Capítulo dos. El novio es mi padre
— — — — Narra Amy — — — — Sus palabras habían silenciado más mías. No podía entender que semejante hombre tuviera que obligar a una mujer a prometerme con él. Cualquiera se querría casar con un tipo así que además de lo carnal, se veía que tenía poder y dinero y una personalidad avasalladora. Era un ideal masculino en toda la regla. La parte caballerosa mezclada en perfecta sincronía con la canalla y oscura. Sus ráfagas poderosos así lo hacían ver y no entendía cómo estaba exigiendo algo que debía tener a sus pies voluntariamente y en más de una ocasión. Más de una mujer, incluso más de un hombre podían querer ser suyos, sin compromisos incluso. —Aunque no lo entiendo tengo que aceptar —dije segura de que no tenía opción y menos aún sin documentos para irme del país —, seré tu prometida per necesito que me dejes trabajar para hacer el dinero de poder reírme cuando nuestro acuerdo acabe. Por favor —negó ante mi súplica. —Tú único trabajo soy yo. Dedícate a mi y mis deseos y yo te pagaré. —Define tus deseos...—exigí bajo su implacable sonrisa. No podía negar que de cierta forma me divertía su descarada manera de afrontar mi situación pero por otro lado me molestaba que yo, estando tan desesperada como estaba y sin remedio más que él... fuera el objeto de entretenimiento de aquel empresario con rasgos de play boy. —Ya me irás conociendo. —¿Por qué necesitas alguien que finja que es tu prometida si es evidente que podrías tener unas cuantas reales y más qje dispuestas a serlo? Mi señalamiento nos hizo enmudecer a los dos. Él se había dado cuenta de que lo encontraba atractivo y le cuestionaba sus capacidades y yo me había percatado de que había metido la pata bien profundo al hacerle ver lo que pensaba de él, de su belleza y su poder. Amén de sus capacidades. —Soy un empresario exitoso, CEO de mis propias empresas y no quiero lo que no poseo ya —hizo una pausa aterradora mientras me observaba entera —, por lo tanto fingir que tengo algo que no tengo realmente me resuelve la vida. Era bastante abierta su respuesta por lo que me dejaba ver claramente que tenerme de chivo expiatorio de su vida sentimental era lo menos complicado para su realidad. Asentí sintiendo que al menos había desbloqueado una parte de su peculiar pedido. —Supongo que entre que no tengo alternativa y tú no pareces ser del tipo de ceder en caprichos ajenos —extendí mi mano hacia él, nerviosa de su eléctrico toque —, acepto. —¿Segura de tu decisión? —preguntó antes de tomar mi mano y luego de verme asentir me atrapó los dedos entre los suyos —. Entonces eres mía. Y me tiró en sus brazos para besarme de una inesperada forma que no supe, ni quise, ni pude rechazar. Nuestras bocas se fundieron como si la vida misma de los dos dependiera de ello. Como si la humanidad fuese a extinguirse si no se probaban nuestros labios y lenguas. Aquel fue un momento único y profundamente intenso en el que se sintió una absoluta declaración de intenciones a futuro. Hubo gemidos, lo reconozco y hubo manos en sitios inesperados pero pronto acabó el hechizo y aparecieron las demandas. (...) Al día siguiente Brad ya se había apropiado de mi vida por completo. Me había llevado a su penthouse sin dejar de advertirme que nuestra presencia allí era temporal, aún vivía en la casa familiar donde por decreto testamentario de su abuelo todos iban y venían a destiempo pero lo hacían Él me aseguró que se tomaba unos días para sí solo y asumí que sus co quistas también en el penthouse pero que, eventualmente estaríamos en su casa. Para sostener el engaño porque técnicamente solo estábamos prometidos. Yo no tenía que vivir bajo aquel techo por lo pronto. A ojos de la familia, claramente. El vestidor estaba lleno de ropa por todos lados para mi. A mi medida y un peluquero había modificado mi pelo rojo a cobrizo en un solo día, eso hacía que mis ojos azules resaltaran más y Brad asumió que sería menos fácil que Arthur me encontrara. —¿Listq...? Me asusté al oirlo detrás de mi en el vestidor. Y luego pude sentir sus ojos recorriendo