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Capítulo 4: La mafia italiana

Luka

No he podido dormir correctamente los últimos días. El asunto de Francesco me ha tenido preocupado y es ahora, que he empezado a darme cuenta de la estupidez que le dije a mi padre. No tendría que haber pensando y mucho menos proponerle asesinar al capo. He cometido un error del que no puedo recuperarme.

Me levanté de la cama a eso de las nueve de la mañana porque necesitaba cerrar un trato para una mercancía bastante grande que llegaría dentro de unos días a uno de los puertos más cercanos y después, nos encargaríamos de distribuirla y venderla como siempre hemos acostumbrado. Luego de desayunar salí al jardín debido a que deseaba sentarme a leer un poco sin que nadie me molestara, pero, me encontré con mi hermana quien revisaba su teléfono con insistencia.

Bueno, es cierto que parece actuar como nunca lo hace. Me pregunto si le está pasando algo.

—Katya ¿Te sucede algo? —Me preocupé al notar su rostro tan asustado, ella estaba prácticamente pálida por lo que me acerqué.

Suspiró, cerró los ojos y me dijo:

—Es que acabo de ver en las noticias algo que soy incapaz de creer...—con las manos temblorosas me extendió su teléfono y el pulso se me aceleró sin control alguno cuando leí el articulo que había sido publicado por el periodo:

MUERE ASESINADO EL CAPO DE LA MAFIA ITALIANA

Francesco De Angelis, más conocido como el capo de la famosa mafia italiana fue asesinado por uno de las más grandes mafias japonesas durante la madrugada. Lo único que se conoce es que sus hombres lo llevaron a uno de los mejores hospitales de la ciudad, y que en cuanto se supo del fallecimiento de este, se robaron el cadáver.

 

—¿En verdad lo asesinaron? —Cuestioné sin ser capaz de creer que la mafia japonesa lo haya matado. Francesco solía tener demasiada seguridad cuidándole la espalda y resultaba imposible que hayan logrado asesinarlo.

¿O ha sido mi padre quién lo mató? En tal caso, no entiendo motivo por el cual los japoneses se han involucrado en todo este asunto.

—Parece que sí, aunque, tampoco tenemos forma de averiguar si esto es completamente cierto...—se pasó una mano por el rostro y a pesar que, de igual manera yo me sorprendí, no entendía la razón por la que parecía que fuese a desfallecer en ese mismo instante—No puedo creer que esté muerto...Yo, también intenté matarlo hace un tiempo...Yo, no pensaba que algo como esto podía suceder.

Esto se está saliendo de control.

—Cariño, todo está bien —besé su frente —La vida es como es, por lo que no podemos saber lo que será de nosotros.

—Solo que no puedo creer que esto sea cierto...¿O tú crees que sí sea de tal manera? —Me interrogó.

—Ya lo veremos en las noticias o algo, por supuesto, iré a preguntarle a nuestro padre que tiene que averiguar un poco más al respecto —me puse de pie, dándome por vencido al notar que hoy no iba a ser posible tener un poco de tranquilidad con todo lo que acababa de suceder con la mafia italiana, e ingresé a la casa hasta llegar a la oficina de nuestro padre. Allí lo encontré hablando por teléfono y me hizo una seña para que me acercara. Cuando pasaron un par de segundos, colgó la llamada y me dijo:

—Franco De Angelis está muerto —una sonrisa llena de cinismo iluminó la habitación.

—Sí, ya lo sé, según dicen las noticias lo han matado los japoneses —me senté para poder conversar más amenamente—Aunque, me negaba a creer que sí estuviese muerto.

—Franco De Angelis está muerto, pero, no han sido los japoneses quienes se encargaron de él —confesó despertando mi curiosidad y haciendo que me sentara un poco más cerca de él.

La preocupación me golpeó ya que no sabía que pensar o decir.

—¿Perdón? —Pregunté con incredulidad—¿Cómo puede ser que no hayan sido ellos? ¿Entonces qué fue lo que pasó?

