UNA VISITA QUE MOLESTA

La mansión estaba sumida en una tensa calma tras el regreso de Leonardo y Camila. Aunque nadie lo decía en voz alta, todos los empleados podían sentir la incomodidad que flotaba en el aire. Camila, en particular, no lograba ocultar su descontento. Se paseaba por la casa como una leona enjaulada, su mente consumida por pensamientos oscuros.

Desde el momento en que Leonardo había decidido regresar abruptamente de sus “vacaciones”, Camila sabía que algo estaba cambiando. El hombre parecía más distante que nunca, y, aunque intentaba mostrarse comprensivo hacia ella, había una frialdad en sus gestos que no podía ignorar. Camila estaba convencida de que todo se debía a Isabela.

En su habitación, mientras observaba su reflejo en el espejo, Camila apretó los puños con rabia contenida. Su mirada se endureció al recordar cómo Leonardo miraba a Isabela, cómo su atención se desviaba siempre hacia su esposa, incluso cuando estaba a su lado.

— Si ella no estuviera aquí… todo sería diferente — mu
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