—Debí imaginarlo, solo tú pudiste ser capaz de hacerle esto a Ricardo —masculló Renato con los dientes apretados, conteniendo el oleaje de ira que le recorrió el cuerpo—. Eres la peor de las mujeres. La peor persona con la que Ricardo pudo haber tenido la mala suerte de encontrarse.Ellen apretó los dientes y siseó como si fuese una serpiente.—Sin embargo, y, aunque te duela, se interesó en mí, ¡íbamos a casarnos! —gritó con placer.—No sabes cuánto agradezco el que no lo hicieran, por una vez puedo estar agradecido con tu madre y su maldita aversión a las personas de color.Ellen tragó con fuerza, sus ojos relampagueaban, como si advirtieran una tormenta.—Pues no me arrepiento de lo que hice, si Ricardo Ferreira no es para mí, no será para nadie más, y menos, para la idiota y mojigata de mi prima. Kate no será feliz mientras yo exista. ¡La odio, la odio con todo mi ser!Renato no tenía necesidad de escuchar aquellas palabras, era evidente lo que Ellen sentía por Kate, por lo
Los ojos de la joven se abrieron de par en par, apenas escuchó su nombre, por un momento temió que fuese la enfermera o el doctor que venía a sacarla, jamás imaginó que sería Ricardo, su voz fue un murmullo, mientras sus ojos se abrían y cerraban, tratando de adaptarse a la claridad de la habitación. Kate se quedó inmóvil, la impresión fue tanta que no supo qué hacer.—Kate —susurró Ricardo de nuevo. Su llamado seguía siendo un tono débil, pero firme.—Despertaste.Él tragó, su garganta raspaba y quemaba a la vez, se sentía ligeramente aturdido, como si no fuese capaz de recordar lo que había sucedido. Los sonidos de la máquina le dieron una idea de lo sucedido, aun así, no estaba muy seguro.—¿Qué ha pasado? —quiso saber, haciendo un verdadero esfuerzo para que su voz se escuchara mejor.—Te han disparado y has dormido muchas, muchas horas —musitó Kate, sentía que el nudo en su garganta se cerraba. La rubia sabía que debía acudir a un médico o llamar a la enfermera, pero tenía miedo
«Lo quiero todo contigo»Larissa tembló al escuchar las palabras de Michael, no quería creer, no esperaba caer tan rápido ante él, pero se escuchaba tan sincero y sus manos sobre su cintura y vientre la acunaban con ternura. Su corazón se agitó, cerró los ojos y se mordió el labio. ¿Qué debía hacer? ¿Podía darse el lujo de arriesgarse e intentar algo con él? ¿Cuál era el precio que pagaría si las cosas no funcionaban entre ellos? Preguntas y más preguntas llegaron a su cabeza, tal vez no tuviese una respuesta acertada para ellas, pero… ¿qué pasaría si se negaba a darse esa oportunidad y más tarde se daba cuenta de que se había equivocado al rechazarlo? Solo tenía que ser valiente y tomar una decisión. Sí o no.—Soy consciente de mis errores, Larissa. También sé que iniciamos con el pie izquierdo, uniéndonos para tratar de conquistar a las personas que creíamos amar.Larissa volvió a estremecerse.—Entonces, no sabíamos que ninguno de ellos nos pertenece, ni nos perteneció. Ellos tení
«¡Seremos padres!» Ricardo miró el celular y luego a Kate, sus ojos se aguaron casi de inmediato mientras su corazón se agitaba con fuerza.—¿Qué? —Él no podía creerlo, no después de lo desalentadora que había sido la cita con la ginecóloga semanas atrás.—Esto embarazada, Ricardo —dijo—, no sé cómo sucedió. Bueno, sí sé cómo pudo suceder, pero a lo que me refiero. ¡Aah! ¿Por qué tengo que explicarme tan mal? —se quejó con frustración al no poder decir exactamente lo que estaba pensando.Ricardo estiró su mano y le sonrió, también él estaba confundido, pero no tenía mucha relevancia ante la noticia de que serían padres.—Quisiera levantarme de esta cama y dar brincos de alegría, tomarte entre mis brazos y besarte hasta desfallecer —musitó con la voz ronca por la emoción.Kate le apretó los dedos.—¿Eres feliz? —quiso saber, pues Ricardo no mostró la efusividad que ella esperaba y eso le preocupó.—Soy el hombre más feliz sobre la faz de la Tierra, Kate, te lo juro. Me sien
