¿Conocen esa enfermiza sensación que se implanta en tu pecho cuando recibes alguna mala noticia o algo que simplemente no querías, ni deseabas escuchar?
¿Ese nudo agobiante que se aferra en tu garganta como si fuera una maldita enfermedad?
La ira, la frustración, la rabia, la tristeza, siendo lo único que cala en tu alma y se abre paso entre tus muros, agrietándolos cada vez más.
Siendo cosas ruines lo único que sientes, lo único que te llena.
¿Alguna vez se han sentido de esa forma? ¿Has tenido esa sed depravada e insidiosa de acabar con todo?
Decepción, dolor, frustración de saber que la única persona que amas te defraude. Te mienta.
Porque esconder también es mentir.
Y que para culminar no tome en cuenta tu opinión. Que no pasara por su cabeza el consultarte algo que cambia tu vida totalmente. Tan solo te hace saltar por un barranco sin posibilidad laguna de salir con vida de esa situación.
Tengo un mar turbulento de sentimiento encontrados y desenfrenados en mi interior. Un coctel de emociones que danza en mi estómago. El recuerdo de lo que viví, de lo que escuché, de lo que sucedió hace tan solo un par de horas atrás.
Ese lugar del cual solamente poseo malos recuerdos y por lo visto no está ayudando en lo más mínimo para que cambie mi perspectiva sobre él. Solamente está incrementando mi odio por arrebatarme los años más importantes de mi vida y con el, también algo de mi inocencia y pureza.
El lugar que por lo visto no voy a volver a pisar, o al menos no dentro de un buen tiempo.
Las palabras de Thom se repiten en mi mente como un disco rayado desde que llegué a mi hogar y me adentré en el único lugar donde me sentía segura, mi habitación. Esa que está repleta de recuerdos dolorosos, pero es lo que necesito.
—Eco, ya no volverás más a este lugar— recuerdo sentir mis ojos brillar y mi interior llenarse de algo de alegría al escuchar esas palabras salir de la boca del hombre canoso.
Recuerdo el momento exacto en el cual subí mi vista a sus ojos para buscar en ellos una pisca de mentira, pero me sorprendí al encontrarme de lleno con un vacío indescriptible en sus ojos cafés. —Me temo informarte que serás transmitida dentro de dos semanas a un centro psiquiátrico. No hemos mejorado mucho y creo que es momento de tomar medidas drásticas.
Lágrimas saladas bañan mis mejillas de forma asquerosa. Bajan como si hubieran esperado el momento perfecto para dejarse ver y llevar por las emociones.
Como si hubieran sido acumuladas para este preciso momento. Lágrimas con sabor a desesperación y rabia. No lloro solo por la decepción, sino también por lo que va a pasar desde ahora y también por lo que no va a poder ser.
En el momento en el cual el señor canoso terminó de darme la noticia sobre mi estadía en el psiquiátrico sentí como todo el mundo, que había logrado crear durante años, se venía abajo.
Junto a él todos mis planes a futuro, mi futuro, futuro que lo miro tan incierto desde ahora. No sé qué ha sido peor, si la noticia de que iba a ser internada en un psiquiátrico dentro de dos semanas, o lo que dijo luego de eso.
—Y ya está tomada la decisión, cariño. Para que no te ilusiones buscándole alguna otra alternativa a esto, a lo inevitable, Eco. Tu madre fue informada de esto la semana pasada, ella decidió que era lo mejor para ti.
Y es verdad, antes de mencionar lo de mi madre, estaba maquinando en mi cabeza algo para burlar todo lo que conllevaba el ser internada.
Y las palabras de Thomas dieron fin y por enterrada mi esperanza, dándole paso a un sentimiento más fuerte. Más dominante, la ira.
Esa que nunca tuvo un lugar en mí, pero ahora ve la oportunidad para tomar un poco de luz y aire fresco para hacer de las suyas, como lo había hecho aquella noche.
La noche que no me permito recordar y espero que se quedara así para siempre, o al menos hasta que sea el momento perfecto para comenzar a confesar.
