Aire libre.
Una ligera brisa envuelve los alrededores, avisando a todos los transeúntes que la lluvia se aproxima y es hora de retornar a sus hogares. A lo lejos puedo observar como la brisa eleva las miles flores de cerezo que han caído al suelo.
Una nueva estación se acerca. La favorita de él.
La temperatura ha disminuido considerablemente, lo que me da a entender que es hora de emprender mi camino de regreso a casa. Sin embargo, no deseo hacerlo. Deseo quedarme admirando la iglesia y con mi mente tratando de trazar el recuerdo de su silueta, tal y como la primera vez que lo conocí.
Quiero quedarme un rato más y obligarme a mí misma a no olvidar cada rastro de su rostro, sus pequeñas cicatrices y la forma en la que se sonreía. Obligarme a mí misma a recordar el tono de su voz o la delicadez con la que tocaba mi rostro y limpiaba mis lágrimas.
Cada maldita noche.
Pero por mucho que desee quedarme, no puedo hacerlo. El tiempo se me ha acabado y debo volver. Así que me limito a observar por última vez la pequeña y deteriorada iglesia frente a mí.
Los colores tenues que envuelven a esta demuestran perfectamente cómo es Clovelly a sus visitantes y a los miembros antiguos que aún la visitan, únicamente para no olvidar lo que representa el lugar para ellos.
Los ladrillos decorativos que adornan sus paredes muestran un claro estado de indisposición y la pintura que cubre estas mismas paredes se está desmoronando, dándole un toque melancólico y sombrío.
Opacos vitrales y figuras religiosas que, por desgracia, ya no transmiten nada más que un sentimiento de tristeza, sentimiento que se ha estado esparciendo por todo el pequeño pueblo desde hace muchos años atrás.
Pocas personas siguen visitando la iglesia y por mucho que cueste decirlo, los comprendo. Todos han perdido algo en el pueblo y la única forma que han encontrado para sobrellevar eso, es tratando de alejarse del él. Tratando de encontrar un refugio.
Pero no todos lo logran.
Yo tengo una forma diferente a la de ellos para sobrellevar lo ocurrido.
Un grito agudo provoca que toda yo me estremezca ante la familiaridad de la escena, recorro con mi vista los alrededores del pequeño parque, buscando al causante de tan intolerante sonido y me detengo cuando observo a un grupo de pequeños niños jugar enérgicamente con una pelota entre sus pies.
Centro toda mi atención en el grupo que ha provocado que mi mente se nuble y mis ojos pesen, pequeños niños divirtiéndose como cualquier criatura de su edad.
Yo nunca tuve eso.
Un sentimiento de zozobra invade mi estómago y se apodera de mi pecho apretujándolo con fuerza.
El darme cuenta que ellos sí son libres de jugar a su antojo y hacer lo que hace cualquier niño normal solo me enferma de un sentimiento de impotencia y rabia.
¿Con qué se llenan los espacios de mente en blanco? ¿Qué se hace con los miedos y las pesadillas que velan tus noches? ¿Cómo se enfrenta uno a esas cosas que pueden parecer inútiles o sin importancia alguna, pero que realmente son los males de toda la historia? ¿Cómo se enfrente uno a la realidad?
Mi tiempo de reflexión se quebranta cuando el estruendo de un rayo vibra por todo el parque y sé de inmediato que es hora de irme.
Con una última mirada a los niños, la iglesia y el campo verde que me rodea, me levanto de la banca para emprender mi camino de vuelta a casa.
El mismo viaje que he realizado cientos de veces.
Los colores que adornan las casas de Clovelly son antiguos y desgastados, pero tienen toda una macabra historia o eso es lo que se les cuenta a los visitantes para atraer cada vez más turistas.
Las leyendas abundan en el pueblo para atraer turistas y la economía no caiga, pero debemos recordar que todas las leyendas llevan algo de realidad.
Luego de caminar unas cuantas cuadras llega la hora de tomar el último camino para poder llegar a mi destino, pasar por el puente o el camino corto.
Normalmente tomo el camino por el puente porque es el que queda más largo de casa.
Quiero y debo llegar rápido a casa así que, armándome de valor el cual realmente no tengo, comienzo a caminar por el camino corto.
