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Capítulo 5: Deseos no compartidos

Dasha

La muerte de Francesco dejó una gran huella en mí. Cambió para siempre mi forma de ver las cosas y me marcó de tal manera, que al fin he abierto los ojos acerca de lo que verdaderamente significa ser un criminal y tener tantos enemigos. Creemos que el poder nos ha de ayudar a superar todos los problemas que aparezcan en nuestro camino y dormimos con suma tranquilidad, aun sabiendo que hacemos cosas malas y que varias personas sueñan con asesinarnos todo el tiempo en búsqueda de venganza.

Con la muerte del capo italiano comprendí que no estamos libres de morir, que no somos indestructibles como mi padre me enseñó. Mi padre me aseguró que nada podría ser capaz de destruir a la mafia rusa de la familia Romanov, pero, ahora creo que nadie está libre de ser herido, ni siquiera nosotros.

Tuve que volver a Moscú porque así lo quise, debido a que prefería mil veces regresar al departamento de Dimitri y disfrutar de su compañía con la mayor tranquilidad posible en lugar de regresar a casa y observar como el imperio caía lentamente. No sabía que era lo que el destino tenía preparado para nosotros después del rumbo que la vida ha tomado y como fuera, no estaba lista para escuchar la verdad. Necesitaba despejar mi mente, o mejor dicho, lo único que necesitaba para sentirme en paz era huir.

Katya

La vida es difícil, amar es difícil, y la verdad es que ambas cosas son solo para valientes. Durante los últimos días he tenido que escuchar a Franco mediante un par de llamadas de teléfono, tratando de encontrar las palabras indirectas para que se relajara. Sabía que tenía demasiada presión sobre sus hombros luego de la muerte de la persona más importante de su vida y que la tristeza amenazaba con consumirlo si nadie estaba allí para él. Por lo que, hallamos la manera perfecta de vernos lo más pronto posible, a hurtadillas de todo el mundo como de costumbre, porque necesitaba hacerle compañía, abrazarlo y decirle que todo iría bien.

Después de terminar de arreglarme y decidir que tenía que llevar un vestido muy ceñido al cuerpo y tacones lo suficiente altos, salí de casa acompañada de un arma pequeña y mi teléfono, además de un bolso de viaje en el que llevaba un par de prendas y objetos de cuidado personal. Había quedado con Franco en encontrarnos en cierto punto, cerca de la selva y decidí tomar un taxi antes de llevar mi propio auto y dejarlo tirado por algún lugar luego. Él no se tardó mucho en aparecer con una sonrisa en uno de sus autos, luciendo extremadamente sexy con un traje de lujo azul y gafas de diseñador. Ese es mi hombre.

—Sube, muñeca —me abrió la puerta y me subí como pude. De inmediato, bajó su mirada hacia mis pechos, los cuales resaltaban de toda mi figura. Me sonrojé y cerré la puerta del auto para que él arrancara, algo que hizo al instante—Hoy luces tan bonita como siempre, mi amor.

—Gracias, cariño —le sonreí sin dejar de estar jodidamente avergonzada. Ha pasado mucho desde que empezamos esta relación, pero, no deja de ponerme nerviosa con pequeñas acciones. Él no deja de causar que mi corazón se acelere.

—¿Cómo es que pudiste venir a pasar todo el fin de semana conmigo? —Cuestionó dejando besos pequeños a lo largo de mis manos y brazos.

—Le he dicho a mis padres que me iría de viaje a Medio Oriente hasta el miércoles, por lo que podremos pasar muchos días solos y haciendo todo lo que queramos —susurré coqueta—Aunque, me preocupa que alguna de las personas que trabaja para ti pueda vernos.

—No te preocupes que solo tengo a un hombre cuidándome las espaldas y ese hombre es Leonardo, es alguien de confianza por lo que nunca contará nuestro secreto —me aseguró y suspiré sintiéndome mucho más tranquila—¿Cómo has estado, cariño?

—Pues, supongo que he estado bien dentro de lo que cabe —me encogí de hombros—Mi familia siempre está ocupada en sus propios asuntos, por lo que no nos queda tiempo de sobra para discutir entre nosotros.

—Me alegra, mi amor —besó mi mejilla y aunque tratara de fingir que todo iba bien, su mirada denotaba una tristeza absoluta por lo que me acerqué para besar su frente.

