Comenzó a abrir los ojos lentamente, sentía los párpados pesados y la luz que iluminaba la estancia le provocaba punzadas de dolor en la cabeza, parpadeo varias veces antes de poder abrirlos por completo, con evidente preocupación observó que se encontraba en la habitación de un hospital, su cuerpo estaba envuelto en unas sábanas blancas tan inmaculadas como el techo y las paredes que también eran del mismo color. A su lado había muchos cables y varias máquinas con números y líneas brillantes. Cada una con un sonido propio y enloquecedor, el zumbido inquieto de una de ellas estaba provocándole dolor de cabeza. Tenía una aguja en su muñeca con una manguera fina por donde le estaban suministrando algún tipo de medicamento, y en la otra una especie de gancho colgado en su dedo índice con unos cables conectados a uno de los aparatos. La joven se sentía confundida, mareada, y sumamente débil. ¿Qué hacía ella en aquel lugar? ¿Acaso estaba herida? En la habitación no había nadie, no veía a
Los siguientes días fueron bastante estresantes para Merida, siguieron haciéndole exámenes de todo tipo. Como había dicho el doctor comenzaba a recuperar los movimientos de su cuerpo, se sentía más fuerte, pero aún no tenía fuerzas para ponerse de pie, aunque ya podía mover las piernas, la trasladaban de un lado a otro en sillas de ruedas. El doctor estaba feliz con el progreso de la joven en tan poco tiempo. Merida le pidió ayuda a una de las enfermeras para poder arreglarse el cabello, ya que lo llevaba muy largo y se le hacía difícil mantenerlo bien peinado. Siempre llevaba la bata del hospital y ya estaba ansiosa de poder usar ropa normal y salir de ahí. Aunque no tenía idea de que haría o a donde iría una vez que le dieran de alta. No recordaba donde vivía, ni siquiera tenía dinero, el doctor le había dicho que los hermanos Akakios se estaban haciendo cargo de sus gastos médicos lo que significaba que le debía dinero a unas personas que no conocía. Como pagaría su deuda con ellos,
_ ¿Niko estás aquí?_ gritó Apolo._ Si estoy aquí_ se escuchó la voz masculina.Un chico joven salió de la cocina con una cerveza en la mano y comenzó a negar con la cabeza hacia Apolo, y lentamente se acercó hacia ellos, tenía el cabello rubio oscuro el cual estaba oculto bajo su sombrero de vaquero de cuero negro, y no parecía mucho mayor que Merida, quizás de unos veinticuatro o veinticinco años. Sin embargo, su cuerpo era atlético, de fuertes brazos los cuales estaban bronceados y el color negro de la camisa resaltan ese punto, el chico era fornido. Sus ojos azul claros se ampliaron y su boca esbozó una mueca._ Él es Nikolas, Merida_ lo presentó Apolo_ Es mi hermano menor._ Te dije que no la trajeras aquí Apolo_ dijo Nikolas_ Que hará una lisiada desmemoriada en un sitio como este. Pensé que la llevarías a un lugar donde se hicieran cargo de ella. No es nuestra responsabilidad._ Calla Niko_ le gritó Apolo. Nikolas le lanzó una mirada de desdén a Merida y salió por la puerta hec
Una semana después:Merida se consumía en su gran vacío, estaba solo existiendo, repitiendo el mismo instante en su mente hora tras hora, estaba encerrada en su interior, se negaba a sentir algo que no fuera desesperanza y tristeza. Echó un vistazo a la habitación en la que dormía, aliviada de tener un espacio solo para ella, porque al menos tenía un lugar que era suyo. Pero la idea de salir de esa habitación, de enfrentarse a gente nueva hacia que se le revolviera el estómago. Apolo parecía dispuesto a dejarla ser y no presionarla mucho, pero su hermano Nikolas en cambio se mostraba hostil a su presencia en esa casa. Y aún no conocía al resto de las personas que seguramente trabajaban en los establos, con los caballos. La joven acercó la silla de ruedas, necesitaba darse una ducha, la puerta del baño era demasiado angosta para que pudiera ingresar la silla, así que con mucho esfuerzo se puso de pie, se sentía débil, pero aún así se sostuvo de la pared, tristemente se dio cuenta tarde
