Narra Tessa
Si antes me sentía desnuda al utilizar esa pequeña falda, ahora, bajo el minucioso escrutinio por parte de mis hermanos, sentía prácticamente que estaba mostrando todos los órganos de mi cuerpo.
Sentí mis mejillas encenderse, mientras Theo abría su boca con asombro y Alex sonreía con diversión. Allan vino del pasillo que llevaba a la cocina, y dejó caer un batido que traía en sus manos al verme al lado de Teresa.
—¿Qué mierda, Tessa? —gruñó, dando grandes zancadas en mi dirección.
—¿Verdad que luce increíble? —habló Teresa, dando un paso al frente.
—Tú cállate —dijo, volteándose hacia Teresa—. Y tú, será mejor que subas a tu habitación y cambies ese ridículo vestuario que traes puesto.
Abrí mi boca para saltar en mi defensa, pero Teresa se interpuso entre ambos. Miré hacia abajo, a la falda que lucía mi amiga. Si el idiota de mi hermano pensaba que iba a impresionar a su exnovia con las tarugadas que estaba diciendo, estaba muy equivocado.
—¿Disculpa? ¿Crees que lo que yo utilizo es ridículo? —gritó la castaña, colocando sus manos en forma de jarra.
Mis otros hermanos se echaron a reír, mientras murmuraban entre ellos.
—¡No estoy hablando de ti!
—¡Pues a mí me parece que es lo mismo! ¿Qué no has visto mi vestimenta, idiota?
—Te... —traté de alejarla, pero fue inútil. La castaña estaba encolerizada y no se detendría tan fácilmente.
—¿Fuiste tú la que instó a mi hermana a hacer eso?
—¡Sí! —Exclamó viendo hacia Alex y Albert en el sofá—. Allan, Albert, Alex o quien carajos seas.
Hice una mueca ante el gesto de dolor que hizo mi hermano, sabía que le había dolido el hecho de que ni siquiera sabía con exactitud quien era. Aunque por otra parte, tenía una leve sospecha que Teresa lo había hecho a propósito para fastidiarlo por gruñón.
—No vas a volver a salir con esta —me dijo mi hermano, viéndome sobre el hombro de "esa"—. Y vas a cambiarte ahora mismo.
Noté como la mano de Teresa voló, por lo que me apresuré a detenerla antes de que impactara contra la mejilla de mi hermano. La rodee y me puse frente a él, dejando que mi carácter de mierda saliera a flor de pie. Mi mano derecha se cerró en puño y lo impacté contra su nariz. Sus ojos se abrieron como platos, mientras llevaba sus dedos hasta el sitio lastimado.
—¿Qué carajos, Tessa? —gruñó, rabiando del dolor.
Sentía mi mano palpitar del dolor, la levanté y observé mis nudillos lastimados. Me obligué a ignorar el dolor que punzaba en mi mano y sonreí; eso se había sentido tan jodidamente bien.
—Y yo que estaba preocupado porque nos habían cambiado a nuestra hermana —escuché a Albert hablar con diversión—. Sigue siendo la misma Brown de siempre.
—Tal vez así aprendas a tratar a las mujeres, idiota. Además... ve a tratar de decirle lo que tiene que hacer a tu abuela.
Después simplemente lo pasé y subí a mi habitación.
(...)
Los siguientes días me las había pasado ignorando todas las veces que Mason quiso hablar conmigo; aún me encontraba molesta, por lo que me resultó fácil hacer como si nunca se había atravesado en mi camino. Durante las lecciones, siempre estaba sentada en la parte trasera, en medio de mi batallón de guardaespaldas —uno de ellos aún no estaba muy feliz conmigo desde que lo golpee, lo que ocasionaba que un nudo se instalara en la base de mi estómago, gracias a lo distante que ahora era conmigo— y en las horas de trabajo, cada vez que llegaba y se sentaba en la parte de la cafetería que yo atendía, enviaba a Trevor a recoger su orden.
Sus mensajes no dejaban de abarrotar mi teléfono a diario, cada mensaje que recibía de su parte era lo mismo: "Déjame hablar" "No es lo que tú piensas" "Sólo necesito cinco minutos"... simplemente no me encontraba tan desesperada en escuchar una absurda explicación.
