Estaba... jodida.
No podía alejar la mirada de las otras copias de Alex mientras caminaban hacia nosotros, mostrando la seguridad de macho alfa que los caracterizaba. A este punto ya necesitaba la mascarilla para mi asma, pues sentía que el aire no me estaba llegando a los pulmones; nunca era bueno que uno de ellos estuviera aquí, y ahora había tres, puede que esto termine en una catástrofe, por no decir que en la tercera guerra mundial.
Después de soportar sus exageradas muestras de cariño, me aferré a mi libreta sin poder alejar la mirada de ellos.
—¿Qué hacen todos aquí? —titubee.
—Estamos cansados de comer la comida que hace Allan— contestó Albert, alzando sus hombros.
Allan sonrió, dándole un golpe en el brazo.
—Cuando sea un famoso chef, no te daré de comer ni de mis sobras, idiota.
Me permito sonreír ante eso. Allan es un excelente cocinero, y siempre ha soñado en convertirse en un chef reconocido en todo el país. Y yo no tengo la menor duda de que lo logrará. Es algo vergonzoso aceptar que mi hermano era mejor en la cocina que yo, pero mientras él continúe preparando el desayuno y la cena, no me importaba el hecho de tener que aceptar todos los días, que yo era una completa inútil en la cocina.
La sonrisa de Allan se apaga en cuanto la campana de la puerta vuelve a sonar. Me giro nuevamente, solo para ver a Teresa entrar junto a su amigo Pablo; acaricio mi nuca y hago una mueca de dolor; de tanto estar volteándome hacia la puerta, ya me dolía el cuello.
—Deberías de hablar con ella —lo anima Alex al percatarse que la mirada de Allan está sobre ella.
Teresa fue su novia durante 8 meses cuando cursábamos el noveno año del instituto y ella el octavo. Siempre pensamos que había sido algo sin importancia, pues fue muy poco lo que duraron, además, eran muy jóvenes. Pero Allan nunca la pudo superar, ya que desde entonces, no volvió a tener ninguna relación seria.
—¿Qué hay para comer, Tessa? —me pregunta Allan, ignorando a Alex.
—Si sabes que esto es un café y no un restaurante, ¿Cierto? —le hago saber, levantando las cejas.
—Quiero un café negro con un trozo de pastel de chocolate —dijo Allan, mirando hacia la esquina opuesta.
—¿Hace cuánto no la veías? —le pregunto, al ver el brillo en su mirada mientras observa a Teresa riendo ante algún absurdo chiste que Pablo haya contado.
Todos conocíamos a Pablo, sabíamos lo mucho que le gustaba contar chistes, por pésimo que lo hiciera; al final, siempre acabábamos riéndonos solo para poder hacer nuestra buena acción en la vida, a como decía papá.
—Un par de meses. Desde que nos graduamos, supongo —contesta, apoyando su barbilla en sus manos.
—Sé más machito y ve a saludarla —lo insta Albert.
—Tessa, tengo hambre —arguyó Allan, nuevamente ignorando el apoyo de sus hermanos.
De pronto sentí una barbilla apoyarse en la coronilla de mi cabeza, mientras unas manos se envolvían en mi cintura.
—¿No pensaban esperarme, grandísimos inútiles? —dijo Theo, antes de bajar su rostro y besar mi mejilla.
Puse los ojos en blanco mientras Theo tomaba el lugar al lado de Allan.
—Genial, reunión familiar. ¿Dónde está papá? —pregunté abriendo los brazos, siendo sarcástica.
—Tiene guardia en el hospital, bien lo sabes —contestó Theo, encogiéndose de hombros.
Por favor... que alguien le enseñe lo que es el sarcasmo a este niño.
—A ver Browns. ¿Qué rayos les sirvo? Tengo trabajo por hacer.
—Allan quiere que le traigas a Teresa —bromea Theo viendo hacia donde mira Allan. Con eso se gana a que este lo empuje hasta hacerlo caer sentado en el piso. Los otros dos estallan en carcajadas, ganándose la atención de las personas presentes en el sitio. Esa era una razón más por la que odio que vengan a mi trabajo. Siempre se comportan como unos niños, avergonzándome hasta el cansancio.
Inhalo lentamente mientras llevo la cuenta regresiva. Tres, dos... Y Robert hace su aparición. Sonreí ante ello, solo le había tomado dos segundos en darse cuenta del bullicio.
