Capítulo 10| "¿Te gusto?"

Narra Tessa

Si antes me sentía desnuda al utilizar esa pequeña falda, ahora, bajo el minucioso escrutinio por parte de mis hermanos, sentía prácticamente que estaba mostrando todos los órganos de mi cuerpo.

Sentí mis mejillas encenderse, mientras Theo abría su boca con asombro y Alex sonreía con diversión. Allan vino del pasillo que llevaba a la cocina, y dejó caer un batido que traía en sus manos al verme al lado de Teresa.

—¿Qué mierda, Tessa? —gruñó, dando grandes zancadas en mi dirección.

—¿Verdad que luce increíble? —habló Teresa, dando un paso al frente.

—Tú cállate —dijo, volteándose hacia Teresa—. Y tú, será mejor que subas a tu habitación y cambies ese ridículo vestuario que traes puesto.

Abrí mi boca para saltar en mi defensa, pero Teresa se interpuso entre ambos. Miré hacia abajo, a la falda que lucía mi amiga. Si el idiota de mi hermano pensaba que iba a impresionar a su exnovia con las tarugadas que estaba diciendo, estaba muy equivocado.

—¿Disculpa? ¿Crees que lo que yo utilizo es ridículo? —gritó la castaña, colocando sus manos en forma de jarra.

Mis otros hermanos se echaron a reír, mientras murmuraban entre ellos.

—¡No estoy hablando de ti!

—¡Pues a mí me parece que es lo mismo! ¿Qué no has visto mi vestimenta, idiota?

—Te... —traté de alejarla, pero fue inútil. La castaña estaba encolerizada y no se detendría tan fácilmente.

—¿Fuiste tú la que instó a mi hermana a hacer eso?

—¡Sí! —Exclamó viendo hacia Alex y Albert en el sofá—. Allan, Albert, Alex o quien carajos seas.

Hice una mueca ante el gesto de dolor que hizo mi hermano, sabía que le había dolido el hecho de que ni siquiera sabía con exactitud quien era. Aunque por otra parte, tenía una leve sospecha que Teresa lo había hecho a propósito para fastidiarlo por gruñón.

—No vas a volver a salir con esta —me dijo mi hermano, viéndome sobre el hombro de "esa"—. Y vas a cambiarte ahora mismo.

Noté como la mano de Teresa voló, por lo que me apresuré a detenerla antes de que impactara contra la mejilla de mi hermano. La rodee y me puse frente a él, dejando que mi carácter de mierda saliera a flor de pie. Mi mano derecha se cerró en puño y lo impacté contra su nariz. Sus ojos se abrieron como platos, mientras llevaba sus dedos hasta el sitio lastimado.

—¿Qué carajos, Tessa? —gruñó, rabiando del dolor.

Sentía mi mano palpitar del dolor, la levanté y observé mis nudillos lastimados. Me obligué a ignorar el dolor que punzaba en mi mano y sonreí; eso se había sentido tan jodidamente bien.

—Y yo que estaba preocupado porque nos habían cambiado a nuestra hermana —escuché a Albert hablar con diversión—. Sigue siendo la misma Brown de siempre.

—Tal vez así aprendas a tratar a las mujeres, idiota. Además... ve a tratar de decirle lo que tiene que hacer a tu abuela.

Después simplemente lo pasé y subí a mi habitación.

(...)

Los siguientes días me las había pasado ignorando todas las veces que Mason quiso hablar conmigo; aún me encontraba molesta, por lo que me resultó fácil hacer como si nunca se había atravesado en mi camino. Durante las lecciones, siempre estaba sentada en la parte trasera, en medio de mi batallón de guardaespaldas —uno de ellos aún no estaba muy feliz conmigo desde que lo golpee, lo que ocasionaba que un nudo se instalara en la base de mi estómago, gracias a lo distante que ahora era conmigo— y en las horas de trabajo, cada vez que llegaba y se sentaba en la parte de la cafetería que yo atendía, enviaba a Trevor a recoger su orden.

Sus mensajes no dejaban de abarrotar mi teléfono a diario, cada mensaje que recibía de su parte era lo mismo: "Déjame hablar" "No es lo que tú piensas" "Sólo necesito cinco minutos"... simplemente no me encontraba tan desesperada en escuchar una absurda explicación.

—Hoy realizaremos una dinámica diferente —la profesora de valores y actitudes, se paseó frente a la clase, moviendo las manos de un lado a otro—. Veremos en cuales valores estamos fortalecidos, y en cuales otros necesitamos trabajar más —dejé escapar una larga bocanada de aire, mientras veía a Alex de reojo, quien se encontraba maldiciendo entre dientes. Ambos sabíamos de qué se trataba la actividad, puesto que cuando papá nos obligó a tomar terapia para superar la ausencia de mamá, la psicóloga nos había obligado hacerlo muchas veces.

—Trabajaremos en parejas, chica y chico —sonreí, compartiendo una mirada con mi hermano; gracias a que era con el único que compartía este curso, no debía de preocuparme en elegir—. Tessa —la morena se detuvo frente a todos, señalándome—. No podrás trabajar con tu hermano.

—¿¡Por qué!? —cuestionó Alex, poniéndose de pie.

