El príncipe, con la farsa de la realeza pegada a su piel, cruzó las puertas de la casa de subastas. El mármol reluciente y los candelabros de cristal ocultaban una oscuridad que solo él conocía. Con voz fría, se dirigió al encargado, un hombre cuya sonrisa parecía tan falsa como la suya.—Quiero llevar a una chica, preferiblemente de cabello rojo —espetó.El hombre asintió mecánicamente, confirmando que sus deseos, por perversos que fueran, siempre se cumplirían. La rabia lo consumía por dentro. Blair, su último juguete, se había roto antes de tiempo. Sus planes, tan cuidadosamente diseñados, se habían hecho añicos. Ahora solo quedaba esta farsa, esta subasta de carne y hueso, para saciar su sed de control.Una habitación opaca y fría dentro de la casa de subastas. El príncipe, la chica de cabello rojo y el encargado me miraban.—Así que tú eres la nueva adquisición. A partir de ahora te llamarás Blair. ¿No es un nombre hermoso? —dijo el príncipe sonriendo siniestramente.—No... no qu
La escena tuvo lugar en la oficina de George Harrison. Oliver, con el rostro congestionado y los ojos inyectados en sangre, descargaba su ira contenida. Sus sospechas sobre el príncipe Arthur habían llegado a un punto crítico. Convencido de que el enigmático príncipe había seducido a Blair con intenciones poco puras, Oliver estaba decidido a descubrir la verdad. La idea de que Arthur conociera a Blair desde antes y de que pudiera estar obsesionado con ella lo consumía por dentro.—George, ¡esto va más allá de una simple preferencia! Estoy seguro de que el príncipe Arthur la conocía antes. Blair me contó que hay algo siniestro en su mirada y yo presiento que puede tratarse de una obsesión enfermiza. ¡Tiene que haber algo más!—Oliver, entiendo tu preocupación, pero necesitamos pruebas concretas. Acusar a un príncipe de seducción y obsesión sin pruebas podría tener graves consecuencias.—¡Pero es obvio! Blair no está mintiendo y la utilizó para que yo accediera al compromiso con la capr
La reunión tiene lugar en el salón principal de la mansión de Cambridge. La familia real danesa se reúne con los anfitriones. El gran ausente es el conde Patrick.En ese momento, el príncipe anunció en voz alta:—Antes de partir hacia Dinamarca, quiero anunciar una noticia que nos llena de alegría a todos. Hemos decidido fijar la fecha de la boda de Elizabeth y Oliver.—¡Papá! ¿En serio? ¡Qué emoción! — exclama Elizabeth visiblemente emocionada.—Sí, mi querida hija. Será el próximo verano.—¡Sí! ¡Lo sabía! ¡Será la boda más hermosa de todo el reino! Elizabeth lanzó un gritito de emoción.—¿El próximo verano? Creo que es un poco pronto, ¿no? —objeta Oliver sorprendido.—No, Oliver. Hemos considerado todos los factores y creemos que esta fecha es la más adecuada —explicó el príncipe con arrogancia.—Lo siento, pero no puedo aceptar casarme tan pronto. Necesitamos más tiempo para conocernos —dice Oliver mirando a su tía con recelo.—Oliver, entiendo tu punto de vista. Pero también debes
Reclusorio femenino, Londres.Aislada en la celda, Julia se aferraba a la débil luz que se filtraba por una pequeña ventana, como una tenue luz de esperanza en medio de la abrumadora oscuridad. El eco de sus sollozos se perdía en la inmensidad de la prisión, un lamento desgarrador que resonaba en las frías y húmedas paredes. Cada latido de su corazón era un martillo que golpeaba contra las rejas de su alma, recordándole la atrocidad que había cometido y el abismo en el que se había sumido. La soledad la consumía, el miedo la paralizaba y la culpa la ahogaba. En ese infierno de barrotes y sombras, ansiaba la muerte como una forma de escapar de la tortura de su conciencia. ¿Habría sido capaz de imaginar un destino tan cruel? Ahora, encerrada en su propio purgatorio, comprendía con horror que el dinero fácil tenía un precio demasiado alto, un precio que estaba dispuesta a pagar con su vida.—Maldita sea, Julia Connor sigue sin decir nada. Peter, ¿por qué se niega a hablar? —dijo George,
