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—No –susurró Emilia despertando, y Rubén se quedó allí, reacio a dejarla—. Por favor no –lloró ella aún con sus ojos cerrados—. No lo hagas.

—Rubén –lo llamó Adrián, preocupado y poniéndose a su lado—. De verdad… —la enfermera le tomó el brazo a Emilia para rodearlo con el tensiómetro, pero ella lo encogió hacia su pecho y abrió los ojos. Al ver a Rubén, se sentó en la camilla de golpe, bajó de ella, pero al estar mareada tropezó con una silla.

—¡Emilia! –la llamó Adrián, acercándose.

—No dejes que se me acerque –le pidió Emilia poniéndose tras él, pegando la frente en su espalda—. No dejes que me haga nada.

—¿Qué podría hacerte? –preguntó Rubén con

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