Las gotas de lluvia empiezan a caer y estrellarse en mi cuerpo. En Clovelly todo el año es invierno. La lluvia nunca falta. Quiero recordar cuando fue la última vez que vi salir el sol, creo que hace dos semanas.
No es una mala calle, pero la carencia de faroles hace que el caminar por aquí se les dificulte a los peatones. No tengo idea si las calles tienen ese toque sombrío siempre o solo la tarde de hoy, pero tampoco quiero quedarme a averiguar mis suposiciones.
Apresuro el paso para no tener que caminar por mucho tiempo en estas calles.
Estoy acelerando el paso lo más rápido que puedo cuando un chirrido a mi espalda me hace tragar grueso. Quiero dejarlo pasar, debo haberlo dejado pasar.
Con la curiosidad en mi piel y mi cuerpo en modo automático, disminuyo la velocidad de mis pasos para poder dar vuelta y ver de donde proviene el sonido.
Con algo de valentía decido voltear de manera lenta temiendo de lo que me fuera a encontrar. Barro con mis ojos por todo el lugar, mi pulso se acelera y se arraiga más en mí una inquietud cuando observo la calle desolada.
Nada.
Sin un alma andando en ella. En ese momento el botón de valentía y fuerza da un vuelco y todo lo que he sentido segundos antes se ha esfumado, así de rápido a como ha llegado.
Tratando de mantenerme a raya me digo a mí misma:
—Tranquila Eco, es solo algún auto— miento. Sé perfectamente que no es un auto porque el sonido provino de algún lugar a mi alrededor y para mi desgracia no ha pasado y no hay autos cerca.
Sin darme tiempo a una negación o investigar algo doy media vuelta y me dispongo a caminar lo más rápido que mis pies logran, ya solo me hace falta media calle ya puedo sentirme mejor pasando esa esquina, pero al parecer hablo demasiado pronto y por supuesto la suerte nunca ha estado de mi lado.
De nuevo ese chirrido se escucha a mis espaldas, como si arrastrasen alguna herramienta de metal por el asfalto. Mis vellos se ponen de punta y una comezón empieza a desarrollarse en mi nuca.
Esta vez no opto por detener el paso para ver de dónde proviene ese sonido, hago lo primero que se pasa por mi mente.
Corro, corro por mi vida sin importarme ver atrás, fuera lo que fuera no quiero quedarme esta vez a invitarle una taza de té a quien quiera que fuera.
Corro la media calle que me hace falta hasta que mis zapatos deportivos se encuentran con el césped recién regado del jardín de casa. Con la respiración entrecortada entro directo a ella, no quiero pasar más tiempo afuera, ya he tenido suficiente por el día de hoy.
Abro la puerta de mi hogar y me adentro de una vez cerrando la puerta a mis espaldas, automáticamente un olor llega directo a mis fosas nasales y sin pensarlo dos veces me dirijo directo a la cocina.
Error número dos, cuando estoy ya de frente a la cocina en mi campo de visión aparece la mujer que me ha dado todo en la vida, sentada en la mesa acompañada con algunos platos de comida a su lado.
Estoy en problemas.
Observo a mi madre a detalle, en sus ojos puedo observar la desaprobación y la preocupación.
Podrán decir, ¿Y qué más da si llegaste unos minutos tarde a la cena?
Lo importante es que ya estas acá, pero no.
Con ella las cosas no son así, toda la vida mi madre me ha protegido y evitado que salga demasiado tiempo al exterior. Al mundo que me rodea. Ha hecho todo lo posible por protegerme de todas las personas perversas que existen en el mundo.
Ha hecho todo lo que está en sus manos para borrar cualquier rastro de mí.
Agradezco de todo corazón el que se preocupara de mi seguridad, pero tuve que sacrificar miles de cosas para mantenerme con vida a mí y a mi madre.
No tengo amigos, nunca tuve amigos, tengo vecinos, pero nunca entablé alguna amistad con ellos. Toda mi vida me la he pasado en estas cuatro paredes, tengo un maestro privado que me enseña desde acá todo lo que me enseñarían en la escuela.
Lo que los niños hacen afuera, yo lo hago en casa.
Luego de unos minutos de silencio abro mi boca para intentar explicarle a mi madre qué ha pasado, inventarme alguna excusa para no decir toda la verdad, pero todo se detiene cuando sus brazos rodean mi cuello y siento su calor amortiguar mi piel fría.
