Quería llorar, mientras me negaba a ver hacia el enorme espejo que tenía en frente. Mi mirada estaba clavada hacia abajo, viendo como pequeños mechones caían al suelo uno tras otro. Hacía muchos minutos esa mujer había comenzado a peinar y a cortar pequeños mechones, ante ruidos y asentimientos de aprobación por parte de Teresa.
—Solo un poco más de este lado —le informó a la mujer, agarrando un mechón de mi cabello entre sus dedos—. No tan corto; solo queremos quitar las puntas abiertas.
Puse los ojos en blanco, tampoco era necesario que me recordara que mi cabello estaba descuidado.
¡Dios! ¿En qué momento había aceptado hacer todo esto?
Y la razón llegó a mi mente como la velocidad de la luz: Mason. Ver la manera en la que coqueteaba con Stacey, había logrado que mi estómago se encogiera de la rabia y ocasionara con ello que nacieran en mí las ganas de sacar a la chica que llevaba dormida en mi interior.
Y he aquí el primer paso. Teresa lo llamó: fase 1, una pequeña visita al salón de belleza.
—¡Se me ocurre una brillante idea! —exclamó mi amiga con emoción mientras jugueteaba con su cabello, viendo su reflejo en el espejo. Levanté la mirada, para ver como las comisuras de su boca se levantaban en una maliciosa sonrisa
—¡Oh no! Odio tus ideas brillantes —me quejé, a lo que ella me sacó la lengua.
—Mira lo sensual que luce mi cabello castaño claro, hay que cambiar ese aburrido tono negro que tienes, por uno castaño.
—¡Oye! —Refuté con molestia—. Nací con el cabello negro, no pretendo cambiarlo.
—Tonterías, tú solo déjate llevar —me guiñó un ojo y se volteó hacia la chica que continuaba entretenida con mi cabello—. Castaño claro para mi amiga —hice un mohín a la vez que cruzaba los brazos a la altura de mi pecho.
Teresa no le dio importancia, pues simplemente comenzó a escribir en su teléfono.
Tres horas después, cuando ya comenzaba a sentir adolorido el trasero por estar tanto tiempo sentada en el mismo sitio, la chica le dio la vuelta a la silla, para dejarme frente al espejo.
—¿Y? ¿Qué tal te miras ahora? —preguntó con alegría la rubia que solo se limitó a seguir las órdenes de Teresa.
Mi boca se abrió formando una O, mientras pasaba los dedos por las hebras de mi cabello; esa chica que estaba en el reflejo no parecía a la misma que había salido esta mañana de casa con un desordenado moño en su cabeza; mi cabello estaba más corto, y ahora no lucía negro. Teresa tenía razón, ese color castaño claro me hacía lucir diferente.
—Es... hermoso —logré murmurar.
—¿A que sí? —dijo Teresa acercándose. Colocó ambas manos sobre mis hombros y sonrió—. Pero tú eras hermosa antes de esto, Tes. Solo debías creértelo. Este pequeño cambio, es solo para que te sientas más a gusto con tu apariencia —susurró, guiñándome un ojo.
—Gracias —manifesté sinceramente, tomé mi cartera y me levanté para pagar la cuenta.
—Oh no, yo invito aquí —se apresuró a decir antes de que sacara mi dinero.
—Claro que no.
—Tonterías, no lo hago por ti; solo trato de caerle bien a Allan otra vez —espetó, bajando su mirada mientras un pequeño rubor cubría sus mejillas.
Arquee una ceja echándome a reír.
—¡Oh! Pero si la pequeña Teresa aun sueña con convertirse en una Brown.
Se encogió de hombros mientras le pasaba su tarjeta a la chica.
—Supongo que ya tu hermano maduró.
—¿Okey?
—Sí, sí. Olvidemos eso —precisó, moviendo sus manos—. Hay que darnos prisa.
—¿Ahora qué sigue?
—Vamos a comprar ropa nueva, pero para eso necesitaremos ayuda —me guiñó un ojo y entrelazó su brazo con el mío para conducirme hacia el exterior.
Agradecí a la chica y me dejé guiar a la siguiente locura. Mientras caminábamos hacia las tiendas de ropa, tres rostros muy conocidos para mí, quedaron a mi vista.
