Años atrás
La risa de la muchacha del otro lado de la puerta le produjo un escalofrío a Laila. El pánico se apoderó de ella al darse cuenta que Franco no estaba solo.
Había ido a ver a su novio, luego que él la llamara para cancelar su cita de esa tarde. Él le había dicho que sentía mal y que se quedaría en casa. Laila, que estaba muy preocupada por él, había viajado hasta allí con la intención de cuidarlo.
Al llegar, no se molestó en llamar. Franco le había dado una llave algunas semanas atrás, en caso de emergencia.
—¿Hasta cuándo seguirás con ella? —preguntó una voz demasiado familiar.
La había escuchado tantas otras veces en clases. Sin embargo, esta vez había algo diferente en ella. Crudeza.
—Solo espera un poco más. Ya casi obtuve lo que quería y luego habré terminado con ella.
—No estoy segura como lo aguantas.
—Pues para nada es fácil. Deberían darme un premio por aguantar todos estos meses con ella. —Franco soltó una risa.
—Es una niñata boba y jamás podrá hacerte sentir lo que yo.
—Eso se siente bien. —La voz de Franco sonó distorsionada por el placer.
Laila tragó saliva en un vano intento por no vomitar. Tomó un par de respiraciones profundas. Armándose de valor, sujetó la perilla y abrió la puerta. El dolor consumió su corazón. Nicol estaba con la mitad del cuerpo sobre Franco. Los dos estaban tan perdidos en su beso que no notaron su presencia de inmediato.
Un sabor amargo escaló por su garganta al saber que ella había besado esos mismos labios y que algunos días atrás había estado en una situación similar de la que ahora era una espectadora.
Debió de hacer algún sonido porque ambos se separaron y se giraron hacia ella. Los ojos de Nicol brillaban con maldad y Franco, aunque parecía sorprendido, no parecía arrepentido.
Deseó que todo se tratara de un mal sueño, tal vez despertaría pronto.
—Laila —dijo Franco levantándose de un salto. Se colocó su bóxer mientras Nicol solo se sentó cubierta por la sábana y la miró con sorna desde la cama.
Quedó más que claro que no se trataba de ninguna pesadilla.
Tantos pensamientos corrieron por su cabeza. Quería causarles a ambos el mismo dolor que ella estaba sintiendo.
Casi nada la dejaba sin palabras, pero en ese momento fue difícil encontrar que decir.
—¿Es cierto? —preguntó. Algo en su interior, aún se negaba a creer a la verdad delante de ella.
—Ya no tiene caso ocultar la verdad, cariño —dijo Nicol y estiró la mano para tomar la de Franco—. Es mejor que se lo digas y terminar con esta farsa.
Laila ya no estaba escuchado, su atención estaba en las manos de ambos unidas.
—Laila, escucha… no es así como quería que te enterarás, pero esto facilita las cosas. Es igual terminar ahora o dentro de unos días.
Había esperado que al menos él intentara negarlo, que le repitiera cuanto la amaba y que todo era un malentendido. ¿Dónde estaba el hombre que la había tratado con ternura, qué no se había cansado de repetirle que era la mujer de su vida?
—Dijiste que me amabas —susurró.
—Debía de hacerlo si quería que creyeras en mí. Tu apellido es uno de los de más prestigio en la ciudad y necesitaba el impulso para ayudar en el negocio familiar. Vamos ¿no creerás que enserio me podría fijar en alguien como tú?
—Dime que está es una jodid@ broma. —Su voz fue subiendo de tono con cada palabra—. ¡Tú me utilizaste!
El nudo en su garganta le impidió decir más. Apretó los labios y se negó a llorar.
—Deja de hacer de esto un espectáculo y acepta que eres demasiado sosa y mojigata para él. No es nuestro problema que no te dieras cuenta antes, alguien más inteligente lo habría hecho.
La rabia comenzó a correr por sus venas. Ya era suficiente, no tenía por qué aguantar aquello. Era ella quién había sido utilizada y ahora trataban de humillarla aún más. Pues no iba a permitirlo.
Dio un paso hacia adelante y levanto la mano. Franco se colocó delante de Nicol, aquel gesto le demostró de lado de quién estaba.
Todos los maldit0s meses que había desperdiciado junto a él. Y lo peor es que aún después de ver que no había sido más que una marioneta, no podía borrar los sentimientos que tenía por él, pero lo haría. Los destruiría en pedazos de la misma que él había hecho con su corazón.
—No hagas de esto un espectáculo. Lo superarás y hasta podremos ser amigos.
