Capítulo 49: Qué sexy te ves preocupada

—¿Qué pasa? ¿Por qué no hablas? ¿El gato se te comió la lengua? —su voz, mordaz y llena de burla, me sacó de mi parálisis momentánea.

Un impulso extraño, como una sensación cálida que deshacía mis propios miedos, me hizo olvidar por completo el peligro que representaba estar allí. Mis dedos, casi sin darme cuenta, se aferraron al borde de mi blusa, y mis pies permanecieron clavados al suelo, como si no pudiera irme, como si algo me mantuviera allí, cerca de él. Me sorprendí a mí misma al darme cuenta de que ya no sentía la presión de la ansiedad en el pecho.

Porque ahora que lo veía de cerca, sus heridas estaban mucho más visibles, como huellas de una pelea que no había pasado desapercibida. La hinchazón sobre su ceja, aunque había disminuido, no podía disimular el golpe tan fuerte que había recibido. Sus pómulos, marcados por moratones oscuros, parecían contar una historia que él probablemente no quería compartir, pero que me llamaba a indagar más.

Sin pensarlo demasiado, las palabra
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