Aisha observaba el tiempo pasar desde el interior del vehículo cerrado. El calor la rodeaba como un abrazo incómodo, aumentando su ansiedad. Sanathiel aún no regresaba, y la reciente experiencia en la sala de castigo mantenía sus pensamientos en un constante torbellino. Dio un sorbo de agua y, sintiendo la necesidad de tomar aire, decidió bajar del auto.El aire sofocante del exterior no alivió su inquietud. Apenas había cerrado la puerta cuando un hombre de traje negro se materializó frente a ella, como si hubiese salido de la nada.—Es su turno, señorita.Aisha lo miró con cautela. Su presencia era desconcertante, y aunque intuía que podría tratarse de una trampa, su necesidad de respuestas era más fuerte. Cuando él extendió la mano hacia ella, su instinto se activó; lo golpeó con fuerza en el rostro, pero el hombre se desintegró en cenizas ante sus ojos, dejando un dulce aroma en el aire.—Aisha…El susurro de su nombre la estremeció. Aquella voz le recordó a Rasen. Con la determin
A poca distancia, en la puerta número cuatro, el equipo liderado por Nikolái Velona, uno de los hijos mayores de la casa Velona, se preparaba para avanzar. Equipados con armas de alta tecnología y dispositivos de detección de movimiento, sus pasos resonaban como un eco de tensión contenida en las paredes rugosas del túnel. Nikolái, de mirada penetrante y palabras escasas, levantó la mano para detener al grupo.—¡Estén atentos! —ordenó en voz baja, sus linternas LED iluminando el camino cubierto de musgo y humedad.El frío y el olor metálico del túnel parecían devorar su determinación, pero no retrocederían. Un ruido sordo resonó a lo lejos, y el detector de movimiento de uno de los soldados comenzó a parpadear frenéticamente.—Alguien viene — susurró uno de los hombres, tenso.Nikolái señaló al equipo para tomar posiciones defensivas. Entonces, una figura tambaleante emergió de las sombras: Lionel, con su ropa empapada de sangre, los pasos vacilantes y el rostro al borde del colapso.
El rugido de las bestias resonaba con furia en los túneles, mezclándose con el eco de disparos y gritos. Nikolái Velona, con la mirada afilada como un cuchillo, evaluó la situación con rapidez. El aire estaba cargado de adrenalina, y cada segundo que pasaba los acercaba más al borde de la destrucción.—¡Reagruparse! ¡Nos retiramos en cinco minutos! ¡Aseguren la salida! — ordenó, su voz firme cortando el caos como una hoja.Los soldados, entrenados para estas situaciones, formaron un perímetro defensivo con movimientos precisos. Sus armas, diseñadas para aniquilar a las criaturas, rugían con un estruendo ensordecedor, manteniendo a las bestias a raya.Aisha, con la espada en alto y una mirada decidida, se mantuv
«Mi conciencia intranquila agitaba mis emociones como un huracán, desafiando el equilibrio que creía haber alcanzado. Palabras susurradas que contradecían las mías evocaban un final que no podía ignorar.»El grito de Salomón retumbó en los túneles oscuros, rebotando entre las paredes húmedas y cubiertas de musgo.—¡SANATHIEL!Su voz cortó el aire, llamando tanto a los vivos como a las sombras que los acechaban.Las bestias, como una ola deforme, se precipitaron hacia él, moviéndose con una rapidez inquietante. Sus ojos, resplandeciendo con una ferocidad inhumana, no se apartaron de su objetivo. Pero Salomón permaneció inmóvil, su postura firme como una roca
El eco de los pasos de Aisha resonaba en el oscuro túnel, acompañado del sonido sutil del agua goteando desde las paredes húmedas. El olor a sangre y moho impregnaba el aire, haciéndola contener la respiración. Su mente estaba enfocada en un solo objetivo: encontrar a Ishana.A medida que avanzaba, un sonido rompió el silencio: una voz débil, familiar, cargada de esperanza.—¡Aisha!Giró hacia un pequeño hueco en la pared y vio a Ishana, su rostro pálido pero lleno de alivio. Sin dudarlo, se apresuró hacia ella y la envolvió en un abrazo, palpando rápidamente para asegura
Desde el helicóptero, Darío descendió con paso firme, su presencia marcando un contraste entre la tensión que impregnaba el ambiente y la aparente tranquilidad con la que caminaba. Al acercarse a Skiller, chocó su mano con fuerza, su sonrisa irónica iluminando momentáneamente el momento.—¡Cuñado! Daesa me pidió que te recuerde que tienes una luna de miel pendiente. Ya no hay excusas — dijo Darío, con un tono cargado de camaradería.La mención de Daesa logró suavizar la mirada de Skiller, quien suspiró con una mezcla de nostalgia y gratitud.—Tienes razón, Darío. Es hora de cumplir esa promesa — admitió, mientras se rascaba la nuca.Darío asintió, su expresión volviéndose más seria al mirar hacia la espesura del bosque.—¿Y qué pasa con ese cazador? El tal Steven. Apenas me vio, se giró y se marchó con Aisha, tu prima.La mención de Steven hizo que Skiller frunciera el ceño. Había algo en el cazador que siempre le había resultado desconcertante, una mezcla de misterio y peligro que lo
La penumbra del túnel era un abismo viviente, y Falco, con sus ojos fijos en Rasen, sentía una mezcla visceral de desprecio y determinación. La humedad impregnaba cada respiración, y el hedor de la corrupción flotaba como un recordatorio palpable de que el ser frente a él había dejado de ser humano.—¿Quién tuvo la arrogancia de traer semejante abominación al mundo? —espetó Falco con frialdad, desenvainando su espada con un destello plateado.Steven, inmóvil a su lado, miraba con el ceño fruncido a Rasen, quien yacía contra la pared, sus ojos oscuros brillando con una luz siniestra. Cuando despertó, la botella de sangre en su mano cayó al suelo, vacía y sin sentido.—Mi maestro nunca haría daño a alguien que no pudiera defenderse —murmuró Steven, lanzando una mirada de advertencia a Falco—. Rasen no es cruel por elección.—Falco… —la voz de Rasen emergió suave como un veneno, cargada de desdén—. Tu hedor no es diferente al mío.El guerrero endureció su mirada.—No hay redención para q
La penumbra acuosa del túnel revelaba un mundo fracturado entre la humanidad y la bestialidad. Sanathiel y Salomón se enfrentaban en una danza feroz de colmillos y garras, la sangre salpicando como una sombra viviente que oscurecía el aire. Los gruñidos profundos y los jadeos de ambos guerreros eran una sinfonía salvaje. La violencia desenfrenada marcaba cada centímetro de su batalla, los límites entre lobo y hombre desapareciendo bajo la furia ancestral.En otro rincón del caos, los protectores mutados en híbridos irrumpía con una brutalidad inhumana. Criaturas impulsadas por los aceleradores de la familia Björn, su existencia misma era una prueba del éxito despiadado de la manipulación genética. Desde el aire, Elliot, con el rostro crispado por la tensión, observaba cómo las explosiones sellaban las entradas del túnel, cortando toda vía de escape.—Esto no era lo planeado… —murmuró mientras maniobraba el helicóptero para huir de la devastación.Dentro, el olor metálico de la sangre