Trevor, America y Pablo, caminaban en nuestra dirección.
—¿Qué hacen aquí? —le pregunté a Teresa.
Levantó los hombros con indiferencia y les sonrió a los chicos.
—Yo los llamé.
—¿Qué mierda le estás haciendo a mi Tessa? —Cuestionó Trevor con diversión mientras examinaba mi aspecto a la vez que silbaba—. Guao, Tes. Ya casi pareces una chica.
Puse los ojos en blanco y di dos pasos hacia él.
—Déjame comprobar si tú eres un chico —dio tres pasos lejos de mí al ver mi intensión y levantó sus manos en señal de rendición.
—¡Solo bromeo! ¡No te metas con mis pelotas! —Exclamó con diversión.
—Así que estamos cambiando un poco a Tessa, eso me gusta —America frotó ambas manos y sonrió de manera maliciosa.
—¿Soy el único que se da cuenta de lo mucho que se enfadarán tus hermanos?
—No seas gallina, Pablo —Teresa codeó a su mejor amigo, rodando los ojos—. Ya Tes tiene 18 años.
—Solo estoy siendo precavido —gruñó el chico de ojos celestes, antes de comenzar a caminar.
Una hora después, America y Teresa me habían obligado a probarme unos pantalones que con mucho costo me entraban en las piernas, mientras que Trevor y Pablo se partían de la risa, sentados en los acolchados asientos al frente de los vestidores; me había negado a probarme cualquier vestido, más los que America elegía, pues con ellos estaba segura que parecería una prostituta.
—¿No pueden conseguir un pantalón con una talla más? —me quejé, lanzando el octavo por la puerta del vestidor.
—Eso es porque tú siempre has vestido como tus hermanos, ¡Porque esos son de tu talla! —gruñó America, lanzándolos otra vez.
Acomodé mi pescador otra vez y abrí la puerta; hice un puchero y crucé los brazos a la altura de mi pecho. Después de todo, el ser marimacho no tenía nada de malo, si tenía que vestir esos pantalones que casi cortaban mi respiración.
—¡Oh! ¡Mira! ¡He encontrado la prenda perfecta! —Teresa llegó casi dando saltitos con una falda en sus manos, la morena la observó y ambas comenzaron a decir un montón de incoherencias, por lo que justo ahora podría verse dibujado un enorme signo de pregunta sobre mi cabeza.
Miré a Trevor y a Pablo en busca de ayuda, ambos se pusieron de pie y retrocedieron lentamente hasta casi desaparecer por la puerta, dejándome sola con ese par de locas.
Malditos —dije entre dientes mientras les mostraba mi dedo medio, antes de que terminaran por escaparse.
Teresa me tomó por los hombros y me giró, obligándome a entrar al vestidor otra vez.
—¡Mierda! ¡No saldré de aquí luciendo esto! —exclamé, viendo mi reflejo en el enorme espejo de ese pequeño cuarto.
—¡No seas cobarde, Tes! ¡Saca tu trasero de ahí! —gruñó America, tocando la puerta.
Mi boca estaba abierta del asombro. ¿En serio poseía ese par de piernas que ahora quedaban expuestas gracias a esa falda? Subí mi mirada hasta mis pechos, coloqué ambas manos bajo ellos mientras me miraba de perfil. No poseía una gran cantidad de busto, pero con esa blusa ajustada se veían más... expuestos y... ¿Bonitos? ¡Demonios! Eso era tan vergonzoso.
Abrí la puerta, solo para encontrarme con los pulgares arriba por parte de mis amigas, Trevor y Pablo entraron con una coca cola cada uno, la cual dejaron de ingerir mientras sus miradas se atascaban en mi parte delantera.
—Si no quieren terminar sin descendencia, será mejor que dejen de ver mis tetas —afirmé, fulminándolos con la mirada.
—¿Tú tenías todo eso? —Trevor señaló su parte delantera, suponiendo tener pechos grandes—. Guao, en serio los tenías muy escondidos, linda Tessa.
—¡Trevor! —amenacé, avanzando hacia él.
—¡Jesús! ¿Acaso no pueden hacer algo con su carácter de mierda también? —bromeó el castaño, escondiéndose tras de Pablo.
