Michelle despertó con el ruido que provenía a través del intercomunicador. Tomó el aparato y bajó el volumen antes de que Laila se despertara. Quería darle al menos unos minutos más de sueño antes de que tuviera que despertarse para alimentar a la pequeña Ava, llamada así en honor a la matriarca de la familia y la mujer más admirable. Se puso de pie y se dirigió hasta la habitación de su hija antes de que los gimoteos se convirtiesen en el verdadero show. Desde que había llegado al mundo, Ava se había asegurado de dejar en claro lo fuerte que podía gritar desde su primer llanto. Su hija había nacido un par de semanas atrás. Laila había estado magnifica hasta el último segundo mientras él apenas había logrado mantenerse consciente viéndola sufrir. No sabía cómo iba a aguantar cuando llegara el momento de que Ava recibiera sus vacunas, casi se podía verse llorando tan o más fuerte que su hija. Cuando se trataba de los dos amores de su vida, no era tan fuerte como pensaba. —Hola, cariñ
Laila se mojó el rostro e inhaló profundo, el malestar estaba desapareciendo poco a poco. Tomó el pequeño palo de plástico, el tiempo necesario ya había pasado. Una sonrisa se extendió por sus labios al ver el resultado. Estaba embarazada… otra vez. Después de Ava, ella y Michelle habían querido esperar un poco antes de pensar en tener otro hijo. Había pasado un poco más de año y medio desde entonces. Un par de meses atrás ambos habían decidido que era hora de agrandar la familia. Ambos deseaban tanto tener otro hijo o hija, incluso si tenía que volver a pasar por desvelos y noches de preocupaciones. Dio un brinco al escuchar un golpe en la puerta. —¿Laila? ¿Estás bien? —Sí, salgo en un momento. —No te creo. Tus papás dijeron que estabas un poco pálida cuando recogieron a Ava. —Ustedes deben dejar de chismear sobre mí —bromeó—. Si se esforzaran un poco más, verían que hay muchas otras cosas de las que hablar. Sonrió divertida. Sus padres eran tan cercanos a Michelle y siempre e
Años atrás La risa de la muchacha del otro lado de la puerta le produjo un escalofrío a Laila. El pánico se apoderó de ella al darse cuenta que Franco no estaba solo. Había ido a ver a su novio, luego que él la llamara para cancelar su cita de esa tarde. Él le había dicho que sentía mal y que se quedaría en casa. Laila, que estaba muy preocupada por él, había viajado hasta allí con la intención de cuidarlo. Al llegar, no se molestó en llamar. Franco le había dado una llave algunas semanas atrás, en caso de emergencia. —¿Hasta cuándo seguirás con ella? —preguntó una voz demasiado familiar. La había escuchado tantas otras veces en clases. Sin embargo, esta vez había algo diferente en ella. Crudeza. —Solo espera un poco más. Ya casi obtuve lo que quería y luego habré terminado con ella. —No estoy segura como lo aguantas. —Pues para nada es fácil. Deberían darme un premio por aguantar todos estos meses con ella. —Franco soltó una risa. —Es una niñata boba y jamás podrá hacerte sen
Laila escribió la última frase y una enorme sonrisa se extendió por su rostro. Estaba hecho, por fin había terminado con su artículo. Semanas de investigación y muchas noches sin dormir valían la pena ahora que había acabado. El lunes por la mañana lo presentaría a su editor en jefe y pasaría a su siguiente trabajo, pero por esa noche ya no tenía nada más que hacer.Estiró los brazos al aire y miró el reloj sobre la mesa. Eran pasada las seis de la tarde y no había probado bocado alguno desde el mediodía. Su despensa estaba vacía, no era de sorprender si tenía en cuenta que había pasado un poco más de una semana desde la última vez que salió de compras. En casa de sus padres no habría tenido aquel problema, pero ella había insistido en vivir por su cuenta.Tomó su llave y sus audífonos de la mesa que estaba en la sala. Había un super market a unas cuadras de su edificio. Hacían despacho a domicilio, pero necesitaba algo de aire fresco y estirar las piernas después de pasar casi toda l
