Capítulo 31

—¡¿Cómo que no puedo divorciarme?! —exclamo con demasiado agobio.

Mi voz ha sido más como un alarido que otra cosa, me doy cuenta que algunas personas me vuelven a ver con interés y mi nuevo abogado se pone tenso.

—Disculpe, no quise ser maleducada. —le regalo una leve sonrisa.

El hombre llamado Rodrigo Leal, aproximadamente veinticinco años de edad asiente con una sonrisita y me pregunto si este es en efecto un buen abogado, le encomendé esta tarea a Elliot y según él es uno de los abogados que no estará al alcanza de los ilícitos de Saint Amour. Espero que sea de esa manera porque no me gustaría que ese hombre amañara mi divorcio.

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