Laila intentó no mirar con asombro la cocina de Michelle. Era digna de una portada de revista. El resto de la casa no estaba mal, pero la cocina tenía un toque especial. Había una isla en medio, de un lado estaba una enorme nevera de esas que solo había visto en videos y la estufa no se quedaba atrás.
Resistió el impulso de abrir las alacenas para revisar todo lo que allí tenía.
—Este lugar es único.
—Gracias. La distribución de los espacios, así como el diseño en general, fue mi idea. Necesitaba tener espacio y comodidad para moverme con total tranquilidad mientras cocinaba. —Michelle empezó a vaciar algunas de las bolsas de mercado—. Espero que no estés demasiado hambrienta, prometo no tardar demasiado.
—¿Puedo ayudar en algo? —Ofreció. Tal vez había estado algo reticente de quedarse al principio, pero ahora tenía curiosidad por verlo cocinar.
—Descuida, tengo todo bajo control. —Michelle se colocó un delantal mientras hablaba.
—¿Qué se supone que haga entonces?
Él terminó de atarse el delantal y le dio una sonrisa.
—Puedes deleitarte observándome cocinar, prometo darte un espectáculo que nunca olvidarás.
—La modestia no es lo tuyo ¿verdad?
—Solo digo los hechos. Muchos pagarían por estar donde tú estás.
Sacudió la cabeza.
—¿Las mujeres siempre tienen pase gratis? —soltó sin saber de dónde vino ese comentario.
Michelle sonrió divertido.
—La mayoría del tiempo prefiero no tener público.
Su respuesta no aclaró nada, pero se mantuvo callada. No era asunto suyo las mujeres para las que él cocinaba.
A Laila le molestó reconocer que Michelle tenía razón. Verlo cocinar era todo un espectáculo. La destreza con la que manejaba el cuchillo y la habilidad para hacer dos o tres cosas a la vez era sorprendente.
—Eres como uno de esos cocineros que aparecen en la televisión.
—Me alegra saber que lo estás disfrutando.
—Jamás dije eso —replicó demasiado rápido.
—Tranquila, no le contaré a nadie que caíste ante mis encantos. —Él le dio una sonrisa encantadora sin dejar de hacer lo suyo.
Se preguntó cómo no se volaba un dedo. Laila lo habría hecho de estar haciendo lo mismo.
—Eso quisieras.
Por unos segundos todo lo que se escuchó en la cocina fue el sonido del cuchillo al golpear contra la tabla de cortar y la olla hirviendo.
—¿Cuál es tu especialidad? —preguntó de pronto Michelle—. Vamos, solo trato de entablar conversación decente y saber más de ti —insistió él cuando Laila no respondió.
—Es un hecho que cocinar no.
—Me di cuenta por todo lo que compraste.
—De algo tengo que vivir.
—A mí no me importaría cocinar para ti.
Laila pasó por alto su comentario y decidió hablar de su trabajo. Parecía el tema más seguro, no había oportunidad para que el lanzara comentarios al azar que la confundieran.
Conforme pasaba el tiempo comenzó a sentirse más cómoda. Michelle era un buen oyente y no solo fingía escucharla. Él también le comentó sobre el momento en que había decidido dedicarse a la cocina. No mencionó a sus padres o alguna familia, solo a Salvatore y su hermana.
Michelle sirvió la cena para ambos y se sentó frente a ella. Él espero que ella probara su comida primero.
Laila soltó un gemido al primer bocado.
—Esto está increíble —pese a que se había prometido no halagarlo, pero como no hacerlo cuando la cena estaba tan deliciosa. Era un platillo simple, pero, maldición, sabía a comida de dioses.
Levantó la mirada y se dio cuenta que Michelle la observaba muy atento. Él sacudió la cabeza y volvió a sonreír.
—Sabía que te gustaría.
—Y tenías que arruinarlo. Cualquier otro en tu lugar diría “gracias”.
—¡Oh! Okey. Gracias.
Fue imposible evitar que una carcajada escapara de sus labios. Michelle era bastante agradable, tal vez incluso podrían ser amigos si él no pareciera tan empeñado en seducirla.
Transcurrieron alrededor de dos horas antes de que se diera de todo el tiempo que había transcurrido. Ambos habían terminado de cenar hace un buen rato, pero se habían quedado en la mesa conversando mientras bebían de uno de sus vinos. Laila no era de beber con frecuencia y con solo dos copas de vino ya podía comenzar a sentirse algo aturdida por el alcohol.
