Agosto de 1853.
—El hermano del duque es tan…, tan…, bueno…; diferente. Según se comenta. —Gesticuló la mayor de las hermanas Santamaría vivazmente, mordiendo su lengua a sí misma para no decir la palabra que define la sexualidad del hermano del duque. Mientras levanta el abanico tapando con mucha delicadeza sus labios para que su madre no empezara a gritarle por su falta de delicadeza al reír.
—Anastasia Santamaría, esos tipos de comentarios imprudentes no son apropiados para una dama. —La amonestó su madre, una mujer que se ciñe de la educación que ha recibido.
Pero la mayor de sus hijas es un tanto rebelde y aunque le ha enseñado a ser una dama, ella no ha cambiado. Es la única de sus tres hijas que le ha dado problemas para aceptar los protocolos de una sociedad un tanto elitista.
—Madre, solo fue un comentario… Usted ya sabe a qué me refiero. —Respondió Anastasia usando un tono burlón. Su madre intentó volver a amonestarla, pero la pequeña intervino.
—Madre, ¿sabía usted que esta noche el duque de Edimburgo dará un baile en su castillo? Se dice que este es para elegir una esposa para su hermano menor Germán —comentó la más pequeña de las hermanas Santamaría.
A su madre los ojos se le iluminaron; ese baile era una esperanza para conseguir una propuesta para su hija mayor. No tenía que ser justamente el hermano del duque, podría ser hasta con un joven de un cargo inferior…
Lo importante es casarla, puesto que cuando una mujer pasa de los veinticinco años sin que ningún varón le haya hecho una propuesta de matrimonio, se queda soltera y siendo un lastre para su familia.
Por este motivo a estas «señoritas de sociedad» se las internaba en un convento para que la sociedad no cuchicheara de su mala fortuna, ya que lo más importante para una dama era obtener el bien preciado título de «señora».
Lamentablemente su hija no había obtenido ni un solo pedido de mano, pues al morir su padre el vizconde de Eza, su fortuna empezó a mermar lentamente debido a que la vizcondesa nunca supo manejar los negocios.
No sabía nada que tuviera que ver con cuentas porque en su matrimonio quien se encargaba de esos menesteres era su marido dejándola a ella con la única ocupación y obligación de ser una buena esposa y madre.
La señora Santamaría debía ser por encima de todo una buena dama de sociedad, por ello fue que al morir su marido, los negocios sufrieron grandes pérdidas, sumándole el hecho de que los negociantes se opusieron a tratar con una mujer.
Por la pobreza en la que se estaban quedando, en su círculo social ya no las trataban como antes, habían comenzado a distanciarse de ellas dejándoles ver la diferente posición en la que se encontraban. Ese era uno de los motivos por el cual ningún hombre con título nobiliario quería pedir la mano de la joven Anastasia Santamaría.
Sabían que no recibirían una buena dote y ella solo contaba con un título vacío que ante la nobleza no significaba nada. Por otro lado, el carácter rebelde de la doncella era de dominio público, haciéndola ver como una mujer sin educación que no era digna de portar el título de dama de la nobleza.
Su mala fama se debía a su carácter y a que ella fue vista leyendo libros prohibidos para una señorita que se respetase. Su madre había gastado parte de su fortuna contratando institutrices que le enseñaran modales y protocolo, pero todo fue una pérdida de dinero y tiempo.
Con la cabeza ladeada consideró su situación; estaba perdida. El matrimonio de su hija mayor era sumamente necesario para que se le abrieran las puertas a sus hermanas pequeñas de encontrar propuestas beneficiosas a futuro.
Si no lograba matrimoniar a Anastasia, estarían arruinadas y serían el hazmerreír de todos los nobles sin importar a qué lugar se trasladacen, porque siempre sería lo mismo al conocer su apellido que llevarían como una pesada cruz en sus espaldas.
Anteriormente, ella había enviado varias cartas a casas de los nobles solicitando un pretendiente para su hija, pero esas cartas nunca fueron respondidas. Porque, aunque Anastasia cuenta con una belleza angelical que muy pocas jóvenes poseen, su poco refinamiento le estaba costando su reputación siendo el tema principal de todas las reuniones y fiestas de la alta alcurnia.
Tomando el té de la tarde le comunicó a su hija su pensar sobre la recepción que daría el duque. Le pidió de favor que se comportará con decencia y decoro, haciéndole entender lo que pasará si no logra encontrar un esposo para ella.
Anastasia derrotada accedió, pues su pensar no era casarse. Ella optaba por ser una mujer libre, soñaba con conocer varios países incluyendo a Escocia. Allí anhelaba pintar; porque sus paisajes y sus puertos eran excepcionales. Lamentablemente luego de lo que le dijo su madre, supo que eso no eran más que meras ilusiones.