mi cuerpo embutido en un vestido negro sin mangas ni tirantes que me llegaba a la altura de las rodillas, un lazo blanco abrazaba mis hombros de forma decorativa pero rl tocado del cabello y mi discreto maquillaje me daban un aspecto tan refinado como electrizante y sexy. —Lista —repetí en respuesta. —¡Eres bellísima! —murmuró acercándose a mi —. Dolorosamente bella. —¡Gracias! Me tomó una mano y depositó en mi dedo anular un anillo de zafiros en forma de mariposa pequeña que me dejó la boca abierta por más tiempo de lo que pretendía. En el mismo acto arrancó el anillo que Arthur me había dado y lo lanzó por la ventana. —No quiero nada de ese cerdo en tí. En un solo día que llevaba con él podía sentir lo posesivo que era y cuanto nos gustaba más físicamente. Eso no era nada extraño, él era inmensamente guapo y yo tenía lo mío, ambos jóvenes y sexualmente activos era lo normal pero lo que se salia de tosa lógica era la manera apabullante de poseerme de Brad, incluso sin que nos hubiésemos vuelto a besar luego de aquel momento en el coche. Dormí en su cama pero él se fue al sofá, y se lo agradecí hasta ese momento, en ese momento si hubiera podido le habría arrancado la ropa y me habría lanzado a sus brazos para entregarme a él con todo lo que tenía, me volvía de cierta forma un poco loca. —Será como tu quieras. —No te imaginas lo que quiero —terció. Me entregó una pequeña bolsa de noche, dentro me mostró un teléfono celular y una nueva identificación antes de guiarme hacia el ascensor para irnos, esa noche había una cena con su familia y Brad nos iba a presentar como pareja y como formalmente prometidos. Fue él quien condujo y yo me mantuve a su lado sin saber como manejar a su fría personalidad que cambiaba de hielo a fuego en cada minuto. Para cuando llegamos y bajamos del coche mis miedos se.vovlieron más que fantasías y en la puerta nos esperaba la persona que menos pensaba y más odiaba: Arthur Aramendi, el tipo repugnante con el que pretendían casarme. Mientras notaba como Brad estacionada el auto y se tensaba, yo estaba tan nerviosa que sentía ganas de salir corriendo. Ganas de vomitar y morir a la vez y solo pude decir: —¿Qué me has hecho? —él a mi lado me miró confundido —. Me has entregado al hombre que me ha prometido las mayores atrocidades y obscenidades. Tan solo quería tu ayuda, si no ibas a dármela no me hubieras traicionado así. —Pero, ¿de qué hablas? Señalé al hombre que aún no nos veía pero nosotros sí a él y entonces mi engañoso prometido dijo: —¿Él es con quien te iban a casar? —solo pude asentir llorando desconsolada —. Ese hombre es mi padre, Amy. Un chillido ahogado salió de mi boca al tiempo que Brad arrancaba el coche y salíamos derrapando de aquella lujosa mansión. Mi llanto fue en aumento así como la velocidad de Brad Lancaster. Tomó una carretera justo cuando empezó a caer una lluvia que competía con mi llanto y perdía. Los golpes furiosos que daba al volante me hacían saltar en mi asiento y en medio del caos del desconcierto él perdió el control del vehículo y lo siguiente que vi de los dos era que nos despeñabamos por una cuenta...como todas las decisiones de mi vida.Capítulo tres. Tenemos un trato.— — — — Narra Amy — — — —Poco a poco abro los ojos y un dolor de cabeza agobiante me taladra la sien. Huele a aceite quemado, a combustible... siento una presión en mi pecho y me obliga a mirar hacia abajo, ahí descubro que tengo el cinturón de seguridad encajado entre mis senos. ¡Dios, que dolor!Echo una mirada a mi alrededor y me tropiezo con Brad aferrando el volante y completamente inconsciente. —¡Maldición, ¿Brad...?!Chilló cuando veo que no consigo soltarme para ayudarle, sigue desmayado. Tomo una profunda respiración y tiro de mi cinturón fuerte. Consigo despegarlo de mi y lanzó otro alarido, me ha provocado una herida de quemadura por rozamiento. -¡¿Brad?! No tengo tiempo para mi. Con el aliento entrecortado salto a su posición y le quito el suyo. Por suerte el coche ha caído derecho y no estamos de cabeza.El olor a combustible empieza a ser insoportable unido a una línea del mismo que puedo visualizar mientras intento abrir la puerta de