—Estoy aquí, Franco, y sabes bien que no necesitas ocultar tus sentimientos conmigo. Estoy aquí y no me iré, nunca —entrelacé nuestras manos mientras lo miraba a los ojos. Necesitaba servirle de consuelo como fuera.

—Así estoy bien, Katya, te agradezco por preocuparte por mí, pero, ahora mismo necesito creer que no ha sucedido nada si quiero seguir adelante. Espero que sepas respetar mi decisión.

—Respeto la decisión que tomes, mi cielo —fue lo último que le dije antes de desviar la mirada y en poco más de veinte minutos, nos encontramos en una preciosa hacienda ya que él manejó lo más rápido que pudo. Nunca me ha dado miedo las velocidades de un automóvil, al contrario, las amaba como una loca, y por la misma razón, acostumbraba a conducir automóviles de lujo y a participar en carreras de autos ilegales. Considero que es un buen medio de entretenimiento en medio de tantos problemas. Además, no miento cuando digo que me considero una fiel amante del peligro en todas sus formas. Adoro la adrenalina corriendo por mis venas.

La gran hacienda era bellísima y elegante, además de tener una gran piscina al frente y como dos pisos en total. Esbocé una pequeña sonrisa al ver a un hombre alto de ojos bonitos saludándonos alegremente. Nos bajamos del auto y nos acercamos lentamente a este.

—Katya, te presento a Leonardo, el hombre en el que más confío —apenas dijo eso le apreté la mano al hombre alegremente—Puedes contar con él para lo que se te ofrezca

—Un gusto conocerla, señorita.

—Es un honor también, Leonardo —le sonreí.

—Leo, vamos a estar adentro en mi habitación por si sucede algo. Gracias por todo amigo —le dio un golpe en el hombro y entramos a la casa. Era muy bonita, a decir verdad. Subimos hasta su habitación, la cual era sorprendentemente grande e incluso tenía lo que parecía un pequeño bar. Podríamos pasar todo el día en este lugar sin problema alguno.

—He de admitir que tu dormitorio es bastante acogedor de cierta forma —sonreí sentándome en su cama, la cual claramente tenía el olor del perfume de Franco impregnado.

—Digamos que es lo suficiente grande como para follarte en diferentes posiciones —soltó con picardía y me puse nerviosa. No iba a ser la primera vez que tuviéramos sexo, está claro que no, a pesar de eso, sigo poniéndome tan nerviosa como la primera vez. En realidad, creo que es ese el poder que este hombre tiene sobre mí.

—Franco, pero qué cosas dices...—me sonrojé a más no poder y lo observé mientras se acercaba a mí y tomaba asiento a mi lado.

—¿Qué, muñeca? Simplemente estoy diciendo la verdad ¿No crees? —Acortó la distancia que había entre los dos y posó su mano sobre el tirante de mi vestido de seda. Me contuve para no decirle lo bien que me hacía sentir con tan solo rozar su mano sobre mi piel.

—Sí...—susurré acercándolo poco a poco para empezar a besar su cuello con delicadeza—Entonces, Franco, fóllame hasta que amanezca...

—Créeme que realmente deseo follarte como te gusta hasta la mañana —colocó una de sus manos sobre mis senos y comenzó a acariciarme sobre mi vestido—Quítate la ropa para mí, cariño. Déjame verte, princesita...

Asentí ante su petición y me puse de pie para mover mis caderas de un lado a otro al mismo tiempo que lo miraba con picardía. Me deshice de mi vestido con suma lentitud en frente de él y noté como se mordió el labio al verme en ropa interior de encaje.

—Creo que esto debes quitarlo tú —le dije tirando el vestido a un lado y subiéndome sobre su regazo con rapidez. Nuestros ojos se conectaron de un momento a otro y me limité a sonreír con timidez.

—Eres jodidamente bonita ante mis ojos, cielito —apretó mis pechos sin necesidad de quitar el brasier, logrando sacarme un sonoroso gemido, del cual me avergoncé después—Te amo tanto, mi amor...

—También te amo, Franco...—me dejé llevar.

