—¡Detente, Carla! —le grité, mientras Sara y yo corríamos tras ella.Aceleré, sintiendo el latido de mi corazón en los oídos mientras las ramas bajas me rozaban los brazos. Sara, detrás de mí, mantenía el ritmo, aunque su resoplido dejaba claro que no estaba disfrutando esta persecución nocturna. Las luces de nuestras linternas parpadeaban contra la naturaleza, creando formas inquietas que parecían perseguirla, pero Carla, impulsada por su entusiasmo desbordante, nos llevaba varios pasos de ventaja.—Esto no es normal, ¿cómo tiene tanta energía después de quejarse todo el camino? —comentó Sara, jadeando.Sin dudarlo más, aceleré el paso, forzando a mis piernas a avanzar más rápido de lo que querría después de horas de caminar. Los árboles parecían adelgazarse, dejando que la luz tenue de la luna espiara entre las ramas, mientras el sonido se volvía más claro. No era solo música; era un compás animado que se mezclaba con carcajadas y el murmullo de conversaciones.Finalmente, el camino
La pregunta quedó suspendida entre nosotras, perdiéndose poco a poco en el murmullo distante de la fiesta. Apreté los labios, intentando calmar la sensación de irritación que se apoderaba de mí. Fruncí el ceño mientras los pensamientos se alineaban con lentitud. Lucas no era del tipo que atacara sin motivo, eso lo tenía claro. Si no había reaccionado violentamente conmigo, quien le había lanzado algo a la espalda sin pensarlo dos veces, mucho menos lo haría con Sara, quien había evitado cualquier confrontación directa.Además, ella ya había hecho su parte para cerrar ese episodio, incluso pagando por la fotografía que él solicitó destruir en un arranque. No fue precisamente barato, pero Lucas había tratado su cámara como si fuera un objeto descartable, arrojándola sin el menor cuidado. Ese gesto, en lugar de intimidarme, me dejó un mal sabor de boca. No era violencia, pero sí una forma peculiar de demostrar que no le importaba nada ni nadie.—No va a hacerte nada, Sara —dije con tono
—Claro —respondió, con tono suave, como si la ironía fuera su segundo lenguaje.Lo observé mientras su expresión cambiaba de la burla a algo más, un destello de interés que no sabía si debía tomar como una amenaza o una simple curiosidad.—¿Claro qué? —espeté, de manera tajante.Lucas ladeó la cabeza, estudiándome con una atención que se sentía demasiado intensa, y prácticamente me hizo saber que mi brusquedad apenas le causó un rasguño.Su mirada seguía fija en mí, tan directa que parecía querer arrancarme una reacción más visceral.—Claro que estás prestando atención, aunque finjas lo contrario —respondió al fin, su tono tan ligero que casi parecía amable, pero había algo afilado detrás de sus palabras.Rodé los ojos con fastidio, ignorando el calor que sentía en la nuca.—Ah, sí, cómo no. Justo lo que me falta: estar pendiente de ti. ¿Algo más? —repliqué con la misma aspereza, buscando cortar cualquier intento de alargar la conversación.Por un instante, juraría que el brillo en su
No fui consciente del instante exacto en que ocurrió, pero de repente mi brazo estaba en el aire, y la palma de mi mano impactaba contra su rostro con un golpe seco. La furia ardía en mi interior, desbordándose antes de que pudiera detenerla. Sentí el calor en mi palma y, por un momento, el mundo pareció contener el aliento.Lucas apenas se movió, más por sorpresa que por el golpe en sí. Su cabeza giró levemente hacia un lado, y un silencio cargado se instaló entre nosotros, denso como una tormenta a punto de estallar.Mi respiración era agitada, y el ardor en mi mano no se comparaba con la intensidad del enojo que me recorría. No sabía si esperaba que él dijera algo, que se burlara como siempre o que simplemente se marchara, pero lo único que hizo fue enderezarse lentamente.Se llevó una mano a la mejilla, y luego sus ojos buscaron los míos. Pero no le di el gusto. Rechacé su mirada con frialdad y avancé decidida, pasando junto a él sin darle tiempo a reaccionar. Mi cuerpo se mantení