—Lo lamento, supongo que eso viene en el paquete de tener "Brown" por apellido —le dijo America.
—¿Mejor vamos por algo de comida? Al menos quiero morir satisfecho, cuando sus hermanos la vean así —Pablo sonrió, guiñándome un ojo—. Estás preciosa, Tes.
Asentí, devolviéndole la sonrisa.
Y así fue como terminé con mi ropa de chico en una bolsa de cartón, para ahora lucir como una... una... ¡No sé cómo carajos lucía en realidad! Le agradecí a las chicas por tratar de hacerme sentir mejor, pero lo cierto es, que no me sentía como yo, nunca pensé que llegase a extrañar mis pantalones a como lo hacía ahora, puesto que sentía que si tan solo movía las piernas donde estaba sentada esperando por mi almuerzo, alcanzaría a mostrar mi ropa interior.
Quizás en algún momento, cuando naciera verdaderamente de mí, cambiaría mi vestuario; por lo pronto, estaba segura a volver a mi antigua yo.
Traté de mezclarme en la conversación de las chicas, sobre desfiles de moda y nuevos diseñadores; pero por más que puse de mi empeño por seguirles la corriente, terminé por hablar con Trevor y Pablo sobre la liga española, al final, habíamos terminado por apostar quien se llevaría el trofeo; Pablo y Trevor le apostaron al Barcelona, mientras que yo le fui al Real Madrid.
Dejé de reír de los comentarios ofensivos que soltaba Pablo hacia mi equipo y levanté el móvil para leer un nuevo mensaje de texto. Fruncí el ceño y lo devolví a la mesa cuando miré el remitente.
De Mason <3
Hola, Cookie ;)
Di un sorbo a mi bebida, tratando de concentrarme otra vez en el rato agradable que estaba pasando con mis amigos, haciendo caso omiso al mensaje.
Volví a mirar la pantalla, para leer el nuevo mensaje que había llegado.
De Mason <3
¿Puedo verte esta noche otra vez?
La furia comenzó a despertar en mí otra vez, ocasionando con ello que la imagen suya, acariciándole la mejilla a Stacey, regresara a mi mente. Tomé el móvil entre mis manos y le escribí una rápida respuesta.
De Tessa
Para Mason <3
¡Vete a la mierda!
Una mano pasó frente a mis ojos, salté en mi asiento, y voltee a ver a Trevor.
—¿Estás bien, Tes?
—Sí —contesté sonriendo—. Solo quiero irme a casa.
Narra Mason.
—Vete a la mierda —repetí lo que decía el mensaje en voz alta, mientras apretaba el volante con fuerza.
¿Qué carajos había pasado?
Abrí la puerta y bajé del auto para después caminar hacia el interior de mi casa, sin dejar de repasar el mensaje una y otra vez.
¿Qué hice mal? —volví a preguntarme.
Cerré la puerta y después subí corriendo las escaleras, quité mi suéter y me dejé caer de espaldas en mi cama.
Después de pasar esa larga mañana al lado de esa chica, fingiendo que en realidad me interesaba su compañía, había decidido regresar a mi casa, para buscar una nueva manera de encontrarme con Tessa esa noche. Simplemente la chica se negaba a salir de mi cabeza, no había un solo puto minuto que no pensara en ella. Por lo que ahora me desconcertaba su mensaje.
Marqué su número, pero no obtuve respuesta, me envió al buzón sin que siquiera sonara el primer tono.
Sonreí y negué con la cabeza.
¿Qué mierda hiciste mal, Mason?
Deslicé mi dedo por los contactos, hasta que encontré uno que casi tenía en desuso. Mi hermano contestó casi al instante.
—Vaya, vaya. Dos llamadas en dos meses... ¿Te encuentras bien?
—El sarcasmo no es necesario, Anthony.
—Claro que lo es, más cuando ni siquiera te dignas en mandar un puto mensaje para dar alguna señal de vida.
—He tenido muchos asuntos que atender, los cuales me han quitado mucho tiempo.
—¡Pero somos tu familia!
—Veo que como siempre, ha sido mala idea llamarte. Saluda a mamá y a papá de mi parte.
