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No hay mañanas... solo el trabajo te salvará.

— Amor, ¿Vas a tardar más en la oficina?— preguntó Margarita por teléfono— me gustaría que nos acompañes a pasear.

— Si mi reina, voy a tardar un rato más— dijo Thomas— ¿Puedes esperar hasta mañana? Creo que podré apartar un tiempo y te acompaño amor mío.

—  Has estado posponiendo las salidas Tomás— se quejó ella— tenemos bastante tiempo sin salir, que no me acompañas a ningún lado.

— Lo sé amor, pero sabes que estoy recuperando las empresas, eso lleva algo de tiempo,  es un proceso lento— se excusó él— casi estamos arruinados Margarita. 

— Está bien, pero no voy a esperar hasta  mañana para salir— dijo ella— siempre regresas  tan tarde, estoy cansada de ésto. 

— ¡Yo solo te pido a ti, mi reina consentida, que seas paciente, no deseo que les falte nada ni a ti ni a mi hija, espera un poco— le dijo él con voz amorosa.

Margarita, sonrió al cerrar la llamada, se sentía decidida a dejar a su marido, era un hombre súper exigente en los negocios y en su vida personal, tenían demasiadas aristas que limar, pero ya ella estaba cansada se iría con Miguel, lo había escogido ahora como esposo.

Miguel, con ella era amoroso, la consentía y ella podía sentir todo el amor que le profesaba, solo no se sentía tan bien por el desapego que él tenía hacia su pequeña hija Sara, él no tenía amor por los niños.

Ella tenía veinticuatro años, tenía una vida por delante, Miguel le llevaba quince años, un hombre que le daba estabilidad, no estaba arruinado, y tenía todo el tiempo del mundo para atenderla, sin hijos viajó por todo el mundo. 

Disfrutando de la vida, viviendo sin ataduras como decía su nuevo esposo, atendiendo a un infante que solo obstruía el camino a disfrutar plenamente. 

Margarita, se había visto al borde de la muerte, su útero se había infectado cuando el cirujano le abrió por error su vejiga, y no se dio cuenta, esto había complicado más la salud de ella, teniendo que extirpar todo su aparato reproductor femenino, quitando toda esperanza de volver a tener otro embarazo.

Ésto le había fascinado a Miguel, era la mujer perfecta para él, nunca tendrían pequeñas personas por allí molestando alrededor de toda la casa. 

La demanda de parte de Tomás, le había costado la carrera al médico tratante, por haber arruinado la salud de su esposa, poniendo su vida al borde de la muerte.

Sara, tuvo que permanecer por algún tiempo bajo observación médica y estar en incubadora por ser prematura, fueron tiempos de tensión para Tomás, al ver a su esposa tan delicada y con la angustia de no saber si sobreviviría le  frustraba, 

también el no tener un hombrecito que fuera a heredar los negocios familiares era frustrante.

Se había resignado a tener a una sola hija, eso le bastaba para ser feliz, pero Margarita no era feliz, tenía otras expectativas, otros sueños y Miguel se las estaba dando en bandeja de plata. 

No tenía más nada que pensar, ya después lo iba a convencer de buscar a su hija, pero nunca hubo tal disposición de parte de él. 

De alguna manera el rechazo de su pequeña hija por parte de Miguel afectó bastante a Margarita, pero allí estaba su oportunidad de ser feliz con un hombre que si la atendía como ella lo requería.

Para Tomás y ella ya no hubo más mañanas, ella no tuvo  la paciencia de esperar a que él tuviera tiempo para atenderla, así que tomó una decisión drástica ese día y se fue, sin importar que sucediera después. 

Margarita, ahora se sentía triste, pues Miguel no quiso nunca que ella tuviera a su pequeña, ella sabía que la amaba, pero no a su hija, años después también se fueron distanciando y aunque seguían casados eso los había  separado de alguna manera. 

Fueron años duros para ambos, tanto Margarita, como Miguel aprendieron a vivir con un resentimiento en medio de su matrimonio, no se decían nada, pero allí estaba la espina atravesando el corazón de ella. 

Ahora después de doce años quería buscar a su hija, se había divorciado de Miguel  y ya no había a quien rendir cuentas, era libre de buscar a Sara y pedirle perdón. 

Así pasaron los días para Margarita Reyes, ahora después de tantos años buscaba una oportunidad con su hija  y para Tomás, que después de éste abandono se puso exigente con su hija. 

Tenía tanto miedo que un día Margarita apareciera y se la llevaría con ella, robando el cariño de Sara  y dejándolo a él en el más completo abandono.

Su madre había sido su más grande aliada, cuidaba de su hija mientras él se ocupó de recuperar las empresas, hoy era un importante hombre de negocios, respetado por lo que había logrado con tanto esfuerzo. 

Para Tomás Williams, solo habían dos cosas que lo mantenían ocupado; su amor por su hija y su amor por los negocios, lo demás para él no tenía importancia en lo más mínimo, no quiso buscar otra mujer para rehacer su vida. 

Estaba cerrado al amor romántico, sólo tenía treinta y siete años, estaba en la plenitud de su vida, pero no deseaba enamorarse de nadie hasta ahora. 

Esa noche, durante la celebración del cumpleaños de su hija estuvo reflexionando, ya se había hecho adulta, seguía teniendo miedo, verla con ese hombre de más edad que ella, no le agradó para nada. 

Sabía que en cualquier momento haría su vida aparte, pero no tenía que ser tan pronto, él se había apresurados a tener una familia muy joven y no había sabido equilibrar su vida y perdió, ahora ya no era tiempo para lamentar nada. 

Tomás estaba recordando ése día cuando su esposa había decidido dejarlo para rehacer su vida con otro hombre, meses después había firmado el divorcio y jamás volvió a pensar en ella, aquello fue una tragedia para él y también para su niña.

Nunca le había hablado mal ni bien de su madre a ella, Sara poco a poco se fue dando cuenta y tampoco dijo nada, un día le había dicho:

—«Papá, mamá nos abandonó, 

¿verdad?»

Él le respondió:

— «Tenía cosas que hacer y nosotros no estábamos en sus planes». 

— «¿Volverá algún día? »— había preguntado Sara. 

—« No lo sé cariño, — le había respondido— pero mejor no la esperemos». 

— «Está bien— dijo ella— ya dejé de esperarla». 

— «¡Haces bien, vamos a dormir princesa! — había dicho Tomás».

Nunca más tocaron él tema, allí la tenía hecha toda una mujer, segura, bella, dispuesta siempre a complacerlo cuando le exigía cualquier cosa, nunca preguntaba, solo iba y hacía. 

No le gustó mucho cómo había reaccionado ante ese muchacho, se sintió avergonzada, además ese hombre miraba a su hija como si fuera una mujer grande, y ella era solo una niña, su niña. 

Estaría bien pendiente de que no acercara a su muchacha, solo era un aprovechado, su hija solo tenía dieciocho años, acabados de cumplir. 

Mientras estuvo luchando por recuperar sus empresas, un hombre había destruido la vida económica de su padre llevándolo a la muerte, Armand Davies, recientemente había fallecido, su esposa estaba ahora al frente de las empresas. 

Aunque no la conocía personalmente, era su enemiga también, necesitaba concentrar sus esfuerzos en vengarse de ella y su familia, porque habían dañado a la de él. 

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