Soltó una risa carente de humor.
—¿Es que acaso estás loco? Me acabo de enterar que estabas conmigo por interés y que además me engañabas con esa mujerzuel@. —Miró a Nicol con desprecio—. Al menos podrías haber escogido a alguien mejor. Pero que se puede esperar de un tipo de tu clase. No sabrías reconocer algo de calidad ni aunque te lo dijeran.
—Siempre tan arrog…
Levantó la mano para callarla
—No tengo nada que hablar con… —la miró de pies a cabeza— alguien de tu clase. —Devolvió su mirada a Franco—. Y contigo, en lo que a mí respecta, puedes quedarte con ella. Son el par perfecto después de todo.
Tenía tanto que quería decirle, insultarle hasta que no le quedara más saliva, pero no creía que pudiera aguantar mucho más antes de romperse. Así que hizo lo único que podía, se dio la vuelta y salió de allí.
Laila escribió la última frase y una enorme sonrisa se extendió por su rostro. Estaba hecho, por fin había terminado con su artículo. Semanas de investigación y muchas noches sin dormir valían la pena ahora que había acabado. El lunes por la mañana lo presentaría a su editor en jefe y pasaría a su siguiente trabajo, pero por esa noche ya no tenía nada más que hacer.Estiró los brazos al aire y miró el reloj sobre la mesa. Eran pasada las seis de la tarde y no había probado bocado alguno desde el mediodía. Su despensa estaba vacía, no era de sorprender si tenía en cuenta que había pasado un poco más de una semana desde la última vez que salió de compras. En casa de sus padres no habría tenido aquel problema, pero ella había insistido en vivir por su cuenta.Tomó su llave y sus audífonos de la mesa que estaba en la sala. Había un super market a unas cuadras de su edificio. Hacían despacho a domicilio, pero necesitaba algo de aire fresco y estirar las piernas después de pasar casi toda l
Laila intentó no mirar con asombro la cocina de Michelle. Era digna de una portada de revista. El resto de la casa no estaba mal, pero la cocina tenía un toque especial. Había una isla en medio, de un lado estaba una enorme nevera de esas que solo había visto en videos y la estufa no se quedaba atrás.Resistió el impulso de abrir las alacenas para revisar todo lo que allí tenía.—Este lugar es único.—Gracias. La distribución de los espacios, así como el diseño en general, fue mi idea. Necesitaba tener espacio y comodidad para moverme con total tranquilidad mientras cocinaba. —Michelle empezó a vaciar algunas de las bolsas de mercado—. Espero que no estés demasiado hambrienta, prometo no tardar demasiado.—¿Puedo ayudar en algo? —Ofreció. Tal vez había estado algo reticente de quedarse al principio, pero ahora tenía curiosidad por verlo cocinar.—Descuida, tengo todo bajo control. —Michelle se colocó un delantal mientras hablaba.—¿Qué se supone que haga entonces?Él terminó de atarse
—Franco —dijo por fin y contra todos sus instintos tomó la mano que él le tendió.Miró sus manos unidas. Durante mucho tiempo se había preguntado cómo se sentiría el día que volviera a verlo. Si su presencia o su toque volvería a afectarla como en el pasado. Le daba miedo sentir algo por él, aún después de lo que había hecho. Pero de pie frente a él, se dio cuenta que ya no quedaba nada de lo que alguna vez había sentido.Eso no quería decir que debía de agradarle. Franco era una basur@ y estaba segura que eso no había cambiado en todo ese tiempo.Laila esbozó una sonrisa para nada sincera. Sin querer su mirada se posó sobre el jarrón en una esquina y se lo imaginó rompiéndolo en la cabeza de su ex. Sería todo un espectáculo y podría perder el trabajo, pero seguro valdría la pena.—¿No sabía que conocieras al señor Basile?Tiró de su mano al ver que Franco no tenía intención de soltarla y se giró hacia su jefe que los miraba extrañado. —Laila y yo fuimos buenos amigos durante la uni
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Laila.Michelle miró sobre su hombro y le dio una sonrisa. Laila estaba sentada unos metros más allá, detrás de la mesa que estaba acomodada cerca de una de las esquinas de la cocina. Traía puesta su ropa de dormir que consistía en un polo bastante enorme que por su bien mental esperaba perteneciera a alguno de sus hermanos y unos shorts de tela que había vislumbrado en el momento que se sentó. No era una lencería de seda, pero seguro como el infiern0 que se veía sexy.Incluso cuando trataba de mantenerlo al margen, el que no se hubiera molestado en arreglarse para recibirlo demostraba que se sentía cómoda en su presencia, mucho más de lo que quería aceptar.—Solo un poco de chocolate, parece que en verdad lo necesitas.Laila había estado bastante tensa cuando lo recibió.Sirvió el chocolate en un par de tazas y las colocó sobre la mesa.—Aquí tienes.Laila sujetó su taza con ambas manos, se la llevó cerca de la nariz y tomó una inhalación profunda. Cer
