El aire pesado de la oficina de Dimitri Snova reflejaba la opresión que él mismo proyectaba. Como nuevo director de los protectores, su influencia resonaba en cada rincón del internado, donde los futuros servidores de la Comunidad de los Trece eran entrenados. Dimitri, con una sonrisa pérfida, observó cómo Aisha ingresaba en su despacho sin invitación, su silueta oculta bajo una bufanda que apenas dejaba entrever su determinación.—Si has venido a interceder por Varek, espero que te quites esa bufanda, —dijo Dimitri con un tono burlón—. Supongo que eres la hija de Darían, ¿no?Dimitri se levantó de su asiento, rodeándola lentamente como un depredador estudiando a su presa. Sus ojos escaneaban cada detalle de la joven mientras ella permanecía inmóvil, con los puños apretados.—Rubia, de ojos claros, pero no verdes como la referencia que tengo de Aisha… —continuó, deteniéndose frente a ella.Aisha, con un movimiento decidido, se quitó la bufanda y lo enfrentó directamente.—No he venido
El suelo bajo nuestros pies se desplomó. Dimitri nos observaba desde lo alto, su risa resonando como un eco en el abismo. La oscuridad nos envolvió mientras caíamos hacia lo desconocido. Era su mundo ahora, y nosotros éramos sus piezas de juego.Aterrizamos con un estruendo en un espacio inundado, rodeados de sombras y un silencio opresivo. Una tenue luz se encendió, apenas suficiente para revelar el agua que nos llegaba a los tobillos. Al movernos, sentimos el peso de las esposas en nuestras muñecas.—Por un demonio, esto no puede ser real, —exclamó Varek, examinando fijamente las esposas—. Ishana debe estar en peligro.—No... no lo está. Confía, —traté de calmarlo, aunque mi propia voz temblaba.Arriba, en un balcón sombrío, Dimitri nos observaba fijamente. Un megáfono amplifica el sonido de su voz:—Bienvenidos, mis adorados juguetes. Aquí comienza su verdadera prueba. En este lugar, la vida y la muerte son las únicas opciones. ¿Quieren ganar su libertad? Entonces, sobrevivan. Que
Las luces verdes parpadeaban como una advertencia en las instalaciones subterráneas de Dimitri Snova. Skiller Snova, con una sonrisa cínica, se abría paso entre los cuerpos inertes de los guardias, su andar era seguro, decidido. Sabía lo que buscaba, y nada ni nadie lo detendría.Frente a él, una cámara de cristal contenía el cuerpo de Zaira, la madre de Aisha. Su piel pálida y su expresión serena parecían un eco de vida atrapado en el tiempo. Skiller rompió el cristal con un golpe certero, liberando el agua y desconectando los cables que la mantenían prisionera.—Vaya, hermano, ¿tan bajo has caído? Obsesionarte con esto... —murmuró mientras cargaba a Zaira en sus brazos.Tomando a Zaira en brazos, Skiller activó un botón oculto en la pared, desencadenando el protocolo de autodestrucción. Las alarmas comenzaron a sonar, y una serie de explosiones consumían las entrañas del lugar mientras él se retiraba con su "regalo".Horas después, Dimitri recorría los restos de sus instalaciones, s
Aisha cerró los ojos, intentando ordenar sus pensamientos. Su relación con Sanathiel seguía siendo un enigma. Había algo profundo y visceral que los unía, pero con Varek… era diferente. Él siempre había estado allí para ella, a pesar de todo, aunque ahora parecía que el abismo entre ambos era imposible de cruzar.—No tienes que quedarte, Varek —murmuró con la voz apenas audible.Varek, sin embargo, negó con la cabeza.—No lo entiendes, Aisha. No puedo simplemente irme. No mientras estés atrapada en esto.La mirada de Aisha se encontró con la de él. Ninguno dijo nada, pero ambos sabían que había algo más, algo que nunca habían tenido el valor de admitir. Sin embargo, Varek también sabía que no podía seguir viendo cómo ella sufría por decisiones ajenas.—Lo siento, Aisha... —susurró mientras se acercaba lentamente.Aisha intentó moverse, pero Varek la sostuvo con suavidad, colocando su mano sobre su frente. Sint moverse, pero Varek la sostuvo con suavidad, colocando su mano sobre su fren