—Hoy realizaremos una dinámica diferente —la profesora de valores y actitudes, se paseó frente a la clase, moviendo las manos de un lado a otro—. Veremos en cuales valores estamos fortalecidos, y en cuales otros necesitamos trabajar más —dejé escapar una larga bocanada de aire, mientras veía a Alex de reojo, quien se encontraba maldiciendo entre dientes. Ambos sabíamos de qué se trataba la actividad, puesto que cuando papá nos obligó a tomar terapia para superar la ausencia de mamá, la psicóloga nos había obligado hacerlo muchas veces.
—Trabajaremos en parejas, chica y chico —sonreí, compartiendo una mirada con mi hermano; gracias a que era con el único que compartía este curso, no debía de preocuparme en elegir—. Tessa —la morena se detuvo frente a todos, señalándome—. No podrás trabajar con tu hermano.
—¿¡Por qué!? —cuestionó Alex, poniéndose de pie.
—Porque ambos se conocen a la perfección, así que sus otros compañeros estarían en desventaja.
—Mierda —murmuré, volteando los ojos.
—Hoy tengo flojera de elegir las parejas —prosiguió la chica, ignorando mi última oración, a la vez que se sentaba frente a su escritorio—. Así que háganlas ustedes mismos, ya son adultos responsables, después de todo.
Levanté la mirada para observar como mis compañeros se movían de un lado a otro buscando pareja, mis ojos grises se encontraron con el par de pozos negros que me traían loca; Mason se encontraba caminando en mi dirección, para después dejarse caer en el sitio que Alex había dejado escasos segundos atrás.
—Trabajaré contigo —afirmó.
—No —espeté, regresando mi vista al frente.
—¿Profesora? —llamó en voz alta.
—¿Sí?
—¿Puedo trabajar con Tessa?
—Sí —asintió la mujer, antes de regresar su atención a sus uñas.
Me observó con una media sonrisa y levantó los hombros con indiferencia.
—Ya que todos estamos listos, podemos comenzar; el valor que trabajaremos hoy, será "La confianza" —habló la mujer con alegría—. Vamos a dividirlo en dos fases, en la primera, tomarán una hoja de papel, donde escribirán algún secreto que su compañero quiera sacar desde lo más profundo de su ser, y después la cortarán en muchos pedazos y le echarán en este recipiente —dijo, poniendo un recipiente grande en forma de óvalo sobre el escritorio—. De esa manera, le mostrarán a su compañero que puede confiar en ustedes.
—No tengo nada con Stacey —susurró Mason a mi lado sin esperar a que la profesora terminara de hablar.
Voltee los ojos. —Aún no ha comenzado la actividad —le dije, sin voltear a verlo.
—Me importa un carajo la actividad, solo tienes que escucharme.
—Pueden comenzar —ordenó la morena, tocando una campanilla.
Saqué una hoja blanca más un bolígrafo y comencé a escribir.
—¿Qué secreto tienes para decirme? —le pregunté.
—Le tengo miedo a la lluvia —fruncí el ceño, para girarme hacia él por primera vez.
—¿Qué?
—Escribe eso —me mostró con su dedo la hoja.
—¿Por qué le tienes miedo a la lluvia?
—Contestaré a esa pregunta, si tú contestas una.
Asentí. Era un trato justo.
—¿Te gusto? —sus ojos se achicaron mientras los míos se agrandaron—. ¡Venga! Necesito saberlo.
Tragué grueso, mientras apretaba mis manos bajo la mesa.
—Es estúpido, ¿Verdad? Me gustas, mientras tú eres un idiota que se la pasa restregándome en mi cara que Stacey está lo suficientemente buena como para estar con ella en cada descanso.
Hizo una mueca, alejando la mirada.
—La lluvia se llevó un pedazo de mí —arguyó—. Ahí tienes tu respuesta.
—¡Un minuto más! —avisó la profesora.
—Escribe —le pedí, entregándole otra hoja.
Bajé la mirada, sintiéndome avergonzada.
—Has sido el único chico capaz de romper mi corazón con solo verte del brazo de otra chica.
Sus hombros bajaron lentamente, mientras dejaba de escribir y volvía a verme.
—Lo siento —susurró—. Debes creerme, Cookie; no estoy interesado en esa chica.
—¿Entonces por qué parece todo lo contrario cuando estás con ella?
—Es difícil de explicar; solo puedo pedirte que por favor confíes en mí.
—¡Tiempo! —La profesora tocó la campanilla otra vez—. ¿Cómo les fue?
—Profesora, ¿Usted sabía que Loren tuvo piojos hasta que entró a la secundaria? —dijo un chico pelirrojo al frente de la clase, sin poder dejar de reír.
