—Y por cierto, no soy nada barato.Su voz arrastró las palabras con esa arrogancia característica que tanto me sacaba de quicio, haciendo alusión al comentario que yo había lanzado antes.—Claro que sí —solté sin pensarlo, aunque rápidamente corregí, con una mueca de fingida reflexión—. Bueno, mentiras, barato no es la palabra... diría más bien gratuito, considerando que te le insinúas a todas.Ni siquiera me molesté en esperar una réplica. Su rostro quedó inmóvil por un instante, pero la manera en la que me miraba me dejó claro que no iba a dejarlo pasar. Lo ignoré de todas formas y, con la misma rapidez, toqué la opción para llamar a Sara.Llevé el teléfono a mi oído mientras avanzábamos en dirección a mi residencia, dejando que la conversación pendiente entre nosotros se desmoronara en el aire. Necesitaba escuchar su voz, asegurarme de que estaba bien y, de paso, alejar mi mente del persistente tironeo emocional que Lucas parecía dominar como un juego. A mi lado, sentí que él daba
Un escalofrío recorrió mi espalda, encendiendo una chispa de rabia y desconcierto en mi interior. Intenté zafarme nuevamente, pero sus manos no cedieron ni un milímetro.—¿Qué clase de broma estúpida es esa? —le espeté, tratando de mantener mi voz firme aunque mi corazón latía con fuerza.Lucas alzó una ceja, inclinando apenas la cabeza hacia un lado, evaluando mi reacción.—No es una broma, Elena —respondió, y aunque su tono seguía cargado de esa arrogancia irritante, había algo diferente en su mirada. Algo que me hacía querer apartar los ojos, pero me negué a dárselo.La cercanía era insoportable. Su aliento cálido chocaba contra mi rostro, y la tensión que se acumulaba entre nosotros se sentía como una soga tirando desde ambos extremos.—Déjame ir —exigí con un tono más bajo, no porque estuviera cediendo, sino porque el nudo en mi garganta no me permitía hablar más fuerte.Él no dijo nada al principio. Sus manos todavía mantenían las mías atrapadas, pero su agarre comenzó a aflojar
Cada sonido a nuestro alrededor, como el crujido de una rama y el distante murmullo de voces me ponía en alerta. No podía evitar mirar hacia atrás de vez en cuando, esperando no encontrar a los guardias apareciendo de la nada.—¿Puedes al menos decirme hacia dónde vamos? —pregunté en un susurro, acelerando el paso para ponerme a su lado.Él giró la cabeza apenas lo suficiente para mirarme de reojo, con esa expresión que siempre parecía decir que sabía algo que yo no.—A un lugar donde no te encuentren —respondió, tan ambiguo como siempre.Rodé los ojos, reprimiendo las ganas de gritarle que dejara de jugar.Avanzamos en silencio, con cada paso volviéndose más lento, como si el camino se alargara a propósito. El aire estaba cargado de una tensión latente, esa sensación que se arrastra bajo la piel cuando sabes que algo podría salir mal en cualquier momento.—¿Vas a seguir con tu juego de misterio o me vas a dar una pista? —murmuré, sin poder contener el sarcasmo en mi tono.El ambiente
Mi silencio pareció divertirlo aún más. Lucas se enderezó, tamborileando los dedos contra el hierro frío con una calma que parecía ignorar por completo mi creciente tensión.—Ah, lo entiendo —dijo al fin, llevándose una mano al pecho como si estuviera compadeciéndome—. No es fácil enfrentarse a los fantasmas del pasado. Pero tranquila, estoy aquí para darte todo mi apoyo emocional… y un poco de sarcasmo gratis, porque soy generoso.—¿Podrías dejar de ser tan imbécil por un segundo? —contesté.Se encogió de hombros con indiferencia.—No sé, ¿podrías dejar de ser tan dramática? Igual podemos intentarlo juntos.Solté un resoplido, cerrando los ojos por un momento para juntar valor. Cuando los abrí, él seguía ahí, con la misma expresión despreocupada.—Está bien, yo toco —solté de repente, avanzando un paso.—Eso es, valiente soldado —murmuró, inclinándose teatralmente en un gesto de falsa reverencia.Lo ignoré, aunque estaba segura de que mi mandíbula se tensó al hacerlo. Con una mano fi
