Desde el principio, lo supe. Los ojos de Aisha tenían el brillo intenso de Louis, y su rostro era un reflejo inconfundible de Zaira. Era mi sangre, mi hija. Pero ella no había crecido conmigo; había sido criada por Falco Valuare, un cazador de linaje puro. Aunque siempre mantuvo una distancia fría hacia mí, Falco la quería como si fuera suya. Sabía que protegería a Aisha de cualquier amenaza, incluso de mí.—Ve a jugar un rato, Aisha, —le dijo Falco con una sonrisa cálida—. En un momento saldremos por los helados que prometí.Cuando ella se fue, cerró la puerta con cuidado y me miró directamente, su rostro adoptando una expresión grave.—¿Esa niña es tu hija? —preguntó, manteniendo la vista fija en la taza de café.Respiré profundamente antes de responder.—Es la niña que te entregué hace años, sí. Hoy planeo llevármela.Falco frunció el ceño, sacando de su bolsillo una foto arrugada de Zaira.—Siempre pensé que Aisha se parecía a mi hermana, pero ahora veo que también tiene mucho de
Darían había ascendido en la Comunidad de los Trece gracias a su astucia, intelecto y una falta de escrúpulos que lo convertían en una figura temida y respetada. A través de los Protectores, la élite de guerreros de la Comunidad, mantenía su influencia y aseguraba su lugar en un sistema donde la traición era moneda corriente.Durante una reunión del Consejo, Lucius Björn, uno de los miembros más influyentes, lanzó una indirecta cargada de desdén.—Doctor Darían, los informes sobre el desempeño de los Protectores son... intrigantes. Parece que incluso las sombras siguen sus órdenes.Darian respondió con su característico tono calmado, pero con una mirada afilada.—La estabilidad es el pilar de nuestra existencia, Lucius. Mis Protectores sólo reflejan el compromiso que todos deberíamos compartir.Aunque los murmullos de aprobación recorrieron la sala, Darian sabía que cada palabra dicha allí era un arma, y cada mirada, una amenaza velada.Tras la reunión, Darian regresó a su estudio, do
La primera gala de debut de Varek no solo marcaba su presentación oficial ante la Comunidad de los Trece, sino también una demostración de las habilidades que su linaje había cultivado con esmero. Bajo las luces doradas y el murmullo de música clásica, los líderes de las Casas observaban cada uno de sus movimientos, evaluándolo como si fuera una pieza en un tablero de ajedrez.Dean Björn, consejero influyente y conocido por su sarcasmo afilado, levantó su copa mientras fijaba sus ojos en Varek.—Primera gala en la que debutas, Varek. Dime, ¿qué se siente ser el centro de atención? —preguntó, sus palabras cargadas de una ironía cuidadosamente velada—. Comitas patris tui (como tu padre).Varek mantuvo su mirada firme, pero sus labios apenas se curvaron en una mueca de desafío mientras levantaba su propia copa.—Nu sunt tatăl tău (no soy tu padre) —respondió en voz baja, con una seguridad implacable.En otro rincón de la mansión, Aisha observaba la fiesta desde un balcón, ajena al bullic
Aisha ajustó la hebilla de su uniforme frente al espejo, observando cómo el reflejo devolvía una sonrisa tensa y ensayada. Con cada respiración, intentaba calmar el torbellino de emociones que la consumía. La invitación a la oficina del director no había sido inesperada, pero encontrar allí a su padre, Darían, fue un golpe que no estaba preparada para recibir.—La esperan, señorita Aisha —anunció la secretaria con un gesto profesional.Entró al despacho, obligándose a mantener la calma como lo había practicado. Darían estaba sentado junto al escritorio, con una taza de café en una mano y una pila de documentos en la otra. Su semblante frío y calculador contrastaba con las palabras que pronunció al verla.—Aisha… “Mi hija”El tono casi cálido de su voz era desconcertante. Aisha, sorprendida, apretó los puños y se obligó a responder con cortesía.—Es una agradable sorpresa verlo, padre, después de tanto tiempo.Darían, dejó la taza en la mesa y deslizó un conjunto de documentos hacia el
