"No huyas de mí dulce ángel, estar en mi infierno no es malo"
El dolor de mis pies descalzos aumenta tras cada paso que doy, dificultando aún más mi intento de huida. No puedo seguir más tiempo así, tratando de despistarlo. Escondiéndome en la oscuridad, así tal y como él lo ha hecho todo este tiempo.
Mi corazón bombea con fuerza y mis piernas tiemblan. Pero por mucho que lo desee no puedo dejar de correr, porque él viene por mí.
Porque se esconde entre las sombras, todo este tiempo lo ha hecho, ha jugado con nuestras mentes, con nuestros corazones y nosotros hemos sido demasiado estúpidos como para darnos cuenta. Las pistas fueron demasiado claras como para creerlas y eso jugó a su favor.
Y esta noche él les ha demostrado a los tres que ahora se rigen bajo las reglas de su juego.
Mi garganta se siente seca y mi corazón amenaza con abandonarme cuando empiezo a juntar las piezas de lo que ha ocurrido en todo este año.
Las calles se vuelven más oscuras y lúgubres a medida que sigo avanzando, nada comparadas a las calles del centro de la ciudad, donde estaba disfrutando de la celebración de mi cumpleaños.
El frío se cuela por las partes descubiertas de mi vestido entallado y adormece mis huesos, la lluvia paró hace mucho tiempo, pero el frío parece imperturbable.
Nada es ahora a como lo recordaba antes, antes de que todo esto empezara hace un par de años atrás, ahora todo es menos borroso. Ahora conozco las dos caras de la mentira.
Ahora realmente puedo decir que conozco a aquel monstruo y que he sido la única que lo ha podido sentir piel contra piel. Aquel hijo de puta que se envuelve en su propio manto de oscuridad por el día. Y pinta su coraza de tonos veraniegos para no ser reconocido y mantenerse oculto. Aquel que no se da cuenta que he logrado descifrar su plan.
La oscuridad de las calles me desespera y los faroles, fieles acompañantes de las esquinas por las noches, no cumplen con exactitud su trabajo asignado.
Ya no hay rastro alguno de la música que revoloteaba en el aire, el ambiente liviano y las luces rojas que decoraban el lugar donde estaba disfrutando antes de volver al encierro. Ya no hay rastro de ese fuerte olor a alcohol que alivianaba el ambiente y tampoco hay rastro alguno de mis tres acompañantes.
Estoy tan lejos de aquel bar donde había logrado escapar la noche de hoy.
El frío calcina mis huesos poco a poco y la incertidumbre de lo que ocurrirá conmigo en este preciso momento, lo hace aún más.
Huye.... corre....
No voy a morir un día después de mi cumpleaños, no cuando aún se me esconden secretos, no cuando yo aún escondo los míos.
No debo parar, no debo gritar, ni quejarme.
Mi cuerpo entero tiembla y no sé si lo hace por el pánico de encontrarme en una situación como esta o por el frío que no me da tregua alguna.
No es la primera vez que vives una situación similar, Eco. Recuérdalo.
Claro que no lo es, pero no es momento para anécdotas retorcidas, eso será revelado más adelante, esto es el presente, el pasado se contará luego.
Intento trotar, pero lo único que logro es dar algunos pesados y cortos pasos. El cansancio se ha apoderado de mí y puedo jurar que de la planta de mis pies ya ha empezado a brotar sangre.
Doy mis últimos pasos deseando no ser encontrada por la criatura que se ha empeñado en hacer de esta noche la última de todas para mí, pero al parecer la suerte no está de mi lado.
Un estremecimiento de pánico me recorre el cuerpo en el momento en el que siento unas fuertes y anchas manos aferrarse de mis hombros, apretándolos con fuerza para impedir mi huida. Trato de apartar su toque de mí, pero en cambio solo consigo que me empuje hacía adelante y termine perdiendo el equilibrio de mi cuerpo, cayendo en picada sobre la rocosa, fría y húmeda calle.
La mayor parte del impacto lo recibe mi rostro logrando que mi mentón empiece a arder inmediatamente. El dolor estalla en mi rostro, empieza a picar y enmudecerme. Sé que sangre va a empezar a salir por el golpe, pero no puedo quedarme en la calle.
