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SIEMPRE SERÁS MÍA
SIEMPRE SERÁS MÍA
Por: Krista Miller
1.Novia a la fuga.

Capítulo uno. Novia a la fuga.

— — — — Narra Amy — — — —

Ese día yo sentía a medida que avanzaban los minutos y las horas, que se acercaba mi final.

Podía sentir en lo más profundo de mi que ya no podía seguir dando tiempo a un tiempo que se agotaba cada vez más.

Mi padre, ese maldito sin corazón pretendía que me casara con un desconocido y anciano repugnante. Solo de ver la forma en que me miraba, como sus ojos aprecian desvestir mi cuerpo dentro de su mugrosa mente me daba nauseas. Siempre que venía a la casa me dejaban a solas con él. A solas para que deslizara su dedo índice con aquella uña larga repugnante por mi espalda desnuda. Cabe decir que papá me obligaba a vestir con la ropa que él pedía. Arthur Aramendi me hablaba tan cerca que podía oler su aliento de cognac y puros cubanos. Nunca podré olvidar eso.

Y ahí estaba ese día gris y lluvioso, vestida de novia con él a mi lado esperando un sí quiero que no quería en absoluto y un alcalde aguardando mi decisión para convertirme en su mujer.

—No voy a hacerlo —suelto.

Un murmullo se hace audible mientras el hombre a mi lado se acercó a mi oído y amenazó diciendo...

—Si no lo haces por las buenas te voy a matar y te haré mi prisionera eterna. Nadie sabrá que vives y de todos modos serás mi mujer, pero más como mi puta personal.

Dí un pequeño respingo ante la perspectiva. Mis ojos dejaron caer dos lágrimas ante la imagen de mi propio cuerpo expuesto a semejante hombre asqueroso y sin que nunca nadie pudiera salvarme. Miré a mi lado para ver a mi padre y su rostro duro esperando que dijese justo lo contrario pero no podía

En ese momento sentía que necesitaba ser honesta conmigo misma, gritar al mundo que no me sometería, no de forma voluntaria y entonces Miré hacia atrás y supe que solo podía correr...nada más.

—¡Púdrete...!

Empujé a Arthur clavando mis manos en su pecho y salí corriendo de allí.

Aún puedo sentir el crepitar de l madera bajo mis tacones mientras me alzaba el vestido y corría y corría por aquel ayuntamiento huyendo despavorida de la medieval escena

Nunca sería para él, antes prefería morir.

Y entonces lo tuve claro...

El sol me dió en el rostro al salir a la calle y cuando puse una mano en reverso sobre mis ojos, estos pudieron enfocar un auto de lujo con los cristales tintados en frente mío. Simplemente corrí, abrí la puerta y me metí dentro guardando en el la cola de mi vestido. Mis manos cubrieron mi rostro hiperventilado hasta quw sentí un carraspeo que me hizo levantar la vista de repente y echarme a hacia atrás en el asiento, nerviosa, asustada y de repente...encantada con la abrumadora belleza del hombre que estaba en ese coche en el que irrumpí sin control ni permiso.

—¡¿Hola...?!

—¡Ay, Dios!

Los dos nos miramos detrás de esas dos expresiones. Fue como si mi boca pudiera saborear su mirada y sus ojos mis labios. Él tenía ese verde intenso en los ojos detrás de una piel tan blanca que parecía un trozo de luna llena. Su media sonrisa me hechizó y cuando me recorrió la.boca con sus ojos me estremecí.

—¿Qué haces aquí? ¿Quién se supone que eres?

En esw momento y detrás de aquellas preguntas yo no sabía qué decir, cómo explicar lo sucedido y mucho menos cómo lograr que él me ayudara al menos unos minutos. Si solo no me tiraba a la calle, yo le daría lo que pidiera.

Y de repente lo supe...

—Estoy a tu merced —le.dije tuteandolo directamente —. Si me ayudas te daré lo que me pidas.

—Esa es una promesa peligrosamente ambigua, linda —sonrió de una forma que me volvió a estremecer.

—¡Lo que me pidas! —repetí en un farfullo nervioso.

—Puedo ser exigente.

—Sabré negociar.

—Es justo lo que estás haciendo y lo haces mal, linda —esa sonrisa me provocaba cosas innombrables.

—No estoy negociando ahoea —establecí —. Simplemente estoy en tus manos y dispuesta a todo. Nada puede ser peor que mi realidad.

Hubo una extraña pausa en sus palabras, acciones y pensamientos. Se quedó muy quieto hasta que vi a través de sus cristales que Arthur salía del ayuntamiento en mi busca y enloqueciendo caí de rodillas ante el desconocido en extremo guapo.

—¡Por favor sácame de aquí y pídeme lo que quieras, voy a dártelo!

—¡Vamonos, Carlos...soy Brad Lancaster!

Extendió su mano hacia mi para presentarse mientras su chófer avanzaba alejándome de mi destino, dejandolo atrás mientras soltaba un largo suspiro apoyando mi frente en la rodilla del desconocido llamado: Brad Lancaster.

—Amy Carlson.

Después de tomar su mano y aceptar el tirón que me dió para sentarme a su lado, me agaché rasgué mi vestido de novia y me quedé con el vestido por las rodillas, sintiendo que así me libraba de una parte insoportable del entonces ya...pasado. Había conseguido huir de el y eso era más importante que cualquier cosa que este extraño me pidiera.

Le conté todo. Al menos todo lo que podía, no le di nombres porque no era importante y no quería que luego supiera donde hallar a esa persona, mi desconfianza no moría allí pero le conté de la crueldad de mi padre, de mi falta de documentación y mi huida sin remedio, de mi necesidad de su ayuda al menos para salir de allí y de las oscuras y repugnantes promesas de aquel viejo sin escrúpulos que me la tenía jurada. Para cuando acabé mi perorata sus ojos eran extrañamente atentos con tod mi cuerpo. Con cada espacio de mi llegando a ponerme tan nerviosa que me encontré diciendo:

—¿Qué quieres de mi por haberme ayudado? Con lo que hiciste al sacarme de allí es suficiente, yo podré seguir mi vida una vez que salde mi deuda contigo.

Le dió una orden que no entendí a su chófer y luego me miró atentamente tras un largo suspiro hasta que dijo con absoluta autoridad:

—Quiero que seas mi prometida por el tiempo que lo decida, así que no te vas a ningún lado y de tu documentación me ocupo yo pero de momento... —se acercó tanto a mi que me embriagué con su perfume de Pacco Rabanne —, eres mía, Amy.

Y mi nombre pronunciado en sus labios lanzó promesas tan oscuras como inquietantes que me silenciador entendiendo que mi escape había sido una huida hacia detrás.

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