Capítulo cuatro. Te la quité papá.— — — — Narra Amy — — — —Creo que no nos habíamos recuperado del accidente todavía cuando ya nos estábamos casando.Brad es de esos hombres que ni pide permiso ni disculpas, simplemente hace lo que considera y eso aunque no me incluía a mi, sí lo hacía con su familia.Es el mayor de tres hermanos, ellos dos y una chica cuyas edades aún no superan la adolescencia por lo tanto es quien controla la empresa de la familia en disputa con su padre.Supe minutos antes de firmar ese contrato de matrimonio que llevan distintos apellidos porque usa el de su madre, no soporta a Arthur y nunca lo ha hecho entonces por eso no coincidían los apellidos cuando los conocí. Ese día después de firmar, nos fuimos nuevamente a su casa, la de su faamilia, esa en la que en algún momento viviría pero entonces lo sentía tan lejano que me atrevía a hacer cábalas en mi mente de que todo saldría bien.Él por si parte, al odiar a su padre anunció delante de todos pero mirando d
Capítulo cinco. Estás jugando conmigo — — — — Narra Amy — — — ——Si quiero la dejo estéril ahora mismo y ni tú ni nadie podrá hacerle tener ese hijo que los dos sabemos que tanto ansías —sentí el cañón de una pistola entre mis muslos, por fuera de mi ropa pero igual de avasalladora la sensación —. Te conozco tanto que sé que te casaste para hacerte con la empresa y quitármelo todo pero su padre la hará volver a mi. Nada ni mucho menos nadie podrá impedirlo, más temprano que tarde.—¡No será así si te mato!Brad saca una pistola también y yo transpiro nerviosa al pensar en qué demonios pasa aquí para que todos vayan armados.¿En qué clase de nido de víboras me he ido a meter?No salgo de uno para entrar en otro.—¿Tanto la quieres que matarías a tu propio padre por esta zorra?Brad para mi terror, quita el seguro de su arma, pone la pinta directamente entre los ojos de su padre y yo estoy al desmayarme. —Te mataría incluso si no la quisiera a ella pero es que incluso eso lo tengo: el
Capítulo seis. ¿Y si te beso ahora que pasa?— — — — Narra Amy — — — ——Tienes razón —jadea en mi boca y me pones las manos contra la cama por encima de mi cabeza —, soy un hombre muy sexual y te deseo, eres preciosa, mi mujer y exquisita pero eso no significa que no quiera involucrarme contigo para evitar sentimientos indeseados. Respondiendo a tu interrogante no hace falta que disimulemos caricias —me roza la nariz con la suya —, es evidente que podemos hacerlo de manera natural. Lo importante es no enamorarse y hacer un buen equipo para que ni tu estés en riesgo ni yo pierda mi estatus. ¿Estamos de acuerdo?Asiento sin decir nada porque sé que si dijera algo jadearía su nombre, eso sería lo único que podría decir. A pesar de estar un poco en shock por lo que he oído, por lo que ha dicho y por lo qgente visto, no puedo negarme a aceptar. No tengo otro remedio, ni siquera sé por qué pregunta.Todo a mi alrededor parece no existir por la fija mirada que me dedica mi esposo impostado
Capítulo uno. Novia a la fuga.— — — — Narra Amy — — — — Ese día yo sentía a medida que avanzaban los minutos y las horas, que se acercaba mi final. Podía sentir en lo más profundo de mi que ya no podía seguir dando tiempo a un tiempo que se agotaba cada vez más. Mi padre, ese maldito sin corazón pretendía que me casara con un desconocido y anciano repugnante. Solo de ver la forma en que me miraba, como sus ojos aprecian desvestir mi cuerpo dentro de su mugrosa mente me daba nauseas. Siempre que venía a la casa me dejaban a solas con él. A solas para que deslizara su dedo índice con aquella uña larga repugnante por mi espalda desnuda. Cabe decir que papá me obligaba a vestir con la ropa que él pedía. Arthur Aramendi me hablaba tan cerca que podía oler su aliento de cognac y puros cubanos. Nunca podré olvidar eso. Y ahí estaba ese día gris y lluvioso, vestida de novia con él a mi lado esperando un sí quiero que no quería en absoluto y un alcalde aguardando mi decisión para converti