeth, una joven caprichosa y egoísta, apoyaba a su padre en su desprecio hacia Annelise. La futura reina, bondadosa y amada por el pueblo danés, se sentía sola y desesperada, atrapada en una situación que la consumía por dentro.Annelise, llorando desconsoladamente, dijo:—No puedo más, Priscila. Siento que me ahogo en este mat
Charlotte, hecha una fiera, irrumpió en el palacio justo cuando su hijo Noah se disponía a regresar a su país. La condesa, furiosa, no tardó en expresar su desprecio hacia Blair, a quien considera una plebeya sin cuna ni título, y una intrusa que se interpone en su plan para que Oliver se case con Elizabeth, lo que consolidaría el poder y el prestigio de ambas familias.Al ver a su madre tan alterada, Noah se acercó de inmediato.—Madre, ¿qué sucede? ¿Por qué esa furia?—¡Esa mujerzuela! ¡Esa plebeya! ¡Blair! —exclamó con la voz temblando de rabia.—¿Blair? ¿Qué ha hecho esta vez? —preguntó Noah frunciendo el ceño.—¡Se atreve a interponerse entre Oliver y Elizabeth! ¡Quiere arruinar el futuro de nuestra familia!—Madre, cálmese. ¿Qué ha pasado exactamente?—¡Esa muchacha es una cazafortunas! ¡Solo quiere aprovecharse de la riqueza de Oliver! ¡Si pudiera, la borraría de la faz de la tierra! —respondió eyectando chispas por la boca.—¡Por favor, madre! No hables así de Blair.—¿También
Días después, como un relámpago en plena tormenta, Charlotte irrumpió en el palacio de Amalienborg, decidida a acelerar la boda de Oliver con Elizabeth. Sabía que se agotaba el tiempo y que la unión entre Oliver y Blair se volvía cada vez más indestructible, como una roca infranqueable.—Elizabeth, me alegra mucho que estemos aquí juntas. No puedo esperar a que todo se resuelva y Oliver y tú se casen por fin. ¡Es el momento perfecto para unir nuestras familias!Elizabeth sonrió, pero mostró un ligero tono de preocupación y respondió:—Sí, condesa, es emocionante. Pero la verdad es que últimamente no me siento muy bien. No sé si debería mencionarlo.Charlotte, sin ser consciente de la gravedad, respondió:—Oh, no te preocupes por eso. Estoy segura de que es solo un pequeño malestar. Lo importante es que te prepares para la boda. ¡No podemos permitir que nada se interponga en nuestros planes!—Así es. Solo necesito un momento para descansar. Me siento un poco mareada. Creo que voy a sub
Oliver y George, el agente del FBI, están manteniendo una conversación seria en el despacho de Oliver.—George, se acortan los días. Pronto partiré hacia Copenhague para reunirme con Abel. Le entregaré las pruebas a John para que se las haga llegar. No quiero estar directamente involucrado.—Entiendo, Oliver. Es una jugada arriesgada, pero puede funcionar. ¿Qué tienes en mente para el día de la boda?—Ese día, desenmascararé al príncipe Arthur. Lo humillaré ante toda la corte y lo haré pagar por sus crímenes —afirma Oliver con determinación.—Oliver, ten cuidado. Arthur es un hombre peligroso. No sabemos hasta dónde es capaz de llegar.—No me importa. Estoy dispuesto a todo con tal de ver a ese monstruo entre rejas.—Lo sé, Oliver. Pero no dejes que la rabia te ciegue. Recuerda que tenemos un plan.—Lo sé, George. Pero la ansiedad me carcome. Quiero ver a ese miserable hundirse de una vez por todas. Y también quiero ser libre. Quiero estar con Blair, lejos de toda esta farsa.—Ten pac
—Te vi salir de la habitación de la princesa —le susurró Abel a Jacob al bajar las escaleras.Jacob, enfadado y pálido, miró a su alrededor para cerciorarse de que no lo vieran y respondió:—¿Me estabas espiando? ¡Podría acusarte ante el príncipe y hacer que te despidieran!—Y yo puedo decir que te acuestas con la princesa Elizabeth. No soy tonto, Jacob. Todo está muy claro: tienes una relación secreta con ella y ahora esto.—¡Eres un chismoso, Abel! No me amenaces.—Y tú no me subestimes, Jacob. Sé lo que vi.—Está bien, está bien. Baja la voz. Solo fui a ver a la princesa porque necesitaba un favor.—¿Un favor? ¿A estas horas de la noche? No me lo trago, Jacob.—Por favor, Abel, te lo suplico. Ni una palabra de esto a nadie. Te lo compensaré.—¿Compensarme? ¿Cómo?—Ya lo pensaré. Pero, por favor, confía en mí. No quiero perder mi trabajo, y mucho menos que la princesa se entere de que nos vieron.—Está bien, Jacob. Pero esto no quedará así. Te vigilaré de cerca. Y si me entero de al