Mi corazón me lo dijo. Tenía un terrible presentimiento, sin embargo, he intentado no prestarle atención. Pero aquí estoy, sin estar preparado para escuchar la peor noticia de mi vida.

—Sí, he dicho que no fueron los japoneses los que lo mataron —me dijo como si estuviera hablando del clima y mi nerviosismo no hizo más que incrementar.

—Siendo así ¿Quién fue el asesino? —Enarqué una ceja empezando a molestarme. Necesitaba saberlo ahora mismo.

Por favor...Por favor no digas eso que no quiero escuchar.

Por favor, te ruego que no digas que hemos sido nosotros.

Por favor, padre.

Perdóname, padre.

—Nosotros, lo matamos nosotros, aunque, eso no lo sabe nadie más que tú, los japoneses y yo. Les pedí que lo asesinaran y que dejaran muy en claro que fueron ellos a cambio de un par de favores que no necesito contarte —se rió. Estaba loco, estaba loco por haber confiado en mis estúpidas ideas. Estaba desquiciado por confiar en mí.

—¿Qué demonios te pasa? —Me puse de pie y golpeé la mesa— ¿Podrías decirme qué sucede contigo?

Lo admito, no poseo vergüenza alguna.

—¿Disculpa, hijo? ¿No fuiste tú quien me dio la idea de matarlo para darle fin a nuestros problemas con la mafia italiana? —Se encogió de hombros antes de fumar un cigarrillo —No vayas a creer que he olvidado la conversación que existió entre nosotros aquel día, porque es evidente que no es así.

Es que no imaginé que planeabas confiar en mi palabra. Al final, nunca lo haces.

—No creí que ibas a convertirlo en una realidad, padre. Inclusive tú no parecías estar de acuerdo con la idea en ningún momento, así, que no creía que ibas a hacerlo ¿Cómo has sido capaz por el amor de Dios? ¿Pensaste por un solo segundo en el desastre que podría convertirse esto y en cómo no va a hacer más que traernos más problemas con ellos? —Me estaba comenzando a desesperar. Y a arrepentirme terriblemente por la conversación que tuvimos hace dos días en la que le planteé esa idea tan descabellada.

Cometí un error y este es tan solo el principio de mi condena.

—No me cansaré de repetirlo, Luka, no me cansaré de decir que fuiste tú la persona que me ha metido la idea en la cabeza y luego de pensar por horas, decidí que no sonaba tan mal. Como sea, por más que no estés del todo de acuerdo en lo que acabo de hacer, ya es demasiado tarde como para arrepentirnos. Francesco De Angelis ya está muerto, tú y yo lo matamos, y no se puede traerlo de entre los muertos. Lo hecho, hecho está.

—¿Lo matamos? ¡Fuiste quién ordenó que lo asesinaran! —Le grité desesperado al mismo tiempo que me ponía de pie—Padre...¿Cómo has podido confiar en mis tontas palabras?

—Te equivocas porque tu idea fue excelente. Me ayudaste a solucionar uno de mis problemas más grandes y ahora podré dormir tranquilo gracias a ti.

—Papá...¿Cómo es que pretendes que los japoneses mantengan la boca cerrada para siempre? —Dije mirándolo. El miedo recorría mis venas.

—Puedes estar tranquilo por ello, es algo de lo que voy a encargarme, pero, eso no significa que no seas tan responsable como yo —me recordó y la furia me consumió.

Me he decepcionado a mí mismo.

—¡No sigas diciendo que he sido quien lo mató! ¡No fui la persona que tomé la decisión final! —Espeté. Puede que le haya dado la idea en un principio, no obstante, no terminó de consultármelo. Nunca me ha tomado en serio...¿Por que tendría que haberme hecho caso en algo tan estúpido por primera vez en su vida? ¿Por qué tenía que hacerlo ahora que era el momento menos adecuado?