—Pero que sorpresa, ustedes aquí —comentó Robert, deteniéndose a mi lado—. Con el primer problema que ocasionen los echo de mi café. Y no bromeo, Browns —señala uno a uno de mis hermanos con su dedo índice de la mano derecha.
—Relájate musculoso, solo estamos jugando —le informó Alex.
—Están advertidos, Browns —volvió a decir antes de girarse a mí—. Tessa, hay más mesas que atender.
—Es un placer —digo, dando un asentimiento. Le doy la espalda a mis hermanos y camino nuevamente hacia Trevor.
—¿Qué me tienes, Trevor? —le pregunto, colocando la bandeja sobre la ventanilla.
—El rubio de la mesa ocho que no te quita la mirada de encima, quiere que le lleves otro cappuccino.
Cerré los ojos con fuerza, escuchando las escandalosas risas de mis hermanos a unas mesas atrás.
Mierda. Sabía que Alex lo tenía vigilado por ninguna razón aparente, lo que temía que esto no fuese a salir bien.
—No seas idiota, Trevor —le dije antes de girarme e irme a preparar otro cappuccino.
Mi vida muchas veces se convertía en una estúpida película de comedia, siempre que trataba de ligar con un chico apuesto a como lo era el de la mesa 8, o decía alguna incoherencia frente a él, o simplemente mis hermanos lo arruinaban con sus excesivos celos. Cualquier chica podría sentirse afortunada de contar con la protección de cinco chicos —porque lamentablemente para mí, mi padre era similar a ellos, aunque siempre decía que no era así— pero no yo. Yo solo deseaba que mi jaula fuese abierta para abrir mis alas y así exponerme a todo aquello que el mundo me ofrecía.
—¿Quién prepara el cappuccino? —me pregunta el rubio en cuanto pongo la bebida espumosa frente a él.
Juro que esperaba que aunque sea su voz fuese espantosa, ¿Era mucho pedir que al menos tartamudeara? ¡No! ¡Claro que no! El individuo también tenía que tener una voz que te dieran ganas de escucharla durante toda la vida.
—Yo lo hago —contesté.
—No está nada mal, Tessa —sonrió, mostrando sus blancos dientes y dos perfectos hoyuelos en sus mejillas.
Arquee una ceja y abrí mi boca con asombro. ¿Cómo supo mi nombre?
—Tu nombre... está impreso en tu camisa —aclaró sin dejar de sonreír.
¡Oh! Por supuesto niña, ¿Por qué creerías que un apuesto chico que nunca has visto conocería tu nombre? Eso sería raro después de todo.
—¿Puedo ayudarte en algo más? —le pregunté.
—Tu número de teléfono.
Esas cuatro palabras se habían convertido en mis cuatro palabras favoritas. Tu. Número. De. Teléfono.
Me quedo aun sosteniendo su mirada, esperando a que se retractara y dijera que fue una broma. Pero él simplemente me mira fijamente, sin mostrar algún atisbo de diversión en lo que dijo.
No sé si lo que comienzo a sentir en mi estómago es emoción de que un chico valiente quiera tener mi número cuando mis hermanos están en el mismo establecimiento. O tal vez me cayó mal el almuerzo de la cafetería de la universidad y ahora voy a vomitar.
—Además de eso, ¿Puedo ayudarte en algo más?... ¿Algo que realmente pueda hacer por ti?
—Soy nuevo en la ciudad. Agradecería que me dieras un tour para familiarizarme.
—¿Qué opinas si mejor el tour te lo doy yo? —dijo Allan detrás de mí.
—Lo siento amigo, respeto tus gustos sexuales, pero a mí me gustan las mujeres —contestó tranquilamente el otro.
Sentí nuevamente falta de oxígeno en mis pulmones. Esto no es bueno, nada bueno. Observo a Allan, quien profundiza una arruga en su frente y cierra sus manos en puños, mientras que Alex y Albert esconden sus risas mordiendo sus puños.
—Mira rubiecito... —Allan se detuvo cuando el rubio levantó su mano y regresó la atención a su libro, mostrando total indiferencia a lo que Allan fuese a decir.
Alex y Albert sin poder contenerse, estallaron en carcajadas.
Contuve la respiración justo cuando Allan le arrebató el libro y el rubio saltó, empujándolo hacia la mesa más cercana. Rápidamente Allan, reincorporándose le devuelve el golpe, lanzándolo sobre su propia mesa. El chico rueda sobre la mesa y vuelve a levantarse. Las personas, como siempre hacen cuando mis hermanos ofrecen espectáculos, se levantan de sus lugares y se van. ¡Cuenta pagada por mi salario por supuesto!