Laila intentó no mirar con asombro la cocina de Michelle. Era digna de una portada de revista. El resto de la casa no estaba mal, pero la cocina tenía un toque especial. Había una isla en medio, de un lado estaba una enorme nevera de esas que solo había visto en videos y la estufa no se quedaba atrás.Resistió el impulso de abrir las alacenas para revisar todo lo que allí tenía.—Este lugar es único.—Gracias. La distribución de los espacios, así como el diseño en general, fue mi idea. Necesitaba tener espacio y comodidad para moverme con total tranquilidad mientras cocinaba. —Michelle empezó a vaciar algunas de las bolsas de mercado—. Espero que no estés demasiado hambrienta, prometo no tardar demasiado.—¿Puedo ayudar en algo? —Ofreció. Tal vez había estado algo reticente de quedarse al principio, pero ahora tenía curiosidad por verlo cocinar.—Descuida, tengo todo bajo control. —Michelle se colocó un delantal mientras hablaba.—¿Qué se supone que haga entonces?Él terminó de atarse
—Franco —dijo por fin y contra todos sus instintos tomó la mano que él le tendió.Miró sus manos unidas. Durante mucho tiempo se había preguntado cómo se sentiría el día que volviera a verlo. Si su presencia o su toque volvería a afectarla como en el pasado. Le daba miedo sentir algo por él, aún después de lo que había hecho. Pero de pie frente a él, se dio cuenta que ya no quedaba nada de lo que alguna vez había sentido.Eso no quería decir que debía de agradarle. Franco era una basur@ y estaba segura que eso no había cambiado en todo ese tiempo.Laila esbozó una sonrisa para nada sincera. Sin querer su mirada se posó sobre el jarrón en una esquina y se lo imaginó rompiéndolo en la cabeza de su ex. Sería todo un espectáculo y podría perder el trabajo, pero seguro valdría la pena.—¿No sabía que conocieras al señor Basile?Tiró de su mano al ver que Franco no tenía intención de soltarla y se giró hacia su jefe que los miraba extrañado. —Laila y yo fuimos buenos amigos durante la uni
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Laila.Michelle miró sobre su hombro y le dio una sonrisa. Laila estaba sentada unos metros más allá, detrás de la mesa que estaba acomodada cerca de una de las esquinas de la cocina. Traía puesta su ropa de dormir que consistía en un polo bastante enorme que por su bien mental esperaba perteneciera a alguno de sus hermanos y unos shorts de tela que había vislumbrado en el momento que se sentó. No era una lencería de seda, pero seguro como el infiern0 que se veía sexy.Incluso cuando trataba de mantenerlo al margen, el que no se hubiera molestado en arreglarse para recibirlo demostraba que se sentía cómoda en su presencia, mucho más de lo que quería aceptar.—Solo un poco de chocolate, parece que en verdad lo necesitas.Laila había estado bastante tensa cuando lo recibió.Sirvió el chocolate en un par de tazas y las colocó sobre la mesa.—Aquí tienes.Laila sujetó su taza con ambas manos, se la llevó cerca de la nariz y tomó una inhalación profunda. Cer
Pese a que el plan inicial de Laila había sido pedirle a Michelle que fuera su novio, había cambiado de opinión después de considerarlo un poco. Aunque al final Michelle había terminado ofreciéndose de todas formas.Soltó un bostezó y se acomodó de lado, no quería darle demasiadas vueltas al motivo por el cual Michelle se había ofrecido. Como había dicho, quizás solo trataba de ayudarla. Con ese último pensamiento en mente se quedó dormida.A primera hora del día siguiente un mensaje de Michelle llegó a su celular, en él le detallaba que la mesa estaría a nombre de ella y que su ex debía dar su nombre para que lo ubicaran. Laila respondió con un escueto: «Está bien»Con demasiado deleite marcó el número de Franco. A él no le gustaba cuando alguien más tomaba las decisiones y menos cuando estas iban en contra de sus deseos.—Franco Basile. ¿Quién habla?—Laila De Luca.—Oh, Laila no hay necesidad de ser tan formal. Te tardaste demasiado, esperaba tu llamada ayer mismo.—Estaba ocupada