La noche pesaba como un manto de plomo sobre la mansión, y Rasen sintió cómo un escalofrío recorrió su espalda. Su cuerpo reaccionó antes de que su mente pudiera procesarlo.Un dolor ardiente, afilado como un cuchillo, se alojó en su pecho. Era el mismo dolor que sintió cuando perdió a Clear… pero diferente. Más profundo.—Rasen, ¿qué ocurre? —Cristal se acercó, alarmada por el temblor inusual en su cuerpo.Él apretó los dientes, sus pupilas dilatándose, el rojo oscuro apoderándose de sus ojos. Voces. No en su cabeza, sino en su sangre. Algo lo llamaba.Un susurro, tan tenue como una brisa..."No me tendrán."El eco de Aisha.Cristal notó el cambio en su expresión, la forma en que su mandíbula se tensaba, como si estuviera escuchando algo que ella no podía percibir.—Rasen, dime qué está pasando. —Cristal le tomó las manos, pero él no respondió.Porque en lo más profundo de su ser, sabía que Aisha estaba en peligro.Por otro lado, Skiller permanecía junto a la cama de Daesa, quien des
cont.Luciano: —Es algo inevitable, Varek. Sería peor que vivieras a merced de tus hermanos. Aisha… Ella lleva en sí un poder peligroso, es la llave para revivir a tu verdadero padre. Su sacrificio es el único modo de sellar su destino.Las palabras de Luciano cayeron como un golpe, vaciando el aire en la habitación. La tensión alcanzó su punto máximo, un silencio ensordecedor se apoderó del lugar mientras Varek intentaba procesar lo que acababa de escuchar. Sus manos temblaron, cerrándose en puños mientras un torrente de emociones —furia, impotencia, traición— lo ahogaba.Para Aisha que escuchaba todo, las cadenas eran lo de menos. El verdadero tormento era saber que Varek había callado, que Skiller no llegaba, que Sanathiel... tal vez nunca la encontraría. Pero ella no era alguien que se rompía con facilidad. Nunca lo fue."Varek: —¿Un propósito? ¿La condenarás? No puedo permitirlo.Los ojos de Luciano permanecieron clavados en él, inquebrantables, como si las palabras de su hijo fue
«Las emociones humanas son el armazón perfecto para difuminar nuestras pasiones, demostrando que en cada fase aprendemos, nos reprendemos y seguimos siendo prisioneros de ellas.»Después de años confinados en las sombras, la luz del mundo exterior se presentaba como un nuevo amanecer para el pueblo Nevri. Habíamos soportado generaciones de oscuridad, y la esperanza de algo diferente se alzaba sobre nuestras cicatrices. Pero el precio de la libertad no era sencillo; estaba teñido de sacrificios y de la sangre de aquellos que se atrevieron a soñar con un futuro distinto.“Es hora de ascender, mi pueblo Nevri”, proclamó Salomón, su voz resonando como un eco de liderazgo que se grababa en nuestras almas. Desde la ladera de un túnel abandonado, vigilábamos a quienes merodeaban por las inmediaciones: hombres vestidos de negro, armados, alerta, como sombras que habitaban el crepúsculo. El aire se llenaba de tensión, y nuestros sentidos, afinados por generaciones de cacería, captaban cada mov
Los ecos en el túnel amplificaban cada sonido, envolviendo el ambiente en un velo de inquietud. El goteo constante del agua era como el tictac de un reloj que contaba los últimos segundos antes del desastre. El aire, espeso y cargado de humedad, olía a metal oxidado, sangre y muerte inminente.Dimitri lideraba a su equipo, avanzando con pasos firmes, pero su mandíbula tensa delataba que incluso él sentía la amenaza latente que los acechaba. Un crujido, seguido del raspar de garras contra la piedra, interrumpió el silencio. Los soldados intercambiaron miradas nerviosas, hasta que un rugido ensordecedor rompió la calma.—¡AGHH! — El grito desgarrador de uno de los soldados resonó como una sentencia. Antes de que Dimitri pudiera reaccionar, una sombra salió disparada desde la penumbra, derribando al hombre en un abrir y cerrar de ojos.La figura grotesca que emergió del túnel era más bestia que hombre, con ojos ardientes de rabia y colmillos bañados en sangre. Dimitri, observando la esce