Ahora todo me es tan claro, ahora entiendo los nervios de mi madre en el transcurso de toda la semana pasada. Ella estaba consiente de todo y aun así no mencionó absolutamente nada; me siento traicionada, defraudada y todos sus jodidos sinónimos.
Quiero levantarme de este frío suelo y dirigirme hasta el otro lado del pasillo y reclamarle todo, pero no puedo. Aunque mi cabeza me grite que lo haga no puedo hacerlo, no podría hacerlo. Como dijo Thomas: la decisión está tomada, Eco y debes aceptarlo.
Estaba decidido, seria internada en el psiquiátrico de la ciudad, en el mejor de la ciudad al parecer.
Solo espero no pasar demasiado tiempo encerrada en ese lugar. Nunca he visitado un lugar como esos, solo he logrado escuchar murmurar a las enfermeras de la clínica sobre ellos, pero nada coherente.
A decir verdad, lo poco que he logrado escuchar es que no son unos lindos lugares, son todo lo contrario. Lugares con tétrica apariencia y por supuesto, tratos terribles hacia sus pacientes.
Quiero engañarme a mí misma y decir que el pensar en tan solo en la estructura del lugar donde sería llevada no me asusta, pero sería mentir y mentir no es algo que hago.
—Trata de relajarte, Eco—me digo a mí misma mientras me masajeo las sienes, tanto pensar y llorar ha dejado como consecuencia un fuerte dolor de cabeza y sé por experiencia que este no se quitará con alguna pastilla.
El llanto ha cesado, pero a pesar de que ya no haya lágrimas rodando por mis mejillas, el dolor sigue ahí. Tan insistente como siempre. Recordándome que por desgracia aún sigo con vida y que ese es mi castigo.
Nunca se iría, nunca lo haría. Solo se ocultaba en lo más profundo y cada vez que perdía el control este se dejaba ver.
Como si el reprimirse y esconderse solo generara en él mayor satisfacción, la cual usaba a su favor.
Despojándome de cualquier pensamiento tortuoso decido apoyar mis manos en el frío mármol. Luego de haber llegado de la clínica pasé directo a mi habitación.
Quería pensar con la cabeza fría antes de hacer algo de lo que me arrepentiría más tarde, sé que esto no va a terminar acá, pero no puedo arriesgarme a hacer cosas que seguramente iban a ser dirigidas por mi rabia.
Y no puedo
permitir que eso vuelva a suceder, no con mi madre.Una vez en pie fijo mi vista en la ventana de mi habitación que aún se mantiene abierta, colándose por esta y recorriendo toda la habitación, una ligera brisa fresca logrando relajar el ambiente tenso que se había estado formado.
A cortos y pesados pasos me dirijo hacia el otro extremo de la habitación para cerrar de una vez la ventana y poder finalmente descansar. Rápidamente entro en calor y con ello siento mis parpados pesar cada vez más, sé que pronto voy a entrar en un profundo sueño, pero esta vez no me lo negaré.
Lo necesito.
Me siento cansada, abatida, necesito descansar y eso es lo que hago o al menos intento.
(...)
Me despierto de golpe en medio de la madrugada.
Me remuevo en la cama algo frustrada por mi falta de sueño, pero no me permito abrir los ojos, minutos después cuando pasa por completo mi adormecimiento caigo en cuenta de lo que está sucediendo.
De nuevo, al igual que casi todas las semanas, está acá.
Él ha hecho que me despertara, su presencia, el sentirla.
No me muevo ni un centímetro, no quiero que sepa que estoy despierta. No quiero que se dé cuenta de la retorcida sensación que genera en mí.
Miedo, siempre es miedo al inicio.
Miedo de esa sombra que me persigue en cada paso que doy. Cada noche, incluso hasta mis días, los días en los cuales siento que me siguen, que siento ser seguida por ella
La sombra que me perturba y asecha tanto en mis pesadillas como en la vida real. En cada paso indeciso que logro dar ella está ahí, vigilándome, tras de mí siempre.
