Tomás Williams estaba casado con Margarita Reyes, una mujer rubia, muy bella, de hermosos ojos verdes y de hermosa figura; ella estaba embarazada de una niña, él había tomado la noticia con agrado, esperaba un hombrecito, pero ya vendrían más embarazos. A la bebé la llamarían Sara. Tomás era un hombre millonario, cabello castaño oscuro, ojos azules; de complexión fuerte, carácter férreo e implacable para llevar sus negocios, había heredado de su padre, el olfato para los negocios, tenía un consorcio empresarial que él algún día heredaría y que había pertenecido a la familia por más de tres generaciones. Se sentía feliz, casado con el amor de su vida conocía a Margarita desde la adolescencia y a partir de ese momento no se habían separado; Tomás no concebía la vida sin su amada esposa.A los diecinueve años se casaron, Margarita se había embarazado y era bastante complicado su embarazo, permanecía de reposo, tenía preeclampsia y corrían peligro tanto ella como la bebé. Thomas se sent
— Amor, ¿Vas a tardar más en la oficina?— preguntó Margarita por teléfono— me gustaría que nos acompañes a pasear.— Si mi reina, voy a tardar un rato más— dijo Thomas— ¿Puedes esperar hasta mañana? Creo que podré apartar un tiempo y te acompaño amor mío.— Has estado posponiendo las salidas Tomás— se quejó ella— tenemos bastante tiempo sin salir, que no me acompañas a ningún lado.— Lo sé amor, pero sabes que estoy recuperando las empresas, eso lleva algo de tiempo, es un proceso lento— se excusó él— casi estamos arruinados Margarita. — Está bien, pero no voy a esperar hasta mañana para salir— dijo ella— siempre regresas tan tarde, estoy cansada de ésto. — ¡Yo solo te pido a ti, mi reina consentida, que seas paciente, no deseo que les falte nada ni a ti ni a mi hija, espera un poco— le dijo él con voz amorosa.Margarita, sonrió al cerrar la llamada, se sentía decidida a dejar a su marido, era un hombre súper exigente en los negocios y en su vida personal, tenían demasiadas aris
Tomás seguía recordando ése día antes, de la tragedia que le había ocasionado el abandono de Margarita, había estado hablando con ella, cuando le pidió acompañarla a pasear, tenía tanto tiempo que los dos no disfrutaban de ésa aventura, pero él no pudo salir. —" ¡Sí, mi amorcito!— respondió Tomas cariñoso— ¿A que hora irás?—preguntó él.— Después de almorzar— dijo ella— podemos salir al mediodía, después de la oficina, vienes almuerzas y nos vamos y pasamos la tarde juntos.— ¡Está bien, vida mía!— buscó sus labios y la besó apasionadamente.— Estoy cansada Tomás—dijo ella bostezando.— Amor, hoy estoy un poco más descansado y tengo ganas de tí— dijo Tomás— ¡No me rechaces, por favor! — Yo hoy, estoy cansada y no quiero, deseo dormir y tú, deberías hacer lo mismo— pidió ella.—Lo que quieras, vamos a dormir entonces— dijo él resignado. Él caminó detrás de ella y pellizco una de sus nalgas con deseo y ella dio un respingo por la sorpresa.— ¡Tomás, compórtate!— dijo Margarita en
— ¡No tienes idea de lo que me pides! Te imaginas a una mujer que no es tu madre, molestando, dando órdenes, no solo a ti, si no a tu abuela! ¿Eso es lo que quieres?— dijo el muy serio. — ¡No todas son así papá!— dijo Sara— solo quiero verte sonreír, y no estar siempre feo. — ¡Ah entonces tu piensas que con una novia me pondré guapo!— dijo él divertido. — Pues, no es eso, es que siempre estás solo— dijo la niña tratando de explicar. — Yo no estoy solo, te tengo a ti, a mamá— dijo Tomás— ya hay suficientes mujeres acá. — Mamá se fue, yo quisiera ir con ella, aunque sea una vez— dijo Sara triste.— No estés triste, no quiero que pienses en eso, mamá tiene otra vida,y no podemos cambiar eso, vamos a buscar en el jardín flores para alegrar la casa— dijo él. — ¡Me gustan las flores!— exclamó Sara— deberías dejarme salir sola al jardín. —Ya hemos hablado de eso Sara, no quiero que insistas— dijo Tomás con el rostro duro. — Es que no entiendo, estoy en mi casa, ¿qué puede suceder? ¡