Retrocedo hacia Alex y Albert, donde estos le gritan instrucciones a Allan de como atacar.
Corro a pedirle ayuda a Robert, pues sé que es el único que puede separarlos antes de que terminen de destruir todo. Al abrir la puerta, choco contra él, quien venía delante de Trevor.
—Espera aquí, Robert se encargará —me susurró Trevor agarrándome por el brazo para hacerme a un lado. Hice una mueca de dolor al mirar como el rubio estaba sobre Allan, golpeándolo una y otra vez con su puño—. No mires —agregó Trevor, rodeándome con sus brazos para bloquear mi visión.
Me aferré al pecho de Trevor, escuchando más golpes; y gritos y maldiciones por parte de Robert, quien al parecer no podía controlarlos; escuché romperse otra mesa, y me estremecí. Temía por Allan, pues el rubio parecía tener experiencia en este tipo de peleas.
Salí del baño de mi casa cargando el botiquín. Mi padre estaba tratando de limpiar las fuertes heridas que Allan llevaba en su rostro; quien no dejaba de gritar ante el contacto del alcohol en su piel. Mi corazón se contrajo al verlo así, y cerré los ojos con fuerza al recordar el desenlace. El rubio solo se había detenido cuando fui capaz de salir de los brazos de Trevor para ir en rescate de mi hermano."Lo siento, no suelo comportarme de esta manera" me dijo antes de marcharse del lugar. —Aquí está —me dirigí a mi padre, pasándole el botiquín.—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó.—Un idiota estaba tratando de coquetear con Tessa —contestó Alex, sentándose en la alfombra frente a papá.—¿Qué demonios, chicos? ¡Tessa ya es mayor de edad! Tienen que dejar esa obsesión de estar espantando a cualquier muchacho que quiera hablarle —gruñó, pasando nuevamente un algodón por el lab
Crucé el césped a paso rápido, Theo me esperaba desde hacía 10 minutos, y estaba segura de que si me tardaba un minuto más, él sería capaz de ir a buscarme.Suspiré, aun llevando su mirada grabada en mi mente. No podía negar lo atractivo que es el sujeto; simplemente sus ojos eran su mejor atributo, no podía sacar ese par de piedras volcánicas de mi cabeza, lo que me hacía sentir como una chiquilla ilusionada de 14 años. Era estúpido, pero me sentía atraída hacia un chico que acababa de conocer, y que además, ese chico fuese capaz de golpear sin piedad a mi hermano. Sacudí la cabeza, tratando de concentrarme otra vez, eso era un poco enfermo de mi parte.Subí a la gradería y me senté al lado de Theo. Abajo, los chicos del equipo de futbol hacían su respectivo calentamiento, incluyendo a Alex, Albert y Trevor.A pesar de que me gustaba jugarlo, siempre había tratado de comprender la ciencia del futbol; continuamente lo he vist
Las sirenas continuaban escuchándose a escasos metros de distancia, oía maldiciones salir de las bocas de varios de los chicos que habían sido arrestados; la luz de una linterna pasó cerca de mi rostro, así que la persona que aún continuaba tapándome la boca, me presionó más contra su pecho mientras retrocedía aún más hacia el callejón. Su respiración se estrellaba contra mi cuello, haciéndome estar aún más inmóvil.Estaba asustada.Quería gritar para que alguien viniera a ayudarme, pero no podía; mis manos estaban inmóviles, y mi boca estaba aplastada por su mano.Las patrullas poco a poco se fueron alejando, dejándome en un horroroso silencio con mi captor.¿Ahora que seguía? De pronto, la imagen de tres posibles respuestas a esa pregunta, vinieron a mi mente.a) Sería violada y luego abandonada.b) Sería violada y asesi
Presioné mi frente contra la mesa mientras esperaba a que Allan sirviera los hot cakes que estaba preparando para el desayuno. Mi cuerpo se sentía pesado, había salido muy temprano de la cama gracias al tonto de Alex quien se le ocurrió discutir con Theo frente a mi puerta. Era domingo... se suponía que tenía la oportunidad de dormir hasta las 11 am, para después irme al trabajo a eso de las 3 de la tarde; pero esos imbéciles solo habían esperado a que el sol saliera, para perturbar la paz de las personas responsables que sí somos capaces de mantener un empleo.-¿Qué tal el trabajo, cariño? -preguntó papá, bajando el periódico que leía, para tomar un gran sorbo de su taza de café humeante.-Fantástico -respondo, enderezándome nuevamente-. ¿Sabías que tus hijos se están turnando para ir a cuidar el que no se me ocurra hablar con ningún muchacho en la cafetería? -fulmino con la mirada a Alex, quien me sonríe y se encoge de hombros.
