Capitulo XXXVII

Una semana después:

Merida se consumía en su gran vacío, estaba solo existiendo, repitiendo el mismo instante en su mente hora tras hora, estaba encerrada en su interior, se negaba a sentir algo que no fuera desesperanza y tristeza. Echó un vistazo a la habitación en la que dormía, aliviada de tener un espacio solo para ella, porque al menos tenía un lugar que era suyo. Pero la idea de salir de esa habitación, de enfrentarse a gente nueva hacia que se le revolviera el estómago. Apolo parecía dispuesto a dejarla ser y no presionarla mucho, pero su hermano Nikolas en cambio se mostraba hostil a su presencia en esa casa. Y aún no conocía al resto de las personas que seguramente trabajaban en los establos, con los caballos. La joven acercó la silla de ruedas, necesitaba darse una ducha, la puerta del baño era demasiado angosta para que pudiera ingresar la silla, así que con mucho esfuerzo se puso de pie, se sentía débil, pero aún así se sostuvo de la pared, tristemente se dio cuenta tarde
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