Ejerciendo una función que nadie le ha asignado.
Sentirse observada es el primer paso. Siempre en la misma secuencia, los mismos fríos y calculados pasos. Siempre es lo mismo, es su rutina, me había convertido en eso. Una presa para ella.
No podría dar una fecha exacta desde cuándo esa sombra comenzó a estar presente en mi día a día, solo puedo asegurar que todo ocurrió luego de aquella noche, aquella noche en la que sucedieron innumerables cosas, pero ninguna de ellas buenas.
Cada segundo que pasa me siento más despierta, más consciente de lo que pasa a mi alrededor.
Siempre hace lo mismo, llega a altas horas de la noche a mi dormitorio.
¿Por dónde lograba entrar? ¿Cómo lograba colarse hasta mi habitación? No tenía una puta idea, pero lo hace y asumo que con mucha facilidad ejecutaba cada uno de sus actos.
Una vez en mi habitación, se arrincona en la oscuridad perdiéndose en esta. Escondiéndose en ella.
Se mantiene ahí por un buen rato mirando fijamente mi cama, mirándome a mí. Luego de observarme siempre da algunos pasos por toda la habitación como si buscara algo o al menos eso es lo que yo sentía.
Todo eso ocurría en la madrugada, ya en la mañana que me despierto sobresaltada por alguna pesadilla los recuerdos de lo que sucede la noche anterior me atormentaban ya que no lograba descifrar si realmente era mi imaginación o si lo había vivido.
Eso llevaba mi cordura a un punto de quiebre y lo hacía aún más el no poder contárselo a nadie por miedo a que también me tacharan de loca.
Miedo por volver antes de tiempo a aquello que tuvimos que dejar para mantenernos cuerdos.
Pero al parecer, aun escondiendo demasiadas cosas que pasan en mi vida me van a internar en un centro de salud mental. Las cosas de la vida, ¿No es así?
Mis pensamientos son interrumpidos ferozmente al escuchar sus pasos. La misma rutina.
Uno, adentrarse en mi habitación, esconderse en las sombras y verme dormir.
Dos, salir de la oscuridad y dar unos cuantos pasos por la habitación como tanteando el terreno.
Tres, detenerse a la orilla de mi cama.
Cuatro, quedarse observándome detalladamente y con nada de sutileza.
Quiero seguir enumerando su quinto habitual paso, pero su siguiente acción me deja petrificada y sintiendo correr fuego por mis venas.
Si hubiera podido esa sombra escuchar mis latidos se hubiera dado cuenta lo cuan asustada y nerviosa me encuentro y que obviamente no estoy dormida. Pero deseo estarlo al sentir de un momento a otro arrodillarse a orillas de la cama, mirándome fijamente.
Rostro con rostro.
Mis dudas se aclaran al darme cuenta de que no es una maldita entidad, sino que es una persona. Es una maldita persona, de carne y hueso, me doy cuenta de eso al escuchar su respiración tan relajada y liviana.
Mi mente da vuelta como la maldita ruleta rusa tratando de darle al blanco con una razón lógica a toda esta enfermiza y turbia situación, pero lo único que mi cabeza logra conectar es que se ha cansado de acosarme y se va a deshacer de mí.
En ningún momento me permito abrir los ojos, temo por lo que me fuera a encontrar al hacerlo y entonces pasa. Tengo que poner todo mi empeño en tratar de mantener mi respiración normal ante el miedo y la desesperación.
Siento unos suaves dedos posarse sutilmente en mi mejilla derecha y hacer caricias delicadas y suaves, a pesar de que la habitación tiene en funcionamiento la calefacción sus dedos se sienten extremadamente fríos, logrando de esa forma provocar una pequeña sensación de electricidad que amenaza por delatarme.
Estoy pasmada, sus dedos en mis mejillas se sienten fuera de lugar, pero la caricia es demasiado suave como para sentirme asqueada pero no lo suficiente como para no sentirme incómoda y querer quitar su mano de mi rostro.
