La noche descendía lentamente sobre la mansión, cubriendo con su manto de penumbra el silencio tenso que reinaba en el lugar. Cristal, inquieta, sentía cómo la brisa helada penetraba hasta los huesos, pero su corazón palpitaba con una calidez que solo un nombre podía evocar: Rasen.«Le di la orden explícita de no venir, bajo ninguna circunstancia.» Las palabras aún resonaban en su mente mientras su piel reaccionaba al leve roce de unos dedos. Era un contacto que, en lugar de consolarla, provocó un temblor incontrolable. Giró lentamente para enfrentarlo, el miedo luchando por dominar su mirada.—Rasen, ¿dónde estabas? —preguntó, su voz temblorosa y cargada de reproche.La puerta se había abierto sin que ella notara su llegada. Allí estaba él, tan imponente como distante, y la mezcla de amor y dolor en su interior la impulsó a acercarse.—No debiste venir, Cristal —respondió Rasen con voz suave, desviando la mirada hacia Lionel, que permanecía a unos metros.—Fui yo quien insistió —cont
La penumbra envolvía la torre cuando Rasen arrugó otro papel manchado de tinta, arrojándolo al suelo con frustración. Su mente, una maraña de pensamientos obsesivos y emociones intensas, lo mantenía al borde de la cordura.—Han pasado demasiados días desde que escribí… —murmuró, encendiendo otra vela con manos temblorosas.Lionel, siempre atento, se acercó con una nueva hoja, pero no pudo evitar manifestar su preocupación.—Rasen, deberías salir a tomar aire. Esta noticia te ha abrumado.—¿Qué sabes tú? —replicó Rasen con irritación apenas contenida, evitando su mirada.Lionel suspiró, afligido.—Sé que ella se ha vuelto una obsesión peligrosa para ti. Es un hábito imposible de romper… por eso he callado hasta ahora.Sin responder, Rasen abandonó la torre, el peso de sus emociones presionando su pecho como un yugo. La lluvia fría comenzó a caer sobre él mientras sus pasos lo llevaban al jardín. De pronto, un pañuelo caído llamó su atención. Al recogerlo, una ola de pensamientos lo gol
Mientras Skiller recorría los pasillos del castillo Ghali, una llamada entrante en su móvil lo hizo detenerse en seco. Un número desconocido parpadeaba en la pantalla.—¿Quién demonios…? —murmuró antes de contestar.—Aisha ha sido arrestada. —La voz al otro lado de la línea era fría y calculadora.La mandíbula de Skiller se tensó.—¿De qué demonios hablas?—Intento de homicidio. Está bajo custodia. —Hubo una pausa, y luego, con un tono casi burlón, añadieron—: Parece que alguien está jugando con el destino de tu amiga.Skiller colgó bruscamente, su mente girando en mil direcciones.Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Sanathiel detuvo su motocicleta frente a un edificio en ruinas. Había seguido el rastro de Aisha, pero algo no encajaba. Dimitri lo estaba esperando en la entrada, apoyado contra un muro con una sonrisa cínica.—No te esfuerces, hermano. Aisha ya no es tu problema.Sanathiel se acercó con la mandíbula tensa.—¿Quién la tiene?—Las mismas personas que le tienden tr
Los pasos resonaron en el corredor, firmes, casi ceremoniales. Cuando Dimitri entró, el carnicero dio un paso atrás, inclinando ligeramente la cabeza. Aisha alzó la vista, forzándose a mantener la mirada fija en el hombre que acababa de llegar.Dimitri no tenía prisa. Su rostro, afilado como un cuchillo, estaba decorado con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.—¿Esto es lo mejor que puedes hacer? —preguntó, dirigiéndose al carnicero mientras señalaba a Aisha—. Parece que nuestro invitado aún tiene fuerzas para sonreír.—Ella es… difícil de quebrar —admitió el carnicero, tragando saliva.Dimitri se inclinó hacia Aisha, examinándola como si fuera una curiosidad en una tienda.—Interesante. Quizás tú y yo podamos divertirnos un poco más. Atenla de nuevo. Cuando Dimitri y el carnicero salieron, el silencio volvió a caer sobre la celda. Aisha respiró hondo, ignorando el ardor de las heridas. Su cuerpo estaba al límite, pero su mente seguía luchando. Cuando fue levantada con brusquedad p