Dimitri Snova observaba con frialdad la destrucción frente a él. Cristales rotos, alarmas silenciadas, y las cámaras inutilizadas contaban una historia inequívoca: Falco Valuare había estado allí. Dimitri, siempre metódico, analizaba cada detalle, buscando patrones que pudieran revelar los siguientes movimientos de su enemigo.—El cazador nunca deja cabos sueltos, pero siempre deja su marca —murmuró, mientras pasaba las imágenes distorsionadas de las pantallas.Los protectores que rodeaban a Dimitri mantenían silencio, conscientes de que cualquier interrupción podría desatar su ira. Con un gesto imperceptible de su mano, ordenó rastrear el chip implantado en Zaira. No permitiría que nada escapara a su control.En las sombras del complejo, Falco Valuare se movía con la precisión de un depredador. Cada paso estaba calculado, cada acción fría y deliberada. A corta distancia, Skiller Snova lo seguía, desactivando cámaras y sistemas de seguridad con una habilidad que rivalizaba con la del p
"El Despertar de la Cazadora"Sumergida en la inmensidad aún no explorada del bosque, Zaira decidió adentrarse sola, dejando atrás el grupo bajo el liderazgo del severo Ibrahim. Aunque las advertencias resonaban en su mente, el impulso de demostrar su valía como cazadora la empujaba hacia lo desconocido.La luz del amanecer apenas atravesaba las copas de los árboles, y los sonidos del bosque la envolvían: crujidos de ramas, aullidos lejanos y el susurro del viento. Su arco se tensó al escuchar un movimiento entre los arbustos, pero era solo un conejo que salió corriendo, aterrorizado.—Siempre buscando problemas, Zaira, —murmuró Zero desde lo alto de un árbol, observando sus movimientos.Mientras tanto,
—No, no puedes, —dijo Zaira con una leve sonrisa, agradeciendo en silencio su apoyo.Antes de dar un paso hacia el bosque, Zero tomó su brazo.—Entonces no lo hagas sola. No seré Lucas, ni el compañero que querías, pero no pienso dejarte enfrentar esto sin ayuda.Zaira lo miró, sorprendida por su ofrecimiento. Aunque sabía que Zero tenía razón, la idea de cargar con otra posible pérdida la atormentaba.—Zero, no tienes que hacer esto.—No es por obligación, Zaira, es porque quiero hacerlo. Si hay algo que acecha ahí fuera, enfrentarlo juntos será más fácil que hacerlo separados.
"Sanathiel: Pactos Bajo la Luna"Zaira, decidida a descubrir más sobre el misterioso vínculo entre los licántropos y los cazadores, cruzó una vez más el límite prohibido. Llevaba consigo una canasta de frutas y carne, como había hecho durante las últimas semanas. Su corazón latía con fuerza; no era solo el temor a los peligros del bosque, sino también la intriga que la bestia sin nombre, despertaba en ella.Mientras dejaba la canasta bajo un viejo roble, una voz profunda resonó detrás de ella.—Eres persistente, cazadora. ¿Realmente crees que un poco de fruta y carne cambiará siglos de odio?Zaira giró bruscamente, encontrándose con un hombre cubierto de pieles de oso. Su cabello rubio reflejaba los rayos plateados de la luna, y sus ojos dorados brillaban como si pudieran leer su alma. Junto a él estaba el lobo negro, Salomón, quien la observaba con desconfianza, su silueta oscura y robusta contrastando con la serenidad de aquel hombre, al que llamo:—¡Sanathiel!—No espero cambiar nad