—Ambos somos los autores intelectuales, Luka, y por la misma puta razón, nos conviene quedarnos callados y afrontar todo lo que se nos viene —se puso de pie y me tomó por el cuello de mi camisa de lino abruptamente—¿Ya escuchaste, Luka Romanov? ¿Te ha quedado claro que no puedes abrir la puta boca?

—Nunca pensé que me pondrías un dedo encima...—la realidad me golpeó—¿Qué está pasando contigo padre? ¿Por qué has cambiado tanto tan de repente?

—Te he hecho una pregunta —me recordó y asentí. No quería que se pusiera todavía más agresivo.

—Ya...Ya entendí, padre —respondí limitándome a asentir con la cabeza. Su repentino comportamiento salvaje me asustó, sin embargo, me sirvió para comprender nuevamente la razón por la que era uno de los hombres más buscados en el mundo entero. Recordé que él era el capo de la mafia ruso, el señor Romanov, quien adora tener el control en sus manos. Quien no respeta ni a sus propios hijos y que es bastante seguro que ni la mano le llegue a temblar para matarnos si cometemos un error que puede ser capaz de darle fin a su tranquilidad o por hacer algo con lo que no esté de acuerdo totalmente y lo moleste. Recordé, una vez más en mi vida, que ese hombre era el capo de la mafia rusa y más no mi padre, porque nunca se ha comportado como uno en realidad.

Fue entonces, que volví a temerle. Recordé al hombre que me enseñó a usar un arma para su propio beneficio y a quien no le importó ni siquiera un poco el sentir de su hijo pequeño. Esa versión de Maximiliano continuaba allí, casi invisible, pero, no había desaparecido por completo. Hoy recordé la razón por la que le temí por tantos años.

Franco

Mi hermano está muerto, el hombre que luchó toda su vida para darme una vida llena de lujos en la que no me faltara absolutamente nada, fue asesinado y no puedo hacer más que cruzarme de brazos y llorar por su partida. Mi corazón ha sido lastimado, y nada puede reparar esta pérdida. Nunca me voy a recuperar de esto.

Me cansé de golpear un saco de boxeo para sacar toda la ira que tenía dentro de mi cuerpo. El asesinato de mi hermano me había sacudido de una forma que ni yo mismo podía imaginar. Y ahora gracias a ello, todos los asuntos que tenía que atender eran inmensos. Incluso tenía que convertirme en otra persona.

Después de robar el cuerpo de mi hermano de la morgue, le pedimos a un amigo que era forense que mantuviera el cuerpo de mi hermano hasta que pudiésemos llevar a cabo el funeral. Mi mayor deseo era enterrarlo en el patio de nuestra hacienda, el primer lugar que consiguió a base de esfuerzo, y de tal manera podría tenerlo cerca de mí a todo momento.

—Señor Franco ¿Ya ha pensado en lo que vamos a hacer con los japoneses? —Uno de mis hombres, Leonardo, me preguntó molesto. Sabía que todos teníamos ganas de acabar con todos esos canallas que acabaron con la vida de mi hermano.

Francesco había salido a revisar que un cargamento llegara sano y salvo, algo que no hacía tan seguido, y los cobardes lo sorprendiendo asesinándolo con más de treinta y cinco tiros. Ni siquiera le dieron la oportunidad de defenderse de su ataque. Malditos.

—Todavía no sé lo que debería hacer en contra de ellos. Por ahora, simplemente sé que estoy atravesando por el inmenso dolor que te causa perder a un ser querido y que, debido a su ausencia, voy a tener que ocupar su puesto y solucionar todos los inconvenientes que dejó pendiente —traté de controlarme a mí mismo—De igual manera necesito llamar a las personas que eran cercanas a mi hermano para poder llevar a cabo su funeral.

—Sí, cualquiera puede ocuparse de eso. Usted no se preocupe, solo tiene que tratar de tranquilizarse —puso una mano sobre mi hombro.

—Gracias por eso, en verdad.

—¿De verdad cree que fueron los japoneses quienes lo mataron? —Inquirió.

—¿Acaso tú lo dudas? —Enarqué una ceja—¿Y en caso de que no hayan sido los autores los japoneses, a quién tendrías en la mira?

