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Conozcamos a Margatita...

Tomás Williams estaba casado con Margarita Reyes, una mujer rubia, muy bella, de hermosos ojos verdes y de hermosa figura; ella estaba embarazada de una niña, él había tomado la noticia con agrado, esperaba un hombrecito, pero ya vendrían más embarazos. A la bebé la llamarían Sara.

 Tomás era un hombre millonario, cabello castaño oscuro, ojos azules; de complexión fuerte, carácter férreo e implacable para llevar sus negocios, había heredado de su padre, el olfato para los negocios, tenía un consorcio empresarial que él algún día heredaría y que había pertenecido a la familia por más de tres generaciones. 

Se sentía feliz, casado con el amor de su vida conocía a Margarita desde la adolescencia y a partir de ese momento no se habían separado; Tomás no concebía la vida sin su amada esposa.

A los diecinueve años se casaron, Margarita se había embarazado y era bastante complicado su embarazo, permanecía de reposo, tenía preeclampsia y corrían peligro tanto ella como la bebé. Thomas se sentía muy mal ante esta situación.

El doctor  le aconseja interrumpir el embarazo prematuramente y así poder salvar la vida de ambas, la niña le estaba trayendo demasiadas complicaciones, pero eso no arruinaría el sueño de Tomás de tener otro niño, un heredero que seguiría al frente de todo después de él. 

Llegó el momento del nacimiento de Sara, se presentaron más complicaciones; la bebé nació con problemas respiratorios, además de eso Margarita, por una mala práctica médica se había infectado, teniendo que practicarle una histerectomía, ésto hizo  imposible que para Tomás Williams y su esposa, soñar con tener más bebés. 

Los primeros meses de vida fueron sumamente sacrificados para ellos como padres, pasaban noches sin dormir por completo, pues la bebé tenía asma, que se le complicaba al momento de dormir teniendo ellos que turnarse y permanecer sentados, para que la bebé pudiera respirar.

Después de muchos tratamientos médicos, la pequeña había ido mejorando su condición respiratoria y se estaba desarrollando como una niña muy hermosa de profundos ojos verdiazules que iluminaban su bello rostro.

 Como padres estaban totalmente enamorados de su hija  quien obtenía toda la atención la mayor parte del tiempo.

Pronto fue creciendo y Margarita decía:

— ¡Tomás, amor! ¿Cuándo vendrás a jugar un poco con nosotras?— reclamaba ella a su esposo.

Él se excusaba en que el cansancio del día de trabajo no le dejaba energías para dedicar a la familia.

— No seas tontito— decía Margarita— dedicas demasiado tiempo al trabajo. 

— Tú sabes, que tengo responsabilidad, amor lindo— decía Tomás cariñoso.

— Entonces, busca el tiempo para que estés en casa,— decía Margarita. 

— ¡Ay mi amor, tu si inventas!— decía Tomás riendo— lo que pasa es que siempre estoy revisando documentos importantes 

Tomás volvía a concentrarse en su trabajo dejando que a su esposa molesta, poco a poco ella se resignó a estar sola siempre, la niña tenía suficiente personas que la atendían, así que empezó a tener salidas con sus amigas mientras su esposo estaba en la empresa. 

Así conoció a Miguel Andrade, un hombre que de inmediato se ganó el corazón de Margarita, salían a cualquier lugar juntos, hasta que un día le pidió:

— ¿Por qué no vienes conmigo? Yo te amo. 

— Estoy casada Miguel, tengo una hija— dijo ella. 

— Un esposo que no te atiende, una hija que puedes dejar, tú y yo podremos tener otros hijos— dijo Miguel. 

— No, ya no puedo tener otros, me esterilice al nacer Sara— dijo Margarita. 

— ¡Entonces mejor!— dijo él— no me gustan los niños, déjala con su padre, iniciemos una vida tú y yo solos. 

Al inicio estaba con dudas, pero Miguel era persuasivo hasta convencerla de huir con él y dejar a su marido con Sara. 

— Vamos, tu esposo está ocupado y no desea que lo molestes— le pedía a Margarita siempre.

— Si, es cierto él no me quiere, ni siquiera le importará, vamos— dijo ella. 

Así salió de la vida de Tomás y Sara, dejando a su esposo sumido en la más profunda tristeza y devastación. 

— Siempre estaba ocupado mamá— recordaba Margarita— él trabajaba mucho, debió  buscar a alguien para que lo ayudara, dejé a mi hija. 

— Fue una mala idea mi amor— decía su madre— debiste llevarla contigo. 

— Miguel no la quería— se justificó ella— ya tiene dieciocho años, jamás volví a verla, Tomás no dejó que me acercara, lo intente,pero él fue inamovi en eso, no volvi a tener contacto con ella. 

— Si hija, pero ya deja de pensar, lo hecho, hecho está— dijo su madre. 

Sara tenía seis años cuando dejó de ver a su madre y no entendía bien lo que había sucedido, al ir creciendo se fue dando cuenta que se había ido, que estaba sola con su abuela y su padre, se sentía herida por el abandono de su mamá. 

Tenía a su abuelas que la terminó de criar, y con quien compartía su amor y ternura, cuando cumplía cada año, pensaba que su madre vendría a verla, pero jamás sucedió, se quedó sóla, a merced de la ternura y amor de su abuela paterna.

La abuela Carol, quien era la madre de Tomás, adoraba a su nieta y la consentía a más no poder, tenía un amor único por su pequeña nieta. 

La vida de Tomas Williams y Margarita había sido ideal, ella con su hermosa figura adornando la casa, la niña llenando de risas y algarabía todo lo que tocaba, sólo tenía cuatro años Sara, cuando  la prematura muerte de su abuelo paterno   los sorprendió.

Había sido un infarto fulminante, Tomás tenía que encargarse por completo de las empresas que habían quedado al borde de la ruina total, a sus veintitrés años.

Estar al frente de las empresas, era para lo que había preparado su padre, desde que tuvo uso de razón, por eso, apenas había pasado la tragedia de la muerte de George Williams, lo más natural fue que su único hijo, asumiera el control de todo lo que le correspondía. 

 

Margarita y Sara, lo veían menos ahora, por sus ocupaciones, aunque más la niña, porque en las noches él dormía con su mujer y se refugiaba en los brazos de Margarita pidiéndole todo el amor que él esperaba de ella.

Sara en cambio, estaba dormida cuando se iba y cuando llegaba, viéndolo muy poco y mucho menos disfrutando de los juegos y mimos de su padre.

Margarita cómo siempre le decía:

— Busca un espacio para compartir con la pequeña, amor.

 Tomás siempre tenía la misma excusa:

— Amor mío, mi trabajo es estar organizando todo y me lleva tiempo— decía él— además  el cansancio no me deja energía para jugar con la niña.

Margarita se sentía a veces triste y le reñía su desapego hacia la casa, y lo culpaba de que él siempre quiso que Sara hubiese sido un varón y no una mujercita, como había nacido,Tomás solo decía, que eran exageraciones de ella, que él amaba a su hija, solo que no tenía mucho tiempo para compartir con ellas.

Solo le pedía paciencia, necesitaba recuperar inversiones, su padre había confiado en alguien y éste en un movimiento de negocios casi  lo había arruinado por completo, ésto provocó el infarto del padre de Tomás.

Margarita no logró entender por los momentos terribles que pasaba su esposo,solo demandaba atención, a pesar que él cada noche le confiaba su infierno personal, su esposa lo había abandonado con su pequeña hija, quien crecía, llegando a ser una niña hermosa.

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