"No hay victoria sin sacrificios; no hay sacrificios sin consecuencias."
"El Despertar de la Cazadora"Sumergida en la inmensidad aún no explorada del bosque, Zaira decidió adentrarse sola, dejando atrás el grupo bajo el liderazgo del severo Ibrahim. Aunque las advertencias resonaban en su mente, el impulso de demostrar su valía como cazadora la empujaba hacia lo desconocido.La luz del amanecer apenas atravesaba las copas de los árboles, y los sonidos del bosque la envolvían: crujidos de ramas, aullidos lejanos y el susurro del viento. Su arco se tensó al escuchar un movimiento entre los arbustos, pero era solo un conejo que salió corriendo, aterrorizado.—Siempre buscando problemas, Zaira, —murmuró Zero desde lo alto de un árbol, observando sus movimientos.Mientras tanto,
—No, no puedes, —dijo Zaira con una leve sonrisa, agradeciendo en silencio su apoyo.Antes de dar un paso hacia el bosque, Zero tomó su brazo.—Entonces no lo hagas sola. No seré Lucas, ni el compañero que querías, pero no pienso dejarte enfrentar esto sin ayuda.Zaira lo miró, sorprendida por su ofrecimiento. Aunque sabía que Zero tenía razón, la idea de cargar con otra posible pérdida la atormentaba.—Zero, no tienes que hacer esto.—No es por obligación, Zaira, es porque quiero hacerlo. Si hay algo que acecha ahí fuera, enfrentarlo juntos será más fácil que hacerlo separados.
"Sanathiel: Pactos Bajo la Luna"Zaira, decidida a descubrir más sobre el misterioso vínculo entre los licántropos y los cazadores, cruzó una vez más el límite prohibido. Llevaba consigo una canasta de frutas y carne, como había hecho durante las últimas semanas. Su corazón latía con fuerza; no era solo el temor a los peligros del bosque, sino también la intriga que la bestia sin nombre, despertaba en ella.Mientras dejaba la canasta bajo un viejo roble, una voz profunda resonó detrás de ella.—Eres persistente, cazadora. ¿Realmente crees que un poco de fruta y carne cambiará siglos de odio?Zaira giró bruscamente, encontrándose con un hombre cubierto de pieles de oso. Su cabello rubio reflejaba los rayos plateados de la luna, y sus ojos dorados brillaban como si pudieran leer su alma. Junto a él estaba el lobo negro, Salomón, quien la observaba con desconfianza, su silueta oscura y robusta contrastando con la serenidad de aquel hombre, al que llamo:—¡Sanathiel!—No espero cambiar nad
La luna llena colgaba alta en el cielo, su luz espectral bañando el bosque en un plateado inquietante. El aire estaba cargado con una tensión casi palpable, como si el mundo mismo contuviera la respiración. Zaira, empujada por su instinto, cruzó una vez más el límite prohibido, pero esta vez, no imaginaba que un lobo acechaba entre los suyos.Ibrahim caminaba unos pasos detrás de ella, su semblante era tan frío como la hoja de su espada. A cada paso, el ruido de sus botas sobre las hojas secas se sincronizaba con los latidos del corazón de Zaira, que no sospechaba el peligro.—¿Qué haces aquí, Ibrahim? —preguntó Zaira, deteniéndose al borde del río crecido.Ibrahim esbozó una sonrisa calculadora y respondió con calma: —Asegurándose de que todos cumplamos nuestro papel, Zaira.Antes de que pudiera reaccionar, Ibrahim la empujó hacia el torrente de agua embravecida. La caída fue rápida y violenta. El frío del agua mordió su piel, mientras la corriente la arrastraba sin piedad, golpeándo
