Lee Joon la besó suavemente, casi como si tuviera miedo de tocarla, como si tocarla después de semanas separados fuera solo un espejismo.A medida que bebía la miel de sus labios, su pasión iba creciendo hasta que su lengua se apoderó de su boca.Merida le paso los brazos por el cuello al sentir la prueba de su excitación en su vientre y se dejó llevar pensando que, tal vez tuvieran una oportunidad de ser felices.Pero se apartó de él, tenía que saber la verdad. Una cosa era la pasión y otra el amor porque las relaciones duraderas no podían basarse nunca exclusivamente en el deseo del momento._ ¿Estás seguro lo que sientes? Tú padre, tú madre y tú… Eun-Young, se encargaron de decirme que cada noche llevabas a tu cama a una mujer distinta y que yo solo era una más._ Cariño, no he sido un monje _ sonrió él con malicia_ Pero desde que te conocí no he estado con ninguna otra mujer_ ¿No te estoy demostrando acaso que no miento?_ le dijo señalando la bragueta de su pantalón y su visible e
Merida tenía el sueño intranquilo, él la observaba mientras dormía, se movía inquieta entre las sabanas, Lee Joon la acunó entre su cuerpo para que sintiera la seguridad de estar protegida entre sus brazos, como deseaba tenerla para siempre. Pero seria para siempre, el tiempo suficiente para estar juntos, porque a él le parecía no serlo, desde que conoció a Merida había empezado a desear que las manecillas del reloj se detuvieran, se sentía ansioso, asustado de que algo tan perfecto como el amor que sentía por ella, de pronto la lastimara, le hiciera daño a la mujer que amaba con toda el alma. Evitaría a toda costa que su padre la metiera en sus planes para llegar a manipularlo, y así lograr obligarlo a que se casara con la señorita Eun-Young Gho. El señor Gho era un enemigo muy peligroso, aun no entendía como sus padres llegaron a inmiscuirse con él y el porqué estaban tan deseosos de pertenecer a su familia. Ya habían arruinado la vida de su hermano mayor Do-yun, lo obligaron a casa
Lee Joon llego al edificio del Gerald a recoger a Merida en su motocicleta a la hora del almuerzo, justo como habían acordado, espero a que saliera, pero como se tardaba tanto se acerco al oficial de seguridad que custodiaba la entrada y le preguntó por la joven, el oficial le dijo que la chica se había ido con un hombre que paso a recogerla. El joven frunció el ceño confundido, y le marcó a su teléfono móvil, pero al primer tono saltaba a la contestadora. Entonces pensó en irla a buscar a su casa, pero en ese preciso momento le comenzó a sonar su móvil, y él contestó rápidamente pensando que se trataba de la chica. Pero no se trababa de Merida y su desilusión fue obvia cuando escucho la voz de su padre al otro lado de la línea. _ Hijo ven a mi oficina, necesitamos hablar_ le dijo su padre. Lee Joon iba a colgar la llamada con fastidio. _ Se trata sobre la señorita Vicenzo_ le dijo el señor Gho rápidamente. El chico inmediatamente se puso en guardia. _ En un momento estaré ahí_ di
Ya comenzaba a caer la nieve nuevamente. En la mañana había escuchado en el noticiero el pronóstico de una tormenta para las horas de la tarde. Pero Lee Joon, no tenía tiempo de ir hasta su casa por su Ferrari, tendría que seguir en la motocicleta hasta encontrar a Merida, no se iba a dar por vencido tan fácilmente, él intuía que algo no andaba bien, y no se fiaba de lo que le había dicho su padre, a quien conocía perfectamente y lo que era capaz de hacer para que las cosas salieran a su favor. Merida no le podía haber hecho una canallada así, la conocía desde hace poco, pero sentía que llevaba conociéndola desde toda su vida, era una chica tan dulce y cándida, inocente, tierna y soñadora, no la veía como una mujer manipuladora ni calculadora, sencillamente no entraba en el perfil de Merida. La encontraría, así tuviera que voltear la ciudad de Busan si fuera necesario. Lee Joon hizo algunas llamadas a personas que le debían favores, para que lo ayudarán a dar con el paradero de la jov