Intento ponerme en pie con la decisión ardiendo en mis venas, pero lo que se encuentra detrás de mí coloca uno de sus pies en mi espalda adolorida evitando así que logre zafarme de él.
A él ya no le importa el estado en el que me encuentre, está decidido a llevarme de la forma que sea.
En un movimiento brusco logro apartar su pie de mi espalda quedando boca arriba con mi vista posada en la figura de él. Él se encuentra a escasos pasos de mi cuerpo que sigue tendido en el suelo.
El azul de su mirada no es fácil de olvidar. Es el mismo con el que he pasado soñando estos últimos ocho meses.
Te conozco. Quiero susurrar, pero todo pasa demasiado rápido que no puedo articular palabra alguna.
Él da pasos hacia mi dirección hasta quedar frente a mí, cara a cara. Quiero reaccionar y salir de mi entumecimiento, pero su voz me hace temblar y quedarme estancada en mi lugar.
—No huyas de mi dulce ángel, estar en mi infierno no es malo— esas palabras salen de su boca en un susurro amenazador. La arrogancia y superioridad se perciben en sus palabras, dejándome un sabor amargo en el paladar.
¿Por qué me había llamado ángel? ¿Qué significaba eso?
Sin permitirme dar una respuesta o al menos defenderme, agarra mis hombros con la misma fuerza de hace minutos atrás haciendo que me levante del suelo a la fuerza, para luego empujarme y estrellarme contra una pared detrás de ambos.
Puedo sentir como la vida se escapa de entre mis dedos, el dolor es punzante e incrementa a medida que pasan los minutos y la preocupación ya se ha arraigado de mis ramificaciones. Detrás de mi cabeza puedo sentir un líquido caliente salir en forma de gotas, debo hacer algo.
—¿Qui... ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres de mí?— pregunto en un susurro entrecortado por el terror que ha tomado lugar en mis adentros y que al momento de tratar de defenderme salió a flote.
—Mi pequeño Ángel, de ti quiero todo—Y con eso un dolor punzante me empieza a bombardear el pecho, lo último que logro escuchar es un susurro proveniente de la boca de mi agresor.
Luego un pitido que inunda todo y dos destellos que hicieron que perdiera la movilidad de mi cuerpo y danzara en el limbo de la inconsciencia, dejando así a un lado todo lo que pasaba.
Las últimas palabras que logro escuchar son unas que me producen terror y algo de satisfacción por la familiaridad en ellas, pero luego de eso todo se vuelve borroso e incoloro.
—Siempre volverás a mi, Eco. Te lo prometo.
Y yo supe a la perfección qué era lo que quería decirme con aquellas palabras, supe quién era desde el primer instante en que lo observé entre las personas en el bar, pero lo callé.
No dije ninguna palabra al día siguiente cuando me levanté en la camilla del centro y las miradas preocupadas de los chicos estuvieron puestas en mí. No dije nada porque los muertos deben quedarse como están. ¿No?
Aire libre.Una ligera brisa envuelve los alrededores, avisando a todos los transeúntes que la lluvia se aproxima y es hora de retornar a sus hogares. A lo lejos puedo observar como la brisa eleva las miles flores de cerezo que han caído al suelo.Una nueva estación se acerca. La favorita de él.La temperatura ha disminuido considerablemente, lo que me da a entender que es hora de emprender mi camino de regreso a casa. Sin embargo, no deseo hacerlo. Deseo quedarme admirando la iglesia y con mi mente tratando de trazar el recuerdo de su silueta, tal y como la primera vez que lo conocí.Quiero quedarme un rato más y obligarme a mí misma a no olvidar cada rastro de su rostro, sus peque&nti
Me encontraba balanceando mi cuerpo en una barandilla de metal a la otra tratando de matar el tiempo, cuando de repente un golpe en seco proveniente de la planta de arriba hizo que me sobresaltara y en cuestión de milisegundos sintiera mi cuerpo perder el equilibrio y caer en los primeros escalones de madera.El dolor apareció instantáneamente en mis rodillas, pero no era un dolor insoportable. Al mismo tiempo que intenté reincorporarme de la madera fría mis oídos lograron captar el sonido de un segundo golpe.Pensé que estaba sola.Una vez ya reincorporada en las primeras tablas de madera de la escalera, un extraño sentimiento se hizo presente y se apoderó de mí, podía sentir co
