El silencio que siguió fue ensordecedor. Algunos cazadores bajaron sus arcos, sus rostros llenos de dudas, pero Falco mantuvo su postura. Su mirada fría encontró la de Zaira, y con un tono cargado de veneno, respondió:—Esto no ha terminado.Ordenó la retirada, pero no antes de lanzar una última advertencia:—Nos veremos pronto, Zaira. Y entonces, no habrá salvación para ti ni para tus preciados Nevri.Mientras los cazadores se retiraban, Zaira ayudó a Salomón a levantarse. Su cuerpo estaba cubierto de cicatrices y su respiración era pesada.—¿Estás bien? —preguntó, su voz suave pero llena de preocupación.Salomón asintió lentamente, sus ojos encontrando los de Zaira.—Gracias, Zaira. No sé cómo podré pagarte esto.Ella le dedicó una sonrisa cansada, pero llena de una extraña serenidad.—No tienes que hacerlo. Solo prométeme que encontraremos una manera de evitar esta guerra.Salomón sostuvo su mirada por un momento antes de asentir con solemnidad.Sin embargo, la tranquilidad fue efí
El aire estaba impregnado de una quietud ominosa, como si el tiempo se hubiese detenido. A lo lejos, los ecos de la batalla se desvanecían, pero en este lugar, un santuario perdido entre las sombras, la lucha no había llegado. Era un rincón que escondía más que secretos: aquí convergían pasados rotos y futuros inciertos.Transición al presenteHan pasado años desde que los Nevri se dispersaron, desde que Ibrahim desapareció entre las sombras llevándose consigo el cuerpo de Zaira. El mundo había cambiado, pero algunas heridas nunca cicatrizan. Ahora, los ecos de ese pasado volvían a retumbar en el presente, buscando la resolución que el tiempo se negó a brindar.Aisha, siguiendo los vestigios de historias y fragmentos de una profecía olvidada, llegó a un recinto perdido perteneciente a la comunidad de los trece, en el corazón de un bosque cubierto por niebla. Su búsqueda no era casual, sino impulsada por un llamado que sentía en lo más profundo de su ser, como si algo o alguien la estu
Pasé tanto tiempo sin ver mi propio reflejo que, cuando lo hice, no reconocí al hombre en el espejo. Lo que vi no era más que una sombra del joven doctor que alguna vez fui. Entonces, mi único objetivo era servir a la Comunidad de los Trece, pero esos días de ambición quedaron enterrados bajo las cenizas del arrepentimiento.La última vez que vi mi rostro en aquel reflejo roto, tomé una decisión que cambiaría mi vida para siempre: visité la planta intermedia de los laboratorios, un lugar que existía en el límite entre la ciencia y la monstruosidad.Mi tarea era ambiciosa: desarrollar un tratamiento en la “Unidad de Células Especiales” que detendría el envejecimiento humano. Pero incluso entonces sabía que mi verdadera misión era mucho más oscura.Fue allí donde vi por primera vez la foto. Una imagen borrosa, casi irreconocible, de una mujer. Zaira. Su piel irradiaba vida, y sus ojos, incluso en aquella fotografía desvaída, parecían contener una humanidad que no debería estar allí.Alg
Desde el principio, lo supe. Los ojos de Aisha tenían el brillo intenso de Louis, y su rostro era un reflejo inconfundible de Zaira. Era mi sangre, mi hija. Pero ella no había crecido conmigo; había sido criada por Falco Valuare, un cazador de linaje puro. Aunque siempre mantuvo una distancia fría hacia mí, Falco la quería como si fuera suya. Sabía que protegería a Aisha de cualquier amenaza, incluso de mí.—Ve a jugar un rato, Aisha, —le dijo Falco con una sonrisa cálida—. En un momento saldremos por los helados que prometí.Cuando ella se fue, cerró la puerta con cuidado y me miró directamente, su rostro adoptando una expresión grave.—¿Esa niña es tu hija? —preguntó, manteniendo la vista fija en la taza de café.Respiré profundamente antes de responder.—Es la niña que te entregué hace años, sí. Hoy planeo llevármela.Falco frunció el ceño, sacando de su bolsillo una foto arrugada de Zaira.—Siempre pensé que Aisha se parecía a mi hermana, pero ahora veo que también tiene mucho de