—Gracias por la cena, pero ya es hora de que me marche. Tuve un día largo y estoy bastante cansada. —Para reforzar su declaración soltó un bostezo.
—Deja que te lleve.
—No creo que debas conducir en tu condición.
—Jamás sugeriría conducir si hubiera bebido. —Michelle levantó su copa. Se veía igual de llena. Laila intentó recordar si lo había visto beber—. ¿Vamos?
—Descuida puedo conseguir un taxi.
—No hay manera de que te deje ir en uno a estas horas. Puede ser peligroso.
—No sería la primera vez que lo hago.
—Bueno, no esta vez. —Michelle levantó sus llaves—. Se hace tarde, preciosa.
Laila no le encontró el sentido a seguir luchando. Estaba agotada y necesitaba poner distancia entre ella y Michelle.
En el viaje hasta su departamento se mantuvo en completo silencio. Estar en un espacio reducido junto a él la hacía sentirse incómoda. Se sentía más consciente de su cercanía y que había algo en él que le despertaba demasiada curiosidad, más de la que tenía permitida sentir.
En cuanto Michelle detuvo su auto frente a su edificio, tenía la intención de bajar e ir por sus cosas al maletero, pero el maldito cinturón de seguridad se trabó.
—Maldición —rechinó entre dientes.
—Déjame ayudarte —dijo Michelle percatándose de lo sucedido y se inclinó para soltar el cinturón.
Laila se sintió aturdida al oler su colonia. Era un aroma cítrico reconfortante. Al ver que él estaba concentrado en el cinturón, aprovechó para observarlo con detenimiento.
—Listo —anunció Michelle y levantó la mirada.
Los dos se quedaron mirándose en silencio y luego deslizó los ojos hacia abajo hasta sus labios. Laila se cuestionó cuál era su sabor y estuvo cerca de inclinarse para averiguarlo. La realidad le azotó de pronto. ¿qué demonios estaba pensando? Responsabilizó al alcohol de ello.
—Gracias —logró decir por fin y tomó la manilla como si se tratara de un salvavidas—. Te molestaría —dijo cuando él no se hizo para atrás.
—Eres bastante intrigante. —Con eso último Michelle se le adelantó y bajó del auto para abrirle la puerta. Luego él mismo bajó sus cosas y la ayudó a llevarlas hasta la puerta de su edificio pese a todas sus excusas.
Laila se las arregló para mantener la mirada al frente y no en su acompañante.
—Deberíamos repetir lo de esta noche otra vez.
—No creo que sea buena idea.
—¿Es que acaso no te gustó mi comida? Serías la primera.
—Tu ego está por las nubes. —Lo observó con curiosidad, intentando entenderlo—. ¿Por qué haces esto? —preguntó.
—Creí que había quedado claro. Estoy interesado en ti.
—Se te pasará. Adiós.
Se aseguró de no mirar hacia atrás ni una sola vez mientras se alejaba. Y durante la noche hizo todo lo posible para mantenerlo lejos de sus pensamientos.
El lunes llegó demasiado rápido. Amaba su trabajo, pero odiaba el inicio de semana, como estaba segura que hacía más de la mitad de la población en general.
Apenas se había acomodado en su escritorio cuando recibió una llamada de la secretaria de su jefe de departamento. Le había enviado su artículo al correo durante el fin de semana, así que solo podía estarla llamando para hacerle alguna corrección o porque ya tenía un nuevo encargo para ella.
—Dani —saludó a la secretaria de su jefe y se detuvo frente a su escritorio.
Dani era una de las pocas mujeres con las que mantenía algún tipo de amistad dentro del trabajo. El mundo del periodismo era demasiado competitivo y, sin importar cuanto había tratado de llevarse bien con la gente, pronto había descubierto que no todos tenían buenas intenciones.
—Laila, ¿qué tal tu fin de semana?
—No tan bien como el tuyo asumo. ¿Cómo te fue en tu escapada romántica?
—Estuvo bien. —Dani levantó su mano y movió su dedo anular.
Laila miró con sorpresa el anillo que adornaba el dedo de Dani.
—¿Te propuso matrimonio? —preguntó tratando de controlar su voz para no llamar la atención.
—Sí, fue tan mágico.
—Estoy tan feliz por ti. Tienes que contarme todo después… Bueno no todo, puedes quedarte con los detalles más sexys —dijo moviendo las cejas de arriba hacia abajo.
Dani se sonrojó.