—No sé. Puede que me llamaría la atención los rusos, exactamente la familia Romanov ¿Tu hermano no estaba teniendo un par de problemas grandes con ellos e incluso él intentó ponerles una trampa? —Leonardo preguntó, él era la persona a la que mayor confianza le tenía puesto que era alguien que ha trabajado en nuestras filas por demasiado tiempo y nos ha demostrado la gran lealtad que posee en varias ocasiones.

—También pensé en los Romanov en un principio...—cerré los ojos al pronunciar dicho apellido puesto que era el nombre de la familia de mi preciosa mujer, Katya—No obstante, sabemos que los problemas que hemos tenido con los japoneses han sido mil veces, más grandes que con los rusos. Y también somos conscientes de que la mafia japonesa es lo suficiente sanguinaria como para matar a quien sea, sin importarles el cargo que este posee en ningún momento. Los Romanov no matan a sus enemigos cuando los traicionan, al menos no de inmediato. Romanov no sería tan tonto como para exponerse así.

—Entonces, tenemos que vengarnos de ellos sin siquiera pensarlo una segunda vez y usted lo sabe mejor que nadie. No podemos olvidarnos de lo que nos han hecho, nunca. Es una promesa.

—No he dicho que no pienso tomar venganza, pero, no lo haré ahora mismo ¿Por qué? Porque es evidente que deben estarle cuidando las espaldas a su capo por si a alguien se le ocurre acercarse a torcerle el cuello. Ahora tengo que concentrarme en arreglarlo todo y continuar con el negocio y cuando llegue el momento indicado, los mataré a todos. Solo tengo que esperar, ese es mi deber ahora mismo.

Luego de eso, nos quedamos en silencio por un par de minutos y yo me encargué de limpiar el sudor que caía por mi frente. Me gustaba estar a solas con Leo debido a que era un amigo más que un simple trabajador de mis filas.

—¿Te cuento algo, Leo? Es algo que necesito que sepas ahora que acabo de convertirme en capo para que me puedas ayudar a ocultarlo —me senté en una de las bancas y lo invité a que hiciera lo mismo que yo.

—Dígame, Franco, usted sabe que puede contar conmigo para guardarle cualquier secreto —me dio un ligero golpe en el hombro.

—Salgo con una mujer, y estoy enamorado como un loco de ella —sonreír al tan solo recordar su rostro. Ella era como el sol que iluminaba mi oscuro universo.

—¿En verdad? ¿Tal vez la conozco? —Me sonrió contento.

—Sabes quién es, aunque solo la hayas visto un par de veces y hayas escuchado hablar mucho sobre su persona...—tomé un momento antes de continuar—Su nombre es Katya Romanov, la hija mayor del ruso.

Parecía que hubiese visto al mismísimo diablo porque sus pupilas se agradaron de la sorpresa y no supo que responderme por lo que se quedó callado. Vaya, sí, claro que me esperaba esa reacción de su parte.

—Sé que es difícil comprender que tenga un romance con una de las mayores enemigas de nuestra mafia, pero, también debes entender que uno nunca elije de quien se enamora. Y todo lo que ahora tengo con ella se desarrolló hace más de seis meses y lo hemos mantenido todo en secreto, por lo que solo lo sabemos los dos y bueno, ahora también lo sabes tú. Sé que es un romance prohibido y que puede traerme cientos de consecuencias en caso que su padre o alguno de sus hermanos se enterara de la relación, no obstante, los dos estamos cien por ciento dispuestos a asumir las consecuencias de nuestros actos.

—¿Este ese tu mayor secreto?

—Lo es, por lo que también es mi mayor debilidad. Si alguien llega a tocarle un solo pelo a esa mujer, yo juro que mataré a ese alguien con mis propias manos —moví mi cuello de un lado a otro.

—¿Y cómo es que se encuentra con ella sin que nadie lo sepa o se de cuenta de ello? —Parecía que necesitaba un poco más de información para poder comprender la situación por completo.