El resto de la noche la pasamos con cientos de caricias y besos de por medio, como una muestra de los sentimientos que existían entre ambos. Franco De Angelis podría ser el hombre que acababa de heredar el puesto como el capo más grande la mafia italiana, alguien que conocía muy bien como manejar diferentes tipos de armas, que conocía muy bien acerca de las distintas clases de drogas existentes en el mundo y cómo debía lucir cada una porque su hermano se lo había enseñado a temprana edad para que tuviera una gran ventaje sobre el resto desde una edad bastante temprana, una persona con una mirada fría, que en muchas ocasiones podía dar un poco de miedo, quien era capaz de manejar a velocidades extraordinarias y que de igual forma, era muy inteligente al momento de tomar decisiones. Pero, sobre todas las cosas, él era el hombre al que amo. Ese hombre que me ha llenado de vida desde hace un par de meses atrás, y me ha demostrado que el amor sí existe, aunque en muchas ocasiones, tengamos que arriesgar casi todas las cosas para ser feliz al lado de la persona que queremos con el corazón.

Al día siguiente, nos encontrábamos desayunando cerca de la piscina mientras que Leonardo seguía durmiendo. Noataba que la mirada de Franco estaba perdida así que le pregunte.

—¿Cariño te encuentras bien? —Interrogué, preocupándome por su estado de inmediato.

No dijo nada. Cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y comenzó a llorar sin consuelo, alertándome. Me puse de pie hasta llegar a su silla y me subí en su regazo para abrazarlo y tratar de hacerlo sentir mejor.

—Franco...Todo estará bien, mi amor, sé que todo por lo que estás pasando debe ser muy difícil, sin embargo, eres el único que puede salir adelante después de todo lo sucedido —acaricié su rostro—Vas a demostrarle a los demás que eres el hombre adecuado para esto, sacarás el negocio adelante y averiguaremos quien asesinó a tu hermano con certeza y vamos a vengarnos de él.

—No es solo eso, Katya...Lo he perdido todo, sin él, estoy completamente solo en este mundo —no dejaba de llorar, haciendo que mi corazón se arrugara. Me dolía mucho verlo de tal manera. No quería que sufriera.

—Puede que antes haya sido así, no obstante, no estás solo porque ahora me tienes a mí. Siempre voy a estar a tu lado, apoyándote porque el amor que siento por ti es infinito y conmigo, no necesitas fingir que todo va bien. Saldremos de esto, juntos, y harás que tu hermano se sienta orgulloso. Él confiaba en ti, en tus habilidades y ahora que todo está en tus manos, ha llegado el momento para que todos sepan lo fuerte que eres y que nadie va a ser capaz de derrumbarte por más que lo intenten. No vas a permitirle a nadie, en lo absoluto, que obtenga ese poder. El único que decide cuando destruirse serás tú, y nadie más que tú porque nadie es digno de ello.

Luka

Lo recuerdo, recuerdo perfectamente la primera vez que mis manos tocaron un arma. Tenía catorce años, pero, eso no le importó a mi padre. A Maximiliano Romanov no le interesó que su hijo entrara dentro del mismo círculo que él y se convirtiera en uno de sus mafiosos.

—¿Qué me dices, Luka? ¿Estarás listo si te dejo a cargo? —Puso un arma asesina en sus labios: un maldito cigarrillo— Además no será por nada más que un mes, hasta que tu madre y yo regresemos de Alemania.

Otra vez con esa estupidez.

—¿Sigues seguro de hacer ese viaje? —Enarqué una ceja— ¿Es seguro que ambos vayan a un país tan cercano a Italia? Papá, por favor, usa la cabeza.

—¿Qué pasa con Italia, Luka? Hijo, no creo que hayas olvidado que nuestros problemas con la mafia italiana llegaron a su fin desde hace un poco de tiempo. Debemos aprovechar que las aguas se han calmado para continuar con nuestra vida.

O bajamos la guardia y nos cortan el cuello.

—No seas imbécil padre —vaya, no podía creer que iba a darles una ventaja tan grande a sus enemigos—Sabes muy bien que ese inconveniente apenas acaba de solucionarse y que no nos conviene que se acerquen tanto a ellos.

—Cállate Luka, quien tiene la experiencia de cómo funciona este negocio soy yo. He estado aquí desde los veinte años y ya llego a los cincuenta y sigo en el mismo lugar. Soy el maldito capo de la mafia rusa, de la mafia Romanov y nadie me ve la cara. Y nadie me dice que hacer, mucho menos mi hijo, quien cree ser mil veces más inteligente que el hombre que le enseñó todo lo que sabe.

Sí, claro, el hombre que me ha enseñado a ser una mala persona. Pero, bueno, qué más da, respeto tus conceptos de enseñanza.