Voltee los ojos, mientras los demás explotaban en carcajadas.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó Mason, viéndolo con el ceño fruncido.
—Eh, Sebastián.
—Pues es bueno saber, que no se puede depositar la confianza en ti, Sebastián —agregó mi compañero, fulminándolo con la mirada. Las comisuras de mi boca se elevaron en una pequeña sonrisa, me fue inevitable no sentirme orgullosa al ver al idiota volverse a girar en su asiento para pedirle una disculpa a la chica que cubría su rostro con ambas manos.
—En eso se basaba el ejercicio, muchas gracias, Mason —la morena le sonrió, antes de pedirnos que nos pusiéramos de pie—. Ahora, para la segunda parte del ejercicio, deberán de dejarse caer, confiando en que su compañero vaya a atraparlos.
Suspiré, viendo como las parejas se dejaban caer, siendo atrapados con facilidad; cuando fue mi turno, no dudé en que el rubio me atraparía, quien solo sonrió y dijo un pequeño "te tengo", pero justo cuando cambiamos de roles, di dos pasos atrás y crucé los brazos a la altura de mi pecho, dejando que su cuerpo impactara contra el suelo. Sonreí, mientras los demás estallaban en carcajadas; él me veía con diversión desde el suelo, sin pretender levantarse del sitio.
—Yo no te tengo —argüí, antes de caminar hacia mi lugar.
—Príncipe azul en la mesa cuatro —Trevor me observó con un brillo de diversión en su mirada, mientras señalaba con su barbilla hacia el rubio que acababa de tomar asiento—. Y tu villano favorito en la siete —dijo, señalando a mi hermano Allan.Torcí una sonrisa y coloqué la bandeja en la ventanilla de pedidos, para después fingir quitar una mancha al lado de la ventana.—¿Por qué sigues cabreada? Pensé que se llevaban bien —cuestionó el castaño, recostándose a mi lado.Me encogí de hombros y continué lustrando.—¿Mare? —Le hablé a la morena que pasaba a mi lado—. ¿Te molestaría ir por la orden de la mesa cuatro?—Seguro —dijo, tomando la libreta y el lapicero de las manos de Trevor, para después dirigirse hacia su mesa.—¿Por qué no has vuelto a usar la falda? No he podido sacar de mi mente ese par de piernas esbeltas que posees —silbó, sonriendo con malicia. Puse los ojos en bl
Ver las prácticas de fútbol se habían convertido para mí, en un completo bostezo. Aunque en realidad ahora todo me aburría; me había vuelto más gruñona y a la vez gritona. Incluso Robert me había amenazado con correrme del trabajo si no cambiaba mi actitud.Después de darle tantas vueltas al asunto, había encontrado un culpable para mi pesadez: Mason Rojas.El maldito rubio bipolar había desaparecido desde hacía 12 días. La última vez que lo había visto fue en la ocasión en que me ignoró en el café, antes de salir a toda carrera, justo después de recibir esa extraña llamada telefónica.Ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces en que había revisado mi teléfono, en espera de algún mensaje, pero nada. Simplemente parecía que se lo había tragado la tierra. Incluso llegué a preguntarle a Teresa por su paradero —ganándome con ello que la boba de mi amiga, me fastidiara— aunque al final había dicho que no lo había visto en
Releí el mensaje una y otra vez, tratando de creer que en realidad él había regresado. Retrocedí, hasta sentarme en el borde de mi cama, parpadee en varias ocasiones, sin poder alejar la mirada de la pantalla de mi móvil, me dispuse a contestar, pero de pronto, un constante golpeteo en mi puerta me hizo dar un respingo.—Tes, la cena está lista —llamó Theo, sin dejar de tocar.—Dame un minuto, Theo. En un momento estoy con ustedes.—Date prisa, bien sabes que Allan se vuelve insoportable cuando no estamos todos en la mesa.Giré los ojos y suspiré.—Estoy saliendo —dije, dejando el móvil sobre mi cama para después caminar hacia la puerta.Tomé mi lugar al lado de Theo, observé mi plato y mordí mi labio inferior con fuerza, lo que me hizo hacer una mueca de dolor, a la vez que lo soltaba de forma instantánea. Iba a terminar por matarme a mí misma, si no tenía cuidado.
