Franco era tal como Michelle se lo había imaginado. Engreído y petulante. Tantos años le habían dado la suficiente práctica para lidiar con sujetos como él. Al principio de su carrera, había tenido que aguantar actitudes de mierd@, pero tan pronto comenzó a hacerse un nombre la gente había aprendido a respetarlo. A pesar de la actitud de Franco, se estaba divirtiendo como nunca. Era difícil no echarse a reír cada vez que el rostro de Franco se volvía rojo de molestia o cuando sus ojos se llenaban con lo que parecía ser irritación. Todavía no sabía que era lo que le había hecho a Laila en el pasado, pero podía írselas cobrando por anticipado. —¿Y a qué te dedicas? —preguntó mientras cortaba en pedazos el trozo de carne servido en el plato de Laila. Franco lo miró con indignación. Michelle había esperado esa reacción. Él esperaba que todos lo reconocieran allá a donde fuera. —Soy el vice presidente general de Base Invesments. Recientemente mi nombre apareció en la revista más impor
Laila miró a la secretaria de Franco esperando que ella sonriera y le dijera que estaba jugando. No había manera que Franco se hubiera marchado justo el mismo día que habían acordado reunirse. Su cita había sido acordada con tres días de antelación. Franco le había dicho que el viernes por la tarde tendría el tiempo para responder todas sus preguntas, pero ahora que estaba en su empresa, su secretaria le decía que él había decidido adelantar sus planes del fin de semana. —Debe haber un error. El señor Basile y yo teníamos una cita esta tarde. —Estoy al tanto. Sin embargo, al señor se le presentó una emergencia y tuvo que viajar antes de lo previsto. ¿Emergencia? Conociendo a Franco, podría tratarse de cualquier cosa. En el pasado había encontrado cientos de excusas cada vez que cancelaba una cita. Laila nunca había encontrado razón para dudar de él hasta que dejó de ser una tonta. —¿Señorita? La voz de la secretaria la devolvió al presente. —¿Sí? —Le decía que el señor Basile
Eran casi las siete de la noche cuando Michelle detuvo su auto en la campiña de Franco. El lugar se extendía por varias hectáreas y una enorme mansión estaba localizada al final del camino. Otros autos estaban estacionados en la parte delantera, pero no había ni una sola persona cerca.Se giró hacia Laila, ella se había quedado dormida unos minutos después de salir. Sonrió mientras la observaba. Tenía los labios un poco entreabiertos y algunos mechones de cabellos le cubrían parte del rostro. Así casi parecía inofensiva. Se debatió entre despertarla o llevarla en brazos. Descartó la segunda opción de inmediato. Si Laila se despertaba a mitad de camino, no iba a estar nada contenta. Apenas había logrado que aceptara dejarlo acompañarla. —Preciosa —llamó sacudiéndola del hombro y esperó.Laila se removió y unos segundos después abrió los ojos. Ella soltó un bostezo que cubrió con su mano.—Hola, dormilona.Laila le dio una sonrisa cálida que lo tomó por sorpresa. Era la primera vez
Laila se preguntó si alguien la detendría si se lanzaba sobre Franco y comenzaba a golpearlo. Solo un idiota como él podía ponerse a presumir de todo lo que había logrado en los últimos años. ¿Es que acaso no recordaba que gran parte de eso era gracias a ella? Sonrió al imaginárselo tumbado en el suelo mientras le daba puñetazos sin parar. Sus hermanos le habían enseñado como dar un buen golpe para no terminar con un dedo fracturado. Recordó entonces las palabras de su madre sobre que la violencia no era la primera opción. Así que se limitó a asentir como si estuviera escuchando lo que Franco estaba diciendo. Laila solo había querido saber cuando podrían llevar a cabo su entrevista y había terminado en aquella aburrida conversación y sin respuesta. Estaba buscando la manera de alejarse de él cuando escuchó la voz de Michelle. Él pasó la mano por su cintura y ella se giró para mirarlo. Tan pronto sus ojos se posaron en su rostro, se olvidó de Franco y de todos los demás. Observó a de