De un momento a otro dejo de sentir su tacto y lo siento recomponer su postura y dar algunos pasos lejos de donde yazco acostada muerta de los nervios y con ganas de dejar mi postura y enfrentar a la persona que acaba de tocarme.
No sé en qué momento desaparece de mi habitación. Y un sentimiento se instala en mi pecho, curiosidad. Curiosidad por saber quién es la sombra que vela mis sueños.
Y con esos pensamientos nuevos sucumbo al sueño y el adormecimiento sin darle alguna prorroga de tiempo.
(...)
Tres días han pasado desde la discusión con mi madre, no nos hemos dirigido la palabra desde ese día y creo que no puedo estar más así con ella, menos siendo consiente que en unos diez días me iré de su lado y la dejaré sola con mi padre.
Recuerdo que luego de aquella noche nos volvimos casi inseparables, ella decía que era porque quería pasar más tiempo entre madre e hija, pero yo sé que ella realmente estaba preocupada por mí y no quería que volviera a hacer algo de lo que me arrepentiría luego. El arrepentimiento no fue nada comparado a lo que vino luego.
Ella y mi padre son las únicas personas que tengo en mi vida, que se preocupan por mí y que me aman sin importar lo que yo haga o hiciera.
Hay un lado bueno en todo esto del internado, mi madre va a tener un respiro, va a poder estar con mi padre más tiempo, sin preocupaciones, ambos juntos como siempre debió ser. No uno separado del otro, tratando de darle una vida repleta de tranquilidad a su única hija.
Es egoísta de mi parte no haber pensado en la felicidad de ella, me la he pasado pensando en mi miedo por ir a un lugar así, sin importarme lo más mínimo lo que mi madre tenga que decir.
No la he dejado contar el porqué de su decisión, pero eso va a cambiar la noche de hoy.
Me encuentro en el corredor de casa, frente la puerta de mi madre. Estoy nerviosa, sumamente nerviosa, mis manos sudan y mi corazón es un enfermo.
Sin poder esperar un minuto más tomo en mis manos la manilla de la puerta de caoba, para por fin adentrarme a su habitación y resolver las cosas después de días.
Y así, con todas las de perder de mi lado abro la puerta. Sin chirridos ni nada que haga que la persona dentro de esta note mi presencia.
Doy unos cuantos pasos sin titubear para adentrarme a la habitación y con mucho cuidado de no hacer ruidos y arruinar mi plan repentino, doy media vuelta en mi eje para cerrar con suma delicadeza la puerta pesada de madera fina.
Observo a la mujer entre las sábanas blancas leyendo su libro favorito, aquel que quiso mantener lejos de mi alcance, pero yo siempre he sido demasiado curiosa.
Recuerdo lo enojada que se puso al darse cuenta que tomé su libro sin su consentimiento, pero gracias a él, me adentré en lleno al mundo de la lectura.
Ella está ahí, Laryssa Dagger. Tan relajada, releyendo nuestro libro.
El color azul jade de las paredes me recibe con alegría, el color favorito de Laryssa. En las esquinas adornan franjas de color blanco que hacen ver el lugar más amplio de lo que ya es.
Me armo de un falso valor y me dispongo a hacer lo que debo.
—Mamá—mi voz es un susurro en medio de todo el cuarto, pero ella, como siempre, me escucha.
Rápidamente eleva su vista a mi figura y con un rápido movimiento de manos coloca el libro en su mesita de noche.
—Cariño, no me había dado cuenta que estabas acá— su timbre de voz detona preocupación, preocupación por mí.
—Estoy entrando madre— suspiro. —Solo...—divago por un momento en busca de las palabras adecuadas para esta incómoda, pero inevitable situación en la cual nos encontramos envueltas.
Ella sabe lo que trato de decir.
—Es sobre lo que te dijo Thomas—no es una pregunta, es una afirmación.
No tengo que decir nada más, ambas sabemos esto, por lo cual solo le doy un leve asentimiento y una sonrisa a boca cerrada nada genuina.
Nunca lo son.
Mamá palmea su lado de la cama, una clara invitación a recostarme con ella y así lo hago.
