—¿Estupideces? —repitió, dejándose caer en esa palabra como si fuera una provocación intencionada—. Pensé que eso era lo que te mantenía entretenida.Sentí la sangre hervir, y antes de poder controlarlo, mis manos ya se habían cerrado en puños. Mis pies se movieron con una decisión irrefrenable, acortando la distancia entre nosotros, cada paso estaba cargado de la rabia que él se empeñaba en avivar.Lucas no se movió; de hecho, permitió que la cercanía aumentara, manteniendo una expresión de serenidad absoluta, saboreando cada instante de mi enfado.Me planté frente a él, con los ojos fijos en los suyos, sintiendo cómo mi voz salía entre dientes, en un susurro gélido:—¿Crees que estoy bromeando?Sus labios se curvaron apenas, en una sonrisa mínima, pero suficiente para encender todavía más mi ira, y entonces, levantó el libro, manteniéndolo a una altura inalcanzable con aire despreocupado. Era evidente que no tenía intención de devolvérmelo.Él balanceaba el libro de un lado a otro,
Lucas fue el primero en reaccionar. Con una tranquilidad incluso ofensiva, se giró hacia Valeria sin soltar el libro. Su sonrisa permanecía intacta, una que siempre lograba que todo pareciera menos importante de lo que realmente era.—Oh, nada que deba preocuparte, Valeria —respondió con un tono ligero, casi burlón, mientras se inclinaba levemente hacia ella, como si quisiera medir su reacción—. Solo estábamos... poniéndonos al día.Mi cuerpo se tensó al instante. Esa forma de jugar con las palabras, de disfrazar todo con dobles sentidos, solo lograba que la situación fuera más incómoda. Valeria, sin embargo, no se dejó intimidar. Su mirada permanecía fija en mí, como si buscara alguna confesión en mi rostro.—¿Poniéndose al día? —repitió, dejando que las palabras se arrastraran lentamente. Luego, con un movimiento brusco, descruzó los brazos y avanzó un paso hacia nosotros—. No parecía eso desde donde yo estaba.Fruncí el ceño, buscando un punto fijo en su rostro para no dejar que mi
—¿Entonces tuviste esa mini discusión con Valeria… por un libro? —preguntó Carla, levantando una ceja mientras crujía una papa entre los dientes.El sonido quebró la quietud del lugar, un recordatorio de lo silencioso que estaba el edificio a esas horas.Habíamos terminado en la cocina común, un espacio modesto con mesas pequeñas rodeadas de sillas gastadas por el uso. Aunque solía ser el centro de reuniones al atardecer, ahora el lugar estaba casi desierto. La mayoría de los residentes ya se habían refugiado en sus habitaciones, dejándonos solo a nosotras tres compartiendo el ambiente tranquilo de la noche.—¿Y qué libro era? Parecía muy importante para ti —intervino Sara, inclinándose un poco hacia mí mientras tamborileaba los dedos sobre la mesa.Sus ojos brillaban con esa curiosidad que siempre tenía cuando detectaba que estaba escondiendo algo.Había sido cuidadosa al contarles la historia. Había omitido, a propósito, todo lo relacionado con Lucas y ese instante en el que el tiem
Carla ladeó la cabeza con un gesto breve, casi imperceptible, como si intentara apartar de su mente lo que acababa de escuchar. Sus ojos se estrecharon, reflejando desconcierto.—¿Qué estás diciendo? —inquirió, con escepticismo, y no pudo ocultar el interés que aquello despertaba en ella.Sara dejó escapar un suspiro antes de cruzar los brazos sobre la mesa, apoyando el mentón en una mano.—¿Estás segura? —preguntó en un tono más bajo, casi como si temiera que alguien pudiera escuchar desde algún rincón vacío de la cocina.Asentí, tratando de mantenerme firme.—Lo vi claramente. Era el mismo símbolo que me describiste, grabado en un anillo que Manuel llevaba puesto.—Mmm, asumiendo que ese tal Manuel es el novio de Carla, entonces supongo que realmente deberíamos averiguar qué conexión tiene con todo esto, ¿no es así?La forma en que lo dijo era bastante casual como para parecer despreocupada, pero la chispa en su mirada la delataba. No era solo interés; parecía estar sumamente intrig