Aisha observaba el tiempo pasar desde el interior del vehículo cerrado. El calor la rodeaba como un abrazo incómodo, aumentando su ansiedad. Sanathiel aún no regresaba, y la reciente experiencia en la sala de castigo mantenía sus pensamientos en un constante torbellino. Dio un sorbo de agua y, sintiendo la necesidad de tomar aire, decidió bajar del auto.El aire sofocante del exterior no alivió su inquietud. Apenas había cerrado la puerta cuando un hombre de traje negro se materializó frente a ella, como si hubiese salido de la nada.—Es su turno, señorita.Aisha lo miró con cautela. Su presencia era desconcertante, y aunque intuía que podría tratarse de una trampa, su necesidad de respuestas era más fuerte. Cuando él extendió la mano hacia ella, su instinto se activó; lo golpeó con fuerza en el rostro, pero el hombre se desintegró en cenizas ante sus ojos, dejando un dulce aroma en el aire.—Aisha…El susurro de su nombre la estremeció. Aquella voz le recordó a Rasen. Con la determin
A poca distancia, en la puerta número cuatro, el equipo liderado por Nikolái Velona, uno de los hijos mayores de la casa Velona, se preparaba para avanzar. Equipados con armas de alta tecnología y dispositivos de detección de movimiento, sus pasos resonaban como un eco de tensión contenida en las paredes rugosas del túnel. Nikolái, de mirada penetrante y palabras escasas, levantó la mano para detener al grupo.—¡Estén atentos! —ordenó en voz baja, sus linternas LED iluminando el camino cubierto de musgo y humedad.El frío y el olor metálico del túnel parecían devorar su determinación, pero no retrocederían. Un ruido sordo resonó a lo lejos, y el detector de movimiento de uno de los soldados comenzó a parpadear frenéticamente.—Alguien viene — susurró uno de los hombres, tenso.Nikolái señaló al equipo para tomar posiciones defensivas. Entonces, una figura tambaleante emergió de las sombras: Lionel, con su ropa empapada de sangre, los pasos vacilantes y el rostro al borde del colapso.
El rugido de las bestias resonaba con furia en los túneles, mezclándose con el eco de disparos y gritos. Nikolái Velona, con la mirada afilada como un cuchillo, evaluó la situación con rapidez. El aire estaba cargado de adrenalina, y cada segundo que pasaba los acercaba más al borde de la destrucción.—¡Reagruparse! ¡Nos retiramos en cinco minutos! ¡Aseguren la salida! — ordenó, su voz firme cortando el caos como una hoja.Los soldados, entrenados para estas situaciones, formaron un perímetro defensivo con movimientos precisos. Sus armas, diseñadas para aniquilar a las criaturas, rugían con un estruendo ensordecedor, manteniendo a las bestias a raya.Aisha, con la espada en alto y una mirada decidida, se mantuv
«Mi conciencia intranquila agitaba mis emociones como un huracán, desafiando el equilibrio que creía haber alcanzado. Palabras susurradas que contradecían las mías evocaban un final que no podía ignorar.»El grito de Salomón retumbó en los túneles oscuros, rebotando entre las paredes húmedas y cubiertas de musgo.—¡SANATHIEL!Su voz cortó el aire, llamando tanto a los vivos como a las sombras que los acechaban.Las bestias, como una ola deforme, se precipitaron hacia él, moviéndose con una rapidez inquietante. Sus ojos, resplandeciendo con una ferocidad inhumana, no se apartaron de su objetivo. Pero Salomón permaneció inmóvil, su postura firme como una roca