—Yo...— poso mi vista en la pared azul jade frente mí, no puedo decirle todo viéndola a los ojos, nunca pude y ella lo sabe. —Yo siento mucho mi comportamiento ese día, madre. Hice mi mayor esfuerzo por no alterarme, pero esa noticia realmente no me la esperaba.
Mentira.
Mamá a pesar de mi momento en silencio me deja terminar, ella sabe que quiero decir más, sin embargo necesito tiempo y seguridad para hacerlo.
—No manejé de la forma en que me enseñaste todo esto, me dejé llevar y dejé a mis emociones controlarme. Lo lamento mucho mamá—no nos miramos a los ojos.
No hace falta vernos detenidamente para saber si es verdad lo que dice la una de la otra. Ella sabe que verdaderamente estoy arrepentida por más que mi semblante tenga una pose neutra.
No necesitamos muestras de afecto para saber que ella me perdona, que ya estamos bien.
Que lo que he estado practicando ha dado frutos.
Mentirosa.
—Sabes que no hay nada que perdonar, Eco. Yo sabía la forma en la cual ibas a reaccionar y aun así te oculté eso. Pero ya cariño, está bien. Todo lo está.
Y con ese último comentario damos por finalizada y arreglada la situación, sin esperarme cualquier otro movimiento de parte de ella me dispongo a salir de su habitación para dejarla descansar.
Pero sus brazos alrededor de mi cuello me inmovilizan. Me abraza, pero uno diferente al resto de abrazos que alguna vez nos hemos dado.
Este abrazo sabe a protección, a un cuídate, pero de lejos.
Le respondí a el, la extrañaría, eso sin dudarlo, pero era lo mejor.
La combinación del ambiente fresco y la serenidad me nubla la mente.De alguna forma extraña me hace pensar que no ha sucedido nada. Que nunca sucedió algo.Que soy una adolescente normal disfrutando del clima de su pueblo y no una que está a días de no ver más la luz del sol. Que no voy a ser trasladada a un psiquiátrico el día de mañana.Es eso lo que transmite el césped húmedo bajo mis pies y la fresca brisa que me abraza el cuerpo como si se estuviera despidiendo de mí.Una despedida.Nunca he sido buena con ellas. No sé cómo afrontarlas, es más fácil irse sin avisar. A
Siempre intentó protegerme, lo hizo cada turbia y enigmática noche que pasaba.Ojalá esa noche yo hubiera hecho lo mismo."Eco Dagger"Camino a paso rápido y decido por las calles semi vacías del pueblo. El pueblo que me ha visto crecer. Me ha visto tomar malas decisiones y arrepentirme de cada una de ellas. El pueblo que me ha visto sepultar aquello que tanto quería. Pero también me ha visto afrontar cada una de las adversidades y seguir con mis planes como si tal no hubiera pasado nada.Las calles se encuentran teñidas de colores grisáceos gracias al tan reconfortante clima e impregnadas de una
Era tan valiente y tranquila que olvidó que estaba sufriendo. Con mis últimas fuerzas fuerzo el cierre de la gran maleta color gris que reposa en mi cama, luego de varios intentos fallidos logro cerrarla por completo y dar por terminado lo último que tengo que hacer la mañana de hoy. Hoy dieciocho de junio, mi última mañana en Clovelly. Bajo la gran maleta que contiene varias de mis pendras de vestir en su interior y la hago rodar hasta colocarla al lado derecho de la puerta para que así no se me dificulte tanto a la hora de emprender el viaje a la ciudad y tener que bajarla. He hecho dos maletas en total y un bolso de mano de gran tamaño. En una llevo toda mi ropa, en otra zapatos y cosas de uso personal