La realidad es que cualquiera hubiese reaccionado de la misma forma.

—Realizamos viajes para encontrarnos. A veces nos encontramos en Nueva York o en Medio oriente, aunque la mayor parte de las veces lo hacemos en el primero. Tiendo a viajar solo para que nadie se involucre, no obstante, ahora que acabo de convertirme en el capo de la mafia italiana necesito que cubras mis espaldas ¿Está bien? Quiero que me acompañes todas las veces que vaya a encontrarme con mi mujer, por favor, te lo pido. Antes ni siquiera habría pensado en tener compañía, sin embargo, las cosas han cambiado para siempre y jamás volverán a ser las mismas. La vida que conocíamos ha llegado a su fin.

—Claro que estoy dispuesto a ayudarte con esto, Franco, sabes bien que te considero un gran amigo y creo que me hará sentir bien ayudarte a continuar con tu alocada relación. Necesitas alguien en quién apoyarte ahora que estás pasando por un momento complicado en tu vida y nadie mejor que la mujer a la que tanto amas.

Quizás ella pueda brindarme el consuelo que me hace falta.

—Es una relación alocada, pero, bonita, que de eso no te quede duda alguna —le indiqué y en ese mismo instante, mi teléfono celular comenzó a sonar. El mismo teléfono que solo usaba para conversar con Katya, por medidas de seguridad—Ahora mismo ella está llamando por lo que te agradecería que me dejases solo. Ya después podremos conversar un poco más al respecto.

Él asintió y desapareció de mi vista en tan solo un par de minutos.

—Hola muñeca —sonreí con las pocas fuerzas que me quedaban. Estoy destrozado, aunque tal vez no todo el mundo pueda verlo.

—Franco, necesitaba saber cómo estabas...—suspiró sonando bastante preocupada—Escuché lo de tu hermano y no sabes cuánto lo lamento, cielo, no sabes cuánto...

—Su muerte ha generado un enorme impacto en mi vida, no tengo por qué negarlo, sin embargo, tengo tantos problemas encima que no he sido capaz de sentarme a llorar ni un solo minuto.

—¿Puedo ayudarte de alguna forma quizá? —Preguntó con amabilidad. Ella era una mujer fuerte, aunque muchas veces llegase a ser una persona muy tímida.

—Quiero verte, muñeca, necesito verte...No te he visto desde hace más de dos meses y no creo ser capaz de continuar un solo día más sin besarte el cuerpo entero.

—Ay, Franco, pero, qué cosas dices...—imaginé que estaba sonrojándose y sonreí—¿Cómo podríamos vernos en medio de esta desafortunada situación?

—He dicho que necesito verte, lindura. Ven a verme...

—¿Quieres que vaya a Italia? —Eso fue lo que entendió sobre mi petición.

—No, mi amor. Tendrás que venir a Moscú y no lo harás sola. Necesito que le comuniques a tu padre que me gustaría que viniesen al funeral, es lo último que pueden hacer por nosotros, por todos esos años de amistad.

—¿Qué haces en Rusia, Franco? —Susurró asustada por mi respuesta.

 —He tenido que salir de Italia por precaución luego de lo sucedido. Así que si puedes ven a verme el fin de semana. Mañana se llevará a cabo el funeral en la hacienda que tenía en Rusia porque fue el primer lugar que compró y uno de los más especiales en su corazón, después de ello, podemos vernos en un par de días.

—Está bien, recógeme en algún lugar y pasaré el fin de semana contigo. Y sobre el funeral, iré a decirle a mi familia y no dudes acerca de nuestra asistencia. Estaremos allí, estaré allí apoyándote—suspiró—Te amo, Franco, te amo.

—También te amo, muñeca. Te veré pronto —volví a sonreír una vez más antes de colgar el teléfono. Me hubiese encantado continuar conversando con ella, pero, nunca era posible debido al peligro que corríamos y en este instante, nada era bueno, en lo absoluto.