¿Conocen esa enfermiza sensación que se implanta en tu pecho cuando recibes alguna mala noticia o algo que simplemente no querías, ni deseabas escuchar?¿Ese nudo agobiante que se aferra en tu garganta como si fuera una maldita enfermedad?La ira, la frustración, la rabia, la tristeza, siendo lo único que cala en tu alma y se abre paso entre tus muros, agrietándolos cada vez más.Siendo cosas ruines lo único que sientes, lo único que te llena.¿Alguna vez se han sentido de esa forma? ¿Has tenido esa sed depravada e insidiosa de acabar con todo?Decepción, dolor, frustración de saber que
La combinación del ambiente fresco y la serenidad me nubla la mente.De alguna forma extraña me hace pensar que no ha sucedido nada. Que nunca sucedió algo.Que soy una adolescente normal disfrutando del clima de su pueblo y no una que está a días de no ver más la luz del sol. Que no voy a ser trasladada a un psiquiátrico el día de mañana.Es eso lo que transmite el césped húmedo bajo mis pies y la fresca brisa que me abraza el cuerpo como si se estuviera despidiendo de mí.Una despedida.Nunca he sido buena con ellas. No sé cómo afrontarlas, es más fácil irse sin avisar. A
Siempre intentó protegerme, lo hizo cada turbia y enigmática noche que pasaba.Ojalá esa noche yo hubiera hecho lo mismo."Eco Dagger"Camino a paso rápido y decido por las calles semi vacías del pueblo. El pueblo que me ha visto crecer. Me ha visto tomar malas decisiones y arrepentirme de cada una de ellas. El pueblo que me ha visto sepultar aquello que tanto quería. Pero también me ha visto afrontar cada una de las adversidades y seguir con mis planes como si tal no hubiera pasado nada.Las calles se encuentran teñidas de colores grisáceos gracias al tan reconfortante clima e impregnadas de una
Era tan valiente y tranquila que olvidó que estaba sufriendo. Con mis últimas fuerzas fuerzo el cierre de la gran maleta color gris que reposa en mi cama, luego de varios intentos fallidos logro cerrarla por completo y dar por terminado lo último que tengo que hacer la mañana de hoy. Hoy dieciocho de junio, mi última mañana en Clovelly. Bajo la gran maleta que contiene varias de mis pendras de vestir en su interior y la hago rodar hasta colocarla al lado derecho de la puerta para que así no se me dificulte tanto a la hora de emprender el viaje a la ciudad y tener que bajarla. He hecho dos maletas en total y un bolso de mano de gran tamaño. En una llevo toda mi ropa, en otra zapatos y cosas de uso personal
Está bien vivir una vida que otros no entienden. DesconocidoMis botas negras estilo militar resuenan en el pavimento tras cada paso que doy, pero no con la intensidad que me hubiera complacido, estas están siendo amortiguadas por el ensordecedor bullicio de los autos; sirenas, voces y demás sonidos intolerantes que abunda en la calle.Las personas distraídas o preocupadas por no llegar tarde supongo a su trabajo, pasan a mi lado chocando conmigo. Odio con toda mi alma la ciudad.Con mis nervios de punta y la paciencia desgastándose me dispongo a llegar en el menor tiempo posible a mi destino, ya que entre más rápido llegue y termine lo que tengo que hacer ahí, más rápido tendría que dejar de hacerme el ciego y el sordo ante los peatones y demás seres vivientes que ni se inmutan por mi presencia.Observo sus rostros, sus e
—Bien, déjame ayudarte con esto— Theo se inclina y como si fuera peso pluma lo que lleva en sus manos, empieza a rodar las dos grandes y pesadas maletas hasta donde se encuentran situadas las grandes escaleras. Antes de que yo intente tan si quiera abrir la boca, la señora la cual supuestamente su nombre es Irina, habla. —¡Theo, ten paciencia! —reprende al rubio como si de un niño pequeño se tratara, y este rápidamente se detiene y se da media vuelta con un gesto de confusión enmarcando su lindo rostro. —No ves que la señorita ni siquiera se ha despedido y tú ya quieres llevarla a rastras. Muerdo mi labio para evitar que una carcajada salga de mi boca al presenciar el enrojecimiento de las mejillas de Theo ante el reproche de Irina. El chico musculoso y fornido rápidamente suelta la