continuación

El viaje fue largo y extenuante. Cuando Falco apareció, su presencia no trajo consuelo, sino una confirmación de que las amenazas eran reales y mucho más cercanas de lo que imaginaba.

—Aisha, no tienes tiempo. Zaira no puede seguir donde está escondida. Si Darían descubre lo que planeas… —dijo Falco, su tono grave.

—Ya no se trata de lo que él descubra. Es lo que estoy dispuesta a hacer —respondió Aisha, su voz helada como el viento de la madrugada. Sus manos, apretadas en puños a los lados, revelaban la determinación que ardía en su interior, mientras su mirada se mantenía fija en el horizonte, como si buscara el camino que debía tomar.

Falco la observó en silencio, reconociendo en ella el mismo fuego que había visto en Zaira años atrás.

En el internado, Varek enfrentaba su propia tormenta. La idea de perder a Aisha lo devoraba lentamente, y las palabras de su padre, Luciano, resonaban en su mente como un eco persistente.

—"Si no puedes recorrer el camino junto a aquello que amas, en
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