A pesar de que nunca había experimentado los celos a flor de piel con otra dama, Phillips sentía que algo caliente se concentraba en su pecho que le iba subiendo lentamente como un volcán a punto de hacer erupción.Miraba a su Duquesa y hermano mientras resollaba como un buey embravecido. Aunque su instinto le ordenaba que debía ir hacia ellos y hacer que Germán le quitara la mano de encima de su esposa, se mantenía sin mover un solo músculo a la espera de algo más.En su estado de afán, suponía que a Anastasia le estaba gustando que su hermano la estuviera tocando, pero cuando un nudo se le formó en la garganta, terminó gritando:—¡¡Qué significa esto!!Germán que aún seguía admirando la belleza e ingenuidad de nuestra Duquesa, sonrió divertido volteando a ver a su hermano que se aproximaba a zancadas.—¡Phillips, al fin has regresado! —musitó Anastasia con emoción, mostrando una sonrisa radiante. Pero él ni atención le prestó porque estaba enfocado en sus errados pensamientos, por
Anastasia es una joven que es rebelde por naturaleza. Siente que es una injusticia que las mujeres sean entrenadas para servirles a sus esposos como muñecas bonitas, mientras ellos buscan placeres que las personas les llaman prohibidos en otros lugares cuando lo que deben hacer es simple, pedirles a sus esposas que los complazcan. A pesar de tener una madre muy conservadora y un tanto protectora que no la deja estar sola ni un solo segundo, se escapa cada tarde para verse con su mejor amiga Carmen quien le facilita los libros que están prohibidos leer para las damas, pero que para Anastasia es un dulce placer porque puede aprender más sobre el sexo. Su amiga es una mujer de esas que trabaja para complacer a los hombres y, por lo tanto, es repudiada por la sociedad. Ella adora a su Carmen y por ello la cuida de que no la vean junto a ella, pero Anastasia es una joven descuidada. Ha dejado que varias de sus mucamas y personas que visitan el parque los domingos después de salir de la
Agosto de 1853. —El hermano del duque es tan…, tan…, bueno…; diferente. Según se comenta. —Gesticuló la mayor de las hermanas Santamaría vivazmente, mordiendo su lengua a sí misma para no decir la palabra que define la sexualidad del hermano del duque. Mientras levanta el abanico tapando con mucha delicadeza sus labios para que su madre no empezara a gritarle por su falta de delicadeza al reír. —Anastasia Santamaría, esos tipos de comentarios imprudentes no son apropiados para una dama. —La amonestó su madre, una mujer que se ciñe de la educación que ha recibido. Pero la mayor de sus hijas es un tanto rebelde y aunque le ha enseñado a ser una dama, ella no ha cambiado. Es la única de sus tres hijas que le ha dado problemas para aceptar los protocolos de una sociedad un tanto elitista. —Madre, solo fue un comentario… Usted ya sabe a qué me refiero. —Respondió Anastasia usando un tono burlón. Su madre intentó volver a amonestarla, pero la pequeña intervino. —Madre, ¿sabía usted que
La madre de Anastasia esperaba con ansias la invitación que le daría acceso a la fiesta del duque. Todavía contaba con ser vizcondesa, sabe que por ese hecho debe llegarle la notificación, ya que algo que nadie pasa por alto es el respeto a los títulos nobiliarios, aunque sus dueños hayan caído en desgracia. Sacó de los baúles sus mejores trajes, envió a su criada de confianza a empolvar algunas pelucas debido a que esta noche debía de estar a la altura de su nombramiento. Salió emocionada a comprar adornos para Anastasia, por desgracia, en esta ocasión los ornamentos están demasiado caros para su presupuesto, así que la su idea es que su hija vaya simple pero elegante. «Ojalá hoy pueda encontrar a alguien que no la crea presuntuosa», pensó con tristeza, tras no poder pagar por aquel collar de esmeraldas. ****** Por otro lado, el duque es informado por su hombre de encargo que no deben invitar a las hermanas Santamaría porque están en completa desgracia y son el hazmerreír de la