Pese a que el plan inicial de Laila había sido pedirle a Michelle que fuera su novio, había cambiado de opinión después de considerarlo un poco. Aunque al final Michelle había terminado ofreciéndose de todas formas.Soltó un bostezó y se acomodó de lado, no quería darle demasiadas vueltas al motivo por el cual Michelle se había ofrecido. Como había dicho, quizás solo trataba de ayudarla. Con ese último pensamiento en mente se quedó dormida.A primera hora del día siguiente un mensaje de Michelle llegó a su celular, en él le detallaba que la mesa estaría a nombre de ella y que su ex debía dar su nombre para que lo ubicaran. Laila respondió con un escueto: «Está bien»Con demasiado deleite marcó el número de Franco. A él no le gustaba cuando alguien más tomaba las decisiones y menos cuando estas iban en contra de sus deseos.—Franco Basile. ¿Quién habla?—Laila De Luca.—Oh, Laila no hay necesidad de ser tan formal. Te tardaste demasiado, esperaba tu llamada ayer mismo.—Estaba ocupada
Franco era tal como Michelle se lo había imaginado. Engreído y petulante. Tantos años le habían dado la suficiente práctica para lidiar con sujetos como él. Al principio de su carrera, había tenido que aguantar actitudes de mierd@, pero tan pronto comenzó a hacerse un nombre la gente había aprendido a respetarlo. A pesar de la actitud de Franco, se estaba divirtiendo como nunca. Era difícil no echarse a reír cada vez que el rostro de Franco se volvía rojo de molestia o cuando sus ojos se llenaban con lo que parecía ser irritación. Todavía no sabía que era lo que le había hecho a Laila en el pasado, pero podía írselas cobrando por anticipado. —¿Y a qué te dedicas? —preguntó mientras cortaba en pedazos el trozo de carne servido en el plato de Laila. Franco lo miró con indignación. Michelle había esperado esa reacción. Él esperaba que todos lo reconocieran allá a donde fuera. —Soy el vice presidente general de Base Invesments. Recientemente mi nombre apareció en la revista más impor
Laila miró a la secretaria de Franco esperando que ella sonriera y le dijera que estaba jugando. No había manera que Franco se hubiera marchado justo el mismo día que habían acordado reunirse. Su cita había sido acordada con tres días de antelación. Franco le había dicho que el viernes por la tarde tendría el tiempo para responder todas sus preguntas, pero ahora que estaba en su empresa, su secretaria le decía que él había decidido adelantar sus planes del fin de semana. —Debe haber un error. El señor Basile y yo teníamos una cita esta tarde. —Estoy al tanto. Sin embargo, al señor se le presentó una emergencia y tuvo que viajar antes de lo previsto. ¿Emergencia? Conociendo a Franco, podría tratarse de cualquier cosa. En el pasado había encontrado cientos de excusas cada vez que cancelaba una cita. Laila nunca había encontrado razón para dudar de él hasta que dejó de ser una tonta. —¿Señorita? La voz de la secretaria la devolvió al presente. —¿Sí? —Le decía que el señor Basile
Eran casi las siete de la noche cuando Michelle detuvo su auto en la campiña de Franco. El lugar se extendía por varias hectáreas y una enorme mansión estaba localizada al final del camino. Otros autos estaban estacionados en la parte delantera, pero no había ni una sola persona cerca.Se giró hacia Laila, ella se había quedado dormida unos minutos después de salir. Sonrió mientras la observaba. Tenía los labios un poco entreabiertos y algunos mechones de cabellos le cubrían parte del rostro. Así casi parecía inofensiva. Se debatió entre despertarla o llevarla en brazos. Descartó la segunda opción de inmediato. Si Laila se despertaba a mitad de camino, no iba a estar nada contenta. Apenas había logrado que aceptara dejarlo acompañarla. —Preciosa —llamó sacudiéndola del hombro y esperó.Laila se removió y unos segundos después abrió los ojos. Ella soltó un bostezo que cubrió con su mano.—Hola, dormilona.Laila le dio una sonrisa cálida que lo tomó por sorpresa. Era la primera vez