Una mujer no podía viajar sin un hombre a su lado porque corría el riesgo de ser ultrajada, violada o cosas peores como ser tirada al mar por los tripulantes de los barcos que tendría que abordar para arribar a su destino.
Ella odiaba la idea de ser ama de casa o peor aún, servirle a su señor, un noble frío y aburrido que no quisiera compartir la dicha de vivir emociones como la que a diario leía en aquellos libros prohibidos.
Mientras su madre le indicaba todo lo que debía hacer en esa celebración, ella se mantenía absorta en sus pensamientos cavilando la forma en la que debería tratar a su futuro esposo para lograr que él no fuera un hombre frío y obsoleto.
«Sí, ya está, le enseñaré», pensó con picardía.
—¡Anastasia, ¿me estás escuchando?! —Le reclamó su madre tras ver la sonrisa en sus labios, porque sabía que su hija no le prestaba atención, sino que ideaba una nueva travesura, y eso, no era bueno, nada bueno.
La madre de Anastasia esperaba con ansias la invitación que le daría acceso a la fiesta del duque. Todavía contaba con ser vizcondesa, sabe que por ese hecho debe llegarle la notificación, ya que algo que nadie pasa por alto es el respeto a los títulos nobiliarios, aunque sus dueños hayan caído en desgracia. Sacó de los baúles sus mejores trajes, envió a su criada de confianza a empolvar algunas pelucas debido a que esta noche debía de estar a la altura de su nombramiento. Salió emocionada a comprar adornos para Anastasia, por desgracia, en esta ocasión los ornamentos están demasiado caros para su presupuesto, así que la su idea es que su hija vaya simple pero elegante. «Ojalá hoy pueda encontrar a alguien que no la crea presuntuosa», pensó con tristeza, tras no poder pagar por aquel collar de esmeraldas. ****** Por otro lado, el duque es informado por su hombre de encargo que no deben invitar a las hermanas Santamaría porque están en completa desgracia y son el hazmerreír de la
Esa noche Anastasia le dio varios golpes a su almohada intentando conciliar el sueño hasta que al final el cansancio del viaje la venció por completo haciéndola dormir más de lo debido. A la mañana siguiente su doncella junto a otras dos se encontraba con su vestido preparado, la ayudaron y luego de que le apretaran el lindo corset vitoriano miró a su lado el ropaje tan discreto que su dama de compañía había elegido por ella. «Pronto dejaré de ponerme esos vestidos tan desagradables», pensó calculando que al dejar de ser una señorita ya no tendría que vestirse de manera tan conservadora. Agarrando la tela suave de su atuendo, bajó la escalinata, tan fresca como una flor, esperando que el duque le dijese la fecha en la que se llevaría a cabo su matrimonio. Su estatus cambiaría radicalmente seguido sea la duquesa de Edimburgo. Pensando en todo eso y con una sonrisa que no podía ocultar, salió al jardín. Vio un muro de piedra entre los árboles que, al parecer, rodeaba el prado. El cast
Anastasia Luego de preguntarle a Phillips si sus «placeres» era ir a las tabernas, se giró sin contestarme mirándome por encima del hombro, saliendo de mi presencia como si fuera una simple sirvienta. ¿Quién se creía para tratarme de ese modo? Caminé con prisa hasta alcanzarlo, no iba a soportar una vida así; por eso lo confronté. —Disculpe Su Gracia —dije irónica. —¿Ahora qué deseas? —contestó estoico como si fuera una polilla a la que quería aplastar. —Vos decís que debo ser sumisa siguiendo vuestras normas, y yo os digo que antes de haceros caso prefiero mil veces el exilio. Al menos ahí podré disfrutar de los placeres que algún buen samaritano quiera otorgarle a una doncella —lo desafié altanera. —¿Crees que puedes manejarme? Conocerás de lo que soy capaz por osar faltarme el respeto. —Dice cogiéndome del brazo y entrando en la casa. Sube conmigo a rastras hasta estar en la puerta de mi recámara, me empuja dentro y cierra con llave. —¡Hasta que no te comportes como una verda
Narrador Omnisciente. Esa noche nuestra protagonista durmió como un bebé porque de tan solo pensar en cómo había descolocado a su marido la hizo disfrutar y soñar como nunca. Si ese demonio pensaba que se amedrentaría por el hecho de que frecuentara esos burdeles, no la conocía en absoluto, y ese pensamiento produjo un efecto que la llevó a abrazar a Morfeo hasta que un nuevo amanecer vislumbró el horizonte. Al bajar la escalinata, un equipaje cerca de la entrada la confundió. Caminó hacia el gran salón que servía de comedor queriendo dilucidar lo que ocurría a su alrededor. En vano fue su intento de pedir explicaciones con la servidumbre, pues ellos solo obedecían a su amo, y ese era el Duque. Se sintió enervada, no pensaba pasarle por alto la ofensa a su reciente esposo de ser tratada como un cero a la izquierda. Con mucha delicadeza y elegancia se dispuso a enfrentar a ese hombre que no hacía más que ignorarla y hablarle de forma afilada. Si creía que cambiaría su esencia de rebe
