—Franco —dijo por fin y contra todos sus instintos tomó la mano que él le tendió.
Miró sus manos unidas. Durante mucho tiempo se había preguntado cómo se sentiría el día que volviera a verlo. Si su presencia o su toque volvería a afectarla como en el pasado. Le daba miedo sentir algo por él, aún después de lo que había hecho. Pero de pie frente a él, se dio cuenta que ya no quedaba nada de lo que alguna vez había sentido.
Eso no quería decir que debía de agradarle. Franco era una basur@ y estaba segura que eso no había cambiado en todo ese tiempo.
Laila esbozó una sonrisa para nada sincera. Sin querer su mirada se posó sobre el jarrón en una esquina y se lo imaginó rompiéndolo en la cabeza de su ex. Sería todo un espectáculo y podría perder el trabajo, pero seguro valdría la pena.
—¿No sabía que conocieras al señor Basile?
Tiró de su mano al ver que Franco no tenía intención de soltarla y se giró hacia su jefe que los miraba extrañado.
—Laila y yo fuimos buenos amigos durante la universidad —respondió Franco con tono casual.
¿Amigos?
Amigo el ratón del queso, pensó.
Ellos dos nunca habían sido amigos, ni siquiera cuando estaban saliendo —le había costado muchas lágrimas aceptarlo—, y jamás lo serían. Laila no toleraba las personas que lastimaban a los demás en busca de su propio beneficio.
—¿Por qué me llamó? —preguntó antes de decir algo fuera de lugar.
Sin importar todos los insultos que corrían en su mente en ese momento, no era el momento, ni el lugar para ello. La historia sería diferente, si en lugar de encontrarse en su trabajo, estuvieran en un café o en medio de la calle.
—Primero toma asiento, por favor. —Su jefe esperó antes de continuar—. Debido a que ustedes dos se conocen, supongo que estás al tanto de a qué se dedica el señor Basile y lo importante que es en el mundo de los negocios.
Si algo recordaba del tipo sentado junto a ella, era que odiaba no ser vanagloriado como si fuera el hombre más importante del mundo. Adoraba los halagos y que lo reconocieran allá a donde fuera.
—Algo he escuchado —respondió con ligereza.
—No quiero presumir, pero acabo de firmar uno de los contratos más millonarios del año.
Laila le dio una sonrisa angelical a Franco.
—Estoy al tanto, mi hermano encabeza la lista por tercer año consecutivo.
Recordaba lo suficiente de Franco para saber que su comentario no le agradó ni un poco, incluso cuando trató de mantener la sonrisa en su rostro.
—Franco ha accedido a darnos una entrevista exclusiva —intervino su jefe y le dio una mirada de advertencia.
Laila puso su mejor cara de confundida.
—Cuando la revista para la que trabajas me contacto, no estaba seguro de querer hacer esto. Pero creo que sería bueno para ambos.
—Sigo sin entender que tiene que ver conmigo.
—Mi decisión final tuvo mucho que ver contigo —explicó Franco—. Imagina mi sorpresa al enterarme que trabajabas aquí.
No le gustaba la dirección que estaba tomando la conversación.
—Franco insistió en que tú te encargaras de realizar la entrevista y hacer el artículo. No estaba seguro de porqué, pero ahora entiendo que se debe a que son amigos.
—Me halaga que me tuvieras en cuenta para algo tan importante —le dijo a Franco esperando sonar lo más convincente posible—. Sin embargo, lamento informarte que no es el tipo de artículo en el que me especializó. Nuestra revista cuenta con personas muy capaces que podrán hacer un trabajo excelente. —Mintiendo sobre el buen hombre que eres. Se guardó eso último para ella.
—Vamos Laila, hazlo como un favor a un viejo amigo. Nos divertiremos haciendo esto y no me sentiría cómodo hablando de mi vida privada con nadie más.
Su sonrisa le revolvió el estómago.
Movió su mano con la excusa de acomodarse el cabello cuando el intentó sujetarla.
—Señor Piazza —miró a su jefe esperando que él interviniera para convencer a Franco de que había mejores opciones que ella, pero su mirada le dijo todo lo que necesitaba saber.
Estaba sola en aquello.
—Aun no te asigné otro trabajo, creo que puedes encargarte de esto. —Pese a plantearlo como una sugerencia, no había duda de que se trataba de una orden.