—¡Espera! —se apresuró a decir—. Perdón hermano, te escucho.
Cerré los ojos y exhalé pesadamente.
—A ti te han mandado a la mierda muchas veces... ¿Por qué?
Un largo silencio le siguió.
—¿Quién te mandó a la mierda? —cuestionó con diversión.
—Solo contesta a la maldita pregunta.
—Jummmmm —comenzó—. Te olvidaste de una fecha importante, la dejaste plantada, quizás. O simplemente no le gustó como le hiciste el amor.
—¡Oh por favor, cállate!
Mi hermano soltó una carcajada, antes de seguir hablando.
—¿Te vio con otra chica, tal vez?
Abrí mis ojos de golpe y me senté frotando mi cabeza.
—¡Oh demonios! —dije, antes de terminar la llamada.
Narra TessaSi antes me sentía desnuda al utilizar esa pequeña falda, ahora, bajo el minucioso escrutinio por parte de mis hermanos, sentía prácticamente que estaba mostrando todos los órganos de mi cuerpo.Sentí mis mejillas encenderse, mientras Theo abría su boca con asombro y Alex sonreía con diversión. Allan vino del pasillo que llevaba a la cocina, y dejó caer un batido que traía en sus manos al verme al lado de Teresa.—¿Qué mierda, Tessa? —gruñó, dando grandes zancadas en mi dirección.—¿Verdad que luce increíble? —habló Teresa, dando un paso al frente.—Tú cállate —dijo, volteándose hacia Teresa—. Y tú, será mejor que subas a tu habitación y cambies ese ridículo vestuario que traes puesto.Abrí mi boca para saltar en mi defensa, pero Teresa se interpuso entre ambos. Miré hacia abajo, a la falda que lucía mi amiga. Si el idiota de mi herma
—Príncipe azul en la mesa cuatro —Trevor me observó con un brillo de diversión en su mirada, mientras señalaba con su barbilla hacia el rubio que acababa de tomar asiento—. Y tu villano favorito en la siete —dijo, señalando a mi hermano Allan.Torcí una sonrisa y coloqué la bandeja en la ventanilla de pedidos, para después fingir quitar una mancha al lado de la ventana.—¿Por qué sigues cabreada? Pensé que se llevaban bien —cuestionó el castaño, recostándose a mi lado.Me encogí de hombros y continué lustrando.—¿Mare? —Le hablé a la morena que pasaba a mi lado—. ¿Te molestaría ir por la orden de la mesa cuatro?—Seguro —dijo, tomando la libreta y el lapicero de las manos de Trevor, para después dirigirse hacia su mesa.—¿Por qué no has vuelto a usar la falda? No he podido sacar de mi mente ese par de piernas esbeltas que posees —silbó, sonriendo con malicia. Puse los ojos en bl
Ver las prácticas de fútbol se habían convertido para mí, en un completo bostezo. Aunque en realidad ahora todo me aburría; me había vuelto más gruñona y a la vez gritona. Incluso Robert me había amenazado con correrme del trabajo si no cambiaba mi actitud.Después de darle tantas vueltas al asunto, había encontrado un culpable para mi pesadez: Mason Rojas.El maldito rubio bipolar había desaparecido desde hacía 12 días. La última vez que lo había visto fue en la ocasión en que me ignoró en el café, antes de salir a toda carrera, justo después de recibir esa extraña llamada telefónica.Ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces en que había revisado mi teléfono, en espera de algún mensaje, pero nada. Simplemente parecía que se lo había tragado la tierra. Incluso llegué a preguntarle a Teresa por su paradero —ganándome con ello que la boba de mi amiga, me fastidiara— aunque al final había dicho que no lo había visto en
Releí el mensaje una y otra vez, tratando de creer que en realidad él había regresado. Retrocedí, hasta sentarme en el borde de mi cama, parpadee en varias ocasiones, sin poder alejar la mirada de la pantalla de mi móvil, me dispuse a contestar, pero de pronto, un constante golpeteo en mi puerta me hizo dar un respingo.—Tes, la cena está lista —llamó Theo, sin dejar de tocar.—Dame un minuto, Theo. En un momento estoy con ustedes.—Date prisa, bien sabes que Allan se vuelve insoportable cuando no estamos todos en la mesa.Giré los ojos y suspiré.—Estoy saliendo —dije, dejando el móvil sobre mi cama para después caminar hacia la puerta.Tomé mi lugar al lado de Theo, observé mi plato y mordí mi labio inferior con fuerza, lo que me hizo hacer una mueca de dolor, a la vez que lo soltaba de forma instantánea. Iba a terminar por matarme a mí misma, si no tenía cuidado.
