Rompiendo las reglas
Rompiendo las reglas
Por: Joana Guzman
PRÓLOGO

Años atrás

La risa de la muchacha del otro lado de la puerta le produjo un escalofrío a Laila. El pánico se apoderó de ella al darse cuenta que Franco no estaba solo.

Había ido a ver a su novio, luego que él la llamara para cancelar su cita de esa tarde. Él le había dicho que sentía mal y que se quedaría en casa. Laila, que estaba muy preocupada por él, había viajado hasta allí con la intención de cuidarlo.

Al llegar, no se molestó en llamar. Franco le había dado una llave algunas semanas atrás, en caso de emergencia.

—¿Hasta cuándo seguirás con ella? —preguntó una voz demasiado familiar.

La había escuchado tantas otras veces en clases. Sin embargo, esta vez había algo diferente en ella. Crudeza.

—Solo espera un poco más. Ya casi obtuve lo que quería y luego habré terminado con ella.

—No estoy segura como lo aguantas.

—Pues para nada es fácil. Deberían darme un premio por aguantar todos estos meses con ella. —Franco soltó una risa.

—Es una niñata boba y jamás podrá hacerte sentir lo que yo.

—Eso se siente bien. —La voz de Franco sonó distorsionada por el placer.

Laila tragó saliva en un vano intento por no vomitar. Tomó un par de respiraciones profundas. Armándose de valor, sujetó la perilla y abrió la puerta. El dolor consumió su corazón. Nicol estaba con la mitad del cuerpo sobre Franco. Los dos estaban tan perdidos en su beso que no notaron su presencia de inmediato.

Un sabor amargo escaló por su garganta al saber que ella había besado esos mismos labios y que algunos días atrás había estado en una situación similar de la que ahora era una espectadora.

Debió de hacer algún sonido porque ambos se separaron y se giraron hacia ella. Los ojos de Nicol brillaban con maldad y Franco, aunque parecía sorprendido, no parecía arrepentido. 

Deseó que todo se tratara de un mal sueño, tal vez despertaría pronto. 

—Laila —dijo Franco levantándose de un salto. Se colocó su bóxer mientras Nicol solo se sentó cubierta por la sábana y la miró con sorna desde la cama.

Quedó más que claro que no se trataba de ninguna pesadilla.

Tantos pensamientos corrieron por su cabeza. Quería causarles a ambos el mismo dolor que ella estaba sintiendo.

Casi nada la dejaba sin palabras, pero en ese momento fue difícil encontrar que decir.  

—¿Es cierto? —preguntó. Algo en su interior, aún se negaba a creer a la verdad delante de ella.

—Ya no tiene caso ocultar la verdad, cariño —dijo Nicol y estiró la mano para tomar la de Franco—. Es mejor que se lo digas y terminar con esta farsa.

Laila ya no estaba escuchado, su atención estaba en las manos de ambos unidas.

—Laila, escucha… no es así como quería que te enterarás, pero esto facilita las cosas. Es igual terminar ahora o dentro de unos días.

Había esperado que al menos él intentara negarlo, que le repitiera cuanto la amaba y que todo era un malentendido. ¿Dónde estaba el hombre que la había tratado con ternura, qué no se había cansado de repetirle que era la mujer de su vida?

—Dijiste que me amabas —susurró.

—Debía de hacerlo si quería que creyeras en mí. Tu apellido es uno de los de más prestigio en la ciudad y necesitaba el impulso para ayudar en el negocio familiar. Vamos ¿no creerás que enserio me podría fijar en alguien como tú?

—Dime que está es una jodid@ broma. —Su voz fue subiendo de tono con cada palabra—. ¡Tú me utilizaste!

El nudo en su garganta le impidió decir más. Apretó los labios y se negó a llorar.

—Deja de hacer de esto un espectáculo y acepta que eres demasiado sosa y mojigata para él. No es nuestro problema que no te dieras cuenta antes, alguien más inteligente lo habría hecho.

La rabia comenzó a correr por sus venas. Ya era suficiente, no tenía por qué aguantar aquello. Era ella quién había sido utilizada y ahora trataban de humillarla aún más. Pues no iba a permitirlo.

Dio un paso hacia adelante y levanto la mano. Franco se colocó delante de Nicol, aquel gesto le demostró de lado de quién estaba.

Todos los maldit0s meses que había desperdiciado junto a él. Y lo peor es que aún después de ver que no había sido más que una marioneta, no podía borrar los sentimientos que tenía por él, pero lo haría. Los destruiría en pedazos de la misma que él había hecho con su corazón.

—No hagas de esto un espectáculo. Lo superarás y hasta podremos ser amigos.

Soltó una risa carente de humor.

 —¿Es que acaso estás loco? Me acabo de enterar que estabas conmigo por interés y que además me engañabas con esa mujerzuel@. —Miró a Nicol con desprecio—. Al menos podrías haber escogido a alguien mejor. Pero que se puede esperar de un tipo de tu clase. No sabrías reconocer algo de calidad ni aunque te lo dijeran.

—Siempre tan arrog…

Levantó la mano para callarla

—No tengo nada que hablar con… —la miró de pies a cabeza— alguien de tu clase. —Devolvió su mirada a Franco—. Y contigo, en lo que a mí respecta, puedes quedarte con ella. Son el par perfecto después de todo.

Tenía tanto que quería decirle, insultarle hasta que no le quedara más saliva, pero no creía que pudiera aguantar mucho más antes de romperse. Así que hizo lo único que podía, se dio la vuelta y salió de allí.

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