Me abraza con fuerza y a los segundos le regreso el gesto sin mucho ánimo.
Las muestras de afecto nunca has sido nuestro fuerte.
Nos soltamos luego de unos segundos y ella con sus manos tibias y suaves envuelve mis mejillas y se dirige a mí con esa voz fría tan característica de ella.
—No vuelvas a asustarme de esa forma cariño, creí que...que— no le permito terminar su frase, si lo hago sé que no va a dejarme explicar lo sucedido.
—Mamá, estoy acá, sin un rasguño, solo me distraje en el parque observando a los turistas—trato de verme lo más segura posible para darle veracidad a mi mentira.
Ella solo asiente y me da un gesto para que me siente al lado de ella y nos dispongamos a cenar como todas las noches. Solas.
(...)
La cena fue en silencio lo cual agradecí mentalmente porque no quería dar detalles de lo que había pasado allá fuera, una vez terminada la cena me dirijo a las escaleras que dan a mi habitación, cuando mamá hace que frene repentinamente en estas.
—Eco, antes de que subas quería recordarte que la próxima semana tienes...tienes— no logra terminar la oración cuando sus ojos se dirigen en busca de los míos, como si me quisieran hacer recordar algo y cuando noto el temblor en sus manos, sé de lo que habla.
El pecho se me oprime al entenderlo.
—Tengo cita con Thomas, no lo he olvidado —ella al ver que sí estoy consciente de ello solo responde con un asentimiento de cabeza y toma rumbo hacia la cocina.
Realmente no recordaba sobre mi cita con Thomas y menos que es la próxima semana, pero prefiero mostrarme segura delante de ella, aunque todo mi interior me dice a gritos que no lo estoy y que no quiero volver a poner un pie en ese lugar.
Desde hace casi seis meses he tenido que asistir a ese lugar, yendo y viniendo cientos de veces. Las pesadillas eran frecuentes luego de su muerte, llegando al punto en que prefería esperar que amaneciera y poder dormir a esa hora antes que hacerlo en la noche.
Su muerte me afectó de una forma inimaginable. No me di cuenta cuánto lo había arraigado en mí, hasta que me hicieron desprenderme de él a la fuerza.
Mi madre se dio cuenta de lo que hacía, así que con mi padre decidieron que la mejor opción era llevarme con algún terapeuta y así fue como conocí al Doctor Thomas o como él deja que lo llame, Thomi.
Empezaron a medicarme por dos meses, pero luego dejaron de hacer efecto los medicamentos recetados, por lo que Thomas decidió que dejara de tomarlos porque él no quería suministrarme una cantidad demasiado alta.
Nunca lo dije, ni a mis padres, ni a Thomas, ni siquiera a las enfermeras del demonio de la clínica. Pero cada vez que me dirigía al centro sentía que algo me perseguía, algo velaba mi salida y mi entrada todo el tiempo.
Me encontraba balanceando mi cuerpo en una barandilla de metal a la otra tratando de matar el tiempo, cuando de repente un golpe en seco proveniente de la planta de arriba hizo que me sobresaltara y en cuestión de milisegundos sintiera mi cuerpo perder el equilibrio y caer en los primeros escalones de madera.El dolor apareció instantáneamente en mis rodillas, pero no era un dolor insoportable. Al mismo tiempo que intenté reincorporarme de la madera fría mis oídos lograron captar el sonido de un segundo golpe.Pensé que estaba sola.Una vez ya reincorporada en las primeras tablas de madera de la escalera, un extraño sentimiento se hizo presente y se apoderó de mí, podía sentir co
¿Conocen esa enfermiza sensación que se implanta en tu pecho cuando recibes alguna mala noticia o algo que simplemente no querías, ni deseabas escuchar?¿Ese nudo agobiante que se aferra en tu garganta como si fuera una maldita enfermedad?La ira, la frustración, la rabia, la tristeza, siendo lo único que cala en tu alma y se abre paso entre tus muros, agrietándolos cada vez más.Siendo cosas ruines lo único que sientes, lo único que te llena.¿Alguna vez se han sentido de esa forma? ¿Has tenido esa sed depravada e insidiosa de acabar con todo?Decepción, dolor, frustración de saber que