La mañana siguiente, en una elegante oficina con vistas a la ciudad. Oliver está de pie junto a la ventana, mirando hacia el horizonte, mientras John se sienta en un sillón, observando a su jefe con una mezcla de admiración y tristeza.—¡Señor! ¡Tengo noticias sobre la casa de subasta!—¿Qué has descubierto, John? —preguntó Oliver mirándolo con atención. —Según mi investigación, el príncipe Olsen estuvo allí durante su reciente visita a Londres. Pasó un tiempo con una chica que se parece físicamente a Blair, con cabello rojizo. Estuvo en una de las salas privadas.Oliver abriendo los ojos como platos, exclamó sorprendido.—¡No puede ser! Mis sospechas eran reales. Esto es más grave de lo que pensaba.—Sí, y creo que debemos actuar rápido. No podemos permitir que esto continúe —asintió John.—Tienes razón. Prepárate, John. Voy a visitar ese horrendo lugar de nuevo. Esta vez, no me detendré hasta llegar a las últimas instancias.—Usted y el FBI pueden hacer que esta mafia cese por comp
Julia se encontraba en una celda de castigo, aislada del resto de las reclusas, un movimiento calculado por los poderosos de la mafia que la controlaban. Sabían que su conexión con Astrid Andersen, la mujer a la que había vendido a Blair, era un hilo peligroso que podría destapar toda la red mafiosa. Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada: al negarse a comer, una rata se acercó a su plato y murió al instante al probar la comida. Aunque fortuito, este incidente la llenó de una mezcla de terror y alivio, pues sabía que su vida pendía de un hilo y que cada día en esa celda era una lucha por sobrevivir, mientras la sombra de la mafia acechaba cada vez más cerca.Julia, con la voz temblorosa pero firme, aseguró:—Ahora no diré nada. Mi vida no les importa a nadie. Estoy segura de que la mafia tiene más poder que la justicia.—Julia, no puedes pensar así. Si no colaboras, no solo pondrás en riesgo tu vida, sino también la de los demás —dijo el agente George frunciendo el ceño y mir
La Mansión de Beatrice está llena de luz y risas. Abel y Priscila están sentados en el sofá, mientras Blair los observa desde el sillón.—Me encanta verlos tan felices. ¿Cuándo es la boda? —pregunta Blair.—¡En primavera! Estamos viendo lugares y cosas para la boda —responde Priscila, muy contenta.—No puedo esperar a ser su esposo —comenta Abel, que está locamente enamorado de Priscila.—¿En serio? ¡Nunca lo hubiera adivinado! — exclama Blair bromeando al ver lo mucho que se quieren.—Muy graciosa, Blair —dijo Abel esbozando una carcajada.—¿Y tú, Blair? ¿Cómo van las cosas en el amor?—Complicado. Pero soy feliz por ustedes.Blair intenta no dar muchos detalles sobre su relación con Oliver debido al vínculo familiar entre Priscila y Elizabeth.—¿Y cómo va el trabajo? —cambia Abel el tema.—¡Genial! Tengo un proyecto nuevo y muy interesante.—¿Nos lo puedes contar? —pregunta Priscila, curiosa.—No sé si debo... —advierte Blair sonriendo.—¡Vamos, Blair! Somos tus amigos —insiste Abel
Copenhague (Dinamarca).La princesa Elizabeth entró en el despacho de su padre, que conversaba con su mujer. Aún tenía el cabello húmedo y el aroma de la pasión de Jacob flotaba en el aire.—Padre —comenzó Elizabeth con determinación, mientras su voz resonaba en el despacho—, tengo una propuesta que hacerte.El rey la instó a continuar y la princesa, sin dudarlo, expuso su idea. Un brillo travieso danzaba en sus ojos mientras explicaba su audaz plan.—Papá, quiero que Blair Connor me haga mi vestido —anunció Elizabeth con arrogancia, cruzando los brazos y alzando la barbilla.Su padre sonrió complacido por la decisión de su hija.—Eso suena maravilloso, Elizabeth. Blair es una diseñadora muy talentosa y está en la cima de su carrera. Estoy seguro de que hará un trabajo excepcional.La madre de Elizabeth, que había estado escuchando en silencio, lanzó una mirada de reojo a su esposo.—¿Estás seguro de que es una buena idea? No quiero que esto se convierta en un problema —dijo preocupad