—No te confíes, padre, recuerda que nuestros enemigos viven al pendiente de todo lo que hacemos para encontrar el momento perfecto para atacar. No les des una razón para atacarte, es lo único que te estoy pudiendo. No pido más que eso.

—Y si atacan, te atacarán a ti y tendrás que ver la manera de salir de eso. Por lo mismo, te dejaré a cargo de la mafia hasta que vuelva dentro de un mes. Y si te equivocas con algo o lo arruinas...

—¿Qué? ¿Me matarás como a cientos más? Ay, por favor, ya conozco muy bien tus manías. Demasiado bien, tanto como no me gusta ya.

—Te mataré si te equivocas. No porque seas mi hijo, de mi propia sangre, te dejaré vivo si terminas con todo lo que me ha costado construir.

—Está bien, no te fallaré.

—Más te vale —señaló y caminó hacia la puerta para salir de la habitación, sin embargo, antes de hacerlo se detuvo sin más— ¿Luka?

—¿Sí?

—Si logras que el barco no se hunda contigo de capitán, la mafia será tuya dentro de unos meses.

Créeme querido padre que ser el dueño de una de las mafias más grandes de Rusia es una de las cosas que menos deseo en el mundo. Es eso, lo que menos quiero ahora mismo. Y haré todo lo que esté en mis manos para impedir que todo ese imperio llegue a pertenecerme.

—¿Eso acaso no es bastante injusto? Es decir, me parece que todos tus hijos deberían tener el derecho de heredar la mafia y que no solo me consideres a mí para el puesto —le dije tratando de hacerlo cambiar de opinión—Creo que tanto mis hermanas como yo tenemos el derecho de pelear por el puesto.

—¿Eso deseas, Luka? —Me preguntó y yo asentí rápidamente—Entonces eso es lo que tendrás, hijito. Haré que ustedes tres peleen por el puesto.

—¿Tan simple como eso?

—Por supuesto, ahora salgamos que en un par de minutos tu hermana debe estar por llegar de su viaje. Me alegra que podamos volver a verla luego del problema que nos trajeron los italianos.

Tragué saliva al escuchar de los italianos. Estaba cargando con ese maldito cargo de consciencia desde hace más de una semana, en la cual por poco ni siquiera he sido capaz de dormir normalmente.

—Padre ¿Qué pasaría si alguno de tus hijos no tiene heredar la mafia dentro de su lista de deseos? —Cuestioné expresándole, de forma indirecta, que yo no quería ser como él. Si bien es cierto ya he ganado muchas experiencias trabajando de la misma mafia y de cierta forma ya me había acostumbrado a llevar esta vida, sin embargo, lo que menos quería en todo este mundo era ser el capo y hacer todas esas cosas que he observado hacer a mi padre de sangre desde siempre.

—Bueno, no es como si pudieran elegir. Ustedes también han estado involucrados en nuestra mafia desde el momento en que llegaron a este mundo y ya que todos los enemigos que tenemos saben muy bien quienes son, ahora ya no tendrán oportunidad de alejarse de este mundo ni hoy ni nunca ¿Está bien? Y si a alguno de ustedes, tontos, se les ocurre que no quieren seguir mis ordenes, bueno, la verdad es que prefiero matarlos a seguir viéndolos con vida.

El cuerpo se me estremeció por completo al escuchar su dura respuesta. Fue entonces, que en ese mismo instante me di cuenta que por lástima, mis deseos no compartidos continuarán intactos hasta el día de mi muerte y que yo ni siquiera tenía la decisión de escoger que hacer con mi vida. Este debe de ser uno de los castigos de ser el maldito hijo de la mafia.

—¿Cuándo les dirás a mis hermanas lo que planeas hacer con la herencia de la m*****a mafia? ¿Cuándo lo vas a hacer padre? —Le pregunté.

—Después de que Katya regrese de su viaje, claro está. Será cuando todos dejarán de ser los mismos y al fin, comprenderán lo que significan las responsabilidades como las que yo tengo.

Este asunto de la dichosa competencia me parece una verdadera estupidez, pero, si se lo comento a mi padre va a golpearme, por lo que prefiero quedarme callado. Solo espero que esta locura no se le salga de las manos y que mis hermanas no se lo tomen muy en serio, porque eso romperá el vínculo que existe entre los tres. La ambición podría terminar con la maravillosa conexión que hemos establecido durante una vida entera y tengo que admitir que mis hermanitas son el motor que me ayuda a seguir día tras día. Y mi padre, va a acabar con ese paraíso.

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