La sala principal de la comunidad de los Trece estaba impregnada de una tensión casi tangible. Las casas Velona, Björn y Snova, pilares del poder, mantenían posturas rígidas, mientras los líderes de menor influencia esperaban expectantes. Este encuentro prometía alterar el delicado equilibrio que regía la comunidad.—Tu rostro me resulta familiar —observó Dimitri Snova, clavando sus ojos en uno de los asistentes nuevos.—Es posible que nos hayamos cruzado antes, señor Snova —respondió Miller, inclinando ligeramente la cabeza con un aire calculado.Los libretos con los temas de la reunión fueron distribuidos, y un murmullo incómodo recorrió la sala mientras los presentes revisaban su contenido.—Nos ha citado temprano, pero aún no ha llegado, consejero —comentó uno de los líderes con impaciencia.—Lo bueno siempre se hace esperar —respondió el consejero con una sonrisa sarcástica, cerrando las puertas con calma.Al final del pasillo, la figura de Varek emergió entre las sombras. Caminab
Parte I: La Asamblea de los TreceLa sala de mármol resplandecía bajo la luz de los candelabros dorados, pero la atmósfera era de hielo. Las casas Velona, Björn y Snova, los pilares de la comunidad, se mantenían firmes en sus asientos, midiendo cada palabra, cada expresión.Varek Golmish de Ruanda dominaba la sala desde su asiento principal, sus ojos violetas fijos en los rostros de los líderes menores. Sabía lo que representaba su presencia. Poder. Autoridad. Control.El consejero principal, un hombre de rostro marcado por la edad y la experiencia, alzó la voz para silenciar el murmullo inquieto.—Hoy, presentamos a Varek Golmish como el accionista mayoritario y líder temporal de esta comunidad. Además, damos la bienvenida a los nuevos herederos que representarán a las casas en el nuevo ciclo de liderazgo.Los susurros se expandieron como una ola por la sala.Entonces, Darío Monra se levantó.—Tengo una objeción.El eco de su voz se extendió, captando la atención de todos.—El Doctor
La noche desbordaba opulencia y poder. En la majestuosa mansión de la familia Ghali, el lujo no era solo una exhibición, sino un recordatorio de influencia. Las lámparas de cristal proyectaban reflejos dorados sobre las paredes de mármol, mientras las risas y conversaciones llenaban los salones con un eco de diplomacia cuidadosamente calculada.Darío y Daesa Ghali, herederos del legado familiar, hicieron su entrada con la solemnidad que dictaba su posición. Cada paso que daban, cada mirada que intercambiaban, era una declaración de su lugar en el tablero.Entre los primeros en acercarse estuvo Skiller, impecable en un traje negro que resaltaba su aura de irreverente autoridad.—Solo estaré aquí unos momentos, no quiero incomodar a nadie, — comentó con una sonrisa afilada, inclinándose hacia Daesa. Su tono era ligero, pero sus palabras estaban cargadas de intención. —Por lo visto, Varek no se dignará a acompañarnos en esta gran ocasión.Darío lo miró con una mezcla de ironía y desconfi
El peso de sus palabras se quedó en el aire, como una sombra imposible de ignorar.Fue entonces cuando Skiller, con su sonrisa despreocupada, soltó la bomba.—El día que me encerraron y casi muero, fue la sangre de Rasen la que me permitió volver. Él vive, Aisha.Aisha se detuvo en seco.Sus ojos, que un momento antes reflejaban desconcierto, ahora estaban llenos de un torbellino de emociones.—¿Qué estás diciendo? — su voz apenas fue un susurro.Skiller se acercó un paso, invadiendo su espacio personal sin dudarlo.—Necesito que confíes en mí. Hay cosas que ni siquiera Sanathiel sabe, pero estoy dispuesto a revelarlas… si me ayudas.El corazón de Aisha martillaba en su pecho.Rasen.Un nombre que era una herida sin cerrar.Un pasado que nunca dejó de perseguirla.Ella tragó saliva, luchando contra la sensación de que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.—¿Cómo puedes estar tan seguro? — preguntó con un hilo de voz.—Porque lo sentí. En mi sangre. En mis huesos. — Skiller se inclinó