Está bien vivir una vida que otros no entienden. DesconocidoMis botas negras estilo militar resuenan en el pavimento tras cada paso que doy, pero no con la intensidad que me hubiera complacido, estas están siendo amortiguadas por el ensordecedor bullicio de los autos; sirenas, voces y demás sonidos intolerantes que abunda en la calle.Las personas distraídas o preocupadas por no llegar tarde supongo a su trabajo, pasan a mi lado chocando conmigo. Odio con toda mi alma la ciudad.Con mis nervios de punta y la paciencia desgastándose me dispongo a llegar en el menor tiempo posible a mi destino, ya que entre más rápido llegue y termine lo que tengo que hacer ahí, más rápido tendría que dejar de hacerme el ciego y el sordo ante los peatones y demás seres vivientes que ni se inmutan por mi presencia.Observo sus rostros, sus e
—Bien, déjame ayudarte con esto— Theo se inclina y como si fuera peso pluma lo que lleva en sus manos, empieza a rodar las dos grandes y pesadas maletas hasta donde se encuentran situadas las grandes escaleras. Antes de que yo intente tan si quiera abrir la boca, la señora la cual supuestamente su nombre es Irina, habla. —¡Theo, ten paciencia! —reprende al rubio como si de un niño pequeño se tratara, y este rápidamente se detiene y se da media vuelta con un gesto de confusión enmarcando su lindo rostro. —No ves que la señorita ni siquiera se ha despedido y tú ya quieres llevarla a rastras. Muerdo mi labio para evitar que una carcajada salga de mi boca al presenciar el enrojecimiento de las mejillas de Theo ante el reproche de Irina. El chico musculoso y fornido rápidamente suelta la
Casi corro con Theo agarrada de su mano para poder seguir su trote, ya que un paso suyo es como tres de los míos. El rubio es bastante alto, obviamente mucho más que yo. Me veo como un pequeño duende a su lado. Doblamos en un pasillo diferente, uno que no me habían enseñado en el recorrido y soy plenamente consciente de lo que él decía la verdad, eran lugares prohibidos para los pacientes. Lugares en los cuales no se nos es permitido pasar y puedo arriesgarme a decir, que ni conocer. Un miedo me recorre la columna vertebral al escuchar a mi mente pronunciar esa palabra con tanto afán y admiración. "Prohibido". Tantas cosas se
¿Pero qué...? Volteo hacia el asiento a mi derecha topándome de lleno con una chica morena de cabello castaño que observa con intriga la mesa donde está sentado Theo. Antes de poder si quiera abrir la boca para preguntar algo, casi me caigo de la mesa por su pregunta. —¿Cuál de los tres crees que pueda aceptar hacer un trío? Llevo una mano a mi boca para aguantar la mala palabra que estuvo a punto de salir. Dios, estamos en la cafetería donde todos nos escuchan y lo peor es que los tenemos justo en frente y ella habla como si no le importara que la escucharan. —No lo sé, puede que el castaño— doy un brinco al escuchar una voz masculina a mis espaldas e inmediatamente me volteo hacia el otro asiento. —Tiene la fachada de ser el más mente abierta de los tres. La morena chasquea la lengua— Yo creo que el rubio. Pero si hablamos de dos hombres y una mujer yo también opino que el castaño. Al girarme me topo con un chico de cabello rubio osc
Es tarde. Voy tarde, mi estómago gruñe y reclama por un poco de comida. Los corredores están casi desiertos y eso solo me recalca lo que más temo, saber que llego casi veinte minutos tarde al círculo de ayuda. No me gusta admitirlo, pero sé perfectamente el por qué llego tarde. Recordemos lo sucedido la noche anterior. Theo. Theo y su propuesta. Yo aceptando por mi curiosidad y también… Mi seguridad. Theo, agradecido. Theo…. abrazándome. El abrazo. Lo que significa ese abrazo. Lo que conlleva un abrazo. Abrazo, que sentí tan vivo y real después de meses. Abrazo que removió algo en mí que pensé que estaba asentado, pero me equivoqué. Y ahí es donde está mal, ahí por qué mis lágrimas salieron anoche y los dolorosos recuerdos y miedos irracionales se hicieron ver. El tan solo recordar la forma tan viva de expresar su felicidad mediante su abrazo, me hacer querer regresar a Clovelly, retar a