Katya

Suspiré y me tranquilicé antes de bajar a la sala de mi casa. Mi padre, madre y hermano se encontraban allí, por lo que todo sería mucho más fácil para mí.

—He llamado a Franco De Angelis para darle mis condolencias —hablé, llamando la atención de todos los presentes—Nos ha invitado al funeral de su hermano, alegando que esto sería lo último que los iba a pedir. Por mi parte, he optado por ir, por los buenos tiempo. Prefiero quedarme con la imagen de Francesco siendo nuestro fiel amigo.

—Iremos, no te preocupes. Es algo que debemos cumplir —papá mencionó —Yo le avisaré a Dasha, supongo que con el enorme corazón que posee tu hermana preferiría regresar para asistir. Gracias por avisarnos.

—No es nada, iré a mi habitación. Buenas noches —me despedí y subí las escaleras lo más pronto que pude.

Esa noche casi no pude dormir, todo esto parecía una pesadilla y la preocupación que mi alma sentía por Franco era interminable.

Por la mañana, busqué un vestido negro en el armario junto con un sombrero y gafas, tomé mi pequeño bolso y bajé, esperando encontrarme con toda mi familia. Me sorprendió ver solo a mi hermana menor, Dasha, a punto de salir por la puerta principal.

—Oh, Dasha, no sabía que habías regresado...—le expresé.

—Buenos días, Katya. He decidido regresar solo por hoy por lo sucedido con Francesco, después volveré a mi viaje que ahora lo necesito más que nunca —trató de fingir una sonrisa—Durante los últimos meses, nuestra perspectiva de Francesco cambió totalmente, sin embargo, eso no logrará que olvide los consejos que nos dio y los buenos momentos que nos regaló a todos. Franco debe necesitar mucho consuelo y tampoco soy nadie para negarlo.

—Sé que no somos muy cercanos a Franco, pero, me tomé el atrevimiento de llamarlo porque me sentía muy triste por él. Y en cuanto lo veamos, no sé cómo debo reaccionar o cuáles serán las palabras adecuadas para darle un abrazo —susurré—Dasha...¿Dónde están los demás?

—En el auto, en realidad estaba a punto de subir a buscarte. Ven, ya tenemos que irnos —me indicó y asentí.

Durante todo el camino nos mantuvimos en silencio, por lo que creo que nadie sabía que decir exactamente. En el funeral, se encontraban varias personas que conocía y a pesar de haber estado un buen rato en el lugar, todavía no hemos visto a Franco en ningún lado. Me alejé del resto de la familia, que estaban conversando con otros capos.

Traté de conseguir un poco de valentía y me acerqué al ataúd de Francesco para verlo por una última vez antes que fuese sepultado. Es increíble como los seres humanos nos convertimos en tan poco de un día a otro. Hoy lo somos todo, mañana no seremos nada. Hoy estamos aquí con vida, mañana no lo sabremos. Es por ello, que debemos vivir como si no hubiera un mañana, amando a los nuestros y disfrutando de lo que somos.

Para mí, todo esto era tan difícil de procesar. La escena en la que amenazaba a Francesco de muerte hace unos años no dejaba de dar vueltas en mi cabeza, a pesar de no haber hecho nada, sentía que sí sin razón aparente. Me alejé de la tumba, con la imagen del cuerpo del antiguo capo guardada en una pequeña parte de mi alma y al darme la vuelta, me di cuenta que mi familia estaba hablando con Franco. Oh, mi cielo, en verdad se nota que estás sufriendo y prometo que voy a estar a tu lado, para lo que necesites, siempre aquí estaré.

—Franco...—susurré, acercándome a él. Tenía que darle el sentido pésame.

—Katya, gracias por venir —sonrió, tratando de actuar con normalidad frente a mi familia.

—Todo va a estar bien porque siempre sale el sol después de la tormenta —murmuré en el oído de Franco cuando me acerqué a darle un abrazo —Y yo estoy aquí para ti, para lo que necesites, siempre. Permíteme ser el hombro que te reconforte.

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