Esa noche, mientras dormía en su abrazo, se permitió por un momento imaginar una vida diferente, lejos de las intrigas de su padre y las sombras de Ibrahim. Pero al despertar, la realidad la golpeó con fuerza. Ibrahim la esperaba, como siempre, con su enigmática sonrisa y una rosa azul en la mano.—¿No te cansas de aparecer en los momentos más inoportunos? —le espetó Aisha, arrebatándole la flor. —Es mi talento especial —respondió él con su tono burlón habitual—. Pero estoy aquí por algo importante.Ibrahim se acercó, reduciendo la distancia entre ambos hasta hacerla casi incómoda. El aire entre ellos se volvió pesado. Aisha sintió la urgencia de retroceder, pero no lo haría. No frente a él.—Aisha, la misión de la Luna Roja no es solo un encargo. Es tu destino, y en él está entrelazada la sombra de tu madre y el legado de tu padre.—¿De qué estás hablando? —preguntó Aisha, apartando su mano con desagrado.—Tu madre enfrentó decisiones similares, pero lo hizo con una fuerza que tú aú
El viaje fue largo y extenuante. Cuando Falco apareció, su presencia no trajo consuelo, sino una confirmación de que las amenazas eran reales y mucho más cercanas de lo que imaginaba.—Aisha, no tienes tiempo. Zaira no puede seguir donde está escondida. Si Darían descubre lo que planeas… —dijo Falco, su tono grave.—Ya no se trata de lo que él descubra. Es lo que estoy dispuesta a hacer —respondió Aisha, su voz helada como el viento de la madrugada. Sus manos, apretadas en puños a los lados, revelaban la determinación que ardía en su interior, mientras su mirada se mantenía fija en el horizonte, como si buscara el camino que debía tomar.Falco la observó en silencio, reconociendo en ella el mismo fuego que había visto en Zaira años atrás.En el internado, Varek enfrentaba su propia tormenta. La idea de perder a Aisha lo devoraba lentamente, y las palabras de su padre, Luciano, resonaban en su mente como un eco persistente.—"Si no puedes recorrer el camino junto a aquello que amas, en
El aire olía a tierra húmeda y a hierro. La brisa de la noche se enredaba en mis cabellos mientras avanzaba entre los árboles, con la vista fija en la oscuridad que se extendía más allá del bosque. Mi mente aún ardía con las últimas palabras de Darían, con la traición tatuada en cada rincón de mi memoria. Todo lo que habíamos enfrentado parecía desvanecerse en una bruma lejana, reemplazada por una sola certeza: Zaira.Siempre pensé que el pasado podía enterrarse, que uno podía huir de él, dejarlo atrás como una sombra perdida entre los susurros del tiempo. Pero el destino nunca es tan piadoso. Todo me había llevado de vuelta a ella. Mi madre. La verdad que había tratado de ignorar, pero que ahora me llamaba, me arrastraba sin clemencia hacia su cruda realidad.Mis pasos se volvieron más ligeros al reconocer el sendero. No tenía sentido correr, no cuando el destino ya había sido escrito. La luna de cristal bañaba el claro con su luz pálida, y ahí, en el centro del jardín escondido, la
Mientras tanto, en el corazón de la comunidad de los Trece, la atmósfera era opresiva. La cámara secreta, apenas iluminada por las tenues llamas de velas dispuestas en candelabros de hierro, parecía contener más sombras que luz. Allí, sentado en un trono de mármol negro tallado con intrincados grabados, estaba Varek, su figura imponente dominando la sala.Sus ojos, de un violeta profundo, observaban a Darían con una mezcla de desdén y cálculo. Frente a él, el antiguo líder permanecía de pie, su postura desafiante, aunque en su mirada era evidente que la rabia contenida se mezclaba con una cierta precaución.—Tráeme a Aisha, — dijo Varek finalmente, su tono bajo, pero cargado de autoridad. —Ella me pertenece, y así será siempre.Darían apretó los puños, sintiendo que la ira burbujeaba bajo la superficie. Su voz tembló apenas un instante, antes de endurecerse de nuevo.—¿Qué planeas hacer con ella, Varek? — preguntó, dando un paso adelante. —Aisha no es un objeto ni una herramienta para