Con una llamada podría librarse de la incómoda situación. Su padre no dudaría en ayudarla a salir de aquel lio. Pero siempre le había gustado manejar sus asuntos por su cuenta y lo primero que le había dejado claro a su jefe que jamás le diera un trato especial por ser hija de Alessandro De Luca. No iba a empezar a utilizar el poder de su familia en ese momento.
¿Qué tan malo podía ser?
Haría las entrevistas rápidas y luego se aseguraría de escribir un artículo que dejaría a Franco como un hombre de negocios impresionante. La mentira no era lo suyo, así que esa última parte sería toda una hazaña.
—Sí, señor —aceptó.
Como siempre Franco se había salido con la suya. En el pasado solía usar algún comentario dulcificado para hacerla cambiar de opinión sobre cualquier cosa, desde lo que se pondría para ir a una fiesta o lo que debería comer. En su momento estaba demasiado cegada por su amor como para darse cuenta que estaba mal.
—Genial —dijo Franco con demasiada satisfacción y se levantó—. Tengo que irme, soy un hombre ocupado.
—Está bien —Angelo se levantó—. Déjame acompañarte afuera.
—No se preocupe, seguro tiene sus propios negocios que atender. Laila puede mostrarme el camino.
El jarrón volvió a llamar su atención. Tan tentador.
Se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la puerta. Salieron de la oficina y se dirigieron hasta los ascensores.
—¿Aún tienes el mismo número?
—No.
Franco la miró como si esperara que hiciera algo.
—¿Tienes una tarjeta? —preguntó él después de un tiempo.
—Dame la tuya y te llamaré tan pronto como sea posible.
—¿No estarás molesta aún por lo que sucedió en el pasado? —Franco le dio una sonrisa burlona—. ¿O sí?
Laila se aseguró que no había nadie cerca antes de responder.
—¿Te refieres al día que te encontré con otra mujer en la cama? —Devolvió con el mismo tono condescendiente—. No, para nada. Tengo cosas más importantes en las que concentrarme.
—Es bueno ver que has madurado. ¿Qué te parece si nos vemos para almorzar y ponernos al día? Hoy tengo una reunión importante, pero mañana tengo tiempo.
—Lo siento, pero ya quedé con alguien más.
—¿Una amiga supongo?
Su suposición la molestó.
—De hecho, mi novio.
Franco la evaluó con la mirada como si tratara de descubrir si hablaba en serio.
—¿Novio? Eso sí que no me lo esperaba. Bueno, no tengo problema en que él se una a nosotros. —Su sonrisa era calculadora. La estaba poniendo a prueba—. Es más, le diré a mi novia que también se nos una. Nos vemos mañana a la una. —Franco le dio el nombre de un restaurante extravagante al que nunca había ido porque la comida por porciones para gato no eran lo suyo.
Las puertas del ascensor se abrieron en ese momento y Franco entró en el interior.
Laila se quedó de pie allí intentando procesar lo que acababa de suceder.
—¿Y ahora qué demonios hago? —preguntó y caminó de regreso a su escritorio.
Se dejó caer en su asiento con un largo suspiro. Aquel estaba resultando ser una mierd@ de lunes, mucho más de lo usual. Estaba metida en un gran lío y todo porque no había podido quedarse callada.
¿De dónde iba a sacar un novio con un solo un día de anticipación?
Tal vez podía llamar a un amigo y si nadie estaba disponible, todavía quedaba la opción de inventar alguna excusa por la que su supuesto novio iba a faltar al almuerzo. Y ya que estaba en eso de las mentiras… podía inventar una excusa para ella misma. Tal vez una gripe muy contagiosa.
El resto del día intentó mantenerse ocupada para no pensar demasiado, pero cuanto más cerca estaba la hora de salida menos lograba concentrarse en el trabajo.
Estaba sentada frente a la televisión fingiendo ver una película, pero ni siquiera recordaba de que iba, cuando su celular sonó.
Era un mensaje de Michelle: «¿Ya tienes una fecha para nuestra próxima cita?»
Él había estado escribiéndole durante el fin de semana y, aunque al principio lo había ignorado, pronto se encontró respondiéndole.
—¿Y sí… —Sacudió la cabeza y descartó la idea tan pronto se le ocurrió.
«Eso no va a suceder» escribió.
«¿Cómo te fue en el trabajo?».
Él había dejado el tema de la cita, pero era un hecho que volvería a mencionarlo antes de desearle buenas noches.