Me tomó varios segundos darme cuenta de lo que estaba ocurriendo. Mi cerebro no acostumbraba trabajar tan lento a como lo estaba haciendo justo en ese momento; pero... ¡Cielos!Mason se había escabullido en mi habitación con ayuda de una de las escaleras que utilizamos para pintar las paredes de la casa; aunque no entendía por qué carajos estaba pensando en eso justo en esas milésimas de segundo, mientras él continuaba acunando mi rostro entre sus manos, manteniendo sus labios presionados con los míos.Manteniendo sus labios presionados con los míos....Mason me estaba besando...Yo nunca había besado a nadie...¡Mierda!¡Mason estaba dándome mi primer beso y yo no tenía una jodida idea de cómo responder!Dios mío... ahora sabía que todos los putos tutoriales de cómo besar que había visto en YouTube, habían sido en vano.Mis manos seguían inmóvile
Los otros días que restaron a mi suspensión, me la pasé metida en la cafetería ayudándole a Robert con el inventario. Por las noches, Mason me llamaba y hablábamos durante al menos hora y media. No había vuelto a colarse a mi habitación, aunque había regresado a dar sus constantes visitas al café.Ahora me encontraba de camino a mi clase de historia universal junto a Trevor, gracias a que él y yo éramos los únicos de nuestro grupo que nos habíamos matriculado en la carrera de historia, no veríamos a mis hermanos por las siguientes tres horas.Llegamos al salón diez minutos antes de la hora de entrada, por lo que, Trevor se tomó la molestia de comentarme sobre la carrera que se avecinaba, habían cambiado el sitio por temor a ser encontrados por los luces rojas otra vez.—No lo sé —argüí, revisando mis uñas mordidas—. Si papá se entera, no quiero ni imaginar la manera en la que nos castigará ésta vez.—Por mí es
—Así que suspendida otra vez —arguyó mi amiga Teresa con desdén.Ambas nos encontrábamos acostadas en mi cama, con nuestras cabezas colgando por un lado de está, mientras veíamos hacia un punto neutro en la pared. Entrelacé mis dedos sobre mi abdomen y torcí una sonrisa.—Sólo por lo que resta del día. Mañana podré regresar a clases.Mordí mi labio inferior y cerré los ojos, recordando ese pequeño momento de vergüenza.Después de que el encargado de mantenimiento nos llevó hasta la oficina del rector, debimos aguantar media hora de plática sobre la ética del centro de estudio. Incluso amenazó con suspendernos a ambos por un par de días, pero Mason había intervenido, aceptando que la suspensión recallera sólo sobre él.—¿Me contarás cuál fue el motivo del nuevo castigo?—No —abrí los ojos y negué con la cabeza.Teresa movió su rostro, hasta que nuestras miradas se
Narra MasonTessa Brown era el tipo de chica que le era difícil pasar desapercibida. El tiempo que llevaba conociéndola, había aprendido tanto sobre ella, como que definitivamente es el tipo de mujer que cualquier hombre sueña con tener a su lado; deportista, fuerte, inteligente y a la vez, atrevida.Atrevida, porque nunca había conocido a una chica que fuese capaz de visitar callejones oscuros y peligrosos con tal de ver una carrera de autos, atrevida porque era la única mujer que conocía, capaz de meterse en una pelea de hombres, con tal de defender a sus hermanos. Y como si fuera poco, atrevida porque había sido capaz de entrar a un lugar lleno de chicos, sin siquiera detenerse a observar todas las miradas que le lanzaban esa manada de lobos hambrientos cada vez que se inclinaba sobre la mesa de billar a golpear la bola blanca.Miré a mí alrededor, lanzando nuevamente una mirada llena de amenazas, p