La residencia brillaba con la calidez de las luces doradas, pero para Aisha, el lugar se sentía como una jaula. Las sombras de los candelabros danzaban en las paredes, proyectando figuras que parecían susurrar secretos en cada rincón. Mientras caminaba detrás de Sanathiel, su mente seguía atrapada en el torbellino de emociones de esa noche.Sanathiel encendió la chimenea, y el resplandor del fuego iluminó sus rasgos definidos. Sentado en un mueble blanco, parecía relajado, pero Aisha sabía que bajo esa calma había un huracán de intenciones.—Puedo imaginar que Rasen, ese vampiro de las sombras, debe estar rastreándote en este preciso instante — dijo Sanathiel, rompiendo el silencio. Su tono era casual, pero su mirada penetrante no dejaba lugar a dudas.Aisha apretó los labios, desviando la mirada.—Tiene una afinidad contigo, algo que no termino de comprender — continuó, su voz volviéndose un susurro que parecía invadir sus pensamientos.—No es asunto tuyo, Sanathiel. — Ella respondió
La Ciudad de las Sombras, envuelta en su eterna penumbra, parecía contener el aliento. Las calles, normalmente bulliciosas con la actividad nocturna de vampiros, híbridos y cazadores, estaban ahora desiertas. Solo el viento susurraba entre las grietas de los edificios y los callejones interminables. Las luces parpadeaban intermitentemente, proyectando sombras alargadas que parecían moverse con vida propia.Skiller avanzaba con pasos firmes, el eco de sus botas resonando como tambores en la inmensidad del silencio. Su conversación telefónica con Aisha seguía rondando en su mente. Algo en su voz lo había inquietado profundamente, y esa sensación no lo abandonaba.Finalmente, llegó a su destino: una fábrica abandonada en el corazón de la ciudad. Las paredes carcomidas por el tiempo y los grafitis narraban historias de abandono y rebeldía. Las ventanas rotas filtraban la luz de la luna, creando patrones fantasmales en el suelo. Varek aguardaba en el centro del recinto, donde un tenue ray
El primer rayo del amanecer se coló tímidamente entre las nubes, apenas iluminando la devastación que había consumido la Ciudad de las Sombras. Skiller avanzaba lentamente por las calles destruidas, su silueta destacando entre el humo y los escombros. Cada paso que daba resonaba sobre los restos de lo que alguna vez fue su hogar, un eco que cargaba de ira y dolor su corazón.El aire era espeso, como si el polvo y las cenizas intentarán asfixiarlo. Caminaba entre las ruinas, reconociendo las calles que antes estaban llenas de vida. Ahora, solo quedaban escombros y el eco lejano de la tragedia. Su mirada se endureció al observar un grupo de sobrevivientes acurrucados entre las ruinas, sus rostros marcados por el miedo y el cansancio.Se acercó con cautela, sus botas crujían contra los escombros, y cuando habló, su voz ronca reflejaba su agotamiento.—¿Están bien? —Una mujer alzó la mirada, sus ojos vidriosos y llenos de dolor.—Estamos vivos, pero… hemos perdido a muchos. —Skiller asi
La sala principal de la comunidad de los Trece estaba impregnada de una tensión casi tangible. Las casas Velona, Björn y Snova, pilares del poder, mantenían posturas rígidas, mientras los líderes de menor influencia esperaban expectantes. Este encuentro prometía alterar el delicado equilibrio que regía la comunidad.—Tu rostro me resulta familiar —observó Dimitri Snova, clavando sus ojos en uno de los asistentes nuevos.—Es posible que nos hayamos cruzado antes, señor Snova —respondió Miller, inclinando ligeramente la cabeza con un aire calculado.Los libretos con los temas de la reunión fueron distribuidos, y un murmullo incómodo recorrió la sala mientras los presentes revisaban su contenido.—Nos ha citado temprano, pero aún no ha llegado, consejero —comentó uno de los líderes con impaciencia.—Lo bueno siempre se hace esperar —respondió el consejero con una sonrisa sarcástica, cerrando las puertas con calma.Al final del pasillo, la figura de Varek emergió entre las sombras. Caminab