—Porque ambos se conocen a la perfección, así que sus otros compañeros estarían en desventaja.

—Mierda —murmuré, volteando los ojos.

—Hoy tengo flojera de elegir las parejas —prosiguió la chica, ignorando mi última oración, a la vez que se sentaba frente a su escritorio—. Así que háganlas ustedes mismos, ya son adultos responsables, después de todo.

Levanté la mirada para observar como mis compañeros se movían de un lado a otro buscando pareja, mis ojos grises se encontraron con el par de pozos negros que me traían loca; Mason se encontraba caminando en mi dirección, para después dejarse caer en el sitio que Alex había dejado escasos segundos atrás.

—Trabajaré contigo —afirmó.

—No —espeté, regresando mi vista al frente.

—¿Profesora? —llamó en voz alta.

—¿Sí?

—¿Puedo trabajar con Tessa?

—Sí —asintió la mujer, antes de regresar su atención a sus uñas.

Me observó con una media sonrisa y levantó los hombros con indiferencia.

—Ya que todos estamos listos, podemos comenzar; el valor que trabajaremos hoy, será "La confianza" —habló la mujer con alegría—. Vamos a dividirlo en dos fases, en la primera, tomarán una hoja de papel, donde escribirán algún secreto que su compañero quiera sacar desde lo más profundo de su ser, y después la cortarán en muchos pedazos y le echarán en este recipiente —dijo, poniendo un recipiente grande en forma de óvalo sobre el escritorio—. De esa manera, le mostrarán a su compañero que puede confiar en ustedes.

—No tengo nada con Stacey —susurró Mason a mi lado sin esperar a que la profesora terminara de hablar.

Voltee los ojos. —Aún no ha comenzado la actividad —le dije, sin voltear a verlo.

—Me importa un carajo la actividad, solo tienes que escucharme.

—Pueden comenzar —ordenó la morena, tocando una campanilla.

Saqué una hoja blanca más un bolígrafo y comencé a escribir.

—¿Qué secreto tienes para decirme? —le pregunté.

—Le tengo miedo a la lluvia —fruncí el ceño, para girarme hacia él por primera vez.

—¿Qué?

—Escribe eso —me mostró con su dedo la hoja.

—¿Por qué le tienes miedo a la lluvia?

—Contestaré a esa pregunta, si tú contestas una.

Asentí. Era un trato justo.

—¿Te gusto? —sus ojos se achicaron mientras los míos se agrandaron—. ¡Venga! Necesito saberlo.

Tragué grueso, mientras apretaba mis manos bajo la mesa.

—Es estúpido, ¿Verdad? Me gustas, mientras tú eres un idiota que se la pasa restregándome en mi cara que Stacey está lo suficientemente buena como para estar con ella en cada descanso.

Hizo una mueca, alejando la mirada.

—La lluvia se llevó un pedazo de mí —arguyó—. Ahí tienes tu respuesta.

—¡Un minuto más! —avisó la profesora.

—Escribe —le pedí, entregándole otra hoja.

Bajé la mirada, sintiéndome avergonzada.

—Has sido el único chico capaz de romper mi corazón con solo verte del brazo de otra chica.

Sus hombros bajaron lentamente, mientras dejaba de escribir y volvía a verme.

—Lo siento —susurró—. Debes creerme, Cookie; no estoy interesado en esa chica.

—¿Entonces por qué parece todo lo contrario cuando estás con ella?

—Es difícil de explicar; solo puedo pedirte que por favor confíes en mí.

—¡Tiempo! —La profesora tocó la campanilla otra vez—. ¿Cómo les fue?

—Profesora, ¿Usted sabía que Loren tuvo piojos hasta que entró a la secundaria? —dijo un chico pelirrojo al frente de la clase, sin poder dejar de reír.

Voltee los ojos, mientras los demás explotaban en carcajadas.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó Mason, viéndolo con el ceño fruncido.

—Eh, Sebastián.

—Pues es bueno saber, que no se puede depositar la confianza en ti, Sebastián —agregó mi compañero, fulminándolo con la mirada. Las comisuras de mi boca se elevaron en una pequeña sonrisa, me fue inevitable no sentirme orgullosa al ver al idiota volverse a girar en su asiento para pedirle una disculpa a la chica que cubría su rostro con ambas manos.

—En eso se basaba el ejercicio, muchas gracias, Mason —la morena le sonrió, antes de pedirnos que nos pusiéramos de pie—. Ahora, para la segunda parte del ejercicio, deberán de dejarse caer, confiando en que su compañero vaya a atraparlos.

Suspiré, viendo como las parejas se dejaban caer, siendo atrapados con facilidad; cuando fue mi turno, no dudé en que el rubio me atraparía, quien solo sonrió y dijo un pequeño "te tengo", pero justo cuando cambiamos de roles, di dos pasos atrás y crucé los brazos a la altura de mi pecho, dejando que su cuerpo impactara contra el suelo. Sonreí, mientras los demás estallaban en carcajadas; él me veía con diversión desde el suelo, sin pretender levantarse del sitio.

—Yo no te tengo —argüí, antes de caminar hacia mi lugar.

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