Esa noche, mientras dormía en su abrazo, se permitió por un momento imaginar una vida diferente, lejos de las intrigas de su padre y las sombras de Ibrahim. Pero al despertar, la realidad la golpeó con fuerza. Ibrahim la esperaba, como siempre, con su enigmática sonrisa y una rosa azul en la mano.—¿No te cansas de aparecer en los momentos más inoportunos? —le espetó Aisha, arrebatándole la flor. —Es mi talento especial —respondió él con su tono burlón habitual—. Pero estoy aquí por algo importante.Ibrahim se acercó, reduciendo la distancia entre ambos hasta hacerla casi incómoda. El aire entre ellos se volvió pesado. Aisha sintió la urgencia de retroceder, pero no lo haría. No frente a él.—Aisha, la misión de la Luna Roja no es solo un encargo. Es tu destino, y en él está entrelazada la sombra de tu madre y el legado de tu padre.—¿De qué estás hablando? —preguntó Aisha, apartando su mano con desagrado.—Tu madre enfrentó decisiones similares, pero lo hizo con una fuerza que tú aú
El viaje fue largo y extenuante. Cuando Falco apareció, su presencia no trajo consuelo, sino una confirmación de que las amenazas eran reales y mucho más cercanas de lo que imaginaba.—Aisha, no tienes tiempo. Zaira no puede seguir donde está escondida. Si Darían descubre lo que planeas… —dijo Falco, su tono grave.—Ya no se trata de lo que él descubra. Es lo que estoy dispuesta a hacer —respondió Aisha, su voz helada como el viento de la madrugada. Sus manos, apretadas en puños a los lados, revelaban la determinación que ardía en su interior, mientras su mirada se mantenía fija en el horizonte, como si buscara el camino que debía tomar.Falco la observó en silencio, reconociendo en ella el mismo fuego que había visto en Zaira años atrás.En el internado, Varek enfrentaba su propia tormenta. La idea de perder a Aisha lo devoraba lentamente, y las palabras de su padre, Luciano, resonaban en su mente como un eco persistente.—"Si no puedes recorrer el camino junto a aquello que amas, en
La tormenta rugía con una furia que parecía brotar de los mismos abismos. Truenos retumbaban sobre el claro del bosque, haciendo eco de un destino ineludible. Luciano Kerens, arrodillado, sentía el barro frío y la sangre empapando sus rodillas. Frente a él, un altar de piedra oscura se alzaba, cubierto de símbolos arcanos y rodeado por cenizas de antiguos sacrificios. La niebla giraba a su alrededor, como si el aire estuviera impregnado de la maldad que él mismo había convocado.Luciano alzó la vista hacia el cielo, cargado de nubes. Su pecho ardía con una mezcla de temor y determinación. El apellido “Kerens” pesaba en su mente, un nombre que había tomado en honor a su amigo Moira, su único lazo verdadero en un mundo lleno de traiciones. Ambos, huérfanos de guerra, habían sobrevivido juntos. Moira, su hermano de alma, y quien ahora yacía perdido, castigado por una culpa que no le correspondía del todo.El aire se tensó, y en medio del vacío, el demonio apareció. Su figura era una amal
La luna llena se alzaba sobre el horizonte, bañando el bosque con su luz pálida. Las sombras se alargaban entre los árboles, creando figuras que parecían moverse por sí solas. El aire estaba cargado, denso, como si algo ominoso estuviera por ocurrir. En el centro de esa quietud aterradora, Luciano Kerens caminaba con paso firme, sus pensamientos pesados como la oscuridad que lo rodeaba.Había llegado el momento.El frío mordía su piel, pero eso era lo de menos. Lo que realmente sentía era el peso del pacto que había hecho, el pacto que había sellado su destino y el de sus hijos. La marca que el demonio le había grabado en la piel aún ardía, recordándole que no había escapatoria. Sus ojos, apagados por el paso del tiempo y las atrocidades que había cometido, buscaban entre las sombras el altar de piedra que lo había traído hasta aquí.Cuando finalmente lo encontró, el lugar no había cambiado. Las piedras, gastadas por el tiempo, seguían impregnadas del mismo poder oscuro que había senti