Giré el pomo de la puerta de mi casa, me deslicé en el interior seguida de Albert y giré los ojos con fastidio y frustración.Este había sido un largo y tedioso día; primero, el hecho de pasar siete horas recibiendo lecciones, mientras soportaba un calor infernal; después, pasar 6 horas limpiando mesas, lustrando los pisos y aguantando el genio de mierda con el que Robert había llegado hoy al café. Y, como si fuera poco, el periodo me había visitado la noche anterior, lo que me hacía sentir sensible y enojada a la vez.Y sí, sólo me había hecho falta que uno de mis hermanos haya ocasionado un nuevo desastre en mi trabajo... pero ¡Oh! ¡Claro! Albert había pasado toda la tarde ahí sentado sin hacer nada, y no sé cómo demonios había logrado romper tres tazas las cuales habían sido rebajadas de mi salario instantáneamente.Apoyo mi espalda contra la puerta y dejo salir un suspiro de exasperación. Son cerca de las 9: 30 pm, lo que
—¿Diga? —Hablé al teléfono con voz soñolienta.Era sábado, no tenía que presentarme en la universidad y era mi día libre en la cafetería, así que podía dormir hasta tarde, lo cual agradecía, puesto que había regresado a casa pasadas la media noche.Una sonrisa se dibujó en mis labios mientras trataba de concentrarme en lo que decía esa voz femenina a través del teléfono. El rato que había pasado caminando con Mason por las desoladas calles de mi barrio, había sido tan grato, que quería volver a repetirlo cuanto antes.—¿Al menos me estás escuchando, Tes? —me estremecí ante el elevado tono de voz que había utilizado mi amiga Teresa.—Perdón, ¿Qué decías? —cuestioné, en medio de un bostezo.—¿Qué sucede contigo?—Sucede que estaba teniendo un hermoso sueño y tú me despertaste —espeté, sentándome para después acomodar las hebras de mi desastroso cabello negro con
Quería llorar, mientras me negaba a ver hacia el enorme espejo que tenía en frente. Mi mirada estaba clavada hacia abajo, viendo como pequeños mechones caían al suelo uno tras otro. Hacía muchos minutos esa mujer había comenzado a peinar y a cortar pequeños mechones, ante ruidos y asentimientos de aprobación por parte de Teresa.—Solo un poco más de este lado —le informó a la mujer, agarrando un mechón de mi cabello entre sus dedos—. No tan corto; solo queremos quitar las puntas abiertas.Puse los ojos en blanco, tampoco era necesario que me recordara que mi cabello estaba descuidado.¡Dios! ¿En qué momento había aceptado hacer todo esto? Y la razón llegó a mi mente como la velocidad de la luz: Mason. Ver la manera en la que coqueteaba con Stacey, había logrado que mi estómago se encogiera de la rabia y ocasionara con ello que nacieran en mí las ganas de sacar a la chica que llevaba dormida en mi int
Narra TessaSi antes me sentía desnuda al utilizar esa pequeña falda, ahora, bajo el minucioso escrutinio por parte de mis hermanos, sentía prácticamente que estaba mostrando todos los órganos de mi cuerpo.Sentí mis mejillas encenderse, mientras Theo abría su boca con asombro y Alex sonreía con diversión. Allan vino del pasillo que llevaba a la cocina, y dejó caer un batido que traía en sus manos al verme al lado de Teresa.—¿Qué mierda, Tessa? —gruñó, dando grandes zancadas en mi dirección.—¿Verdad que luce increíble? —habló Teresa, dando un paso al frente.—Tú cállate —dijo, volteándose hacia Teresa—. Y tú, será mejor que subas a tu habitación y cambies ese ridículo vestuario que traes puesto.Abrí mi boca para saltar en mi defensa, pero Teresa se interpuso entre ambos. Miré hacia abajo, a la falda que lucía mi amiga. Si el idiota de mi herma