Margaret y Poppy no podían creer lo que sus oídos escuchaban, les parecía que era un mal sueño todo aquello y por eso antes de salir de su asombró por las palabras del Duque, espetaron…:—¡¡Qué, qué!! —quién las mirara reconocería que estaban rojas del coraje. Tan chillonas se escucharon sus voces que Anastasia que estaba distraída por el agotador viaje puso una mano en su pecho dando un pequeño brinco de sobresalto. Al levantar la vista recibió de la madre de su esposo una ojeada desdeñosa; la prima, por igual, la observó de mala manera.Ella supo interpretar que no era bienvenida porque sabía descifrar las miradas. Para su desgracia desde la muerte de su padre y caída económica de su madre, todas las que recibía de la sociedad eran de desagrado debido a que su familia era execrada por la nobleza.Por eso en realidad no le atañía lo que ellas pensaran, suficiente tenía con aguantar las malas formas y humillaciones de su marido como para amargarse también por lo que imaginaran o dije
Narrador OmniscienteAnastasia estaba furiosa, quería coger de las greñas a la arribista de Poppy por ser tan descarada y a su suegra deseaba poder gritarle todo lo que pensaba de ella, de esa manera sí tendría motivos para repudiarla y criticarla con razón. Lloraba de impotencia porque no les había hecho nada y la trataban peor que a la escoria.Mientras sus lágrimas caían, refunfuñaba en contra de su marido: «Duque Phillips eres un palurdo, mucho refinamiento para unas cosas, pero para otras eres un completo animal. Arggg… si te tuviera aquí te cacheteaba por zafio. Nunca en mi vida he conocido a alguien tan arrogante como tú».Intentaba calmarse, pero otra vez la frustración contenida la hacía desahogarse con ella misma: «Si tan solo me vieras como algo más que un adorno, te darías cuenta de que mis aportes pueden serte de gran valía, pero no, claro que no. Prefieres la ayuda de hombres en vez que la de tu mujer; ¡puñetas, ¿por qué me duele tanto que no me defiendas ante tu familia
Narrador OmniscienteCrockford's club es un local de juego que se está estableciendo en Derbyshire como forma de expandir el que sus dueños tienen en Londres. La diferencia que tiene este sitio con otros de su estilo es que las señoritas que atienden a los clientes, también realizan otros servicios especiales en las habitaciones designadas para los jugadores que entre partida y partida desean descansar.Muchos han sido los Duques, Marqueses y personajes públicos que han despilfarrado su fortuna quedando en la ruina por no saber parar a tiempo. Algunos en su ambición han presentado como aval las escrituras de sus tierras y casas, a veces ganando y otras perdiendo. Otros, simplemente ven este sitio como un desahogo y por eso en ocasiones se quedan días bebiendo, jugando y divirtiéndose con las mujeres que allí les sirven.Philips conocía de oídas el renombre que tenía la sala de juegos Crockford's que se encontraba en Londres, pero, por no mancillar su reputación, jamás se había present
Narrador omniscienteA cada paso que daba la mujer que había solicitado para calmar sus instintos de macho, veía en ella reflejada a su esposa con esa mirada fiera, balanceando sus caderas como solo una diosa perfecta lo haría. No sabe por qué ese impulso está tan vivo y con más intensidad que nunca.—Acércate… —solicita y muerde su lengua para no llamarla Anastasia.A pesar de que no tenía prejuicios contra las cortesanas; no mancharía el nombre de su esposa citando así a la hetaira que lo atendía, porque para él, el estatus de esas mujeres no se comparaba con el de su vivaracha niña, por más desacreditada que estuviera.La joven, entendiendo sin palabras el pedido del Duque, se hincó a su lado apoyando los brazos en sus piernas fornidas y con sus manos delicadas, bajó un poco el pantalón del duque, que le permitió dejarlo a media pierna junto a su interior. El actuar de Phillips era como si le ordenara con la mirada. Su hombría salió como garrote duro que se mantiene firme en una s