La combinación del ambiente fresco y la serenidad me nubla la mente.De alguna forma extraña me hace pensar que no ha sucedido nada. Que nunca sucedió algo.Que soy una adolescente normal disfrutando del clima de su pueblo y no una que está a días de no ver más la luz del sol. Que no voy a ser trasladada a un psiquiátrico el día de mañana.Es eso lo que transmite el césped húmedo bajo mis pies y la fresca brisa que me abraza el cuerpo como si se estuviera despidiendo de mí.Una despedida.Nunca he sido buena con ellas. No sé cómo afrontarlas, es más fácil irse sin avisar. A
Siempre intentó protegerme, lo hizo cada turbia y enigmática noche que pasaba.Ojalá esa noche yo hubiera hecho lo mismo."Eco Dagger"Camino a paso rápido y decido por las calles semi vacías del pueblo. El pueblo que me ha visto crecer. Me ha visto tomar malas decisiones y arrepentirme de cada una de ellas. El pueblo que me ha visto sepultar aquello que tanto quería. Pero también me ha visto afrontar cada una de las adversidades y seguir con mis planes como si tal no hubiera pasado nada.Las calles se encuentran teñidas de colores grisáceos gracias al tan reconfortante clima e impregnadas de una
Era tan valiente y tranquila que olvidó que estaba sufriendo. Con mis últimas fuerzas fuerzo el cierre de la gran maleta color gris que reposa en mi cama, luego de varios intentos fallidos logro cerrarla por completo y dar por terminado lo último que tengo que hacer la mañana de hoy. Hoy dieciocho de junio, mi última mañana en Clovelly. Bajo la gran maleta que contiene varias de mis pendras de vestir en su interior y la hago rodar hasta colocarla al lado derecho de la puerta para que así no se me dificulte tanto a la hora de emprender el viaje a la ciudad y tener que bajarla. He hecho dos maletas en total y un bolso de mano de gran tamaño. En una llevo toda mi ropa, en otra zapatos y cosas de uso personal
Está bien vivir una vida que otros no entienden. DesconocidoMis botas negras estilo militar resuenan en el pavimento tras cada paso que doy, pero no con la intensidad que me hubiera complacido, estas están siendo amortiguadas por el ensordecedor bullicio de los autos; sirenas, voces y demás sonidos intolerantes que abunda en la calle.Las personas distraídas o preocupadas por no llegar tarde supongo a su trabajo, pasan a mi lado chocando conmigo. Odio con toda mi alma la ciudad.Con mis nervios de punta y la paciencia desgastándose me dispongo a llegar en el menor tiempo posible a mi destino, ya que entre más rápido llegue y termine lo que tengo que hacer ahí, más rápido tendría que dejar de hacerme el ciego y el sordo ante los peatones y demás seres vivientes que ni se inmutan por mi presencia.Observo sus rostros, sus e
—Bien, déjame ayudarte con esto— Theo se inclina y como si fuera peso pluma lo que lleva en sus manos, empieza a rodar las dos grandes y pesadas maletas hasta donde se encuentran situadas las grandes escaleras. Antes de que yo intente tan si quiera abrir la boca, la señora la cual supuestamente su nombre es Irina, habla. —¡Theo, ten paciencia! —reprende al rubio como si de un niño pequeño se tratara, y este rápidamente se detiene y se da media vuelta con un gesto de confusión enmarcando su lindo rostro. —No ves que la señorita ni siquiera se ha despedido y tú ya quieres llevarla a rastras. Muerdo mi labio para evitar que una carcajada salga de mi boca al presenciar el enrojecimiento de las mejillas de Theo ante el reproche de Irina. El chico musculoso y fornido rápidamente suelta la
Casi corro con Theo agarrada de su mano para poder seguir su trote, ya que un paso suyo es como tres de los míos. El rubio es bastante alto, obviamente mucho más que yo. Me veo como un pequeño duende a su lado. Doblamos en un pasillo diferente, uno que no me habían enseñado en el recorrido y soy plenamente consciente de lo que él decía la verdad, eran lugares prohibidos para los pacientes. Lugares en los cuales no se nos es permitido pasar y puedo arriesgarme a decir, que ni conocer. Un miedo me recorre la columna vertebral al escuchar a mi mente pronunciar esa palabra con tanto afán y admiración. "Prohibido". Tantas cosas se