No sabía qué hacer, si correr, esconderme o seguir buscando a mis amigas. El pánico nublaba mi juicio, cada decisión parecía una apuesta perdida. Entre la multitud que huía, alcancé a distinguir varias figuras uniformadas. ¿Guardias de seguridad? Claro, todo cobraba sentido. Ese era el motivo del alboroto, la razón por la que todos corrían como si el suelo estuviera a punto de abrirse bajo ellos. Si te atrapaban, imaginaba que el destino era la dirección del programa al que pertenecías, acompañada de una sanción asegurada por desacato a las normas. Y yo… yo no podía permitirme ser llevada. No ahora. No así.Los empujones continuaban uno tras otro mientras intentaba mantener el equilibrio. Cada movimiento era un riesgo, un golpe contra una multitud que apenas notaba mi presencia. Me concentraba en esquivar los hombros, las manos, los pasos descontrolados, cuando una fuerza imprevista me sacó de mi línea de pensamiento. Una mano se cerró en torno a mi muñeca con firmeza, tirando de mí h
—¡Lucas! —solté, incrédula, golpeándole con los puños en la espalda, aunque dudaba que lo sintiera—. ¡Bájame ahora mismo! ¿Qué demonios crees que estás haciendo?—Evitando que cometas otra estupidez —respondió sin siquiera voltear, su tono era tan irritante como despreocupado.—¡Esto es secuestro! —seguí forcejeando, con mi voz alzándose a pesar de lo absurdo de la situación—. No puedes simplemente cargarme como un saco de papas y fingir que esto está bien. ¡Déjame ir, estúpido!—Deja de gritar o terminarás atrayendo a los guardias —replicó, esta vez con un tono más bajo, aunque no menos grosero.Su agarre se ajustó ligeramente, como si tuviera miedo de que realmente lograra zafarme. Intenté retorcerme de nuevo, pero cada movimiento parecía inútil. Mi corazón latía con furia, no solo por la humillación de estar siendo cargada como una niña caprichosa, sino porque su proximidad me...¡me dejaba muy nerviosa!Su respiración constante y el vaivén de su paso firme me obligaban a darme cuent
La temperatura parecía bajar aún más, y el crujido de las hojas bajo mis pies me recordó que cada segundo de discusión nos alejaba más de ella.Lucas dejó escapar una carcajada, esa clase de risa que no nace de la diversión, sino del puro desdén.—¿Y qué piensas hacer tú exactamente? ¿Vas a gritar su nombre como si fueras un altavoz? ¿O quizá pretendes tropezarte con ella por arte de magia mientras caminas sin rumbo?Me detuve en seco, sintiendo cómo la rabia subía como una ola que amenazaba con arrasar todo a su paso. Me giré lentamente hacia él, notando cómo el viento helado mordía mi rostro, aunque nada podía competir con el frío de su actitud.—¿Sabes qué, Lucas? —repliqué, avanzando un paso hacia él—. Prefiero caminar en círculos o gritar hasta quedarme sin voz antes que quedarme aquí aguantando tus estupideces. Porque, ¿adivina qué? Al menos yo estoy intentando hacer algo.Su expresión no cambió, aunque sus ojos destellaron por un segundo, dejando entrever que mis palabras habían
¿Quién se creía que era para darme órdenes, para tomar decisiones por mí y esperar que simplemente lo aceptara? Intenté retorcerme nuevamente, empujando sus brazos con la poca fuerza que aún me quedaba, pero él no cedió ni un centímetro.—Suéltame —murmuré entre dientes, llena de rabia.—No —susurró.La única sílaba ronca que pronunció fue directamente a mi oído, lo cual me provocó un escalofrío en la columna vertebral, y el calor de su aliento me erizó por completo.En ese momento, el asunto se redujo hasta el punto en que sus labios tocaron mi oreja, y el leve roce de la barba contra mi piel añadió una capa de cruda sensualidad al íntimo intercambio.—¿Qué demonios te pasa? —le espeté, girando apenas la cabeza para mirarlo de reojo, topándome con su expresión fría y fija.—Lo que me pasa —respondió, con voz ronca— es que estoy cansado de que te pongas en peligro como si nada. Esto no es un juego, Elena.Pero girarme fue un grave error, uno que lamenté en cuanto mis ojos encontraron