Me tomó varios segundos darme cuenta de lo que estaba ocurriendo. Mi cerebro no acostumbraba trabajar tan lento a como lo estaba haciendo justo en ese momento; pero... ¡Cielos!Mason se había escabullido en mi habitación con ayuda de una de las escaleras que utilizamos para pintar las paredes de la casa; aunque no entendía por qué carajos estaba pensando en eso justo en esas milésimas de segundo, mientras él continuaba acunando mi rostro entre sus manos, manteniendo sus labios presionados con los míos.Manteniendo sus labios presionados con los míos....Mason me estaba besando...Yo nunca había besado a nadie...¡Mierda!¡Mason estaba dándome mi primer beso y yo no tenía una jodida idea de cómo responder!Dios mío... ahora sabía que todos los putos tutoriales de cómo besar que había visto en YouTube, habían sido en vano.Mis manos seguían inmóvile
Los otros días que restaron a mi suspensión, me la pasé metida en la cafetería ayudándole a Robert con el inventario. Por las noches, Mason me llamaba y hablábamos durante al menos hora y media. No había vuelto a colarse a mi habitación, aunque había regresado a dar sus constantes visitas al café.Ahora me encontraba de camino a mi clase de historia universal junto a Trevor, gracias a que él y yo éramos los únicos de nuestro grupo que nos habíamos matriculado en la carrera de historia, no veríamos a mis hermanos por las siguientes tres horas.Llegamos al salón diez minutos antes de la hora de entrada, por lo que, Trevor se tomó la molestia de comentarme sobre la carrera que se avecinaba, habían cambiado el sitio por temor a ser encontrados por los luces rojas otra vez.—No lo sé —argüí, revisando mis uñas mordidas—. Si papá se entera, no quiero ni imaginar la manera en la que nos castigará ésta vez.—Por mí es
—Así que suspendida otra vez —arguyó mi amiga Teresa con desdén.Ambas nos encontrábamos acostadas en mi cama, con nuestras cabezas colgando por un lado de está, mientras veíamos hacia un punto neutro en la pared. Entrelacé mis dedos sobre mi abdomen y torcí una sonrisa.—Sólo por lo que resta del día. Mañana podré regresar a clases.Mordí mi labio inferior y cerré los ojos, recordando ese pequeño momento de vergüenza.Después de que el encargado de mantenimiento nos llevó hasta la oficina del rector, debimos aguantar media hora de plática sobre la ética del centro de estudio. Incluso amenazó con suspendernos a ambos por un par de días, pero Mason había intervenido, aceptando que la suspensión recallera sólo sobre él.—¿Me contarás cuál fue el motivo del nuevo castigo?—No —abrí los ojos y negué con la cabeza.Teresa movió su rostro, hasta que nuestras miradas se
Narra MasonTessa Brown era el tipo de chica que le era difícil pasar desapercibida. El tiempo que llevaba conociéndola, había aprendido tanto sobre ella, como que definitivamente es el tipo de mujer que cualquier hombre sueña con tener a su lado; deportista, fuerte, inteligente y a la vez, atrevida.Atrevida, porque nunca había conocido a una chica que fuese capaz de visitar callejones oscuros y peligrosos con tal de ver una carrera de autos, atrevida porque era la única mujer que conocía, capaz de meterse en una pelea de hombres, con tal de defender a sus hermanos. Y como si fuera poco, atrevida porque había sido capaz de entrar a un lugar lleno de chicos, sin siquiera detenerse a observar todas las miradas que le lanzaban esa manada de lobos hambrientos cada vez que se inclinaba sobre la mesa de billar a golpear la bola blanca.Miré a mí alrededor, lanzando nuevamente una mirada llena de amenazas, p
Salí de la cama justo cuando escuché la alarme en mi teléfono. Eran las 6 am, así que sólo disponía de tres horas para estar lista e ir a la universidad. En ese lapso de tiempo, debía de tomar un taxi que me llevara hasta mi casa, para así poder ducharme, desayunar con mi padre y mis hermanos e irme a clases.Estiré mis manos sobre mi cabeza, justo cuando mis pies tocaron el piso alfombrado de la habitación de Mason. Ahora, con ayuda de los rayos del sol que comenzaban a colarse entre las cortinas, pude curiosear por los alrededores, dándome cuenta que ese chico en realidad vivía entre lujos. Una pantalla de al menos 60 pulgadas, estaba incrustada en la pared, bajo ésta, en un mueble de cristal, se encontraba un estéreo; mantenía dos computadoras portátiles sobre una mesa al lado de la cama, y sobre ellas, una cámara fotográfica profesional.El tamaño de la habitación, tal vez triplicaba a la mía, al igual que su cama, donde podrían dorm