—¿Por qué no me dijeron para traer un regalo hoy? — preguntó Tomás empezando a subir a su habitación.— Señor Williams, pensé qué se iba a enojar — exclamó Mariam— como no le gustan las fiestas. — Aclaró algo, no me gusta que Sara ande en fiestas por allí, pero si se va a hacer acá en casa con los empleados y la familia, podemos celebrar sus quince años— dijo él. — Entonces, ¿podemos hacerlo nuevamente mañana papá?— preguntó ella— ¿ Me dejas invitar a un par de chicas del colegio? Él se quedó mirando a su hija y le guiñó un ojo y dijo:— Si podemos celebrar tu cumpleaños mañana— dijo Tomás— pero sólo dos amigas— ¿Puedes bailar él vals conmigo?— dijo Sara— ¡Será muy corto!— ¡Ay señor!— suplicó Mariam— ¡son sus quince años!— Está bien— dijo cediendo— deja de manipular muchachita.— ¡Gracias papá! ¿Te gusta mi vestido?— dijo SaraYa él sabía perfectamente que su niña, estaba creciendo, estaría pronto en la universidad, y tenía temor, sonrió al imaginar la cara de su hija cuando le
Carol la madre Tomas Williams, tenía ya sesenta años, siempre fue una mujer dulce, pero también de carácter firme, ella estaba ese día llena de júbilo, todo había salido demasiado hermoso.Iban de regreso a casa, los recuerdos la invadían, ya Sara era una chica mayor de edad, a pesar de que ésos doce años al frente de la crianza de su nieta había sido bastante contrariado. Cada vez tenía qué estar enfrentando a su hijo, quién se había vuelto sumamente sobreprotector con la niña, de querer todavía después de tanto tiempo, mantener a Sara alejada de las reuniones sociales. Al final ella había podido persuadirlo de qué ella podía acompañarla, pero era muy exigente, así que verla ahora convertida en toda una mujer era un sueño hermoso. Solo tuvo dos fiestas de cumpleaños, una en la casa, a puertas cerradas y ahora ésta que después de tanto rogar y rogar le había concedido hacerla pública, con pocos invitados, pero definitivamente más de cuatro que fue lo permitido esa vez. Ahora pensa
Esa mañana Sara se levantó con los ánimos muy altos, había disfrutado su celebración de cumpleaños al máximo, además había conocido al hombre más guapo del mundo. Ese día se vería con él, había visto salir a su abuela muy temprano en la mañana y ella también se preparó para salir, iba emocionada por tener su primera salida a solas. Tomó un taxi y llegó al lugar indicado para ver a Renzo, un hombre más grande que ella, pero que le gustaba demasiado. — ¡Hola! ¿cómo estas?— dijo él. — Emocionada por salir hoy a verte— dijo ella— siempre salía con mi abuela hasta hoy. — Entonces hay que celebrarlo con un buen café— dijo Renzo. — Muero por probarlo—dijo ella. Sara Williams estaba teniendo su primera cita, se sentía flotando en el aire, le gustaba mucho lo que estaba sintiendo, era un cosquilleo por todo su cuerpo, un mariposeo en su estómago tan sólo con tenerlo cerca. Renzo sabía que Sara era una joven inexperta, debía ir con cuidado, no quería hacerle daño, sólo deseaba salir, co
Sara después de obtener carta libre con su padre, se sintió muy relajada, se comportaría como una adulta responsable y así evitaría tener problemas en lo futuro con su papá. El fin de semana estuvo poniéndose al día con sus deberes universitarios, le gustaba obtener las mejores calificaciones, le gusta esforzarse, sabía que la disciplina es la clave de todo. Había quedado con Renzo que después de clases irían a almorzar, estaba llena de emoción por volver a ver a este chico que le gustaba mucho. Renzo Davies esa mañana hablaba con Raymond. —¿Saliste con la cumpleañera?— preguntó el amigo de Renzo. — Si, y hoy nuevamente saldré con ella, tenemos un almuerzo en común— dijo Renzo. —Amigo, ¿sabes a lo que te expones con Agatha al ir con ésta jovencita?— dijo Raymond alarmado. — No va a pasar nada, la muchacha no tiene amigos, yo solo la estoy ayudando a tener vida social, no hay nada de malo en eso— dijo Renzo. — ¡Estás comprometido amigo!— dijo el otro— en pocos meses estarás cas