—No quiero nada tuyo, idiota.Las palabras salieron antes de que pudiera detenerme, cargadas con toda la frustración acumulada. Con un movimiento rápido y decidido, le lancé la chaqueta de vuelta. No me molesté en mirar si la atrapaba o no; simplemente dejé que mi ira guiara el gesto.Sin detenerme, retomé el paso, sintiendo cómo el frío mordía aún más mi piel ahora desprotegida. El aire helado me golpeaba con fuerza, pero prefería eso a aceptar su absurda manera de "ayudar". Mi espalda ardía bajo su mirada, pesada e insistente, pero no me permití voltear. Avanzar era mi única forma de mantener el poco control que sentía tener en ese momento.Pero no di ni tres pasos antes de que sintiera algo rozarme el hombro y caer al suelo frente a mí. La chaqueta, nuevamente.—¿Te importaría dejar de comportarte como una niña? —dijo Lucas, con una voz firme pero no alzada, lo que de algún modo hacía que su reproche fuera aún más irritante.Me detuve, girando apenas lo suficiente para lanzarle una
Sin pensarlo más, tomé una decisión, una respuesta que no podía volver atrás. Estiré la mano hacia su rostro y lo toqué suavemente, como si esa fuera la única manera de controlar lo que sucedía. No lo hice con dulzura, sino con la firmeza de alguien que sabe exactamente lo que quiere.Lo miré, y en el último segundo, mi rostro se acercó al suyo, con la sensación de que este sería el momento que marcaría todo lo que viniera después.Mentira.No, no iba a ceder, no podía hacerlo. Por más tentador que fuera el hombre que tenía a unos pocos centímetros, con su proximidad casi rozando la línea entre lo peligroso y la imprudencia, no podía permitirme caer en ese juego. No, no iba a ser tan débil, no iba a seguirle el ritmo.Con rapidez y sin pensarlo, reaccioné de manera instintiva. Pateé su entrepierna. El golpe fue preciso, y vi cómo su rostro se contorsionaba en una mueca de dolor, pero, en el fondo, una pequeña satisfacción se coló en mi pecho.La sacudida del impacto fue suficiente par
—Y por cierto, no soy nada barato.Su voz arrastró las palabras con esa arrogancia característica que tanto me sacaba de quicio, haciendo alusión al comentario que yo había lanzado antes.—Claro que sí —solté sin pensarlo, aunque rápidamente corregí, con una mueca de fingida reflexión—. Bueno, mentiras, barato no es la palabra... diría más bien gratuito, considerando que te le insinúas a todas.Ni siquiera me molesté en esperar una réplica. Su rostro quedó inmóvil por un instante, pero la manera en la que me miraba me dejó claro que no iba a dejarlo pasar. Lo ignoré de todas formas y, con la misma rapidez, toqué la opción para llamar a Sara.Llevé el teléfono a mi oído mientras avanzábamos en dirección a mi residencia, dejando que la conversación pendiente entre nosotros se desmoronara en el aire. Necesitaba escuchar su voz, asegurarme de que estaba bien y, de paso, alejar mi mente del persistente tironeo emocional que Lucas parecía dominar como un juego. A mi lado, sentí que él daba
Un escalofrío recorrió mi espalda, encendiendo una chispa de rabia y desconcierto en mi interior. Intenté zafarme nuevamente, pero sus manos no cedieron ni un milímetro.—¿Qué clase de broma estúpida es esa? —le espeté, tratando de mantener mi voz firme aunque mi corazón latía con fuerza.Lucas alzó una ceja, inclinando apenas la cabeza hacia un lado, evaluando mi reacción.—No es una broma, Elena —respondió, y aunque su tono seguía cargado de esa arrogancia irritante, había algo diferente en su mirada. Algo que me hacía querer apartar los ojos, pero me negué a dárselo.La cercanía era insoportable. Su aliento cálido chocaba contra mi rostro, y la tensión que se acumulaba entre nosotros se sentía como una soga tirando desde ambos extremos.—Déjame ir —exigí con un tono más bajo, no porque estuviera cediendo, sino porque el nudo en mi garganta no me permitía hablar más fuerte.Él no dijo nada al principio. Sus manos todavía mantenían las mías atrapadas, pero su agarre comenzó a aflojar