Capítulo 30

Se aparta de mí con brusquedad y su expresión no sé si es de sorpresa, amargura o de plano no puede procesar la información que le estoy dando. Me parece justo, ¿Qué esperaba? ¿Qué le pidiera ser una familia feliz? No, señor, yo no me regreso a Alemania sin que este hombre me entregue los papeles del divorcio firmados; no me importa tener que ver a semejante hombre de casi dos metros, con una mirada azul maravillosa, un atractivo físico impresionante que cubre con trajes maravillosos y mucho menos me importa escuchar ese inmaculado acento sexy y pronunciado. Ni que fuera la gran cosa.

—¿Qué es lo que ha dicho? —me pregunto con tono tosco.

—Le he dicho que quiero el divorcio, o en este caso la anulación y mi anillo porque ese

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