Laila acomodó la mejilla en el pecho de Michelle y se dejó llevar por la música. Quería que el tiempo se congelara en ese momento, tanto como quería vivir junto a Michelle cada día que venía. Él había hecho de esa noche una de las mejores de su vida. El jardín estaba decorado perfecto para la ocasión y Michelle había preparado comida como para alimentar al menos unas seis personas como mínimo. Ni por un instante había pensado que él estaba tramando algo cuando la animó a salir con sus amigas. Siempre iba a recordar el momento exacto en el que se había retirado las vendas y había visto a Michelle hinchado en el suelo. Era como hubiera pasado una eternidad desde día en que lo conoció. Tanto había cambiado desde entonces. Él le había enseñado a confiar otra vez en el amor y se había robado su corazón poco a poco. —Un euro por tus pensamientos. —Ganas una buena cantidad de dinero al año, pero solo me ofreces un euro. Además, no estoy interesada en tu dinero. —Seguro que tengo algo qu
—Creo que hay más personas de las que recuerdo —comentó Michelle mientras se acercaban a su familia.Laila sonrió divertida. La última vez que todos se habían reunido, habías sido en navidad. Isabella había invitado a Michelle a unirse a ellos y él había encajado muy bien con su familia.—Por el contrario, estoy segura que faltan al menos un par de ellos.Algunos de sus primos estaban estudiando en el extranjero y no habían podido unirse a ellos en esa ocasión. Aun así, siempre venían tantos como podían. Era una tradición de la que disfrutaban aun después de tantos años.Laila no estaba directamente relacionada con la mayoría de los que estaban allí, pero debido a los unidos que sus padres los habían criado se habían formado vínculos sólidos entre ellos, incluso con los más más jóvenes.Era bueno tener una familia con la que pasar el tiempo y con la cual contar cuando algo iba mal. No todos eran perfectos, algunos de ellos se habían metido en problemas serios mientras crecían y otros
Michelle sacó la cabeza por la puerta y miró a ambos lados del pasillo. No vio a nadie cerca y sonrió victorioso. Salvatore, Alessandro, Fabrizio y Piero se habían marchado hace poco para ver que todo estuviera en orden afuera. Tenía que salir antes de que alguno de ellos volviera. Se movió por los pasillos con pasos largos y rápidos con un solo objetivo en mente: Llegar a la habitación en la que estaba Laila. No le había hecho ninguna gracia pasar la noche sin ella, apenas había podido dormir. Había extrañado su olor y su calidez junto a él. —¿A dónde vas? Michelle se quedó quieto en su lugar, esperando que su amigo lo dejara en paz y continuara con su camino. —¿Si sabes que sigo viéndote? ¿verdad? Se dio la vuelta para confrontar a Salvatore. Él estaba parado unos pasos más allá con las manos en los bolsillos y una sonrisa burlona en el rostro. —Yo estaba yendo al exterior. Salvatore inclinó la cabeza hacia un lado para ver más allá de él. —Creo que te equivocaste de camino.
