"En un mundo donde los gritos son ahogados por el rugido de los lobos y el eco de las flechas, la verdadera batalla no era entre cazadores y licántropos, sino entre el miedo y la esperanza de quienes aún creían en la redención."
La luna llena colgaba alta en el cielo, su luz espectral bañando el bosque en un plateado inquietante. El aire estaba cargado con una tensión casi palpable, como si el mundo mismo contuviera la respiración. Zaira, empujada por su instinto, cruzó una vez más el límite prohibido, pero esta vez, no imaginaba que un lobo acechaba entre los suyos.Ibrahim caminaba unos pasos detrás de ella, su semblante era tan frío como la hoja de su espada. A cada paso, el ruido de sus botas sobre las hojas secas se sincronizaba con los latidos del corazón de Zaira, que no sospechaba el peligro.—¿Qué haces aquí, Ibrahim? —preguntó Zaira, deteniéndose al borde del río crecido.Ibrahim esbozó una sonrisa calculadora y respondió con calma: —Asegurándose de que todos cumplamos nuestro papel, Zaira.Antes de que pudiera reaccionar, Ibrahim la empujó hacia el torrente de agua embravecida. La caída fue rápida y violenta. El frío del agua mordió su piel, mientras la corriente la arrastraba sin piedad, golpeándo
La bruma de la madrugada envolvía el campamento, ahogando el aire con una mezcla de humedad y tensión. Cada rincón parecía cargado de secretos, cada sombra ocultaba traiciones a punto de revelarse. Zaira caminaba con pasos firmes junto a Sanathiel, pero su mente era un torbellino. La imagen de la medalla lunar y la advertencia de la bruja seguían grabadas en su memoria, como una marca que no podía borrar.—Necesito tiempo para pensar, —murmuró, soltando la mano de Sanathiel al entrar en el campamento.Sanathiel la observó mientras se alejaba. La chispa de frialdad en su mirada lo preocupaba, pero sabía que presionarla solo la alejaría más. Girándose hacia Salomón, que lo esperaba a unos pasos, asintió con gravedad.—Sigue vigilando. Algo no encaja, y no podemos permitir más errores.Mientras tanto, Ibrahim se encontraba en el corazón del campamento, urdiendo sus próximos movimientos. Su mirada estaba fija en Steven, quien, aunque reticente, parecía dispuesto a colaborar.—Los lobos es
El cielo nocturno se cubría de nubes oscuras, con la luna apenas visible tras los velos de sombras. El campamento de los Nevri estaba en un silencio inquietante, roto solo por el crujir de las ramas bajo los pasos apresurados de Zaira. Su mente era un torbellino, cada pensamiento un recordatorio de las advertencias de la bruja y de las consecuencias de lo que estaba a punto de hacer.Sanathiel apareció de repente, su figura imponente recortada contra la penumbra. La tensión en su rostro era palpable.—Zaira, detente, —ordenó con un tono cargado de autoridad, pero también de preocupación.Zaira se detuvo en seco, sin girarse hacia él. La frialdad en su voz fue como una daga al responder:—Sanathiel, no hay tiempo para preguntas. Debo regresar al campamento.La desconfianza lo invadió. Dio un paso adelante y la tomó del brazo, obligándola a enfrentarlo.—Si algo está mal, dímelo. Te protegeré, Zaira, incluso si eso significa enfrentarlo todo, —dijo, con los ojos ardiendo con un brillo i
La luna roja dominaba el cielo, bañando el bosque con un resplandor carmesí que intensificaba cada sombra y despertaba los instintos más primitivos. El aire era pesado, cargado con el aroma metálico de la sangre y el eco de los gritos de guerra. Sanathiel permanecía de pie entre las ruinas del campamento, su cuerpo tensado, sus ojos dorados brillando con un fuego que oscilaba entre la furia y el dolor.—¡No puedo confiar en ti! —rugió Salomón, con la voz desgarrada por la desesperación—. Zaira… ella me pidió que te apartara de la manada.Sanathiel se detuvo en seco, como si sus palabras fueran un golpe físico. El peso de la traición era casi insoportable.—¿Zaira...? —susurró, el nombre saliendo de sus labios como un lamento.Salomón bajó la mirada, incapaz de sostener el contacto visual.—Ella conoció a la bruja. Vio cosas que ninguno de nosotros comprende. Dice que si tomas el liderazgo… si no logras dominar tu poder, los Nevri se convertirán en monstruos.La expresión de Sanathiel