—Vaya, qué caballero —solté, con la voz cargada de sarcasmo—. Ofreciéndote usar tu cuerpo como una almohadilla térmica humana. Qué cortés estás siendo.La sonrisa de Lucas no hizo más que aumentar ante mi comentario mordaz, sus ojos brillaban de alegría.—Oye, un hombre debe tener claras sus prioridades —bromeó, encogiéndose de hombros con indiferencia—. Y ahora mismo, mantenerte caliente y feliz parece estar en el primer lugar de la lista.Me acerqué hasta que estuvimos a escasos centímetros y miré a Lucas con severidad, en voz baja y amenazadora.—Bájate de la nube en la que tú solito te has subido, porque ninguna de las pervertidas fantasías que estás conjurando se va a hacer realidad. No soy una participante voluntaria en tus retorcidos juegos.Su sonrisa no vaciló en ningún momento, ni siquiera cuando mi tono gélido atravesó el aire, cortando directamente el núcleo de su arrogante conducta.—Ah, pero creo que cambiarías de opinión si te mostrara lo bien que se siente —murmuró, ac
Fruncí el ceño, confundida por el tono de Sara.—¿A qué te refieres?Antes de que ella pudiera responder, el aire en la habitación cambió, como si algo invisible hubiese decidido que aquel no era mi momento para recibir respuestas. Fue entonces cuando, con la seguridad despreocupada que parecía definirlo, Lucas decidió despojarse de su camisa.Me quedé inmóvil, observando con incredulidad cómo el tejido oscuro desaparecía de su torso, dejando a la vista la ajustada musculosa blanca que había llevado durante la pelea con Manuel. Esa escena volvió a mi mente como un flash: los golpes, la rabia en cada movimiento, y sobre todo, la determinación implacable en sus ojos mientras destrozaba a su oponente.Pero no se detuvo ahí. Sus manos se movieron con calma, agarrando el borde de la musculosa, y en un movimiento fluido y deliberado, se deshizo de ella también. Mis ojos, traicioneros, siguieron el recorrido de la tela hasta quedar enredada en su mano antes de dejarla caer al suelo.Quedó fr
El vapor me envolvió mientras me apresuraba a vestirme con la misma ropa que había usado antes. La idea de salir en toalla frente a Lucas era impensable; ya le había dado suficiente material para sus perversidades por una noche.Me aseguré de que cada botón estuviera en su lugar y de que el cabello no luciera completamente desastroso. Respiré hondo, preparándome mentalmente para cualquier comentario que pudiera lanzar apenas abriera la puerta.Cuando salí, él seguía ahí, acostado en la cama como si nada en el mundo le preocupara. Sus brazos descansaban detrás de su cabeza, y esa sonrisa despreocupada, que ya se había convertido en su marca personal, apareció de inmediato al verme.—¿Y? —preguntó, girando ligeramente la cabeza para mirarme—. ¿Qué se siente estar en el baño sabiendo que yo estaba aquí, a un paso, esperándote?Me quedé quieta por un segundo, sin poder evitar soltar una risa sarcástica. ¿Qué se sentía? Ah, claro, claro.—Oh, me siento super tranquila —dije, cruzando los b
Nunca imaginé que mi primer día en la universidad sería tan caótico. Mientras caminaba por el campus con mi mapa arrugado, tratando de encontrar el edificio de ciencias, me di cuenta de que todo esto era mucho más grande de lo que había esperado. Las personas iban de un lado a otro, hablando, riendo, como si ya pertenecieran a este sitio, mientras yo me sentía completamente fuera de lugar.Venir de un pequeño pueblo a una ciudad grande y bulliciosa era abrumador. No conocía a nadie aquí, y estar completamente sola me hacía sentir vulnerable. Todo lo que había conocido estaba a kilómetros de distancia, y aunque había estado emocionada por este nuevo comienzo, ahora solo sentía un nudo en el estómago.Finalmente, encontré el aula 203 y entré justo antes de que el profesor comenzara la clase. Busqué un asiento libre y me senté, tratando de pasar desapercibida. Sin embargo, eso fue imposible cuando una figura alta y oscura se plantó frente a mí.—Ese es mi asiento —dijo con voz grave.Lev