La noche pesaba como un manto de plomo sobre la mansión, y Rasen sintió cómo un escalofrío recorrió su espalda. Su cuerpo reaccionó antes de que su mente pudiera procesarlo.Un dolor ardiente, afilado como un cuchillo, se alojó en su pecho. Era el mismo dolor que sintió cuando perdió a Clear… pero diferente. Más profundo.—Rasen, ¿qué ocurre? —Cristal se acercó, alarmada por el temblor inusual en su cuerpo.Él apretó los dientes, sus pupilas dilatándose, el rojo oscuro apoderándose de sus ojos. Voces. No en su cabeza, sino en su sangre. Algo lo llamaba.Un susurro, tan tenue como una brisa..."No me tendrán."El eco de Aisha.Cristal notó el cambio en su expresión, la forma en que su mandíbula se tensaba, como si estuviera escuchando algo que ella no podía percibir.—Rasen, dime qué está pasando. —Cristal le tomó las manos, pero él no respondió.Porque en lo más profundo de su ser, sabía que Aisha estaba en peligro.Por otro lado, Skiller permanecía junto a la cama de Daesa, quien des
cont.Luciano: —Es algo inevitable, Varek. Sería peor que vivieras a merced de tus hermanos. Aisha… Ella lleva en sí un poder peligroso, es la llave para revivir a tu verdadero padre. Su sacrificio es el único modo de sellar su destino.Las palabras de Luciano cayeron como un golpe, vaciando el aire en la habitación. La tensión alcanzó su punto máximo, un silencio ensordecedor se apoderó del lugar mientras Varek intentaba procesar lo que acababa de escuchar. Sus manos temblaron, cerrándose en puños mientras un torrente de emociones —furia, impotencia, traición— lo ahogaba.Para Aisha que escuchaba todo, las cadenas eran lo de menos. El verdadero tormento era saber que Varek había callado, que Skiller no llegaba, que Sanathiel... tal vez nunca la encontraría. Pero ella no era alguien que se rompía con facilidad. Nunca lo fue."Varek: —¿Un propósito? ¿La condenarás? No puedo permitirlo.Los ojos de Luciano permanecieron clavados en él, inquebrantables, como si las palabras de su hijo fue
«Las emociones humanas son el armazón perfecto para difuminar nuestras pasiones, demostrando que en cada fase aprendemos, nos reprendemos y seguimos siendo prisioneros de ellas.»Después de años confinados en las sombras, la luz del mundo exterior se presentaba como un nuevo amanecer para el pueblo Nevri. Habíamos soportado generaciones de oscuridad, y la esperanza de algo diferente se alzaba sobre nuestras cicatrices. Pero el precio de la libertad no era sencillo; estaba teñido de sacrificios y de la sangre de aquellos que se atrevieron a soñar con un futuro distinto.“Es hora de ascender, mi pueblo Nevri”, proclamó Salomón, su voz resonando como un eco de liderazgo que se grababa en nuestras almas. Desde la ladera de un túnel abandonado, vigilábamos a quienes merodeaban por las inmediaciones: hombres vestidos de negro, armados, alerta, como sombras que habitaban el crepúsculo. El aire se llenaba de tensión, y nuestros sentidos, afinados por generaciones de cacería, captaban cada mov
Los ecos en el túnel amplificaban cada sonido, envolviendo el ambiente en un velo de inquietud. El goteo constante del agua era como el tictac de un reloj que contaba los últimos segundos antes del desastre. El aire, espeso y cargado de humedad, olía a metal oxidado, sangre y muerte inminente.Dimitri lideraba a su equipo, avanzando con pasos firmes, pero su mandíbula tensa delataba que incluso él sentía la amenaza latente que los acechaba. Un crujido, seguido del raspar de garras contra la piedra, interrumpió el silencio. Los soldados intercambiaron miradas nerviosas, hasta que un rugido ensordecedor rompió la calma.—¡AGHH! — El grito desgarrador de uno de los soldados resonó como una sentencia. Antes de que Dimitri pudiera reaccionar, una sombra salió disparada desde la penumbra, derribando al hombre en un abrir y cerrar de ojos.La figura grotesca que emergió del túnel era más bestia que hombre, con ojos ardientes de rabia y colmillos bañados en sangre. Dimitri, observando la esce