Busan, Corea del Sur.Día presente:Lee Joon Gho leía una y otra vez la carta que sostenía entre sus dedos, mientras el coche continuaba su rumbo en el oscuro sendero boscoso, aún no podía entender cada una de las palabras escritas con hermosa letra caligráfica de aquel papel arrugado y desgastado de tanto que lo había releído, simplemente no tenía sentido.¿Por qué Merida le había hecho una canallada así? Agotado pasó sus manos por su cabello el cuál había crecido en los últimos meses, mientras sus oscuros ojos se notaban cansados y trasnochados, todo había pasado de golpe y le había caído como un balde de agua fría, se había despertado de un transitorio sueño en qué se había dejado llevar para olvidar. Ahogando un suspiro volvió a mirar la carta y en voz baja comenzó a leerla mientras recordaba la suave voz de su remitente.Ahogando otro suspiro, cuando terminó de leer la carta, observó entonces como el coche bajaba la velocidad, deteniéndose frente a una gran mansión; lentamente se
Montana, Estados Unidos.Día Presente:_Que crees que haces?_ gritó Merida. Tratando de arrastarse hasta la silla, pero él la tomó y se metió en la casa cerrando la puerta principal.Merida no podía creer el grado de odio que sentía Nikolas, no entendía que le habría hecho para que se comportará de esa manera tan cruel con ella. No deseaba su lastima, ni siquiera quería su compasión, pero al menos esperaba algo de respeto._ Nikolas_ gritó la joven furiosa_ Nikolas imbécil abre la puerta. Nikolas eres un bastardo. Nikolaaaaaaás.La lluvia comenzó a caer con más fuerza, y a empapar a Merida, ella sabía que por más que gritara él no saldría, así que desistió de seguirlo haciendo y se arrastró entre la tierra y la hierba mojada. Pero no lo hizo de vuelta a la casa, se dirigió hasta una cerca a unos diez metro de dónde se encontraba, con ayuda de los barandales y la impotencia que sentía, comenzó a ponerse de pie. Y ahí sola; mientras las nubes grises oscurecian el cielo, y los truenos re
Santo Dios_ dijo en voz alta.Estaba allí como si nada, una catedral frente al cielo azul, y antes de que pudiera evitarlo, alzó una mano, intentando tocarla, como si quisiera rodearla con un puño, pero lo único que sintió fue la brisa de la mañana resbalando entre sus dedos._ No creo que puedas tocarla desde aquí_ dijo una voz a su espalda sobresaltandola, ella giró en redondo y se encontró con unos ojos azules en el cual se podía ver un brillo de diversión.Apolo sostenía una taza de café entre las manos. Provocando que la joven se sonrojara ante su inesperada presencia._ Llame a la puerta_ dijo él en tono de disculpa_ Pero no respondías._ Y decidiste entrar para asegurarte de que no me hubiera suicidado durante la noche_ dijo ella en tono serio._ Vaya! Acaso percibo sentido del humor. Veo que estamos de buen humor está mañana_ bromeó él._ Es para mí?_ preguntó Merida señalando la taza de café._ mmm No_ dijo él_ Es mía_ Pero si bajas podrás beber todo el que quieras. _ Yo sol
Apolo se dio la vuelta hacia la puerta principal, y con la mano le hizo señas a Merida para que lo siguiera, ella puso los ojos en blanco, le dio algunos sorbos más a su café ya frío, y tiró todo lo que quedaba en el fregadero, dejando la taza limpia en el escurridor, se dio la vuelta para seguir a Apolo.Saliendo de la casa se frenó al llegar al porche, observando la luz del día, desvío la vista para ver la punta de la cima entre los árboles desde ese punto bajo.La joven respiro hondo, cerrando los ojos un momento, incapaz de aburrirse del aroma a madera y pino, sintiendo como se le eriza la piel ante el aire fresco de la mañana, pero no le molestó, al contrario le encantaba la sensación.Visualizó que la casa estaba rodeada de árboles de gruesos troncos, y el bosque a los lejos, el suelo oscuro bajo las copas de los árboles. De repente le apetece mucho caminar, le gustaría recorrer aquel bosque durante horas, así evitaría tener que ver y oír a alguien más.La plataforma de madera q