Mucho más tarde, mientras daba vueltas en su cama sin poder dormir. La misma idea de antes volvió a surgir en su cabeza y esta vez no la desechó.
—Tal vez no sea tan mala idea después de todo.
Tomó su celular y marcó el número de Michelle. El tardó en contestar.
—Quizás es porque pasan de las once y él debe estar durmiendo.
—Así era, pero no me molesta ser despertado si eres tú quien llama.
No podría saber si el sonrojo que se extendió por su rostro era porque él la había escuchado o porque su voz sonaba demasiado sexy.
—Lamento la hora. ¿Podemos vernos?
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Laila.Michelle miró sobre su hombro y le dio una sonrisa. Laila estaba sentada unos metros más allá, detrás de la mesa que estaba acomodada cerca de una de las esquinas de la cocina. Traía puesta su ropa de dormir que consistía en un polo bastante enorme que por su bien mental esperaba perteneciera a alguno de sus hermanos y unos shorts de tela que había vislumbrado en el momento que se sentó. No era una lencería de seda, pero seguro como el infiern0 que se veía sexy.Incluso cuando trataba de mantenerlo al margen, el que no se hubiera molestado en arreglarse para recibirlo demostraba que se sentía cómoda en su presencia, mucho más de lo que quería aceptar.—Solo un poco de chocolate, parece que en verdad lo necesitas.Laila había estado bastante tensa cuando lo recibió.Sirvió el chocolate en un par de tazas y las colocó sobre la mesa.—Aquí tienes.Laila sujetó su taza con ambas manos, se la llevó cerca de la nariz y tomó una inhalación profunda. Cer
Pese a que el plan inicial de Laila había sido pedirle a Michelle que fuera su novio, había cambiado de opinión después de considerarlo un poco. Aunque al final Michelle había terminado ofreciéndose de todas formas.Soltó un bostezó y se acomodó de lado, no quería darle demasiadas vueltas al motivo por el cual Michelle se había ofrecido. Como había dicho, quizás solo trataba de ayudarla. Con ese último pensamiento en mente se quedó dormida.A primera hora del día siguiente un mensaje de Michelle llegó a su celular, en él le detallaba que la mesa estaría a nombre de ella y que su ex debía dar su nombre para que lo ubicaran. Laila respondió con un escueto: «Está bien»Con demasiado deleite marcó el número de Franco. A él no le gustaba cuando alguien más tomaba las decisiones y menos cuando estas iban en contra de sus deseos.—Franco Basile. ¿Quién habla?—Laila De Luca.—Oh, Laila no hay necesidad de ser tan formal. Te tardaste demasiado, esperaba tu llamada ayer mismo.—Estaba ocupada
Franco era tal como Michelle se lo había imaginado. Engreído y petulante. Tantos años le habían dado la suficiente práctica para lidiar con sujetos como él. Al principio de su carrera, había tenido que aguantar actitudes de mierd@, pero tan pronto comenzó a hacerse un nombre la gente había aprendido a respetarlo. A pesar de la actitud de Franco, se estaba divirtiendo como nunca. Era difícil no echarse a reír cada vez que el rostro de Franco se volvía rojo de molestia o cuando sus ojos se llenaban con lo que parecía ser irritación. Todavía no sabía que era lo que le había hecho a Laila en el pasado, pero podía írselas cobrando por anticipado. —¿Y a qué te dedicas? —preguntó mientras cortaba en pedazos el trozo de carne servido en el plato de Laila. Franco lo miró con indignación. Michelle había esperado esa reacción. Él esperaba que todos lo reconocieran allá a donde fuera. —Soy el vice presidente general de Base Invesments. Recientemente mi nombre apareció en la revista más impor
Laila miró a la secretaria de Franco esperando que ella sonriera y le dijera que estaba jugando. No había manera que Franco se hubiera marchado justo el mismo día que habían acordado reunirse. Su cita había sido acordada con tres días de antelación. Franco le había dicho que el viernes por la tarde tendría el tiempo para responder todas sus preguntas, pero ahora que estaba en su empresa, su secretaria le decía que él había decidido adelantar sus planes del fin de semana. —Debe haber un error. El señor Basile y yo teníamos una cita esta tarde. —Estoy al tanto. Sin embargo, al señor se le presentó una emergencia y tuvo que viajar antes de lo previsto. ¿Emergencia? Conociendo a Franco, podría tratarse de cualquier cosa. En el pasado había encontrado cientos de excusas cada vez que cancelaba una cita. Laila nunca había encontrado razón para dudar de él hasta que dejó de ser una tonta. —¿Señorita? La voz de la secretaria la devolvió al presente. —¿Sí? —Le decía que el señor Basile