Laila se quedó inmóvil hasta que escuchó la respiración acompasada de Michelle. ¿En serio se había quedado dormido?—Michelle —llamó.Completo silencio.Se movió con cuidado tratando de escapar de su agarre, pero solo logró que la sujetara aún más. Aguantó la respiración y soltó un suspiro de alivio al darse cuenta que él seguía durmiendo. Cada célula de su cuerpo era consciente de su cercanía. Parecía imposible quedarse dormida, pero unos segundos después cerró los ojos y se dejó llevar por la tranquilidad que le trasmitía Michelle.Despertó al día siguiente con el rostro de Michelle delante de ella. Debían haberse movido durante la noche. En lugar de levantarse, se quedó observándolo. Sabía que él podía despertarse en cualquier momento y atraparla, pero aun así no pudo alejar la mirada.¿Por qué había ido hasta allí con ella? No tenía por qué hacerlo y pese a ello no había dudado en chantajearla con tal de acompañarla. Acercó su mano para tocar su rostro, pero se detuvo a centímet
Michelle quería matar a Franco solo por osar acercarse a Laila. Bastaba con recordar la escena que había presenciado y todos sus músculos se tensaban preparados para la pelea. Hace mucho tiempo que no utilizaba los puños para solucionar un problema, pero recordaba muy bien cómo dar una buena paliza.Se acercó a la oreja de Franco para evitar que Laila escuchara lo que iba a decir.—Si quieres seguir viviendo —musitó—, será mejor que no intentes nada parecido otra vez.—No te tengo miedo.Eso dejaba en evidencia cuan estúpido era.—Pues deberías. No me importa la mierd@ en la que estás metido, ni a quienes crees que tienes de tu lado. Si ella sale lastimada, puedo y acabaré contigo. —Michelle, bájalo.Asintió y lo dejó caer repentinamente. Él trastabilló y apenas logró mantenerse en pie. Era un ser debilucho… repugnante y debilucho.Se giró para ir junto a Laila, pero —en el último instante— dio la vuelta y le propinó un puñetazo a Franco con la fuerza suficiente para mandarlo al sue
De todos los momentos en los que sus padres podrían haber aparecido… ¿por qué tuvo que ser justo en aquel?Se levantó los más rápido que pudo y miró en dirección al recibidor. Incluso si ninguno de ellos la había visto a punto de besar a Michelle, sabía que ambos sospecharían algo.—Mamá, papá. —Laila intentó no sonar nerviosa mientras hablaba. Les dio una sonrisa enorme, quizás demasiado—. ¿Qué hacen aquí?Su padre la miró solo unos segundos antes de fijar su atención en Michelle. Ninguna expresión se reflejaba en su rostro. Era demasiado bueno ocultando sus emociones cuando se lo proponía. Por eso había sido tan bueno en los negocios y aún les ganaba en el póquer.—Hola a ti también, cariño. Vinimos a dejarte algunas cosas —respondió su madre con su habitual tranquilidad—. Michelle. Es un gusto verte otra vez.—Señora De Luca. —Michelle sonrió a su madre como si no se diera cuenta de que podría morir si daba un solo paso en falso.—Ya te dije que solo Ava.—Es una costumbre difícil
Michelle sonrió al ver al par de hombres que estaban parados en su puerta. Los dos parecían bastante tranquilos, pero no dejó que eso lo engañara ni por un segundo. Conocía a los hermanos de Laila lo suficiente para saber que podía tratarse de una fachada solo para hacerlo sentir cómodo antes de atacar.—Los estaban esperando. Pasen, por favor —dijo y se hizo a un lado para dejarlos entrar.Cerró la puerta y los siguió hasta el interior.—¿Desean algo de beber?—No, gracias. Aunque quizás podría comer algo, ¿podrías preparar unos espaguetis? —preguntó Piero dejándose caer en uno de los sillones como si estuviera en su casa.De los dos hermanos, Piero siempre le había parecido el más relajado. No recordaba una sola vez que lo hubiera visto serio.Fabrizio rodó los ojos con irritación.—Podrías concentrarte, esta no es una visita casual.Piero se encogió de hombros para restarle importancia a las palabras de su hermano.—Solo era una sugerencia. ¿Es que acaso no tienes hambre? Al ver