—Lo prometo, ahora pasa que el jefe te está esperando.
Asintió y caminó hacia la única oficina que estaba de ese lado.
¿Por qué parecía que todos a su alrededor se estaban casando?
—Señor —saludó entrando a la oficina de su jefe. Se dio cuenta que él no estaba solo, otro hombre ocupaba el asiento frente a su escritorio y estaba de espaldas hacia ella—. Lamento si interrumpí. Dani dijo que quería verme, pero puedo volver más tarde.
—No te preocupes, de hecho, quiero que conozcas a alguien.
El misterioso hombre se puso de pie y se giró hacia ella con una sonrisa enorme.
«Malditos lunes —pensó».
—Laila, es tan bueno verte otra vez.
—Franco —dijo por fin y contra todos sus instintos tomó la mano que él le tendió.Miró sus manos unidas. Durante mucho tiempo se había preguntado cómo se sentiría el día que volviera a verlo. Si su presencia o su toque volvería a afectarla como en el pasado. Le daba miedo sentir algo por él, aún después de lo que había hecho. Pero de pie frente a él, se dio cuenta que ya no quedaba nada de lo que alguna vez había sentido.Eso no quería decir que debía de agradarle. Franco era una basur@ y estaba segura que eso no había cambiado en todo ese tiempo.Laila esbozó una sonrisa para nada sincera. Sin querer su mirada se posó sobre el jarrón en una esquina y se lo imaginó rompiéndolo en la cabeza de su ex. Sería todo un espectáculo y podría perder el trabajo, pero seguro valdría la pena.—¿No sabía que conocieras al señor Basile?Tiró de su mano al ver que Franco no tenía intención de soltarla y se giró hacia su jefe que los miraba extrañado. —Laila y yo fuimos buenos amigos durante la uni
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Laila.Michelle miró sobre su hombro y le dio una sonrisa. Laila estaba sentada unos metros más allá, detrás de la mesa que estaba acomodada cerca de una de las esquinas de la cocina. Traía puesta su ropa de dormir que consistía en un polo bastante enorme que por su bien mental esperaba perteneciera a alguno de sus hermanos y unos shorts de tela que había vislumbrado en el momento que se sentó. No era una lencería de seda, pero seguro como el infiern0 que se veía sexy.Incluso cuando trataba de mantenerlo al margen, el que no se hubiera molestado en arreglarse para recibirlo demostraba que se sentía cómoda en su presencia, mucho más de lo que quería aceptar.—Solo un poco de chocolate, parece que en verdad lo necesitas.Laila había estado bastante tensa cuando lo recibió.Sirvió el chocolate en un par de tazas y las colocó sobre la mesa.—Aquí tienes.Laila sujetó su taza con ambas manos, se la llevó cerca de la nariz y tomó una inhalación profunda. Cer
Pese a que el plan inicial de Laila había sido pedirle a Michelle que fuera su novio, había cambiado de opinión después de considerarlo un poco. Aunque al final Michelle había terminado ofreciéndose de todas formas.Soltó un bostezó y se acomodó de lado, no quería darle demasiadas vueltas al motivo por el cual Michelle se había ofrecido. Como había dicho, quizás solo trataba de ayudarla. Con ese último pensamiento en mente se quedó dormida.A primera hora del día siguiente un mensaje de Michelle llegó a su celular, en él le detallaba que la mesa estaría a nombre de ella y que su ex debía dar su nombre para que lo ubicaran. Laila respondió con un escueto: «Está bien»Con demasiado deleite marcó el número de Franco. A él no le gustaba cuando alguien más tomaba las decisiones y menos cuando estas iban en contra de sus deseos.—Franco Basile. ¿Quién habla?—Laila De Luca.—Oh, Laila no hay necesidad de ser tan formal. Te tardaste demasiado, esperaba tu llamada ayer mismo.—Estaba ocupada
Franco era tal como Michelle se lo había imaginado. Engreído y petulante. Tantos años le habían dado la suficiente práctica para lidiar con sujetos como él. Al principio de su carrera, había tenido que aguantar actitudes de mierd@, pero tan pronto comenzó a hacerse un nombre la gente había aprendido a respetarlo. A pesar de la actitud de Franco, se estaba divirtiendo como nunca. Era difícil no echarse a reír cada vez que el rostro de Franco se volvía rojo de molestia o cuando sus ojos se llenaban con lo que parecía ser irritación. Todavía no sabía que era lo que le había hecho a Laila en el pasado, pero podía írselas cobrando por anticipado. —¿Y a qué te dedicas? —preguntó mientras cortaba en pedazos el trozo de carne servido en el plato de Laila. Franco lo miró con indignación. Michelle había esperado esa reacción. Él esperaba que todos lo reconocieran allá a donde fuera. —Soy el vice presidente general de Base Invesments. Recientemente mi nombre apareció en la revista más impor