El ascenso continuaba, aunque no era tan empinado como para justificar las quejas constantes de Carla.—Yo creí que estábamos subiendo una colina, no el Everest —protestó, resoplando con dramatismo.Sara, manteniendo su paso constante al frente, respondió sin girarse, con un tono calmado pero con un deje de diversión.—De hecho, es la colina más pequeña del campus.Solté una risa breve antes de mirar hacia atrás, donde Carla caminaba con evidente desgano. Su elección de calzado era la primera señal de que esto no iba a ser su actividad favorita.—Tú eres la única a la que se le ocurre hacer senderismo con sandalias —le comenté, alzando una ceja.Carla se detuvo un segundo para ajustar una de las correas de su mochila antes de responder con su característico aire despreocupado.—Escucha, uno puede hacer cualquier tipo de actividad con estilo.No pude evitar soltar una carcajada y negar con la cabeza.—Sí, claro. Porque llevar zapatos deportivos sería un pecado mortal contra la moda —re
—¡Detente, Carla! —le grité, mientras Sara y yo corríamos tras ella.Aceleré, sintiendo el latido de mi corazón en los oídos mientras las ramas bajas me rozaban los brazos. Sara, detrás de mí, mantenía el ritmo, aunque su resoplido dejaba claro que no estaba disfrutando esta persecución nocturna. Las luces de nuestras linternas parpadeaban contra la naturaleza, creando formas inquietas que parecían perseguirla, pero Carla, impulsada por su entusiasmo desbordante, nos llevaba varios pasos de ventaja.—Esto no es normal, ¿cómo tiene tanta energía después de quejarse todo el camino? —comentó Sara, jadeando.Sin dudarlo más, aceleré el paso, forzando a mis piernas a avanzar más rápido de lo que querría después de horas de caminar. Los árboles parecían adelgazarse, dejando que la luz tenue de la luna espiara entre las ramas, mientras el sonido se volvía más claro. No era solo música; era un compás animado que se mezclaba con carcajadas y el murmullo de conversaciones.Finalmente, el camino
La pregunta quedó suspendida entre nosotras, perdiéndose poco a poco en el murmullo distante de la fiesta. Apreté los labios, intentando calmar la sensación de irritación que se apoderaba de mí. Fruncí el ceño mientras los pensamientos se alineaban con lentitud. Lucas no era del tipo que atacara sin motivo, eso lo tenía claro. Si no había reaccionado violentamente conmigo, quien le había lanzado algo a la espalda sin pensarlo dos veces, mucho menos lo haría con Sara, quien había evitado cualquier confrontación directa.Además, ella ya había hecho su parte para cerrar ese episodio, incluso pagando por la fotografía que él solicitó destruir en un arranque. No fue precisamente barato, pero Lucas había tratado su cámara como si fuera un objeto descartable, arrojándola sin el menor cuidado. Ese gesto, en lugar de intimidarme, me dejó un mal sabor de boca. No era violencia, pero sí una forma peculiar de demostrar que no le importaba nada ni nadie.—No va a hacerte nada, Sara —dije con tono
—Claro —respondió, con tono suave, como si la ironía fuera su segundo lenguaje.Lo observé mientras su expresión cambiaba de la burla a algo más, un destello de interés que no sabía si debía tomar como una amenaza o una simple curiosidad.—¿Claro qué? —espeté, de manera tajante.Lucas ladeó la cabeza, estudiándome con una atención que se sentía demasiado intensa, y prácticamente me hizo saber que mi brusquedad apenas le causó un rasguño.Su mirada seguía fija en mí, tan directa que parecía querer arrancarme una reacción más visceral.—Claro que estás prestando atención, aunque finjas lo contrario —respondió al fin, su tono tan ligero que casi parecía amable, pero había algo afilado detrás de sus palabras.Rodé los ojos con fastidio, ignorando el calor que sentía en la nuca.—Ah, sí, cómo no. Justo lo que me falta: estar pendiente de ti. ¿Algo más? —repliqué con la misma aspereza, buscando cortar cualquier intento de alargar la conversación.Por un instante, juraría que el brillo en su