El amanecer bañaba las ruinas del antiguo castillo Ghali con un calor que Skiller, el vampiro que desafió las reglas de su especie, sentía como un triunfo personal. Al caminar por los jardines cubiertos de rocío, con flores que parecían despertar a la vida bajo el sol, cada paso le recordaba lo lejos que había llegado.Dentro del castillo, su mente se debatía entre recuerdos de Aisha y la complejidad de su conexión con los hermanos Ghali. Su recorrido por los pasillos lo llevó hasta una puerta entreabierta, donde lo recibió una escena que no esperaba.Sanathiel, envuelto solo en una toalla, estaba de pie mientras Aisha despertaba en la misma habitación, sus ojos cargados de confusión y fastidio.—¡Aisha! ¿Qué está pasando aquí? —exclamó Skiller, alzando una ceja con evidente molestia.Aisha, aturdida, se incorporó de golpe.—¡¿Qué hacen ustedes aquí?! ¡Sanathiel, ¿por qué estás en mi habitación?!—Vomitaste sobre mi camisa anoche —respondió Sanathiel con naturalidad, alzando las manos
La noche descendía pesadamente sobre la mansión, mientras Rasen, perturbado y agotado, cerraba un libro antiguo sobre leyendas de criaturas nocturnas. Las palabras describen seres condenados a vivir en las sombras, alimentándose de los vivos, y, aunque solía encontrar esos relatos fascinantes, ahora le parecían espejos crueles de su propia existencia.Dejó el libro en el gabinete con un suspiro cargado de ironía. Su pecho, marcado por símbolos que ardían como brasas bajo su piel, palpitaba con un dolor extraño, una señal de la transformación que se avecinaba. Al salir al jardín en busca de aire fresco, las palabras de Cristal resonaron en su mente.—"Contigo a mi lado, nada está mal" —murmuró con voz queda, como si repetirlas le diera consuelo.Pero la realidad lo perseguía como un depredador incansable. Su cuerpo ansiaba algo que no podía contener: un deseo oscuro, violento y primitivo.Cristal estaba allí esa noche. Su presencia siempre había sido una tregua para el alma rota de Ras
La noche descendía lentamente sobre la mansión, cubriendo con su manto de penumbra el silencio tenso que reinaba en el lugar. Cristal, inquieta, sentía cómo la brisa helada penetraba hasta los huesos, pero su corazón palpitaba con una calidez que solo un nombre podía evocar: Rasen.«Le di la orden explícita de no venir, bajo ninguna circunstancia.» Las palabras aún resonaban en su mente mientras su piel reaccionaba al leve roce de unos dedos. Era un contacto que, en lugar de consolarla, provocó un temblor incontrolable. Giró lentamente para enfrentarlo, el miedo luchando por dominar su mirada.—Rasen, ¿dónde estabas? —preguntó, su voz temblorosa y cargada de reproche.La puerta se había abierto sin que ella notara su llegada. Allí estaba él, tan imponente como distante, y la mezcla de amor y dolor en su interior la impulsó a acercarse.—No debiste venir, Cristal —respondió Rasen con voz suave, desviando la mirada hacia Lionel, que permanecía a unos metros.—Fui yo quien insistió —cont
La penumbra envolvía la torre cuando Rasen arrugó otro papel manchado de tinta, arrojándolo al suelo con frustración. Su mente, una maraña de pensamientos obsesivos y emociones intensas, lo mantenía al borde de la cordura.—Han pasado demasiados días desde que escribí… —murmuró, encendiendo otra vela con manos temblorosas.Lionel, siempre atento, se acercó con una nueva hoja, pero no pudo evitar manifestar su preocupación.—Rasen, deberías salir a tomar aire. Esta noticia te ha abrumado.—¿Qué sabes tú? —replicó Rasen con irritación apenas contenida, evitando su mirada.Lionel suspiró, afligido.—Sé que ella se ha vuelto una obsesión peligrosa para ti. Es un hábito imposible de romper… por eso he callado hasta ahora.Sin responder, Rasen abandonó la torre, el peso de sus emociones presionando su pecho como un yugo. La lluvia fría comenzó a caer sobre él mientras sus pasos lo llevaban al jardín. De pronto, un pañuelo caído llamó su atención. Al recogerlo, una ola de pensamientos lo gol