La bruma de la madrugada envolvía el campamento, ahogando el aire con una mezcla de humedad y tensión. Cada rincón parecía cargado de secretos, cada sombra ocultaba traiciones a punto de revelarse. Zaira caminaba con pasos firmes junto a Sanathiel, pero su mente era un torbellino. La imagen de la medalla lunar y la advertencia de la bruja seguían grabadas en su memoria, como una marca que no podía borrar.—Necesito tiempo para pensar, —murmuró, soltando la mano de Sanathiel al entrar en el campamento.Sanathiel la observó mientras se alejaba. La chispa de frialdad en su mirada lo preocupaba, pero sabía que presionarla solo la alejaría más. Girándose hacia Salomón, que lo esperaba a unos pasos, asintió con gravedad.—Sigue vigilando. Algo no encaja, y no podemos permitir más errores.Mientras tanto, Ibrahim se encontraba en el corazón del campamento, urdiendo sus próximos movimientos. Su mirada estaba fija en Steven, quien, aunque reticente, parecía dispuesto a colaborar.—Los lobos es
El cielo nocturno se cubría de nubes oscuras, con la luna apenas visible tras los velos de sombras. El campamento de los Nevri estaba en un silencio inquietante, roto solo por el crujir de las ramas bajo los pasos apresurados de Zaira. Su mente era un torbellino, cada pensamiento un recordatorio de las advertencias de la bruja y de las consecuencias de lo que estaba a punto de hacer.Sanathiel apareció de repente, su figura imponente recortada contra la penumbra. La tensión en su rostro era palpable.—Zaira, detente, —ordenó con un tono cargado de autoridad, pero también de preocupación.Zaira se detuvo en seco, sin girarse hacia él. La frialdad en su voz fue como una daga al responder:—Sanathiel, no hay tiempo para preguntas. Debo regresar al campamento.La desconfianza lo invadió. Dio un paso adelante y la tomó del brazo, obligándola a enfrentarlo.—Si algo está mal, dímelo. Te protegeré, Zaira, incluso si eso significa enfrentarlo todo, —dijo, con los ojos ardiendo con un brillo i
La luna roja dominaba el cielo, bañando el bosque con un resplandor carmesí que intensificaba cada sombra y despertaba los instintos más primitivos. El aire era pesado, cargado con el aroma metálico de la sangre y el eco de los gritos de guerra. Sanathiel permanecía de pie entre las ruinas del campamento, su cuerpo tensado, sus ojos dorados brillando con un fuego que oscilaba entre la furia y el dolor.—¡No puedo confiar en ti! —rugió Salomón, con la voz desgarrada por la desesperación—. Zaira… ella me pidió que te apartara de la manada.Sanathiel se detuvo en seco, como si sus palabras fueran un golpe físico. El peso de la traición era casi insoportable.—¿Zaira...? —susurró, el nombre saliendo de sus labios como un lamento.Salomón bajó la mirada, incapaz de sostener el contacto visual.—Ella conoció a la bruja. Vio cosas que ninguno de nosotros comprende. Dice que si tomas el liderazgo… si no logras dominar tu poder, los Nevri se convertirán en monstruos.La expresión de Sanathiel
El silencio que siguió fue ensordecedor. Algunos cazadores bajaron sus arcos, sus rostros llenos de dudas, pero Falco mantuvo su postura. Su mirada fría encontró la de Zaira, y con un tono cargado de veneno, respondió:—Esto no ha terminado.Ordenó la retirada, pero no antes de lanzar una última advertencia:—Nos veremos pronto, Zaira. Y entonces, no habrá salvación para ti ni para tus preciados Nevri.Mientras los cazadores se retiraban, Zaira ayudó a Salomón a levantarse. Su cuerpo estaba cubierto de cicatrices y su respiración era pesada.—¿Estás bien? —preguntó, su voz suave pero llena de preocupación.Salomón asintió lentamente, sus ojos encontrando los de Zaira.—Gracias, Zaira. No sé cómo podré pagarte esto.Ella le dedicó una sonrisa cansada, pero llena de una extraña serenidad.—No tienes que hacerlo. Solo prométeme que encontraremos una manera de evitar esta guerra.Salomón sostuvo su mirada por un momento antes de asentir con solemnidad.Sin embargo, la tranquilidad fue efí