No fui consciente del instante exacto en que ocurrió, pero de repente mi brazo estaba en el aire, y la palma de mi mano impactaba contra su rostro con un golpe seco. La furia ardía en mi interior, desbordándose antes de que pudiera detenerla. Sentí el calor en mi palma y, por un momento, el mundo pareció contener el aliento.Lucas apenas se movió, más por sorpresa que por el golpe en sí. Su cabeza giró levemente hacia un lado, y un silencio cargado se instaló entre nosotros, denso como una tormenta a punto de estallar.Mi respiración era agitada, y el ardor en mi mano no se comparaba con la intensidad del enojo que me recorría. No sabía si esperaba que él dijera algo, que se burlara como siempre o que simplemente se marchara, pero lo único que hizo fue enderezarse lentamente.Se llevó una mano a la mejilla, y luego sus ojos buscaron los míos. Pero no le di el gusto. Rechacé su mirada con frialdad y avancé decidida, pasando junto a él sin darle tiempo a reaccionar. Mi cuerpo se mantení
Me quedé parada allí, observando el panorama que se extendía ante mí. No podía dejar de preguntarme cómo había llegado hasta ese punto. Todo a mi alrededor era extraño, pero al mismo tiempo, tan predecible. Este lugar, alejado de todo, rodeado de gente que no me era familiar, no era solo un sitio en el que celebrar cualquier cosa. No, no podía ser tan simple. La presencia de Lucas y su grupo, con sus sonrisas de superioridad y el aire de gente acostumbrada a que el mundo se les diera a su antojo, lo decía todo. Ellos, con su dinero, su estilo de vida, sus amistades cuidadosamente seleccionadas, estaban aquí, en medio de la nada, rodeados de desconocidos, bebiendo alcohol barato y charlando con quienes no eran como ellos. No cuadraba.No podía imaginar que se reunieran solo para compartir historias o hablar sobre sus vidas privilegiadas. Estaba claro que la razón por la que se encontraban allí era otra, mucho más oscura y peligrosa. Porque no estaban aquí para sentarse tranquilos, para
Lucas avanzó con la velocidad de un felino, un movimiento que revelaba años de confianza y superioridad física. Su primer golpe iba directo al torso de Manuel, pero este lo esquivó con un giro sorprendentemente ágil, provocando que el público estallara en vítores.Manuel contraatacó, lanzando un golpe al costado de Lucas, que logró bloquearlo justo a tiempo. El ruido de los puños al chocar resonó, opacado solo por el griterío que crecía a su alrededor.Con un rugido de furia creciendo en su pecho, Lucas desencadenó una serie de rápidos golpes dirigidos directamente al rostro de su oponente, cada golpe fue preciso y poderoso. Manuel retrocedió tambaleándose ante el implacable ataque, intentando desesperadamente levantar la guardia. A pesar de sus esfuerzos, otro gancho perfectamente colocado le hizo caer al suelo, aturdido.El desconocido que hacía de árbitro clandestino, contó rápidamente antes de retirar a Lucas, gritando algo indistinto por encima del estruendo de la multitud. Con l
No sabía qué hacer, si correr, esconderme o seguir buscando a mis amigas. El pánico nublaba mi juicio, cada decisión parecía una apuesta perdida. Entre la multitud que huía, alcancé a distinguir varias figuras uniformadas. ¿Guardias de seguridad? Claro, todo cobraba sentido. Ese era el motivo del alboroto, la razón por la que todos corrían como si el suelo estuviera a punto de abrirse bajo ellos. Si te atrapaban, imaginaba que el destino era la dirección del programa al que pertenecías, acompañada de una sanción asegurada por desacato a las normas. Y yo… yo no podía permitirme ser llevada. No ahora. No así.Los empujones continuaban uno tras otro mientras intentaba mantener el equilibrio. Cada movimiento era un riesgo, un golpe contra una multitud que apenas notaba mi presencia. Me concentraba en esquivar los hombros, las manos, los pasos descontrolados, cuando una fuerza imprevista me sacó de mi línea de pensamiento. Una mano se cerró en torno a mi muñeca con firmeza, tirando de mí h