Comenzó a abrir los ojos lentamente, sentía los párpados pesados y la luz que iluminaba la estancia le provocaba punzadas de dolor en la cabeza, parpadeo varias veces antes de poder abrirlos por completo, con evidente preocupación observó que se encontraba en la habitación de un hospital, su cuerpo estaba envuelto en unas sábanas blancas tan inmaculadas como el techo y las paredes que también eran del mismo color. A su lado había muchos cables y varias máquinas con números y líneas brillantes. Cada una con un sonido propio y enloquecedor, el zumbido inquieto de una de ellas estaba provocándole dolor de cabeza. Tenía una aguja en su muñeca con una manguera fina por donde le estaban suministrando algún tipo de medicamento, y en la otra una especie de gancho colgado en su dedo índice con unos cables conectados a uno de los aparatos. La joven se sentía confundida, mareada, y sumamente débil. ¿Qué hacía ella en aquel lugar? ¿Acaso estaba herida? En la habitación no había nadie, no veía a
Los siguientes días fueron bastante estresantes para Merida, siguieron haciéndole exámenes de todo tipo. Como había dicho el doctor comenzaba a recuperar los movimientos de su cuerpo, se sentía más fuerte, pero aún no tenía fuerzas para ponerse de pie, aunque ya podía mover las piernas, la trasladaban de un lado a otro en sillas de ruedas. El doctor estaba feliz con el progreso de la joven en tan poco tiempo. Merida le pidió ayuda a una de las enfermeras para poder arreglarse el cabello, ya que lo llevaba muy largo y se le hacía difícil mantenerlo bien peinado. Siempre llevaba la bata del hospital y ya estaba ansiosa de poder usar ropa normal y salir de ahí. Aunque no tenía idea de que haría o a donde iría una vez que le dieran de alta. No recordaba donde vivía, ni siquiera tenía dinero, el doctor le había dicho que los hermanos Akakios se estaban haciendo cargo de sus gastos médicos lo que significaba que le debía dinero a unas personas que no conocía. Como pagaría su deuda con ellos,
_ ¿Niko estás aquí?_ gritó Apolo._ Si estoy aquí_ se escuchó la voz masculina.Un chico joven salió de la cocina con una cerveza en la mano y comenzó a negar con la cabeza hacia Apolo, y lentamente se acercó hacia ellos, tenía el cabello rubio oscuro el cual estaba oculto bajo su sombrero de vaquero de cuero negro, y no parecía mucho mayor que Merida, quizás de unos veinticuatro o veinticinco años. Sin embargo, su cuerpo era atlético, de fuertes brazos los cuales estaban bronceados y el color negro de la camisa resaltan ese punto, el chico era fornido. Sus ojos azul claros se ampliaron y su boca esbozó una mueca._ Él es Nikolas, Merida_ lo presentó Apolo_ Es mi hermano menor._ Te dije que no la trajeras aquí Apolo_ dijo Nikolas_ Que hará una lisiada desmemoriada en un sitio como este. Pensé que la llevarías a un lugar donde se hicieran cargo de ella. No es nuestra responsabilidad._ Calla Niko_ le gritó Apolo. Nikolas le lanzó una mirada de desdén a Merida y salió por la puerta hec
Una semana después:Merida se consumía en su gran vacío, estaba solo existiendo, repitiendo el mismo instante en su mente hora tras hora, estaba encerrada en su interior, se negaba a sentir algo que no fuera desesperanza y tristeza. Echó un vistazo a la habitación en la que dormía, aliviada de tener un espacio solo para ella, porque al menos tenía un lugar que era suyo. Pero la idea de salir de esa habitación, de enfrentarse a gente nueva hacia que se le revolviera el estómago. Apolo parecía dispuesto a dejarla ser y no presionarla mucho, pero su hermano Nikolas en cambio se mostraba hostil a su presencia en esa casa. Y aún no conocía al resto de las personas que seguramente trabajaban en los establos, con los caballos. La joven acercó la silla de ruedas, necesitaba darse una ducha, la puerta del baño era demasiado angosta para que pudiera ingresar la silla, así que con mucho esfuerzo se puso de pie, se sentía débil, pero aún así se sostuvo de la pared, tristemente se dio cuenta tarde