Eran casi las siete de la noche cuando Michelle detuvo su auto en la campiña de Franco. El lugar se extendía por varias hectáreas y una enorme mansión estaba localizada al final del camino. Otros autos estaban estacionados en la parte delantera, pero no había ni una sola persona cerca.Se giró hacia Laila, ella se había quedado dormida unos minutos después de salir. Sonrió mientras la observaba. Tenía los labios un poco entreabiertos y algunos mechones de cabellos le cubrían parte del rostro. Así casi parecía inofensiva. Se debatió entre despertarla o llevarla en brazos. Descartó la segunda opción de inmediato. Si Laila se despertaba a mitad de camino, no iba a estar nada contenta. Apenas había logrado que aceptara dejarlo acompañarla. —Preciosa —llamó sacudiéndola del hombro y esperó.Laila se removió y unos segundos después abrió los ojos. Ella soltó un bostezo que cubrió con su mano.—Hola, dormilona.Laila le dio una sonrisa cálida que lo tomó por sorpresa. Era la primera vez
Laila se preguntó si alguien la detendría si se lanzaba sobre Franco y comenzaba a golpearlo. Solo un idiota como él podía ponerse a presumir de todo lo que había logrado en los últimos años. ¿Es que acaso no recordaba que gran parte de eso era gracias a ella? Sonrió al imaginárselo tumbado en el suelo mientras le daba puñetazos sin parar. Sus hermanos le habían enseñado como dar un buen golpe para no terminar con un dedo fracturado. Recordó entonces las palabras de su madre sobre que la violencia no era la primera opción. Así que se limitó a asentir como si estuviera escuchando lo que Franco estaba diciendo. Laila solo había querido saber cuando podrían llevar a cabo su entrevista y había terminado en aquella aburrida conversación y sin respuesta. Estaba buscando la manera de alejarse de él cuando escuchó la voz de Michelle. Él pasó la mano por su cintura y ella se giró para mirarlo. Tan pronto sus ojos se posaron en su rostro, se olvidó de Franco y de todos los demás. Observó a de
Laila se quedó inmóvil hasta que escuchó la respiración acompasada de Michelle. ¿En serio se había quedado dormido?—Michelle —llamó.Completo silencio.Se movió con cuidado tratando de escapar de su agarre, pero solo logró que la sujetara aún más. Aguantó la respiración y soltó un suspiro de alivio al darse cuenta que él seguía durmiendo. Cada célula de su cuerpo era consciente de su cercanía. Parecía imposible quedarse dormida, pero unos segundos después cerró los ojos y se dejó llevar por la tranquilidad que le trasmitía Michelle.Despertó al día siguiente con el rostro de Michelle delante de ella. Debían haberse movido durante la noche. En lugar de levantarse, se quedó observándolo. Sabía que él podía despertarse en cualquier momento y atraparla, pero aun así no pudo alejar la mirada.¿Por qué había ido hasta allí con ella? No tenía por qué hacerlo y pese a ello no había dudado en chantajearla con tal de acompañarla. Acercó su mano para tocar su rostro, pero se detuvo a centímet
Michelle quería matar a Franco solo por osar acercarse a Laila. Bastaba con recordar la escena que había presenciado y todos sus músculos se tensaban preparados para la pelea. Hace mucho tiempo que no utilizaba los puños para solucionar un problema, pero recordaba muy bien cómo dar una buena paliza.Se acercó a la oreja de Franco para evitar que Laila escuchara lo que iba a decir.—Si quieres seguir viviendo —musitó—, será mejor que no intentes nada parecido otra vez.—No te tengo miedo.Eso dejaba en evidencia cuan estúpido era.—Pues deberías. No me importa la mierd@ en la que estás metido, ni a quienes crees que tienes de tu lado. Si ella sale lastimada, puedo y acabaré contigo. —Michelle, bájalo.Asintió y lo dejó caer repentinamente. Él trastabilló y apenas logró mantenerse en pie. Era un ser debilucho… repugnante y debilucho.Se giró para ir junto a Laila, pero —en el último instante— dio la vuelta y le propinó un puñetazo a Franco con la fuerza suficiente para mandarlo al sue