Grace miró las manos apretadas de Kate, sus nudillos estaban rojos por la presión.—No creo que sea una buena idea entrar a la consulta —dijo, tomando el brazo de Kate para tener su atención.—Ya hice la cita, Grace, no voy a marcharme sin saber. A estas alturas de la vida la ignorancia ya no es una opción. Todo el tiempo he vivido engañada y bajo su sombra, no continuaré viviendo de esa manera. No voy a darles más poder sobre mí del que ya han gozado todo este tiempo —refuto con decisión.Los ojos azules de Kate se congelaron y pronto fueron como dos glaciares, sus manos dejaron de ser dos puños y su respiración se normalizó.—Kate.—Ven conmigo, Grace, pero antes, llama a Renato y explícale mis sospechas —determinó.Grace la miró caminar al consultorio, ella no era adivina como para saber qué era lo que Kate estaba sospechando. No tenía ni idea de lo que pasaba por la cabeza de su amiga, pero no debía ser nada bueno si ella necesitaba de Renato, no como amigo, sino como abogado.Con
Jack miró a Kate con ojos asesinos y con la duda inundando su corazón. Aunque no había manera de que su sobrina supiera lo que él había hecho con el testamento de su hermano, tenía la sensación de que podía descubrirlo en cualquier momento.—Tus palabras son muy serias, Kate —dijo, tratando de que su voz sonara fuerte.—Tus acciones no son menos, Jack. Venir a esta casa, pegar de gritos y tratar de ver a mi esposo por la fuerza ya son razones suficientes como para llamar a la policía. Estás invadiendo propiedad privada —le refutó Kate sin amedrentarse.Jack miró a su alrededor, Renato, Grace y la empleada estaban observando cuidadosamente sus acciones.—Ricardo tiene que retirar la demanda que hizo en contra de Ellen, no puede ser un hombre sin corazón —dijo, cambiando la táctica para tratar de endulzar el corazón de Kate.—Ricardo no está en condiciones de ir a la estación de policía, muchos menos de retirar la demanda en contra de la mujer que casi lo asesinó. ¿Te has vuelto loco, J
Ricardo y Kate miraron a Renato como si el hombre tuviese dos cabezas o no entendieran sus palabras.—No me miren así —pidió Renato, mostrando la resolución del juez.—No puedo creerlo —susurró Ricardo.—Pues créelo, la empresa de mantenimiento se ha hecho responsable de lo sucedido. Es probable que sean sancionados con una suma muy fuerte de dinero, pero no es nuestro asunto —declaró.Aunque sonaba muy duro, era verdad. No podían asumir la responsabilidad por otros y menos, cuando se trataba de algo sumamente delicado: la seguridad de su gente, la producción de la fábrica, los clientes. Todos se habían visto afectados por el descuido de los hombres de Sullivan y era algo que no debían olvidar.—Pues lo siento por Owen —dijo Ricardo.—No hay nada que podamos hacer por él, su gente es la responsable del accidente y, como el presidente de la compañía, tendrá que asumir las responsabilidades —insistió Renato.Ricardo asintió.—Entonces, ¿podremos volver a operar?—Sí, las calderas serán
Los siguientes días pasaron y fueron como agua entre los dedos para todos. Larissa y Michael estuvieron unos días más en Milán. Disfrutaron de su relación y alimentaron ese sentimiento que estaban seguros de que era amor. Mientras en Nueva York, las cosas iban acomodándose en su sitio. Ricardo seguía bajo el cuidado estricto de Kate, apenas lo dejaba bajar y salir al jardín. Lo cuidaba tanto, como jamás nadie lo había cuidado.Ricardo se sentía más que feliz por las atenciones de su esposa y lejos de pensar que era una exagerada, agradecía cada detalle que Kate tenía con él.—¿Cómo se siente hoy mi paciente favorito? —preguntó Kate, entrando con la bandeja del desayuno.—Quisiera engañarte y decirte que aún estoy muy delicado para no dejar de tener tus atenciones; sin embargo, me siento mucho mejor, cariño, tanto, que hoy voy a acompañarte a la oficina —respondió Ricardo, poniéndose de pie para ayudarla con la bandeja.—¿Qué? —preguntó Kate.—Tal como lo has escuchado, cielo. Las hor