—¡Lucas! —solté, incrédula, golpeándole con los puños en la espalda, aunque dudaba que lo sintiera—. ¡Bájame ahora mismo! ¿Qué demonios crees que estás haciendo?—Evitando que cometas otra estupidez —respondió sin siquiera voltear, su tono era tan irritante como despreocupado.—¡Esto es secuestro! —seguí forcejeando, con mi voz alzándose a pesar de lo absurdo de la situación—. No puedes simplemente cargarme como un saco de papas y fingir que esto está bien. ¡Déjame ir, estúpido!—Deja de gritar o terminarás atrayendo a los guardias —replicó, esta vez con un tono más bajo, aunque no menos grosero.Su agarre se ajustó ligeramente, como si tuviera miedo de que realmente lograra zafarme. Intenté retorcerme de nuevo, pero cada movimiento parecía inútil. Mi corazón latía con furia, no solo por la humillación de estar siendo cargada como una niña caprichosa, sino porque su proximidad me...¡me dejaba muy nerviosa!Su respiración constante y el vaivén de su paso firme me obligaban a darme cuent
La temperatura parecía bajar aún más, y el crujido de las hojas bajo mis pies me recordó que cada segundo de discusión nos alejaba más de ella.Lucas dejó escapar una carcajada, esa clase de risa que no nace de la diversión, sino del puro desdén.—¿Y qué piensas hacer tú exactamente? ¿Vas a gritar su nombre como si fueras un altavoz? ¿O quizá pretendes tropezarte con ella por arte de magia mientras caminas sin rumbo?Me detuve en seco, sintiendo cómo la rabia subía como una ola que amenazaba con arrasar todo a su paso. Me giré lentamente hacia él, notando cómo el viento helado mordía mi rostro, aunque nada podía competir con el frío de su actitud.—¿Sabes qué, Lucas? —repliqué, avanzando un paso hacia él—. Prefiero caminar en círculos o gritar hasta quedarme sin voz antes que quedarme aquí aguantando tus estupideces. Porque, ¿adivina qué? Al menos yo estoy intentando hacer algo.Su expresión no cambió, aunque sus ojos destellaron por un segundo, dejando entrever que mis palabras habían
¿Quién se creía que era para darme órdenes, para tomar decisiones por mí y esperar que simplemente lo aceptara? Intenté retorcerme nuevamente, empujando sus brazos con la poca fuerza que aún me quedaba, pero él no cedió ni un centímetro.—Suéltame —murmuré entre dientes, llena de rabia.—No —susurró.La única sílaba ronca que pronunció fue directamente a mi oído, lo cual me provocó un escalofrío en la columna vertebral, y el calor de su aliento me erizó por completo.En ese momento, el asunto se redujo hasta el punto en que sus labios tocaron mi oreja, y el leve roce de la barba contra mi piel añadió una capa de cruda sensualidad al íntimo intercambio.—¿Qué demonios te pasa? —le espeté, girando apenas la cabeza para mirarlo de reojo, topándome con su expresión fría y fija.—Lo que me pasa —respondió, con voz ronca— es que estoy cansado de que te pongas en peligro como si nada. Esto no es un juego, Elena.Pero girarme fue un grave error, uno que lamenté en cuanto mis ojos encontraron
—No quiero nada tuyo, idiota.Las palabras salieron antes de que pudiera detenerme, cargadas con toda la frustración acumulada. Con un movimiento rápido y decidido, le lancé la chaqueta de vuelta. No me molesté en mirar si la atrapaba o no; simplemente dejé que mi ira guiara el gesto.Sin detenerme, retomé el paso, sintiendo cómo el frío mordía aún más mi piel ahora desprotegida. El aire helado me golpeaba con fuerza, pero prefería eso a aceptar su absurda manera de "ayudar". Mi espalda ardía bajo su mirada, pesada e insistente, pero no me permití voltear. Avanzar era mi única forma de mantener el poco control que sentía tener en ese momento.Pero no di ni tres pasos antes de que sintiera algo rozarme el hombro y caer al suelo frente a mí. La chaqueta, nuevamente.—¿Te importaría dejar de comportarte como una niña? —dijo Lucas, con una voz firme pero no alzada, lo que de algún modo hacía que su reproche fuera aún más irritante.Me detuve, girando apenas lo suficiente para lanzarle una