Esa noche Anastasia le dio varios golpes a su almohada intentando conciliar el sueño hasta que al final el cansancio del viaje la venció por completo haciéndola dormir más de lo debido. A la mañana siguiente su doncella junto a otras dos se encontraba con su vestido preparado, la ayudaron y luego de que le apretaran el lindo corset vitoriano miró a su lado el ropaje tan discreto que su dama de compañía había elegido por ella. «Pronto dejaré de ponerme esos vestidos tan desagradables», pensó calculando que al dejar de ser una señorita ya no tendría que vestirse de manera tan conservadora. Agarrando la tela suave de su atuendo, bajó la escalinata, tan fresca como una flor, esperando que el duque le dijese la fecha en la que se llevaría a cabo su matrimonio. Su estatus cambiaría radicalmente seguido sea la duquesa de Edimburgo. Pensando en todo eso y con una sonrisa que no podía ocultar, salió al jardín. Vio un muro de piedra entre los árboles que, al parecer, rodeaba el prado. El cast
Anastasia Luego de preguntarle a Phillips si sus «placeres» era ir a las tabernas, se giró sin contestarme mirándome por encima del hombro, saliendo de mi presencia como si fuera una simple sirvienta. ¿Quién se creía para tratarme de ese modo? Caminé con prisa hasta alcanzarlo, no iba a soportar una vida así; por eso lo confronté. —Disculpe Su Gracia —dije irónica. —¿Ahora qué deseas? —contestó estoico como si fuera una polilla a la que quería aplastar. —Vos decís que debo ser sumisa siguiendo vuestras normas, y yo os digo que antes de haceros caso prefiero mil veces el exilio. Al menos ahí podré disfrutar de los placeres que algún buen samaritano quiera otorgarle a una doncella —lo desafié altanera. —¿Crees que puedes manejarme? Conocerás de lo que soy capaz por osar faltarme el respeto. —Dice cogiéndome del brazo y entrando en la casa. Sube conmigo a rastras hasta estar en la puerta de mi recámara, me empuja dentro y cierra con llave. —¡Hasta que no te comportes como una verda
Narrador Omnisciente. Esa noche nuestra protagonista durmió como un bebé porque de tan solo pensar en cómo había descolocado a su marido la hizo disfrutar y soñar como nunca. Si ese demonio pensaba que se amedrentaría por el hecho de que frecuentara esos burdeles, no la conocía en absoluto, y ese pensamiento produjo un efecto que la llevó a abrazar a Morfeo hasta que un nuevo amanecer vislumbró el horizonte. Al bajar la escalinata, un equipaje cerca de la entrada la confundió. Caminó hacia el gran salón que servía de comedor queriendo dilucidar lo que ocurría a su alrededor. En vano fue su intento de pedir explicaciones con la servidumbre, pues ellos solo obedecían a su amo, y ese era el Duque. Se sintió enervada, no pensaba pasarle por alto la ofensa a su reciente esposo de ser tratada como un cero a la izquierda. Con mucha delicadeza y elegancia se dispuso a enfrentar a ese hombre que no hacía más que ignorarla y hablarle de forma afilada. Si creía que cambiaría su esencia de rebe
Margaret y Poppy no podían creer lo que sus oídos escuchaban, les parecía que era un mal sueño todo aquello y por eso antes de salir de su asombró por las palabras del Duque, espetaron…:—¡¡Qué, qué!! —quién las mirara reconocería que estaban rojas del coraje. Tan chillonas se escucharon sus voces que Anastasia que estaba distraída por el agotador viaje puso una mano en su pecho dando un pequeño brinco de sobresalto. Al levantar la vista recibió de la madre de su esposo una ojeada desdeñosa; la prima, por igual, la observó de mala manera.Ella supo interpretar que no era bienvenida porque sabía descifrar las miradas. Para su desgracia desde la muerte de su padre y caída económica de su madre, todas las que recibía de la sociedad eran de desagrado debido a que su familia era execrada por la nobleza.Por eso en realidad no le atañía lo que ellas pensaran, suficiente tenía con aguantar las malas formas y humillaciones de su marido como para amargarse también por lo que imaginaran o dije