Me quedé parada allí, observando el panorama que se extendía ante mí. No podía dejar de preguntarme cómo había llegado hasta ese punto. Todo a mi alrededor era extraño, pero al mismo tiempo, tan predecible. Este lugar, alejado de todo, rodeado de gente que no me era familiar, no era solo un sitio en el que celebrar cualquier cosa. No, no podía ser tan simple. La presencia de Lucas y su grupo, con sus sonrisas de superioridad y el aire de gente acostumbrada a que el mundo se les diera a su antojo, lo decía todo. Ellos, con su dinero, su estilo de vida, sus amistades cuidadosamente seleccionadas, estaban aquí, en medio de la nada, rodeados de desconocidos, bebiendo alcohol barato y charlando con quienes no eran como ellos. No cuadraba.No podía imaginar que se reunieran solo para compartir historias o hablar sobre sus vidas privilegiadas. Estaba claro que la razón por la que se encontraban allí era otra, mucho más oscura y peligrosa. Porque no estaban aquí para sentarse tranquilos, para
Lucas avanzó con la velocidad de un felino, un movimiento que revelaba años de confianza y superioridad física. Su primer golpe iba directo al torso de Manuel, pero este lo esquivó con un giro sorprendentemente ágil, provocando que el público estallara en vítores.Manuel contraatacó, lanzando un golpe al costado de Lucas, que logró bloquearlo justo a tiempo. El ruido de los puños al chocar resonó, opacado solo por el griterío que crecía a su alrededor.Con un rugido de furia creciendo en su pecho, Lucas desencadenó una serie de rápidos golpes dirigidos directamente al rostro de su oponente, cada golpe fue preciso y poderoso. Manuel retrocedió tambaleándose ante el implacable ataque, intentando desesperadamente levantar la guardia. A pesar de sus esfuerzos, otro gancho perfectamente colocado le hizo caer al suelo, aturdido.El desconocido que hacía de árbitro clandestino, contó rápidamente antes de retirar a Lucas, gritando algo indistinto por encima del estruendo de la multitud. Con l
No sabía qué hacer, si correr, esconderme o seguir buscando a mis amigas. El pánico nublaba mi juicio, cada decisión parecía una apuesta perdida. Entre la multitud que huía, alcancé a distinguir varias figuras uniformadas. ¿Guardias de seguridad? Claro, todo cobraba sentido. Ese era el motivo del alboroto, la razón por la que todos corrían como si el suelo estuviera a punto de abrirse bajo ellos. Si te atrapaban, imaginaba que el destino era la dirección del programa al que pertenecías, acompañada de una sanción asegurada por desacato a las normas. Y yo… yo no podía permitirme ser llevada. No ahora. No así.Los empujones continuaban uno tras otro mientras intentaba mantener el equilibrio. Cada movimiento era un riesgo, un golpe contra una multitud que apenas notaba mi presencia. Me concentraba en esquivar los hombros, las manos, los pasos descontrolados, cuando una fuerza imprevista me sacó de mi línea de pensamiento. Una mano se cerró en torno a mi muñeca con firmeza, tirando de mí h
—¡Lucas! —solté, incrédula, golpeándole con los puños en la espalda, aunque dudaba que lo sintiera—. ¡Bájame ahora mismo! ¿Qué demonios crees que estás haciendo?—Evitando que cometas otra estupidez —respondió sin siquiera voltear, su tono era tan irritante como despreocupado.—¡Esto es secuestro! —seguí forcejeando, con mi voz alzándose a pesar de lo absurdo de la situación—. No puedes simplemente cargarme como un saco de papas y fingir que esto está bien. ¡Déjame ir, estúpido!—Deja de gritar o terminarás atrayendo a los guardias —replicó, esta vez con un tono más bajo, aunque no menos grosero.Su agarre se ajustó ligeramente, como si tuviera miedo de que realmente lograra zafarme. Intenté retorcerme de nuevo, pero cada movimiento parecía inútil. Mi corazón latía con furia, no solo por la humillación de estar siendo cargada como una niña caprichosa, sino porque su proximidad me...¡me dejaba muy nerviosa!Su respiración constante y el vaivén de su paso firme me obligaban a darme cuent