Michelle despertó con el ruido que provenía a través del intercomunicador. Tomó el aparato y bajó el volumen antes de que Laila se despertara. Quería darle al menos unos minutos más de sueño antes de que tuviera que despertarse para alimentar a la pequeña Ava, llamada así en honor a la matriarca de la familia y la mujer más admirable. Se puso de pie y se dirigió hasta la habitación de su hija antes de que los gimoteos se convirtiesen en el verdadero show. Desde que había llegado al mundo, Ava se había asegurado de dejar en claro lo fuerte que podía gritar desde su primer llanto. Su hija había nacido un par de semanas atrás. Laila había estado magnifica hasta el último segundo mientras él apenas había logrado mantenerse consciente viéndola sufrir. No sabía cómo iba a aguantar cuando llegara el momento de que Ava recibiera sus vacunas, casi se podía verse llorando tan o más fuerte que su hija. Cuando se trataba de los dos amores de su vida, no era tan fuerte como pensaba. —Hola, cariñ
Laila se mojó el rostro e inhaló profundo, el malestar estaba desapareciendo poco a poco. Tomó el pequeño palo de plástico, el tiempo necesario ya había pasado. Una sonrisa se extendió por sus labios al ver el resultado. Estaba embarazada… otra vez. Después de Ava, ella y Michelle habían querido esperar un poco antes de pensar en tener otro hijo. Había pasado un poco más de año y medio desde entonces. Un par de meses atrás ambos habían decidido que era hora de agrandar la familia. Ambos deseaban tanto tener otro hijo o hija, incluso si tenía que volver a pasar por desvelos y noches de preocupaciones. Dio un brinco al escuchar un golpe en la puerta. —¿Laila? ¿Estás bien? —Sí, salgo en un momento. —No te creo. Tus papás dijeron que estabas un poco pálida cuando recogieron a Ava. —Ustedes deben dejar de chismear sobre mí —bromeó—. Si se esforzaran un poco más, verían que hay muchas otras cosas de las que hablar. Sonrió divertida. Sus padres eran tan cercanos a Michelle y siempre e
Años atrás La risa de la muchacha del otro lado de la puerta le produjo un escalofrío a Laila. El pánico se apoderó de ella al darse cuenta que Franco no estaba solo. Había ido a ver a su novio, luego que él la llamara para cancelar su cita de esa tarde. Él le había dicho que sentía mal y que se quedaría en casa. Laila, que estaba muy preocupada por él, había viajado hasta allí con la intención de cuidarlo. Al llegar, no se molestó en llamar. Franco le había dado una llave algunas semanas atrás, en caso de emergencia. —¿Hasta cuándo seguirás con ella? —preguntó una voz demasiado familiar. La había escuchado tantas otras veces en clases. Sin embargo, esta vez había algo diferente en ella. Crudeza. —Solo espera un poco más. Ya casi obtuve lo que quería y luego habré terminado con ella. —No estoy segura como lo aguantas. —Pues para nada es fácil. Deberían darme un premio por aguantar todos estos meses con ella. —Franco soltó una risa. —Es una niñata boba y jamás podrá hacerte sen
Laila escribió la última frase y una enorme sonrisa se extendió por su rostro. Estaba hecho, por fin había terminado con su artículo. Semanas de investigación y muchas noches sin dormir valían la pena ahora que había acabado. El lunes por la mañana lo presentaría a su editor en jefe y pasaría a su siguiente trabajo, pero por esa noche ya no tenía nada más que hacer.Estiró los brazos al aire y miró el reloj sobre la mesa. Eran pasada las seis de la tarde y no había probado bocado alguno desde el mediodía. Su despensa estaba vacía, no era de sorprender si tenía en cuenta que había pasado un poco más de una semana desde la última vez que salió de compras. En casa de sus padres no habría tenido aquel problema, pero ella había insistido en vivir por su cuenta.Tomó su llave y sus audífonos de la mesa que estaba en la sala. Había un super market a unas cuadras de su edificio. Hacían despacho a domicilio, pero necesitaba algo de aire fresco y estirar las piernas después de pasar casi toda l
Laila intentó no mirar con asombro la cocina de Michelle. Era digna de una portada de revista. El resto de la casa no estaba mal, pero la cocina tenía un toque especial. Había una isla en medio, de un lado estaba una enorme nevera de esas que solo había visto en videos y la estufa no se quedaba atrás.Resistió el impulso de abrir las alacenas para revisar todo lo que allí tenía.—Este lugar es único.—Gracias. La distribución de los espacios, así como el diseño en general, fue mi idea. Necesitaba tener espacio y comodidad para moverme con total tranquilidad mientras cocinaba. —Michelle empezó a vaciar algunas de las bolsas de mercado—. Espero que no estés demasiado hambrienta, prometo no tardar demasiado.—¿Puedo ayudar en algo? —Ofreció. Tal vez había estado algo reticente de quedarse al principio, pero ahora tenía curiosidad por verlo cocinar.—Descuida, tengo todo bajo control. —Michelle se colocó un delantal mientras hablaba.—¿Qué se supone que haga entonces?Él terminó de atarse