Laila miró a la secretaria de Franco esperando que ella sonriera y le dijera que estaba jugando. No había manera que Franco se hubiera marchado justo el mismo día que habían acordado reunirse. Su cita había sido acordada con tres días de antelación. Franco le había dicho que el viernes por la tarde tendría el tiempo para responder todas sus preguntas, pero ahora que estaba en su empresa, su secretaria le decía que él había decidido adelantar sus planes del fin de semana. —Debe haber un error. El señor Basile y yo teníamos una cita esta tarde. —Estoy al tanto. Sin embargo, al señor se le presentó una emergencia y tuvo que viajar antes de lo previsto. ¿Emergencia? Conociendo a Franco, podría tratarse de cualquier cosa. En el pasado había encontrado cientos de excusas cada vez que cancelaba una cita. Laila nunca había encontrado razón para dudar de él hasta que dejó de ser una tonta. —¿Señorita? La voz de la secretaria la devolvió al presente. —¿Sí? —Le decía que el señor Basile
Eran casi las siete de la noche cuando Michelle detuvo su auto en la campiña de Franco. El lugar se extendía por varias hectáreas y una enorme mansión estaba localizada al final del camino. Otros autos estaban estacionados en la parte delantera, pero no había ni una sola persona cerca.Se giró hacia Laila, ella se había quedado dormida unos minutos después de salir. Sonrió mientras la observaba. Tenía los labios un poco entreabiertos y algunos mechones de cabellos le cubrían parte del rostro. Así casi parecía inofensiva. Se debatió entre despertarla o llevarla en brazos. Descartó la segunda opción de inmediato. Si Laila se despertaba a mitad de camino, no iba a estar nada contenta. Apenas había logrado que aceptara dejarlo acompañarla. —Preciosa —llamó sacudiéndola del hombro y esperó.Laila se removió y unos segundos después abrió los ojos. Ella soltó un bostezo que cubrió con su mano.—Hola, dormilona.Laila le dio una sonrisa cálida que lo tomó por sorpresa. Era la primera vez
Laila se preguntó si alguien la detendría si se lanzaba sobre Franco y comenzaba a golpearlo. Solo un idiota como él podía ponerse a presumir de todo lo que había logrado en los últimos años. ¿Es que acaso no recordaba que gran parte de eso era gracias a ella? Sonrió al imaginárselo tumbado en el suelo mientras le daba puñetazos sin parar. Sus hermanos le habían enseñado como dar un buen golpe para no terminar con un dedo fracturado. Recordó entonces las palabras de su madre sobre que la violencia no era la primera opción. Así que se limitó a asentir como si estuviera escuchando lo que Franco estaba diciendo. Laila solo había querido saber cuando podrían llevar a cabo su entrevista y había terminado en aquella aburrida conversación y sin respuesta. Estaba buscando la manera de alejarse de él cuando escuchó la voz de Michelle. Él pasó la mano por su cintura y ella se giró para mirarlo. Tan pronto sus ojos se posaron en su rostro, se olvidó de Franco y de todos los demás. Observó a de
Laila se quedó inmóvil hasta que escuchó la respiración acompasada de Michelle. ¿En serio se había quedado dormido?—Michelle —llamó.Completo silencio.Se movió con cuidado tratando de escapar de su agarre, pero solo logró que la sujetara aún más. Aguantó la respiración y soltó un suspiro de alivio al darse cuenta que él seguía durmiendo. Cada célula de su cuerpo era consciente de su cercanía. Parecía imposible quedarse dormida, pero unos segundos después cerró los ojos y se dejó llevar por la tranquilidad que le trasmitía Michelle.Despertó al día siguiente con el rostro de Michelle delante de ella. Debían haberse movido durante la noche. En lugar de levantarse, se quedó observándolo. Sabía que él podía despertarse en cualquier momento y atraparla, pero aun así no pudo alejar la mirada.¿Por qué había ido hasta allí con ella? No tenía por qué hacerlo y pese a ello no había dudado en chantajearla con tal de acompañarla. Acercó su mano para tocar su rostro, pero se detuvo a centímet