El silencio que siguió fue ensordecedor. Algunos cazadores bajaron sus arcos, sus rostros llenos de dudas, pero Falco mantuvo su postura. Su mirada fría encontró la de Zaira, y con un tono cargado de veneno, respondió:—Esto no ha terminado.Ordenó la retirada, pero no antes de lanzar una última advertencia:—Nos veremos pronto, Zaira. Y entonces, no habrá salvación para ti ni para tus preciados Nevri.Mientras los cazadores se retiraban, Zaira ayudó a Salomón a levantarse. Su cuerpo estaba cubierto de cicatrices y su respiración era pesada.—¿Estás bien? —preguntó, su voz suave pero llena de preocupación.Salomón asintió lentamente, sus ojos encontrando los de Zaira.—Gracias, Zaira. No sé cómo podré pagarte esto.Ella le dedicó una sonrisa cansada, pero llena de una extraña serenidad.—No tienes que hacerlo. Solo prométeme que encontraremos una manera de evitar esta guerra.Salomón sostuvo su mirada por un momento antes de asentir con solemnidad.Sin embargo, la tranquilidad fue efí
El aire estaba impregnado de una quietud ominosa, como si el tiempo se hubiese detenido. A lo lejos, los ecos de la batalla se desvanecían, pero en este lugar, un santuario perdido entre las sombras, la lucha no había llegado. Era un rincón que escondía más que secretos: aquí convergían pasados rotos y futuros inciertos.Transición al presenteHan pasado años desde que los Nevri se dispersaron, desde que Ibrahim desapareció entre las sombras llevándose consigo el cuerpo de Zaira. El mundo había cambiado, pero algunas heridas nunca cicatrizan. Ahora, los ecos de ese pasado volvían a retumbar en el presente, buscando la resolución que el tiempo se negó a brindar.Aisha, siguiendo los vestigios de historias y fragmentos de una profecía olvidada, llegó a un recinto perdido perteneciente a la comunidad de los trece, en el corazón de un bosque cubierto por niebla. Su búsqueda no era casual, sino impulsada por un llamado que sentía en lo más profundo de su ser, como si algo o alguien la estu
Pasé tanto tiempo sin ver mi propio reflejo que, cuando lo hice, no reconocí al hombre en el espejo. Lo que vi no era más que una sombra del joven doctor que alguna vez fui. Entonces, mi único objetivo era servir a la Comunidad de los Trece, pero esos días de ambición quedaron enterrados bajo las cenizas del arrepentimiento.La última vez que vi mi rostro en aquel reflejo roto, tomé una decisión que cambiaría mi vida para siempre: visité la planta intermedia de los laboratorios, un lugar que existía en el límite entre la ciencia y la monstruosidad.Mi tarea era ambiciosa: desarrollar un tratamiento en la “Unidad de Células Especiales” que detendría el envejecimiento humano. Pero incluso entonces sabía que mi verdadera misión era mucho más oscura.Fue allí donde vi por primera vez la foto. Una imagen borrosa, casi irreconocible, de una mujer. Zaira. Su piel irradiaba vida, y sus ojos, incluso en aquella fotografía desvaída, parecían contener una humanidad que no debería estar allí.Alg
Desde el principio, lo supe. Los ojos de Aisha tenían el brillo intenso de Louis, y su rostro era un reflejo inconfundible de Zaira. Era mi sangre, mi hija. Pero ella no había crecido conmigo; había sido criada por Falco Valuare, un cazador de linaje puro. Aunque siempre mantuvo una distancia fría hacia mí, Falco la quería como si fuera suya. Sabía que protegería a Aisha de cualquier amenaza, incluso de mí.—Ve a jugar un rato, Aisha, —le dijo Falco con una sonrisa cálida—. En un momento saldremos por los helados que prometí.Cuando ella se fue, cerró la puerta con cuidado y me miró directamente, su rostro adoptando una expresión grave.—¿Esa niña es tu hija? —preguntó, manteniendo la vista fija en la taza de café.Respiré profundamente antes de responder.—Es la niña que te entregué hace años, sí. Hoy planeo llevármela.Falco frunció el ceño, sacando de su bolsillo una foto arrugada de Zaira.—Siempre pensé que Aisha se parecía a mi hermana, pero ahora veo que también tiene mucho de