Darían había ascendido en la Comunidad de los Trece gracias a su astucia, intelecto y una falta de escrúpulos que lo convertían en una figura temida y respetada. A través de los Protectores, la élite de guerreros de la Comunidad, mantenía su influencia y aseguraba su lugar en un sistema donde la traición era moneda corriente.Durante una reunión del Consejo, Lucius Björn, uno de los miembros más influyentes, lanzó una indirecta cargada de desdén.—Doctor Darían, los informes sobre el desempeño de los Protectores son... intrigantes. Parece que incluso las sombras siguen sus órdenes.Darian respondió con su característico tono calmado, pero con una mirada afilada.—La estabilidad es el pilar de nuestra existencia, Lucius. Mis Protectores sólo reflejan el compromiso que todos deberíamos compartir.Aunque los murmullos de aprobación recorrieron la sala, Darian sabía que cada palabra dicha allí era un arma, y cada mirada, una amenaza velada.Tras la reunión, Darian regresó a su estudio, do
La primera gala de debut de Varek no solo marcaba su presentación oficial ante la Comunidad de los Trece, sino también una demostración de las habilidades que su linaje había cultivado con esmero. Bajo las luces doradas y el murmullo de música clásica, los líderes de las Casas observaban cada uno de sus movimientos, evaluándolo como si fuera una pieza en un tablero de ajedrez.Dean Björn, consejero influyente y conocido por su sarcasmo afilado, levantó su copa mientras fijaba sus ojos en Varek.—Primera gala en la que debutas, Varek. Dime, ¿qué se siente ser el centro de atención? —preguntó, sus palabras cargadas de una ironía cuidadosamente velada—. Comitas patris tui (como tu padre).Varek mantuvo su mirada firme, pero sus labios apenas se curvaron en una mueca de desafío mientras levantaba su propia copa.—Nu sunt tatăl tău (no soy tu padre) —respondió en voz baja, con una seguridad implacable.En otro rincón de la mansión, Aisha observaba la fiesta desde un balcón, ajena al bullic
Aisha ajustó la hebilla de su uniforme frente al espejo, observando cómo el reflejo devolvía una sonrisa tensa y ensayada. Con cada respiración, intentaba calmar el torbellino de emociones que la consumía. La invitación a la oficina del director no había sido inesperada, pero encontrar allí a su padre, Darían, fue un golpe que no estaba preparada para recibir.—La esperan, señorita Aisha —anunció la secretaria con un gesto profesional.Entró al despacho, obligándose a mantener la calma como lo había practicado. Darían estaba sentado junto al escritorio, con una taza de café en una mano y una pila de documentos en la otra. Su semblante frío y calculador contrastaba con las palabras que pronunció al verla.—Aisha… “Mi hija”El tono casi cálido de su voz era desconcertante. Aisha, sorprendida, apretó los puños y se obligó a responder con cortesía.—Es una agradable sorpresa verlo, padre, después de tanto tiempo.Darían, dejó la taza en la mesa y deslizó un conjunto de documentos hacia el
Esa noche, mientras dormía en su abrazo, se permitió por un momento imaginar una vida diferente, lejos de las intrigas de su padre y las sombras de Ibrahim. Pero al despertar, la realidad la golpeó con fuerza. Ibrahim la esperaba, como siempre, con su enigmática sonrisa y una rosa azul en la mano.—¿No te cansas de aparecer en los momentos más inoportunos? —le espetó Aisha, arrebatándole la flor. —Es mi talento especial —respondió él con su tono burlón habitual—. Pero estoy aquí por algo importante.Ibrahim se acercó, reduciendo la distancia entre ambos hasta hacerla casi incómoda. El aire entre ellos se volvió pesado. Aisha sintió la urgencia de retroceder, pero no lo haría. No frente a él.—Aisha, la misión de la Luna Roja no es solo un encargo. Es tu destino, y en él está entrelazada la sombra de tu madre y el legado de tu padre.—¿De qué estás hablando? —preguntó Aisha, apartando su mano con desagrado.—Tu madre enfrentó decisiones similares, pero lo hizo con una fuerza que tú aú